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House of cards. 1ª Temporada


El príncipe de Maquiavelo.

El tema de las series políticas siempre ha dado mucho juego (no nos pondremos ahora aquí a recordar el Sí, primer ministro), pero a finales de la década de los noventa y principios del 2000 hubo un auténtico boom con dos series tan potentes como El ala Oeste de la Casa Blanca y The wire. La primera estaba centrada en los empleados que pululan a diario por la Casa Blanca y fue, en cierto modo, una adelantada a su tiempo. En cuanto a la segunda, estaba más centrada en las escuchas policiales, pero la política también jugaba un papel relevante en la trama y es considerada por muchos como una de las mejores series de todos los tiempos. Una vez acabadas ambas hubo como una especie de período de duelo en el que pocas producciones se decantaron por la política, suponemos, debido al miedo de las comparaciones odiosas. No obstante todo parece apuntar que el duelo ha terminado y muchas han sido las cadenas que han apostado recientemente por esta temática con títulos como: Veep, The Boss, Political animals, The Scandal y, por supuesto, House of cards.

Episodes. 1ª y 2ª temporada.


¿Cómo va eso?

Si practicáramos una encuesta a pie de calle y preguntáramos a la gente si les suena de algo el nombre de Matt LeBlanc, lo más seguro es que la mayoría de la gente respondiera que lo lamenta pero que no tiene ni la más mínima idea sobre de quien se trata; un grupo mucho más reducido podría ser que les sonara aunque no lograría ubicarlo; y por último una minoría residual lograría responder correctamente y nos diría que se trata del actor que interpretaba a Joey en la popular serie de televisión Friends. Y es que el de Matt LeBlanc es el típico caso de actor que después de intervenir en una conocida serie televisiva ya no se ha podido sacar su personaje de encima y lo ha seguido acompañando durante el resto de su carrera (en su caso agravado por el hecho de haber protagonizado, incluso, un spin-off). Pues bien, amigos, el Joey de Friends tiene nueva serie y ¿saben a quien interpreta? Pues a Matt LeBlanc.

Freaks and Geeks (1999-2000)

My generation.

Después del estreno de una serie televisiva pueden suceder cuatro cosas: a) que la audiencia responda favorablemente, consiga grandes cuotas de audiencia, el producto se convierta en todo un fenómeno de éxito y regalen cromos con el rostro de sus protagonistas en los paquetes de phoskitos; b) que consiga una audiencia suficientemente aceptable lo que, junto con un posible éxito de crítica y una pequeña legión de fervientes seguidores, provoque que siga en antena con la esperanza de que el resto de la población se interese por ella y de el salto a la categoría anterior; c) que los datos de audiencia no sean suficientes y que, a pesar de las buenas críticas y de un residual grupo de incondicionales, la serie sea finalmente cancelada (previo algún probable intento de cambio de horario e incluso de canal); y d) que el producto estrenado no interese ni a crítica ni a público, con lo cual sea fulminantemente finiquitado y toda la población salga a las calles danzando el baile de la victoria y entonando el “yes, we can”.

Pero detengámonos un instante en la categoría “c”, que es la que nos interesa. Los programas pertenecientes a este grupo jamás lograrán convertirse en series de éxito ni lograrán grandes cuotas de pantalla. A pesar de ello todavía les queda una última salida a la que difícilmente podrán aspirar los productos del resto de categorías: pueden llegar a convertirse en series de culto (lo cual funciona más como título honorífico que otra). Para ello lo ideal sería que la serie no cuente con demasiados capítulos, que no sea muy comprendida por una gran mayoría de la población, que la crítica especializada le haya dado su beneplácito y que, a poder ser, fuera injustamente cancelada dejando la obra parcialmente incompleta. Si además estamos hablando de un producto americano nunca estrenado en nuestro país y que solamente se puede encontrar en versión original subtitulada en ciertos programas de descarga a través de la red (dudo mucho que por bajarme una serie cancelada hace ya más de diez años me esté cargando la industria de nadie), no hace más que añadirle épica al enorme placer que produce poder ver, por fin, la fantástica FREAKS AND GEEKS.

Shameless (US) 1ª y 2ª Temporada


Full house.
 
