¡Sofafilia! ¡Qué grande! ¿Lo pilláis? No es eso de los animales que tanto os pone, panda de degenerados. Es la enfermedad que sufren muchos blogueros y cinéfagos, bueno, una de tantas. Que sí, que aprovechando el fin de año, o de los tiempos, según los agoreros de siempre, estrenamos sección, ¡y va de animación! Y es que ya no sabemos qué hacer para lograr llamar la atención, que nos contrate alguna multinacional y poder retirarnos para siempre (Disney, Dreamworks… ¿Hello?).
Para empezar, y aprovechando las fiestas que se nos vienen encima, abrimos el fuego con un capítulo especial en el que los tres responsables de esta página se enfrentan a los peligros de la Navidad. Llegarán más, pueden contar con ello, pero será cuando regresemos de nuestras más que merecidas vacaciones en un lujoso complejo hotelero construido encima de unas valiosas ruinas mayas. Hay que ver cómo eran estos mayas, más ocupados en profetizar el fin de nuestra civilización que el de la suya propia.
En fin, felices compras compulsivas, comilonas y resacas, y no me sean tontos y déjense llevar por el espíritu de estas fechas, que total de la Navidad nadie se salva. Fíjense que incluso Los Picapiedra la celebraban, y eso que vivieron miles de años antes que Jesús, lo que son las cosas.
¡Saludos y nos leemos a la vuelta!
La
divertida noche de los zombis.
Estamos
en pleno siglo XXI pero nada parece haber cambiado con respecto a la
época anterior. No existen coches voladores (de hecho apenas existen
coches eléctricos); no han abierto un McDonalds en la luna; los
ordenadores cada vez son más potentes, pero únicamente con el
objetivo de poder almacenar más cantidad de pornografía; y los
viajes en el tiempo siguen reservados a casposas ferias medievales de
pueblo. ¿Y en cuanto al séptimo arte? Pues lo mismo: Para poder ver
una película en tres dimensiones sigues estando obligado a colocarte
unas incómodas gafas que en muchos casos deberás devolver a la
salida y que pueden haber sido utilizadas el tipo más cerdo del
mundo antes que tu, mientras rezas para que la cosa no sea muy oscura
o muy movidita o de lo contrario no te vas a enterar de la misa la
mitad (y ya no hablemos de la gente, como un servidor, que ya usa
gafas en su día a día y que se ve obligado a un cierto grado de
funambulismo para lograr intuir algo de profundidad); algunos de los
directores más reputados siguen apostando por el western (Quentin
Tarantino y Gore Verbinski) y se siguen estrenando películas de
animación artesanales con la técnica del stop-motion. Por
suerte para todos, algunas de ellas son tan chulas como El
alucianante mundo de Norman.
El oso amoroso.
Pues todo parece apuntar a que, definitivamente, Seth MacFarlane se ha acabado convirtiendo en la gran esperanza blanca del humor americano. Su origen catódico tampoco debería ser algo que nos extrañara en exceso, ya que de todos es sabido que la gran mayoría de los grandes cómicos americanos de las últimas décadas provienen de la pequeña pantalla (del Saturday Night Live para ser más exactos). Pero pocos contaban con MacFarlane después de que en 2001 se cancelara su buque insignia: la serie de animación Padre de familia. Por suerte, algunos años más tarde, y debido a la presión popular, la serie volvió a las pantallas e incluso se le sumaron un par más de nuevos proyectos: Padre made in USA y El show de Cleveland. Actualmente vive un momento dulce de su carrera, con gran éxito de audiencia en sus programas televisivos, con un previsto salto cinematográfico de su serie más conocida: Padre de familia, habiendo ya sido confirmado como conductor de la próxima ceremonia de los premios Oscar, y habiendo estrenado su primera película como director: Ted.
Pues todo parece apuntar a que, definitivamente, Seth MacFarlane se ha acabado convirtiendo en la gran esperanza blanca del humor americano. Su origen catódico tampoco debería ser algo que nos extrañara en exceso, ya que de todos es sabido que la gran mayoría de los grandes cómicos americanos de las últimas décadas provienen de la pequeña pantalla (del Saturday Night Live para ser más exactos). Pero pocos contaban con MacFarlane después de que en 2001 se cancelara su buque insignia: la serie de animación Padre de familia. Por suerte, algunos años más tarde, y debido a la presión popular, la serie volvió a las pantallas e incluso se le sumaron un par más de nuevos proyectos: Padre made in USA y El show de Cleveland. Actualmente vive un momento dulce de su carrera, con gran éxito de audiencia en sus programas televisivos, con un previsto salto cinematográfico de su serie más conocida: Padre de familia, habiendo ya sido confirmado como conductor de la próxima ceremonia de los premios Oscar, y habiendo estrenado su primera película como director: Ted.
Este
es Jesse Mack, un ex-motorista herido en el cumplimiento del deber.
Ahora es un especialista de la policía. Ha sido reclutado para una
misión gubernamental de alto secreto con el fin de conducir EL
HALCÓN CALLEJERO, una moto diseñada para luchar contra el crimen.
Capaz de la increíble velocidad de 500 kilómetros por hora, con un
inmenso poder. (…) El hombre, la máquina, EL HALCÓN CALLEJERO.
El halcón callejero. TVE1. 1986.
My
generation.
Después
del estreno de una serie televisiva pueden suceder cuatro cosas: a)
que la audiencia responda favorablemente, consiga grandes cuotas de
audiencia, el producto se convierta en todo un fenómeno de éxito y
regalen cromos con el rostro de sus protagonistas en los paquetes de
phoskitos; b) que consiga una audiencia suficientemente aceptable lo
que, junto con un posible éxito de crítica y una pequeña legión
de fervientes seguidores, provoque que siga en antena con la
esperanza de que el resto de la población se interese por ella y de
el salto a la categoría anterior; c) que los datos de audiencia no
sean suficientes y que, a pesar de las buenas críticas y de un
residual grupo de incondicionales, la serie sea finalmente cancelada
(previo algún probable intento de cambio de horario e incluso de
canal); y d) que el producto estrenado no interese ni a crítica ni a
público, con lo cual sea fulminantemente finiquitado y toda la
población salga a las calles danzando el baile de la victoria y
entonando el “yes, we can”.
Pero
detengámonos un instante en la categoría “c”, que es la que nos
interesa. Los programas pertenecientes a este grupo jamás lograrán
convertirse en series de éxito ni lograrán grandes cuotas de
pantalla. A pesar de ello todavía les queda una última salida a la
que difícilmente podrán aspirar los productos del resto de
categorías: pueden llegar a convertirse en series de culto
(lo cual funciona más como título honorífico que otra).
