Los
fantasmas atacan al profe.
Se
comenta que el gran maestro Billy Wilder tenía en su oficina de
trabajo una frase enmarcada que decía: “¿Cómo lo haría
Lubitsch?” de manera que, cada vez que se encontraba en un callejón
sin salida a la hora de escribir uno de sus magníficos guiones,
pensaba en cómo abordaría, el director Ernst Lubitch, la situación
que intentaba narrar. A eso se le llamó “el toque Lubitsch”.
Pues bien, después de ver la comedia española Promoción
fantasma creo que los responsables de la cinta también debían
tener algún tipo de frase enmarcada en su lugar de trabajo aunque,
en su caso, en lugar de hacer referencia al director alemán, debía
decir algo como: “¿Cómo lo haría John Hughes?”. Me gusta
pensar en ello como “el toque Hughes”. Duermo mejor por
las noches.
La
película está protagonizada por un aburrido y soso maestro de
escuela que, no obstante, tiene la facultad de poder ver y hablar con
los muertos (llámenlo poder, maldición o sexto sentido, ustedes
eligen). El caso es que tan peculiar cualidad le ha arruinado la
vida, convencido como está el hombre de que lo suyo es un problema
mental de los gordos, más que otra cosa. Finalmente acabará
comprendiendo que tiene un don cuando, en su enésimo traslado de
colegio, termine conociendo a cinco alumnos fallecidos en el centro
durante la década de los años ‘80. Resulta que el club de los
cinco (guiño) fantasmas pasaron a mejor vida cuando se encontraban
en una aula de castigo (guiño, guiño) en la que se provocó un
incendio y sus almas quedaron vagando entre las paredes del colegio.
Nuestro profesor protagonista deberá ayudarlos a que puedan acabar
el último curso y así lograr traspasar al fin y poder descansar en
paz (un túnel, una luz, un cielo, un señor con barba y demás
parafernalia).
Y
es que gran parte del humor de la cinta se basa en el choque
generacional entre los profesores y alumnos del presente y los cinco
espíritus anclados en la década de los ochenta. De hecho se
encuentran tan anclados en esa década que, incluso, ellos mismos
terminan siendo todo un cliché: encontramos al macarra, con chupa de
cuero sin mangas y flequillo irreverente; a la tia buena/zorrón de
la clase, quien se marchó hacia la eternidad con un regalito en
forma de bombo; al atlético, con chaqueta de deporte; a la empollona
reprimida, tímida y con gafas de palmo y medio; y, por último, al
freak fiestero (que al parecer le vino a visitar la muerte en plena
cogorza y se ha pasado con el puntillo más de un cuarto de siglo).
De
Javier Ruiz Caldera ya se intuía su interés por los años
‘80 con su anterior film, Spanish movie, cinta que parodiaba
lo más granado del cine español y que intentaba recuperar el
espíritu ZAZ (David Zucker, Jim Abrahams y Jerry Zucker), con Leslie
Nielsen, incluido, en un breve papel. De hecho los dos primeros,
David Zucker y Jim Abrahams, son responsables de la tercera y cuarta
entrega de Scary Movie (saga en la que se basaba la ópera
prima de Caldera). Lamentablemente, a pesar de algún buen gag
aislado, Spanish movie hacía aguas por todos lados. No
obstante, el director ha vuelto a confiar en buena parte del equipo
para realizar su segunda película. Repiten Alexandra Jiménez,
Silvia Abril, Carlos Areces y Joaquín Reyes. Y a ellos se
les suma un Raúl Arévalo cada vez más consolidado y un
grupo de jóvenes actores... que se lo llevan muerto.
Lo
cierto es que en esta ocasión las cosas les han salido mucho mejor.
Estamos frente a una película fresca, amena, divertida y aunque en
ocasiones termine pecando por resultar demasiado blanda, es
consecuencia de seguir “el toque Hughes” a pies juntillas. El
arranque de la cinta me parece ocurrente, entrañable y cómico a
partes iguales y para cuando nos adentramos en lo que viene siendo la
trama propiamente, bastante domesticada, no nos engañemos, no
importa porque la cinta ya te ha ganado con facilidad. En ello
contribuye bastante su solvente pareja protagonista, Alexandra
Jiménez y Raúl Arévalo, y su buscada falta de pretensiones.
Además, el conjunto funciona como tal, las bromas resultan
suficientemente cómicas y la sensación es de media sonrisa durante
la mayor parte del metraje. El único “pero” lo pondría en
cierto momento “musical/subidón” en que una de las protagonistas
fallecidas se pone a interpretar un tema de Shakira, cuando lo que te
está pidiendo el cuerpo es un nuevo temazo ochentero que te ponga
los pelos de punta.
Resumiendo:
Entretenimiento/homenaje a los años ochenta y a John Hughes, en una
cinta tan divertida y amena como inofensiva.
1 piquitos de oro:
Pues mira, esta no es una obra maestra, pero oye, a mí me entretuvo mucho aunque me llevé mucho disgustazo con la interpretación de Joaquín Reyes, que no me gustó NADAAA!!! Afortunadamente la de Carlos Areces está a la altura de las circunstancias.
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