Shameless narra la historia de una disfuncional familia que malvive en un suburbio de la ciudad de Chicago. El padre, y cabeza de familia, es alcohólico y no duda en gastarse los pocos ahorros familiares en licor. Además sus propios hijos deben ir a recogerlo muchas mañanas porque el hombre no es capaz de regresar a casa por su propio pie. La hija mayor dejó de estudiar, antes de acabar el instituto, para hacerse cargo de sus cinco hermanos, después de que su madre los abandonara. Ella intenta sacar adelante la familia buscando dinero de donde buenamente puede para lograr poder comer y pagar las facturas más básicas a fin de mes. En eso ayudan también el resto de sus hermanos pequeños, apoyándose los unos en los otros para lograr salir adelante en una realidad que les es hostil y una vida que les ha dado la espalda. ¡Ah! Y por si todavía lo dudaban, Shameless, es una comedia.


La familia protagonista, los Gallagher (absténganse de bromas y chascarrillos varios sobre otras familias problemáticas de apellido similar), está formada por el padre, Frank, alcohólico empedernido, brabucón charlatán y consumidor habitual de todo tipo de sustancias ilegales, que resulta el típico personaje autodestructivo, con el agravante de tener a su cuidado a seis hijos menores de edad (imposible no odiarlo y amarlo, a la vez); y sus hijos: Fiona, la hija mayor, sobre la que recae el rol de madre, que debe encargarse de hacer funcionar la familia y evitar que sus hermanos terminen en una casa de acogida; Lip, un superdotado para los estudios a quien le resulta imposible no meterse en líos; Ian, un gay empeñado en entrar en el cuerpo de marines del ejército; Debbie, una especie de niña/anciana metomentodo; Carl, quien demuestra una preocupante tendencia para quemar todo tipo de cosas; y el pequeño Liam, que es negro.

Resulta fascinante las vueltas (de campana) que puede llegar a realizar la carrera profesional de un actor americano. Por ejemplo, los dos protagonistas de esta fantástica serie de televisión fueron, a la vez, los dos protagonistas de uno de los mayores descalabros cinematográficos de todos los tiempos y una de las peores películas realizadas en las últimas décadas: Emmy Rossum y Justin Chatwin, quienes interpretaron, respectivamente, los roles de Bulma y Son Goku en ese agujero negro de creatividad que llevó por nombre Dragon Ball Evolution. Los acompañan los veteranos y extraordinarios: William H. Macy (Fargo, Mistery Men), en el rol del padre, y Joan Cusack (In & Out, Escuela de Rock), quien interpreta a una vecina de la familia que sufre agorafobia y de la que no tardará en aprovecharse la familia Gallagher.
 
Estamos frente a lo que podríamos catalogar como una serie de tetas. Es un secreto a gritos que existen dos tipos de series usa actuales: en las que salen tetas y en las que no. Shameless pertenece al primer grupo, junto con otras series como: Juego de Tronos, Boardwalk Empire, True Blood, Californication, Weeds, Spartacus o Girls. La conclusión, así a bote pronto, sería que las series de calidad apuestan por las tetas (ojos en blanco, hilillo de baba). Parece que algo está cambiando en la televisión americana. Y nos alegramos enormemente, más si cabe, si la serie en cuestión se encarga de dejar en porretas a Emmy Rossum, quien parece haber abandonado sus sosos papeles anteriores, en films como El fantasma de la Ópera, El día de mañana, Poseidón o la propia Dragon Ball Evolution.

Paul Abbot, su creador, ha adaptado su propia serie, emitida en el Channel 4 británico (donde ya se está emitiendo la novena temporada), para la cadena americana Showtime. Y créanme si les digo que el resultado no podría haber sido más satisfactorio. Shameless es un fantástico espectáculo televisivo, irreverente, descarado, mordaz y políticamente incorrecto, dotado de unos personajes que funcionan tanto a nivel individual como colectivo, a cada cual más atrayente, y que en conjunto forman el grupo humano más esperpéntico e hilarante de parásitos sociales jamás unido bajo un mismo techo. La serie logra enganchar desde su episodio piloto, donde se sentarán las bases de la trama, mostrando especial interés por la figura del padre ausente (o simplemente tirado por el suelo) y la de la hermana mayor, obligada a sacar adelante su numerosa familia y de como se le pueden complicar todavía más las cosas cuando crea encontrar el amor. Para colmo, al principio de cada episodio, cuando se le recuerda a los espectadores lo ocurrido con anterioridad, aparece algún miembro de la familia para echarte la bronca en caso de que te perdieras el capítulo anterior (además también suelen haber escenas ocultas en los títulos de crédito finales).
 