Para ello lo ideal sería que la serie no cuente con demasiados
capítulos, que no sea muy comprendida por una gran mayoría de la
población, que la crítica especializada le haya dado su beneplácito
y que, a poder ser, fuera injustamente cancelada dejando la obra
parcialmente incompleta. Si además estamos hablando de un producto
americano nunca estrenado en nuestro país y que solamente se puede
encontrar en versión original subtitulada en ciertos programas de
descarga a través de la red (dudo mucho que por bajarme una serie
cancelada hace ya más de diez años me esté cargando la industria
de nadie), no hace más que añadirle épica al enorme placer que
produce poder ver, por fin, la fantástica FREAKS AND GEEKS.
La vida de los otros
Hace poco se estrenó en las salas de cine En la casa, que obtuvo el premio a la mejor película y al mejor guión en el Festival de Cine de San Sebastián, y que hasta ahora es la más aclamada de la carrera cinematográfica del director y guionista francés François Ozon. En esta ocasión ha vuelto a adaptar una historia y ha optado por la obra teatral El chico de la última fila (2011), la primera que es llevada al cine del dramaturgo español más internacional, Juan Mayorga. Ambos hablaron y comentaron sobre la adaptación de la obra pero Mayorga tenía claro que debía dejar vía libre a Ozon para que escogiera lo que más le interesara de su obra. Y parece que debió dar buen resultado, ya que al autor le gustó la película y además acompañó a Ozon en la recogida de los galardones en San Sebastián.
Blancanieves
y los enanitos de la mesa cuadrada.
Vale, creo que ya lo pillo: resulta que los clásicos infantiles de toda la vida vuelven a estar de moda, pero ahora de lo que se trata es de adaptarlos de forma que se puedan dirigir hacia un público más adolescente. Hollywood rápidamente ya se apuntó al carro con las nuevas aproximaciones al universo de Alicia en el país de las maravillas y de Caperucita roja; y ya se preparan nuevas versiones de Jack y las habichuelas mágicas, Hansel y Gretel, Pinocho o La bella durmiente, entre otros. La televisión también ha entrado al trapo a la nueva moda con series como Grimm, Once upon a time o la inminente La bella y la bestia. En España también se han apuntado al carro y la cadena televisiva Antena 3 ya prepara una serie con nuevas versiones de los cuentos de toda la vida. Pero si existe un personaje que se está llevando la palma es, sin lugar a dudas, el de Blancanieves, con tres nuevas versiones estrenadas este 2012: una muy colorista (y mala de narices), una muda y en blanco y negro y, la que hoy nos ocupa, con una prota más de partir la pana.
Escena de La última película (1971), de Peter Bogdanovich, en la que hay un monólogo nostálgico del actor Ben Johnson.
"(...) Solía traer aquí a una jovencita a nadar hace más de veinte años. Fue después de que mi mujer perdiera el juicio. Mis hijos habían muerto. Supongo que yo y esa chica estábamos bastante locos. Y muy enamorados. Veníamos aquí a caballo y nadábamos desnudos. Un día quiso cruzar nadando a caballo al otro lado. Era una locura, pero lo hicimos (...)".
Desmembre
a la americana.
¿Saben
ustedes la típica película protagonizada por un grupo de
adolescentes con las hormonas disparadas que quedan para pasar un
largo fin de semana en una cabaña apartada de la civilización
(preferiblemente con un lago cercano) y que mientras están de camino
paran para repostar gasolina en una estación de servicio medio
abandonada y el tipo de la gasolinera ya tiene una pinta tirando a
rara y sospechosa que tira para atrás, pero que ellos pasan como si
nada y siguen su trayecto y que, una vez llegados a la cabaña esa,
resulta que todo está muy bien y todo tiene una pinta de lo más
entretenida e incluso todo parece apuntar a que alguno de los
muchachos va a pillar teta pero que, no obstante, parece como si algo
oscuro/ maligno/chungodecagarse se escondiera en el sótano de la
cabaña (porque resulta que si hay un lago cerca, como demonios no va
a haber un sótano con pinta de esconder secretos a patadas) y que a
pesar de que toda lógica humana debería empujar a los chicos a
montar una bacanal en toda regla en lugar de bajar las escaleras, los muy
pardos terminarán optando por indagar qué se esconde en tan
misterioso lugar, desencadenando una serie de acontecimientos que
terminarán, indefectiblemente, con una escalada de muerte, sangre y
machetazos por doquier? Mmmm, no se yo si la pregunta resulta
suficientemente específica. En fin, pues resulta que eso es
justamente lo que ofrece a los espectadores The cabin in the
woods, pero con una leve variación respecto al patrón clásico:
llegados a cierto momento de la trama, la cinta, simplemente,
enloquece.
¡Shama Shama!
Viendo este cartel (que recuerda mucho al de Sonrisas y lágrimas) a uno ya le da la sensación de que Descalzos por el parque puede resultar una comedia simpática y agradable, con la intención de que el espectador pase un rato entretenido. Y eso es lo que exactamente ocurre al ver la película, ópera prima de Gene Sacks, que había sido actor de teatro y de televisión en los años 50, y dirigió obras en Broadway en la década de los 60, cuya película más conocida fue la que realizaría el año siguiente: La extraña pareja. Pero para esta película en concreto contó con un guión de Neil Simon, que no tuvo más que adaptar su obra original que ya se había representado en Broadway en 1963 con un éxito muy notable, protagonizada entonces por Robert Redford y Elizabeth Ashley, repitiendo el primero en esta adaptación para el cine, acompañado en esta ocasión por la guapísima Jane Fonda.
Chin-chin,
chin-chin
recúbreme
de besos,
chin-chin,
chin-chin
prueba
ya, si me dices,
chin-chin,
chin-chin
seremos
muy amigos
brinda
por la suerte y celébralo así.
¡Chin-chin!
¡Ay,
que calor!. Telecinco. 1990.
Interiores
En muchas ocasiones, aunque una película se haya rodado en pocos días y con poco dinero (algo que pasa comúnmente en el cine independiente), cuando el autor tiene talento, sabe a lo que se atiene y encima tiene a su merced a unos actores con buenas dotes interpretativas, el resultado puede ser bastante satisfactorio. Esto es lo que uno siente al ver El amigo de mi hermana (2011), escrita y dirigida por Lynn Shelton, cuyo título en español es simple y típico pero cuyo original tampoco tiene una traducción fácil ya que Your Sister's Sister es más bien un juego de palabras que hace referencia a un diálogo que tienen dos de sus protagonistas en una escena en concreto. Pero antes de entrar en materia, habría que decir que en el guión de esta comedia dramática la directora solo tenía esbozados algunos diálogos ya que su intención era que los actores tuvieran la capacidad de improvisar mucho y que las situaciones fueran surgiendo a lo largo del rodaje, algo que se consigue con creces con el gran trabajo del buen trío protagonista: Emily Blunt, Rosemarie DeWitt y Mark Duplass.
