Spider-boy.
Nos
encontramos frente a un reebot de nuestro trepamuros favorito.
El personaje de Spiderman es uno de los más populares
superheroes de acción y, de hecho, fue de los primeros del universo
Marvel en dar el salto a la gran pantalla. La trilogía
original, dirigida por Sam Raimi, obtuvo gran popularidad y
recaudó montañas de dinero. Así pues, uno tiene la sensación de
que cuando se confirmó que no habría cuarta entrega, el estudio
rápidamente se puso a trabajar en buscar una solución para no tener
que prescindir de su habitual fuente de ingresos procedentes del
bueno de Spidey. Finalmente optaron por el típico borrón y cuenta
nueva, en plan: aquí no ha pasado nada, hagámonos todos los locos,
finjamos que un Men in Black nos ha flasheado el cerebro y somos
incapaces de recordar nada referente a la saga original de la que, su
última entrega, apenas hace cinco años, todavía teníamos en
pantalla.
Que
si. Que vale. Que nuevo principio, que olvidemos lo visto hasta el
momento y que estamos frente a una nueva película que nada tiene que
ver con sus antecesoras. Pero por mucho que se esfuercen en vendernos
la moto, lo cierto es que tenemos al típico muchacho patoso y
antisocial, enamorado hasta las trancas de una de las chicas
populares de su clase (por mucho que la chica no sea la misma que en
la saga de Raimi), al que le gusta lo suyo hacer fotos y que, no se
lo van a creer cuando se lo diga, resulta que en una accidentada
visita a unos laboratorios científicos lo terminará mordiendo una
araña radioactiva que le otorgará asombrosos poderes. De hecho nos
sabemos la historia tan de memoria que nada más aparecer su tio
Ben en pantalla media sala de cine se empezó a agitar incómoda,
viendo la que se le venía encima.
Las
pocas novedades de la cinta vienen de parte de los padres del joven
Peter Parker, que al parecer estaban metidos en el ajo de los
experimentos científicos con arañas y demás bichejos varios. Y es
que el secreto que guardaban sus padres acaba resultando ser el
desencadenante que provoca que nuestro protagonista termine
transformado en The amazing Spider-man. Visto en perspectiva
tampoco es que parezcan unos cambios muy radicales y, de hecho,
tampoco acaban de contarnos toda la verdad, o sea que... La otra
novedad es el malo de turno: El lagarto (de animales va la
cosa), un mad-doctor a la vieja usanza de esos que se termina
ofreciendo como conejillo de indias para sus propios experimentos. La
cosa no va a acabar bien. Lagarto, lagarto.
Pero
en el fondo el cambio realmente radical lo encontramos en la
dirección, sustituyendo al brillante y alocado Sam Raimi por
el más comedido (y medio novato) Marc Webb (500 días juntos). Todo parecía apuntar que, con el cambio de director, la
cosa perdería cierta espectacularidad en beneficio de profundizar en
los sentimientos y las relaciones de los personajes protagonistas. Al
final, ni tanto ni tan calvo. La cinta resulta suficientemente
espectacular cuando la ocasión lo requiere y en cuanto a la
profundidad de los personajes... bueno, es que la historia no da para
mucho más, la verdad y lo de que un gran poder conlleva una gran
responsabilidad ya nos lo sabemos de sobra. Como pareja protagonista
encontramos al soso de Andrew Garfield (visto en La red social donde también hacía de medio empanado porque era el
amigo que no se enteraba de los puñales que llevaba clavados en la
espalda) y a la dicharachera Emma Stone, todo un primor a la
que auguramos, si no la tiene ya, una fructífera carrera.
Esta
nueva entrega del hombre araña no es superior a ninguna de las
entregas anteriores dirigidas por Sam Raimi y, créanme, yo no
era un gran fan de la saga original. Si planeas hacer un reebot de
alguna saga popular tienes dos opciones claras: 1. Esperar el tiempo
suficiente para que el público no tenga tan fresca en la memoria las
películas anteriores. 2. Ofreces algo absolutamente nuevo, distinto
y alejado de lo visto hasta el momento. The amazing Spider-man
no cumple ninguna de las dos normas. Además, no acabo de comprender
estos metrajes desbordados (también visto en los films de Raimi):
dos horas y media de película para contarnos una historia que, no
nos engañemos, tampoco es Hamlet. Pero es que, para colmo, resulta
que con todos esos minutos ni siquiera consiguen contarnos bien la
trama y en ocasiones se tiene la sensación que la historia avanza a
bandazos y que ciertos aspectos importantes o se los reservan para
una futura secuela o se los olvidan por el camino por pura desidia.
Este
nuevo Spiderman es suficientes molón y fardón para chicos
con una edad comprendida entre los ocho y los quince años. Lo cierto
es que su arranque en el instituto (preocupántemente parecido al del
Son Goku de Dragon Ball Evolution) es entretenido, pero
rápidamente la película se me empezó a hacer algo plomiza,
acentuado entre lo previsible y lo ya sabido de la historia. Para
cuando el malo entra en acción (un malo feo feo, que si me lo
encuentro yo por la calle más que miedo me daba risa) la cosa
termina de caer y ya solo puedes esperar que el final llegue rápido.
Pero en el fondo, lo que terminó molestándome de verdad, mientras
estaba sentado en mi butaca de la sala de cine, era la sensación
de que esta película resulta, ahora mismo, absolutamente
innecesaria.
Resumiendo:
Spiderman vuelve al insti para contarnos una historia que ya nos
sabemos y luchar contra un malo con menos carisma que un inspector de
hacienda.
1 piquitos de oro:
Paso total de Spiderman en la gran pantalla, no me gusta nada, así que dudo mucho que vea esta película.
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