Shameless juega claramente a buscar los límites humanos de bajeza moral para, posteriormente, superarlos y reírse de ellos. Reírse a carcajadas participando de la gran fiesta que termina siendo la serie, convertida en un constante show del más difícil todavía. Y para la posteridad siempre nos quedará Frank Gallagher, uno de los personajes más carismáticos, torpes y ridículos de los últimos años, un ser tan despreciable como fascinante, alguien de quien te encanta ver sus desventuras, pero que odiarías conocer en la vida real.

 
Resumiendo: Imprescindible comedia sobre las miserias humanas de nuestra sociedad, elevadas a la enésima potencia.
 

Homeland. 1ª temporada

Espías como nosotros.

El año pasado la cadena Showtime dio el campanazo con Homeland, la adaptación norteamericana de una serie israelí de nombre Hatufim. Lo que, a priori, parecía el típico producto televisivo de espías donde unos tipos muy buenos debían detener a unos tipos muy malos antes de que, estos últimos, hicieran volar por los aires algún tipo de edificio relevante, se acabó convirtiendo en todo un éxito de crítica y audiencia llegando a ganar, incluso, dos globos de oro: el de mejor serie dramática y el de mejor actriz de serie dramática. ¿El secreto de su éxito? Conseguir una serie bien escrita, protagonizada por personajes con profundidad, con sorprendentes giros de guión, en la que poder encontrar momentos de tensión trepidante y que logra enganchar a su audiencia, durante los doce episodios que dura la primera temporada, a base de tomarse muy en serio el típico y gastado juego del gato y el ratón.

El Séquito. 8 temporadas. Serie completa.


Lo gorrrrdo.

La HBO es una cadena de televisión por cable, de Estados Unidos, con un largo y fructífero elenco de series en su haber. Suyas son: Los Soprano, The Wire, A dos metros bajo tierra, Sexo en Nueva York, True Blood, Juego de Tronos, Carnivale, Roma, Boardwark Empire o The Pacific, entre muchas otras. Sin embargo, cada vez que veo aparecer las siglas de la “HBO” sobre un fondo de nieve televisiva (marca de la casa), lo primero que me viene a la cabeza,  independientemente de la serie que esté viendo, son las primeras notas de guitarra del tema “Superheroe” del grupo Jane’s Addiction que abren la cabecera de El Séquito. Y es que debo reconocer que, independientemente de que puedan haber series mejores, mi preferida, durante ocho largas temporadas, siempre ha sido El Séquito (Entourage).

Black Mirror. Miniserie (2011)

Empantallados.

De la misma forma que al cine, a veces, le gusta mirar hacia sus adentros y hablar del propio cine, a la televisión también le gusta hablar de sí misma desde la propia caja tonta. Encontramos varias series con la misma televisión como protagonista. Me vienen a la cabeza aquella sitcom de la década de los noventa, producida por John Landis, de nombre Sigue soñando en la que el protagonista relacionaba los sucesos de su vida con cortes clásicos de la televisión de su niñez; Studio 60, protagonizada por Matthew Perry y creada por Aaron Sorkin; Extras de Ricky Gervais; o Rockefeller Plaza de Tina Fey. Ahora nos llega un nuevo ejemplo, cargado de veneno: Black Mirror.

Misfits. 1ª y 2ª temporadas.

Los Super Ni-Nis.
 

¿Qué ocurre cuando un tal Peter Parker, de pronto, consigue unos increíbles super poderes y se convierte en Spiderman? Pues que, a pesar de que en un principio el muchacho opta por hacerse el chulito y utilizarlos para beneficio propio para conseguir importantes sumas de dinero, con la muerte de su tio Ben a manos de un delincuente común que podría haber detenido horas antes, el chico, comprenderá que sus asombrosas habilidades deberán ser utilizadas para hacer el bien y ayudar a los demás. Moraleja: Un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Pero ¿qué sucede cuando un grupo de holgazanes ni-nis ingleses, inadaptados sociales, consiguen unos extraordinarios poderes? Pues nada, no ocurre nada. Ellos seguirán con sus vidas anodinas sin ningún tipo de ambición en convertirse en algo que no son. Bueno, como mucho puede ser que por el camino se carguen a su supervisor social, pero poco más. Moraleja: Ninguna. Aquí no hay moraleja. Esto es Misfits.