Cuentos a la boloñesa.
Pues todo parece apuntar que, a sus setenta y siete años de edad, a Woody Allen la idea de la jubilación no es algo que vaya mucho con él. Así pues, en lugar de tomarse su profesión de una forma más relajada, el director sigue con su infatigable ritmo y nos sigue ofreciendo una película por año. Además, sigue con su tour por Europa (en plan gira musical de viejos rockeros) y después de filmar en Londres, Barcelona y París, en esta ocasión la acción se centrará en la ciudad de Roma, que se convertirá en el escenario ideal para las cuatro historias que contiene el film. Lo curioso del caso es que, teniendo en cuenta el título de la cinta, A roma con amor, lo cierto es que a pesar de que las cuatro historias del film, aisladas entre sí, tratan sobre temas de amoríos varios, solo una de ellas se puede entender propiamente como una historia sobre el amor, dejando las otras tres a temas más banales y cercanas al humor absurdo ya visto en los relatos del propio director. Supondremos, pues, que el “amor” a que se refiere el título debe ser entendido como aquel hacia la propia capital italiana, y así todos contentos. ¿O no?
Los sueños se hacen realidad
Este viernes pasado se estrenó en nuestras salas de cine Ruby Sparks (2012), de Jonathan Dayton y Valerie Faris, un matrimonio que después de dirigir numerosos vídeos musicales (entre ellos el premiado Tonight, Tonight, de Smashing Pumpkins) decidieron dar el paso a la gran pantalla con Pequeña Miss Sunshine (2006), con la que cosecharon varios premios y un éxito abrumador tanto de crítica como de público. Ahora han dado vida un guión escrito por Zoe Kazan, la nieta del que fue director y escritor norteamericano Elia Kazan, que en una entrevista comentó que la historia le vino a la cabeza cuando volvía de un rodaje, al ver un maniquí tirado en un contenedor, recordando entonces una leyenda griega que aparece en Las metamorfosis de Ovidio: Pigmalión, un rey de Chipre, cansado de no encontrar a la mujer perfecta, empezó a crear esculturas de mujeres preciosas, enamorándose de la más bella de ellas, Galatea. Al soñar que cobraba vida, Afrodita hizo realidad su deseo y cuando despertó vio que la mujer de sus sueños era real.
El verdugo.
Reconozco que las películas basadas en los viajes en el tiempo y en las paradojas temporales son una de mis pequeñas debilidades. Así pues cuando me enteré que se estrenaba Looper y vi las buenas críticas que había cosechado no tardé en correr hasta la sala de cine más cercana. Y una vez allí, ¿qué me encontré? Pues lo que me encontré fue un thriller de acción futurista, con toques de ciencia ficción, de western, de cine noir, de cine negro, con toques de comedia, con una historia basada en los saltos temporales, con máquinas del tiempo, algo de telequinesis, motos voladoras, futuros apocalípticos... ¡y a Bruce Willis partiendo la pana!. Yo es que no sé qué más se le puede pedir a una película de estas características. Bueno sí, que la trama funcione y esté bien resulta. Pues señores, no se lo van a creer, pero la trama funciona y está bien resuelta. Ya pueden ir descorchando el champán.
Desde África con amor
Los amantes del buen cine tenemos que dar gracias a que John Huston quisiera hacer una película en África con la intención principal de querer cazar un elefante, ya que debido a esa afición totalmente repudiable el resultado de aquel viaje a El Congo, donde todo el equipo de rodaje sufrió un montón de adversidades, fue la increíble La reina de África (1951), en la que el director norteamericano consiguió retratar una de las historias de amor más hermosas que se hayan visto jamás en el cine. Desde la sencillez de la trama y la evolución tan bien llevada de ese respeto mutuo que se tiene la pareja protagonista surge algo especial lleno de romance y ternura.
El jovencito Frankenstein.
Ya lo decía la canción: “las vueltas que da la vida, el destino se burla de ti...”. Y es que durante los primeros años de la década de los '80, un joven (aunque ya despeinado) Tim Burton trabajaba para la Disney, aunque su arte no se puede decir que fuera del todo entendido ni, mucho menos, visto con buenos ojos dentro de la compañía. Así pues, tras dirigir un corto con la técnica de stop-motion, Vincent, y después de realizar un segundo corto basado en el mito de Frankenstein, de nombre Frankenweenie, la multinacional lo echó a la calle alegando que su trabajo había supuesto un desperdicio de recursos monetarios en una película demasiado terrorífica para los menores. Pero el joven Burton no arrojó la toalla y creció y creció hasta convertirse en un hermoso cisne blanco reputado director de culto capaz de contar con el reconocimiento tanto de crítica como de público. Y así fue como a mediados de la década del 2000, la Disney volvió a llamar a la puerta del realizador para volver a contratar sus servicios. Para cerrar el círculo, en 2007 ambas partes firmaron un contrato para la realización de una película basada en el mismo corto por el que lo echaron la primera vez, filmado en blanco y negro, con la técnica del stop-motion y de nombre Frankenweenie. Lo cierto es que si este párrafo lo leen con música de Danny Elfman de fondo la cosa mejora un montón.
Escena crucial de la gran película Secretos y mentiras (1996), de Mike Leigh, en la que hay un breve monólogo lleno de sinceridad y rabia.
"(...) Secretos y mentiras. Todos sufrimos. ¿Por qué no compartimos nuestro dolor? Me he pasado toda la vida intentando hacer feliz a la gente, y las tres personas a quienes más quiero en el mundo se odian a muerte. ¡Yo estoy en medio y ya no puedo aguantarlo más! (...)"
En
el Quesito Rosa volvemos a estar de aniversario. Seis son ya los años
que llevamos dando la vara, pero ya se sabe que lo que pesan no son los
años, sinó que son los quilos... y aquí, hasta el momento, no hemos
logrado ganar ni un duro con esto del internet (se aceptan donativos
monetarios y de comida en lata). Tal efeméride merece un fiestorro por
todo lo alto (se aceptan donativos de bebidas alcohólicas y alcohol de
quemar). Cuando nos hayamos curado la resaca volveremos a dar guerra.
Como siempre, ¡nos leemos!
Cada día es un día nuevo
Diariamente las personas nos avenimos a lo que nos vamos encontrando por el camino, a veces de forma simple debido a la rutina y otras de manera más complicada al surgir algo que no entraba en nuestros planes; y en cuanto al aspecto personal vamos descubriendo partes de nosotros que nos ayudan a enfrentarnos a nuevos retos, sin saber nunca qué es lo que nos deparará la experiencia de lo vivido. En el cine, de la destacable y bella película Hoy empieza todo (1999), de Bertrand Tavernier, podemos sacar muchas conclusiones que engloban el significado de esa lucha que uno mismo lleva a cabo por intentar hacer las cosas lo mejor posible y así poder estar a la altura de las circunstancias.
Esta emotiva historia nos muestra el retrato de Daniel Lefebvre (Philippe Torreton), director y docente de una escuela infantil, situada en un barrio marginal del norte de Francia, cuya gran implicación a la hora de dar la mejor educación posible a sus pequeños alumnos es encomiable, sobre todo al comprometerse en intentar hacer algo en cuanto al problema de la mala situación económica que sufren la mayoría de las familias, aunque muchas veces no pueda hacer nada al respecto. En el día a día de Daniel, junto con las demás educadoras del centro, el director francés muestra varios puntos en los que se basa la educación y da mucha importancia al hecho de que haya buena relación entre los profesores y los padres y también una necesaria cooperación con los servicios sociales, por si hiciera falta solucionar cosas del alumnado por otro tipo de vías que no fuesen las educativas. En la película se ven momentos muy dramáticos, pero lo bueno del planteamiento del señor Tavernier es que a veces hasta parece que se esté viendo un documental por la manera tan efectista de su puesta en escena, pasando con cámara en mano por las aulas y consiguiendo la naturalidad de los niños y logrando momentos desalentadores pero también muy bellos y sensibles.
Por toda esta conducta y por lo que se ve en las aulas, esta película representa un documento indispensable para cualquier profesor, aunque, cómo no, también es un placer para cualquier amante del buen cine. Tavernier sabe compaginar ese trabajo educativo con la inmiscuición tanto en la vida personal del director escolar como en sus propios pensamientos que oímos a través de su voz en off mientras vemos preciosos planos de paisajes. Sin embargo, es verdad que es fácil pensar que el interés del director francés de marcar tanto el lado dramático queda a veces demasiado claro, hasta el punto de que llegue a ser bastante pretencioso. Pero también es cierto que la realidad supera a la ficción y que habrá casos tan tristes como el de los padres aquí representados. Además, Tavernier logra un ritmo formidable para la historia, sin dejar casi descanso al espectador que va pasando por sentimientos tristes y alegres, ayudado todo por la preciosa música compuesta por Louis Sclavis.
Y de los actores solo hay que decir que están soberbios, sobre todo Philippe Torreton, que ya había protagonizado la anterior película de Tavernier, la interesante Capitán Conan (1996). De su interpretación sorprende la capacidad que tiene por saber expresar tan bien sus diferentes estados de ánimo, consiguiendo una estimable figura del profesor aplicado. En cuanto al trabajo del director francés, solo hay que comentar que es lo más admirable de todo el conjunto y que el retrato que hace de este profesor recuerda al que hizo de un brigada antidroga en la película Ley 627 (1992), en la que logró otro resultado bastante bueno. Y aparte de escribir este buen guión, junto con Dominique Sampiero y Tiffany Tavernier, Tavernier ha sabido respaldar esos momentos tan dramáticos con otros que intentan sacar una sonrisa al espectador, luciendo las caras de esos niños que tan simpáticos se les ve cantando las canciones que su profesor les va marcando.
"Un formidable retrato, tanto personal como profesional, de un profesor que en su lucha diaria hace todo lo posible para que sus pequeños alumnos tengan una educación digna".
Alguien voló sobre el nido del Dodo.
Existen dos elementos de esta nueva producción de la compañía Aardman que no deja de sorprenderme lo muy de moda que siguen estando en pleno siglo XXI. El primero es que se trata de una película de “piratas”, género muy denostado hace unos años (y sino que se lo pregunten a Geena Davis o a Roman Polaski) pero que después del éxito de la saga “Piratas del Caribe” parece seguir disfrutando de un momento dulce (este año incluso sacaron la cabeza en la cuarta entrega de Ice Age, en la que los protagonistas debían enfrentarse a unos temibles piratas prehistóricos). El segundo de los elementos es la técnica del “stop-motion” (auténtico signo de identidad de Aardman, junto con la plastilina). Resulta curioso como, en plena era digital, esta técnica de la vieja escuela siga teniendo tantos adeptos. Sin ir más lejos, este mismo 2012, junto con la película que hoy nos ocupa, también se estrenan dos apuestas fuertes más en “stop-motion”: Frankenweenie y El aluciante mundo de Norman. Y viendo los resultados obtenidos, que sea por muchos años.
No se lo van a creer cuando se lo diga, pero resulta que la película ¡Piratas!, trata sobre... piratas. Exactamente sobre el llamado Capitán Pirata (estoy visualizando una mesa repleta de reputados guionistas rebanándose los sesos para dar con el nombre adecuado para el protagonista de esta aventura). Le acompañan su variopinta tripulación que, a pesar de tratarse de buena gente, no se puede decir que sean excesivamente aguerridos, valientes ni audaces. Más bien todo lo contrario. A pesar de eso, nuestro protagonista está empeñado con alzarse con el premio anual al mejor pirata del año, reputado galardón que recibe el pirata que consiga reunir un mayor botín en sus saqueos.
Entonces, si los piratas son los buenos de la película, ¿sobre quién recae el rol de malo oficial de la función? Pues ni más ni menos que sobre la reina Victoria de Inglaterra, una monarca con una especial debilidad por eliminar a todos los piratas de la faz de la tierra. Pero la reina no será el único personaje histórico que se cruzará en el camino de la tripulación y es que, en uno de sus habituales abordajes, los piratas se cruzarán con Charles Darwin quien le propondrá al Capitán un arriesgado plan para lograr ganar un montón de oro, con el que poder alzarse con su premio soñado. Lo cierto es que explicado así la trama no tiene mucha gracia y todo el conjunto desprende un tufo a topicazo plano que tira para atrás, pero lo cierto es que la cosa es de mucha risa.