Crematorio (2011)

Algo huele a podrido en el litoral español.


Canal + España ha sido, durante mucho tiempo, como Richard Gere en Pretty Woman. ¿Putero? No, no me refiero a eso, precisamente. Recuerdo una escena de la película donde el personaje de Julia Roberts le comenta al interpretado por Richard Gere que él no construye nada, que se dedica a comprar y vender pero que, a pesar del éxito cosechado, jamás se ha dedicado a crear nada. Canal + España, durante muchos años se ha estado tocando la chorra a dos manos, comprando la mayoría de los éxitos extranjeros para poder emitirlos antes que nadie, incluyendo las mejores películas, series y acontecimientos deportivos, pero con una escasa producción propia. De hecho sus mayores logros en ese campo han venido de programas deportivos como "El día después" o "Informe Robinson", pero siempre les quedaba la asignatura pendiente de la ficción. Recientemente, la cadena parece haberse puesto las pilas al respecto y, además de la falsa serie documental "¿Qué fue de Jorge Sanz?", también nos ha llegado la que hoy nos ocupa: Crematorio.

Bored to death. 1ª y 2ª temporada.

Detective por accidente.

Bored to death és una serie americana emitida por la HBO (los globertroters de la televisión) de la que se han emitido hasta la fecha dos temporadas y de la que ya se está preparando una tercera. Nos encontramos frente a una comedia que juega a parodiar las novelas de detectives y la atmósfera de las películas de cine negro. Todo ello con un toque indie que sobrevuela la trama (a lo que ayudan, sin lugar a dudas, ciertos cameos de personajes como un Jim Jarmush jugando a autoparodiarse en uno de los episodios más divertidos de toda la primera temporada). Así pues, en Bored to death, el detective no es tan duro ni aplicado, sus ayudantes no son tan eficaces, los escenarios no son tan lúgubres, las mujeres no son tan fatales y los casos no son tan retorcidos como nos tienen acostumbrados en el cine negro pero, como comedia, funciona a un alto nivel, con momentos verdaderamente ingeniosos y divertidos.

V. Los Visitantes. 1ª Temporada. (2009)

Lagarto, lagarto.

De un tiempo a esta parte, muchos han sido los que han visto en la televisión un refugio para la creatividad que, lamentablemente, se le negaba a la gran pantalla, más enfrascada en buscar resultados rápidos a partir de secuelas, precuelas y nuevos principios de trabajos anteriores. No obstante, rápidamente se ha contagiado la pequeña pantalla de la fiebre de remakes que acechan a su hermana mayor. Así pues, recientemente, nos han llegado nuevas revisiones de títulos antaño tan populares cómo: El coche fantástico, Sensación de vivir, Melrose Place o El prisionero. Y lo que te rondaré morena, que parece ser que la televisión USA ha encontrado una nueva gallina de los huevos de oro, por mucho que los resultados de audiencia de todos estos remakes tampoco han acabado de ser todo lo boyantes que en un principio se esperaba. Una de las últimas en subirse al carro ha sido “V”.

El argumento sigue siendo parecido al que ya conocíamos. Una raza alienígena de lagartijas gigantes, llegan a nuestro planeta tierra montadas en un mogollón de naves espaciales, bajo una apariencia humana y, a pesar de que en un principio aseguran llegar en son de paz, todo parece indicar que los bichejos ocultan oscuras intenciones. En esto de la apariencia humana la cosa tampoco ha evolucionado mucho desde la serie original, ya que los bichos en cuestión siguen usando una especie de disfraces de piel para simular tener una imagen más cercana a la de los humanos, de la que tienen en realidad. Y es que lo de los disfraces humanos aporta un punto kitsch que desentona bastante con el resto del tono estético de la serie.

Total, que la mayoría de la gente está encantada de la llegada de los visitantes (incluso los que viven en los edificios situados debajo de las gigantescas naves espaciales y que no volverán a ver entrar el sol por sus ventanas el resto de sus vidas), pero un reducido grupo de humanos no se acabarán de fiar y montarán una férrea resistencia compuesta por cuatro personas. No se rían, que menos da una piedra. El grupo en cuestión está formado por un sacerdote, una agente de policía (cuyo hijo empezará a tontear con una de las extraterrestres a quien los guionistas tienen la sana costumbre de dejar en ropa interior siempre que la ocasión lo permita, o no), un conocido terrorista que bombardea lo que haga falta a cambio de una cuantiosa suma de dinero y un desertor alienígena que lleva tiempo infiltrado entre los humanos. Este dato me volvió a crear dudas como espectador. Si las lagartijas éstas llevaban tanto tiempo preparando su entrada en escena, como para tener un buen número de infiltrados con apariencia humana, ¿porque se dedican a improvisar una y otra vez nada más llegar cómo si no tuvieran ningún tipo de plan al que aferrarse?