Entonces, si los piratas son los buenos de la película, ¿sobre quién recae el rol de malo oficial de la función? Pues ni más ni menos que sobre la reina Victoria de Inglaterra, una monarca con una especial debilidad por eliminar a todos los piratas de la faz de la tierra. Pero la reina no será el único personaje histórico que se cruzará en el camino de la tripulación y es que, en uno de sus habituales abordajes, los piratas se cruzarán con Charles Darwin quien le propondrá al Capitán un arriesgado plan para lograr ganar un montón de oro, con el que poder alzarse con su premio soñado. Lo cierto es que explicado así la trama no tiene mucha gracia y todo el conjunto desprende un tufo a topicazo plano que tira para atrás, pero lo cierto es que la cosa es de mucha risa.
Si existen unos personajes ligados a Aarman estos son, sin lugar a dudas, Wallace and Gromit, vistos en cortometrajes y en su salto al largo, la excelente Wallace and Gromit, la maldición de las verduras. Pero la compañía también ha realizado otros títulos como Chicken Run: Evasión en la granja, Ratónpolis y Arthur Christmas, operación regalo (estas dos últimas de animación por ordenador); o las televisivas Creature Comforts y Shaun the sheep. ¡Piratas! está dirigida por Peter Lord (co-director de Chicken Run: Evasión en la granja y miembro fundador de la compañía, hace cuarenta años) y Jeff Newitt. Entre los famosos que prestan su voz a los personajes de la película encontrarán a Hugh Grant, Martin Freeman, Salma Hayek y Jeremy Piven, entre otros.
Se trata de un film cien por cien Aardman (algo que no se puede decir de sus dos anteriores films de animación por ordenador, bastante más flojos en su global), con sus personajes delirantes, su humor muy inglés, sus situaciones rocambolescas, su excelente animación por stop-motion, y sus carreras/persecuciones rocambolescas. Su humor es fresco, los gags se suceden a ritmo vertiginoso en algunos momentos del film, la reina Victoria está desencadenada e incluso sale un mono que hará las delicias del espectador. El sello Aardman también se percibe en una trama que se va complicando más y más a medida que avanza la historia (ya he dicho que el punto de partida es más bien sosainas). Lamentablemente la sensación general es de que el universo “pirata” está demasiado quemado ahora mismo, pero la película logra salir airosa a pesar de ello, aunque debo reconocer que todavía hubiera disfrutado más la cinta con un protagonista con algo más de carisma, ya que no logra estar a la altura del resto de personajes.
Resumiendo: ¡Piratas! es, ante todo, un producto familiar capaz de entretener a los más pequeños y hacer disfrutar a los mayores.
Buenos tiempos llegarán
Cuando uno acaba de ver una película de Aki Kaurismäki se da cuenta de que ha presenciado algo fuera de lo común, y si encima resulta que es un drama pero contado con un humor muy peculiar pues la experiencia no tiene desperdicio alguno, como queda muy patente al ver Nubes pasajeras (1996). En esta historia el director finlandés muestra algo tan actual como el desempleo pero lo hace de una forma brillante al mezclar imágenes de puro melodrama con diálogos absurdos y escenas y personajes memorables que son los que provocan la risa en el espectador. De ahí que el humor sea una característica del cine que este director atípico ha sabido crear durante su original carrera cinematográfica.
La pareja protagonista es un matrimonio formado por Ilona (Kati Outinen) y Lauri (Kari Väänänen). Ella es jefa de sala de un restaurante y él es conductor de tranvía. Económicamente no van muy bien pero aún así él compra una tele en color que pagarán a plazos. Poco después empezará su mala suerte ya que Lauri será despedido por una reestructuración de la empresa a causa de que la mayoría de la gente coge el metro o el coche, y ella se enterará de lo sucedido un mes más tarde, cuando se produzca también su despido ya que la gerente vende el local por la falta de clientes después de estar 38 años abierto.
Con esto ya vemos que para Ilona y Lauri estos cambios serán un duro golpe en su día a día, pero ahí no se quedará la cosa. Kaurismäki parece mover los hilos de su vida a la manera que él quiere que ocurra, exagerando la mala suerte de ambos en su lucha por encontrar un puesto de trabajo, y esto, junto con el detalle incluido de sugerir un suceso triste del pasado, hace que en cierto punto el espectador llegue a tomarse a risa tantas penurias que el director finlandés quiere hacer pasar al matrimonio. También, algo muy común en sus películas, es destacable la manera en que Ilona y Lauri se quieren, se expresan y se dicen las cosas, a veces hasta sin mirarse, o sin cambiar casi su expresión en el rostro tanto ante las adversidades que se les presentan como ante algún posible cambio positivo.
Aunque hay que decir que el cine de Kaurismäki tiene mucha más miga. Con la sencillez de su puesta en escena, sus elipsis tan bien utilizadas, y la creación de personajes extravagantes ha logrado una filmografía única. Y para ello le han servido de mucha ayuda dos aspectos a tener en cuenta: el primero, su gran colaboración con Timo Salminen, que con su fotografía tan carismática, con planos en los que resalta una luz poderosa y unos colores vivos, ha hecho que todo el conjunto aunara mucha calidad y belleza; y el segundo, su acertada utilización de diferentes tipos de música, como en esta película con el gran inicio de las letras de crédito en el que vemos en el restaurante al pianista Shelley Fisher que nos deleita con su preciosa canción Lonesome Traveller.
Y por último, habría que comentar que, como habrán comprobado en el título del film, en el mundo de Kaurismäki puede ocurrir cualquier cosa, tanto lo peor o más absurdo como lo positivo y esperanzador. Eso es lo bueno de este director, que aunque conozcas sus bazas siempre te sale con algún personaje increíble o con alguna escena inolvidable. Y les aseguro que en Nubes pasajeras encontrarán mucho de esto. Es verdad que habrán varios espectadores a los que no les gustará nada el tipo de cine que realiza este señor, pero les he de decir que a un servidor le cautiva su manera tan minimalista de conseguir historias tan auténticas y particulares.
"Una bella película muy característica de Aki Kaurismäki, que contiene tanto su humor peculiar como momentos de melodrama"
Full
house.
Shameless
narra la historia de una disfuncional familia que malvive en un
suburbio de la ciudad de Chicago. El padre, y cabeza de familia, es
alcohólico y no duda en gastarse los pocos ahorros familiares en
licor. Además sus propios hijos deben ir a recogerlo muchas mañanas
porque el hombre no es capaz de regresar a casa por su propio pie. La
hija mayor dejó de estudiar, antes de acabar el instituto, para
hacerse cargo de sus cinco hermanos, después de que su madre los
abandonara. Ella intenta sacar adelante la familia buscando dinero de
donde buenamente puede para lograr poder comer y pagar las facturas
más básicas a fin de mes. En eso ayudan también el resto de sus
hermanos pequeños, apoyándose los unos en los otros para lograr
salir adelante en una realidad que les es hostil y una vida que les
ha dado la espalda. ¡Ah! Y por si todavía lo dudaban, Shameless,
es una comedia.
La
familia protagonista, los Gallagher (absténganse de bromas y
chascarrillos varios sobre otras familias problemáticas de apellido
similar), está formada por el padre, Frank, alcohólico
empedernido, brabucón charlatán y consumidor habitual de todo tipo
de sustancias ilegales, que resulta el típico personaje
autodestructivo, con el agravante de tener a su cuidado a seis hijos
menores de edad (imposible no odiarlo y amarlo, a la vez); y sus
hijos: Fiona, la hija mayor, sobre la que recae el rol de
madre, que debe encargarse de hacer funcionar la familia y evitar que
sus hermanos terminen en una casa de acogida; Lip, un
superdotado para los estudios a quien le resulta imposible no meterse
en líos; Ian, un gay empeñado en entrar en el cuerpo de
marines del ejército; Debbie, una especie de niña/anciana
metomentodo; Carl, quien demuestra una preocupante tendencia
para quemar todo tipo de cosas; y el pequeño Liam, que es
negro.
Resulta
fascinante las vueltas (de campana) que puede llegar a realizar la
carrera profesional de un actor americano. Por ejemplo, los dos
protagonistas de esta fantástica serie de televisión fueron, a la
vez, los dos protagonistas de uno de los mayores descalabros
cinematográficos de todos los tiempos y una de las peores películas
realizadas en las últimas décadas: Emmy Rossum y Justin
Chatwin, quienes interpretaron, respectivamente, los roles de
Bulma y Son Goku en ese agujero negro de creatividad que llevó por
nombre Dragon Ball Evolution. Los acompañan los veteranos y
extraordinarios: William H. Macy (Fargo, Mistery Men),
en el rol del padre, y Joan Cusack (In & Out, Escuela
de Rock), quien interpreta a una vecina de la familia que sufre
agorafobia y de la que no tardará en aprovecharse la familia
Gallagher.
Estamos
frente a lo que podríamos catalogar como una serie de tetas. Es un
secreto a gritos que existen dos tipos de series usa actuales: en las
que salen tetas y en las que no. Shameless pertenece al primer
grupo, junto con otras series como: Juego de Tronos, Boardwalk
Empire, True Blood, Californication, Weeds, Spartacus o Girls.
La conclusión, así a bote pronto, sería que las series de calidad
apuestan por las tetas (ojos en blanco, hilillo de baba). Parece que
algo está cambiando en la televisión americana. Y nos alegramos
enormemente, más si cabe, si la serie en cuestión se encarga de
dejar en porretas a Emmy Rossum, quien parece haber abandonado sus
sosos papeles anteriores, en films como El fantasma de la Ópera,
El día de mañana, Poseidón o la propia Dragon Ball
Evolution.
Paul
Abbot, su creador, ha adaptado su propia serie, emitida en el
Channel 4 británico (donde ya se está emitiendo la novena
temporada), para la cadena americana Showtime. Y créanme si
les digo que el resultado no podría haber sido más satisfactorio.
Shameless es un fantástico espectáculo televisivo,
irreverente, descarado, mordaz y políticamente incorrecto, dotado de
unos personajes que funcionan tanto a nivel individual como
colectivo, a cada cual más atrayente, y que en conjunto forman el
grupo humano más esperpéntico e hilarante de parásitos sociales
jamás unido bajo un mismo techo. La serie logra enganchar desde su
episodio piloto, donde se sentarán las bases de la trama, mostrando
especial interés por la figura del padre ausente (o simplemente
tirado por el suelo) y la de la hermana mayor, obligada a sacar
adelante su numerosa familia y de como se le pueden complicar todavía
más las cosas cuando crea encontrar el amor. Para colmo, al
principio de cada episodio, cuando se le recuerda a los espectadores
lo ocurrido con anterioridad, aparece algún miembro de la familia
para echarte la bronca en caso de que te perdieras el capítulo
anterior (además también suelen haber escenas ocultas en los
títulos de crédito finales).
Shameless
juega claramente a buscar los límites humanos de bajeza moral para,
posteriormente, superarlos y reírse de ellos. Reírse a carcajadas
participando de la gran fiesta que termina siendo la serie,
convertida en un constante show del más difícil todavía. Y para la
posteridad siempre nos quedará Frank Gallagher, uno de los
personajes más carismáticos, torpes y ridículos de los últimos
años, un ser tan despreciable como fascinante, alguien de quien te
encanta ver sus desventuras, pero que odiarías conocer en la vida
real.
Resumiendo:
Imprescindible comedia sobre las miserias humanas de nuestra
sociedad, elevadas a la enésima potencia.
Uno de los monólogos más largos y más sinceros que recita Bibi Andersson en Persona (1966), de Ingmar Bergman.
"(...) De pronto vi que los chicos se habían acercado y nos miraban. Vi que eran terriblemente jóvenes. Entonces, uno de ellos, el más atrevido, se acercó hasta donde estábamos y se puso en cuclillas al lado de Katarina. Fingía estar ocupado con su pie y se sentó tocándose entre los dedos. Yo me sentía totalmente extraña. De repente oí decir a Katarina: "¿No vas a venir aquí arriba?". Entonces le cogió la mano y le ayudó a desnudarse. De pronto, él estaba sobre ella, ella le ayudaba y sujetaba su trasero mientras la penetraba. El otro chico simplemente estaba sentado, observando. Oí a Katarina susurrarle al oído y reír. Yo tenía la cara de él justo a mi lado. Estaba todo colorado e hinchado. De repente me di la vuelta y dije: "No vas a venir también conmigo?". Katarina dijo: "Ahora ve con ella". Y él la dejó y cayó sobre mí con una erección. Agarró uno de mis pechos. ¡Dios, cómo dolía! Aún así yo estaba muy excitada y tuve un orgasmo enseguida. Iba a decirle: "Ten cuidado para que no me quede embarazada", pero él acabó. Sentí cómo su esperma entraba en mí. Sentí, por primera vez en la vida, cómo se derramaba dentro de mí (...)".
Espías
como nosotros.
El
año pasado la cadena Showtime dio el campanazo con Homeland,
la adaptación norteamericana de una serie israelí de nombre
Hatufim. Lo que, a priori, parecía el típico producto
televisivo de espías donde unos tipos muy buenos debían detener a
unos tipos muy malos antes de que, estos últimos, hicieran volar por
los aires algún tipo de edificio relevante, se acabó convirtiendo
en todo un éxito de crítica y audiencia llegando a ganar, incluso,
dos globos de oro: el de mejor serie dramática y el de mejor actriz
de serie dramática. ¿El secreto de su éxito? Conseguir una serie
bien escrita, protagonizada por personajes con profundidad, con
sorprendentes giros de guión, en la que poder encontrar momentos de
tensión trepidante y que logra enganchar a su audiencia, durante los
doce episodios que dura la primera temporada, a base de tomarse muy
en serio el típico y gastado juego del gato y el ratón.