A pesar de las similitudes con su original, lo cierto es que muchas cosas han cambiado en este nuevo remake. Para empezar se ha perdido aquella estética tan potente (y tan '80, no nos engañemos) que ha sido sustituida por una mucho más fría, neutra e insípida; han desaparecido los crepados capitales de sus protagonistas (alabado sea el señor); y, una vez finalizada la primera temporada, aquí, de momento, nadie se ha papeado ningún roedor, momento que un servidor está esperando desde el minuto uno de la serie (para ser francos hubo un amago de ello, cuando uno de los personajes protagonistas se miró a una rata con cara de deseo, pero la cosa no fue a mayores). Otra de las cosas que ha cambiado ha sido el impacto social, porque todavía no he oído a ningún niño cantando encima del himno de España: “Diana, Diana, con cara de lagarto, cola de reptil, no sabe dirigir”. Los más viejos del lugar, sin duda, sabrán a qué me refiero.

Ver el nuevo “V” es como ver a un perro dando vueltas sobre sí mismo, buscando la mejor posición posible a la hora de tumbarse en el suelo. El problema es que una vez ya acabada la primera temporada (compuesta de doce episodios), el perro todavía está dando vueltas y uno, como espectador, ya empieza a perder la paciencia.

Y es que, después de un arranque esperanzador, con un episodio piloto bastante interesante, en el cual los “visitantes” llegaban a la tierra y se mezclaba la sorpresa de la población frente a la aparición de vida extraterrestre con una especie de fervor religioso hacia los recién llegados, la serie, poco a poco, ha ido perdiendo fuelle, girando sobre sí misma, sin acabar de dirigirse hacia ningún lado, dando bandadas sin demasiado sentido y con una continúa sensación de que la cosa se está alargando más de la cuenta. O se esfuerzan mucho de cara a la segunda temporada o la cosa está claramente sentenciada.

Resumiendo: Pobre remake que no acaba de carburar del todo y que, a pesar de un arranque prometedor, rápidamente empieza a desinflarse, incapaz de mostrar resultados interesantes.

Arrested development. Serie completa.

Los ricos también lloran.

Arrested development es una cómica serie de televisión que se mantuvo en antena durante tres temporadas (emitidas entre 2003 y 2006) a lo largo de cincuenta y tres episodios. Cada capítulo empieza siempre con la misma introducción: “A continuación la historia de una familia acaudalada que lo perdió todo y de un hijo que no tuvo más remedio que mantenerlos unidos a todos. Es arrested development”. De la misma forma, la serie siempre cierra cada episodio con un pequeño resumen donde se adelanta lo que sucederá en el siguiente capítulo. Lo realmente extraño del caso, es que lo que anuncian que sucederá en el siguiente episodio jamás terminaba sucediendo. Y es que, tal y como ya nos advierten en la introducción de la misma, esto no es una serie al uso, esto es arrested development.

Y es que la serie es una sitcom empeñada en no cumplir ninguna de las condiciones propias de este tipo de productos. Por ejemplo, aquí no hay vecinos que entren en casa de los demás sin llamar a la puerta; no hay una reiterada tensión sexual no resuelta entre una de las parejas protagonistas; y no hay un bar frecuentado por los personajes principales donde dar rienda suelta a los chistes. Por no haber ni siquiera hay risas enlatadas y, además, los responsables están empeñados en rodar un gran número de las escenas en exteriores. Por si fuera poco, la serie está rodada cámara en mano (al estilo de falso documental pero sin serlo realmente), con constantes y divertidos flashbacks y narrada por una omnipresente voz en off que se encarga de refrescar la memoria al espectador de lo sucedido hasta el momento.