Ladrones y amantes
Es muy agradable encontrar una película que cautive por su simpática historia y por estar llena de momentos ingeniosos que engrandecen aún más su brillante resultado, y eso es exáctamente lo que ocurre al ver Un ladrón en la alcoba (1932), una comedia romántica de la Paramount que podría ser la predecesora de las "screwball comedies" tan populares en los años 30 y 40 (se suele considerar como la primera de ellas a Sucedió una noche, de 1934).
¿Quiénes
somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos?
Ridley
Scott, ese director cuya carrera disfrutó de un más que
espectacular arranque y un no menos impresionante descalabro a partir
de su cuarta película, ha considerado que ha llegado el momento de
buscar respuestas a las grandes preguntas formuladas por la
humanidad. Y, para ello, el cineasta mete mano a uno de los tótems
de la ciencia ficción y el terror: Alien, el octavo pasajero,
del año 1979, dirigida por el propio Scott. Muchos pensarán que lo
mejor hubiera sido que se hubiera dejado al universo “Alien” tal
y como estaba (y que Scott hubiera seguido dirigiendo películas
protagonizadas por Russell Crowe, que es, básicamente, lo que venía
haciendo últimamente), pero lo cierto es que el universo “Alien”
ya estaba tan de capa caída que tampoco es que nos venga de aquí. Y
no nos engañemos, por lo menos Prometheus es bastante mejor
que Alien vs. Predator. Bueno, digamos que es mejor que la 2.
Vidas anónimas
Raymond Carver fue un escritor que debía de tener una visión bastante pesimista de la vida, o por lo menos eso es lo que transmitía a través de sus relatos, un género en el que destacó sobre todo dentro del movimiento literario estadounidense llamado "realismo sucio" (como el escritor Charles Bukowsky), que surgió en los 70, siendo reconocido como un verdadero maestro. Dos años después de su fallecimiento, ocurrido en 1988, el director estadounidense Robert Altman descubrió su obra y le interesó tanto que leyó todos sus cuentos. Su intención posterior fue adaptar al cine algunas de sus historias y para ello contó con la aprobación y la ayuda de Tess Gallagher, la viuda del escritor estadounidense. Ella estuvo muy de acuerdo con sus ideas y le comentó, como curiosidad, que a su marido le gustó mucho una de sus películas, Nashville (1975). Y, seguramente, a raíz de esa relación que mantuvieron durante la preparación del film, en la que hablaron y se enviaron mucha correspondencia, ella debío de ser una de las piezas clave en cuanto al buen resultado del film Short Cuts (Vidas cruzadas) (1993).
Esta
vez es personal.
La
intención, a la hora de llevar a cabo un producto como fue la
primera entrega de los mercenarios, era la de reunir en una
sola cinta a un importante elenco de lo más granado de los actores
de películas de acción de la década de los años '80 y principios
de los '90 y, a la vez, intentar recuperar el espíritu de aquel tipo
de producciones, con la clara intención de entretener y, ya de paso,
intentar tocar la fibra nostálgica de un cierto sector del público.
Resulta evidente, pues, que si lo que se pretendía era ser fiel a un
espíritu, era obligado que “los mercenarios” se terminara
convirtiendo en una longeva franquicia (ahora nos llega la segunda
parte y ya se está preparando una tercera que, como todo el mundo
sabe, suelen resultar ser las más petardas y alocadas). El otro
requerimiento de obligado cumplimiento, que quedaba por llevar a
cabo, es que esta vez: fuera personal.
Canciones de amor y desesperanza
Dentro del movimiento cinematográfico francés llamado Nouvelle Vague hubo un director que quiso apostar por un proyecto musical que cuando se hizo realidad sorprendió tanto a crítica como a público. Ese hombre fue Jacques Demy y su película en concreto Los paraguas de Cherburgo (1964), cuya propuesta fue tan novedosa que resultó ser revolucionaria. La historia es un apasionante retrato del amor, plasmado con todo sentimiento a través de diálogos cantados, algo que era inusual en el género siendo el primer film en realizarlo enteramente (además sin ninguna coreografía). Su estreno resultó ser tan formidable que tuvo un gran éxito internacional y se ha convertido con creces en un clásico del cine europeo. Hay que decir que cuando Demy presentó su idea a su productor éste la rechazó y en Cannes de 1962 no hubo ningún comprador que le interesara el proyecto; pero, paradojas de la vida, en 1964 la película ganó la Palma de Oro en dicho festival de cine (también fue nominada en los Oscar como mejor película de habla no inglesa).
Agosto. Playa. Chanclas. Tumbonas. Crema solar. Mosquitos. Gambas al ajillo. Guiris como gambas al ajillo. Cerveza. Sudores. Cines a la fresca. Alemanas que visten como frescas. Partidas de cartas al atardecer. Horchata. Sandía. Hay bombón helado. Cerveza. Gafas de sol. Puestas de sol. Bañitos de madrugada. Siestas a la sombra. Piscinas. Flotadores. How do yo do, rubia. Cerveza. Arena quemando. Terrazas. Paseos. Domingos por la mañana con ropa del sábado por la noche. Paellas. Bañadores. La última en mi casa. Blockbusters. Cerveza. Fiesta mayor. Conciertos. Tu piel morena sobre la arena, nadas igual que una sirena. Aires acondicionados. Salas de cine como congeladores. Cerveza. Gin-Tonic.
Vacaciones.
Volvemos en septiembre.
¡Nos leemos!
Todo tiene un final, amigos míos, incluso las pelis de Christopher Nolan llega un momento en que se acaban, o eso he oído… Así que aquí estamos, en la finalísima de nuestro concurso, agudizando el sentido cinéfilo, quietos como estatuas, más comedidos que una mala actuación de Keanu Reeves, si es que eso es posible… Y precisamente porque es el último día hay que hacer todo lo contrario, hay que animarse y probar suerte, decir locuras y tirarse a la piscina, porque no hay más ocasión que la presente, ¡suerte a todos!
Marcador: Charles Wilkinson 27 puntos, Einer 17 puntos, Jordi Cruasan 10 puntos, Valentí Ponsa 7 puntos, Judit Martín 6 puntos, Sandra de la P 5 puntos, Yorik y Marc 2 puntos, Jordi Fabregas, parispop y Rafa Delgado 1 punto.
Los
fantasmas atacan al profe.
Se
comenta que el gran maestro Billy Wilder tenía en su oficina de
trabajo una frase enmarcada que decía: “¿Cómo lo haría
Lubitsch?” de manera que, cada vez que se encontraba en un callejón
sin salida a la hora de escribir uno de sus magníficos guiones,
pensaba en cómo abordaría, el director Ernst Lubitch, la situación
que intentaba narrar. A eso se le llamó “el toque Lubitsch”.
Pues bien, después de ver la comedia española Promoción
fantasma creo que los responsables de la cinta también debían
tener algún tipo de frase enmarcada en su lugar de trabajo aunque,
en su caso, en lugar de hacer referencia al director alemán, debía
decir algo como: “¿Cómo lo haría John Hughes?”. Me gusta
pensar en ello como “el toque Hughes”. Duermo mejor por
las noches.
El amor y otras cosas del montón
Hace poco más de una semana llegó a nuestras pantallas una película francesa llamada Los nombres del amor (2010), de un tal Michel Leclerc, que cuenta una peculiar historia de amor entre un hombre serio y maduro y una joven bastante extravagante, entregada al sexo de forma acentuada. Con este contraste pronunciado en la pareja protagonista y con un personaje femenino desbordante y vivaz, quizás les vengan a la cabeza películas como La fiera de mi niña (1938), ¿Qué me pasa, doctor? (1972) o Algo salvaje (1986), en las que ellas también volvían locos a los personajes masculinos.
Mientras vamos calentando motores para la gran final, ya tenemos aquí la penúltima entrega del concurso del Quesito Rosa, así que hagamos un pequeño repaso a las normas del juego; la cosa es que colgamos los audios de tres películas distintas para que ustedes, cinéfilos implacables, las adivinen. El primer acertante consigue tres puntos, mientras que el resto tan solo uno. Los comentarios y las puntuaciones se harán públicos el domingo. ¡Mucha suerte a todos!
Marcador: Charles Wilkinson 18 puntos, Einer 17 puntos, Jordi Cruasan 7 puntos, Sandra de la P 5 puntos, Valentí Ponsa 4 puntos, Judit Martín 3 puntos, Yorik y Marc 2 puntos, parispop y Rafa Delgado 1 punto.
Dictador
a la fuga.
En el panorama del humor actual, Sacha Baron Cohen, se ha erigido como una rara avis dentro del grupo, debido a su altísimo nivel de incorrección política. A ello debe su fama el actor y guionista inglés, a lo que ha contribuido, en gran parte, el gran número de polémicas que siempre han rodeado al personaje. Y es que ya sea en sus películas o en sus shows televisivos, Sacha Baron Cohen parece no haber dejado a nadie indiferente, dividiendo a la audiencia entre sus seguidores, que se parten la caja con sus desternillantes burradas, y sus detractores, que suelen escandalizarse ante la falta de tacto y lo grosero de sus productos. Independientemente del resultado final de sus trabajos, algunos más acertados que otros, siempre me he sentido más próximo al primer grupo.
En el panorama del humor actual, Sacha Baron Cohen, se ha erigido como una rara avis dentro del grupo, debido a su altísimo nivel de incorrección política. A ello debe su fama el actor y guionista inglés, a lo que ha contribuido, en gran parte, el gran número de polémicas que siempre han rodeado al personaje. Y es que ya sea en sus películas o en sus shows televisivos, Sacha Baron Cohen parece no haber dejado a nadie indiferente, dividiendo a la audiencia entre sus seguidores, que se parten la caja con sus desternillantes burradas, y sus detractores, que suelen escandalizarse ante la falta de tacto y lo grosero de sus productos. Independientemente del resultado final de sus trabajos, algunos más acertados que otros, siempre me he sentido más próximo al primer grupo.
Barrio
En 1998, dentro del proyecto urbanístico que se llevaba a cabo en el barrio de El Raval de Barcelona (conocido antiguamente como el barrio Chino), José Luis Guerín rodó En construcción (2001), un documental sobre la evolución de la construcción de un inmueble de 96 viviendas desde la demolición de otros edificios más antiguos hasta la visita de gente interesada por los nuevos pisos (mirando algunos despectivamente a los edificios antiguos de enfrente). El proceso de transformación parcial de este popular lugar de Barcelona fue bien trasladado a la película, sobre todo por la manera que tuvo Guerín de fijarse en detalles y anécdotas que en ocasiones parecen espontáneas, mostrando también la cruda realidad de la parte marginal del barrio con testimonios de gente que más bien malvive o sobrevive con lo que puede, como la joven pareja formada por Juani e Iván, y el “caprichoso” e inolvidable ex-marino que nos regala, en mi opinión, la mejor escena de la película (ver vídeo).
Y seguimos apretando fuerte el acelerador en nuestro concurso de los viernes, antes de cerrar la paradita en agosto. Recordemos que son tres las películas que ponen a prueba vuestros conocimientos sobre el séptimo arte, cosa que no debe hacer temblar las piernas a cinéfilos de pura cepa como vosotros. El primer acertante de una o varias películas expuestas se llevará tres puntos por cada acierto, mientras que quien la acierte más tarde tan solo conseguirá un punto. Recordar también que todos los comentarios permanecerán invisibles hasta el domingo, día en que se harán públicos. Así que, sin más dilación, ábranse de orejas y... ¡suerte!
Marcador: Einer 14 puntos, Charles Wilkinson 9 puntos, Jordi Cruasan 7 puntos, Judit Martín 3 puntos, Sandra de la P y Yorik 2 puntos, Valentí Ponsa, parispop y Rafa Delgado 1 punto.
Spider-boy.
Nos
encontramos frente a un reebot de nuestro trepamuros favorito.
El personaje de Spiderman es uno de los más populares
superheroes de acción y, de hecho, fue de los primeros del universo
Marvel en dar el salto a la gran pantalla. La trilogía
original, dirigida por Sam Raimi, obtuvo gran popularidad y
recaudó montañas de dinero. Así pues, uno tiene la sensación de
que cuando se confirmó que no habría cuarta entrega, el estudio
rápidamente se puso a trabajar en buscar una solución para no tener
que prescindir de su habitual fuente de ingresos procedentes del
bueno de Spidey. Finalmente optaron por el típico borrón y cuenta
nueva, en plan: aquí no ha pasado nada, hagámonos todos los locos,
finjamos que un Men in Black nos ha flasheado el cerebro y somos
incapaces de recordar nada referente a la saga original de la que, su
última entrega, apenas hace cinco años, todavía teníamos en
pantalla.
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