Arrested development nos cuenta la historia de los Bluth, una familia adinerada que verá peligrar su estatus y posición social el día en que la policía detenga al patriarca y lo metan en prisión, acusado de desfalco e, incluso, de traición a la nación (así, a lo grande). Su hijo, Michael, deberá entonces hacerse cargo de la empresa familiar y mantener unidos a todos los miembros de una familia que, durante mucho tiempo, ha estado viviendo muy por encima de sus posibilidades reales. No obstante, la tarea no le resultará nada fácil. Por un lado, la empresa va francamente mal (tenían que construir una urbanización entera de casas de la que sólo se ha construido la casa modelo, en la que se acabarán instalando la mayor parte de los miembros de la familia) y, por otro lado, resulta que la familia Bluth forma el mayor grupo humano conocido de egoístas, caraduras y aprovechados que hayan visto en lustros.

Entre los miembros de esta disfuncional familia encontramos a: Michael (Jason Bateman), el hermano mediano. Es el más responsable y sensato de la familia. Siempre intenta hacer lo correcto, lo que provoca que siempre termine metiendo la pata (en la mayoría de ocasiones provocado por el resto de los miembros de su propia estirpe). Es viudo y debe compaginar su nuevo cargo en la empresa con la educación de su hijo, George Michael (Michael Cera), un adolescente empeñado en acontentar a su padre y perdidamente enamorado de su prima. Lindsay, es la hermana gemela de Michael. Es una niña mimada, a quien le encanta ser el centro de atención, especializada en enfrascarse en causas sociales perdidas de antemano. No ha trabajado en su vida ni tiene ninguna intención de hacerlo jamás. Gob, es el hermano mayor. Es mago profesional (el peor que hayan visto) y ni siquiera sus propios compañeros de profesión lo soportan (de hecho lo acabarán expulsando de la asociación de magos). Es arrogante, vago, falso y absolutamente estúpido. Me encanta. Buster, es el hijo menor, y el tipo con el mayor complejo de edipo jamás visto sobre la faz de la tierra. Es incapaz de alejarse más de diez metros de las faldas de su madre (hasta que encuentre una novia de la misma edad que ella). George, es el patriarca, a quien meterán en prisión. Es un manipulador profesional, cuyas artes acostumbra a utilizar con mayor maestría entre los miembros de su propia familia. Es calvo y tiene un hermano gemelo, Oscar, un hippie físicamente igual que él, pero con pelo. George, está casado con Lucille, una insoportable mujer de lengua viperina, excesivamente aficionada a las bebidas de alta graduación. Lindsay, además, está casada con Tobias, el personaje más extraño de la función, un psicólogo que perdió su licencia para ejercer (por intentar reanimar en una piscina a alguien que no había muerto) que intentará abrirse hueco en el mundo de la interpretación, a pesar de no disponer de ninguna habilidad para ello. Tobias, además, es un “nunca desnudo”, una persona que jamás se quita toda la ropa, ni siquiera delante de su esposa (suele ducharse con una especie de shorts tejanos). Su comportamiento y el doble sentido con el que suele estructurar sus frases tiende a sugerir que es gay. Y para terminar, Maeby, es la hija de Lindsay y Tobias, a diferencia de su primo está especialmente facultada para meterse en problemas y siente una especial atracción hacia todo aquello que detesta su madre.

Book fotográfico de Tobias.

El narrador de las peripecias de esta insólita familia es Ron Howard (director, entre otras, de 1, 2, 3 Splash, Cocoon, Willow o Una mente maravillosa) quien, además, ejerce las funciones de productor ejecutivo. Por si fuera poco, la serie también cuenta con un elevado número de colaboraciones de caras conocidas como: Liza Minelli, que interpreta a la novia del hijo menor de los Bluth y a la mayor rival de la madre de éste; Charlize Theron, que aparece en algunos capítulos como la novia británica del protagonista; Ben Stiller, como Tony Wonder, un mago absolutamente perturbado, rival de Gob; Martin Short, que interpreta al tio Jack (a ver como se lo cuento... El tio Jack es un culturista de noventa años, que no puede andar y que para parecer más varonil en lugar de desplazarse en silla de ruedas se hace transportar por una especie de forzudo llamado “dragón”, a pesar de lo cual, sigue conservando intacto un enorme apetito sexual) o Carl Weathers (Depredador, Acción Jackson), que se interpreta a sí mismo, dando clases de interpretación a Tobias y aprovechando para mendigar comida de casa de los Bluth.

Arrested development es una sátira demoledora, disfrazada de culebrón, capaz de atacar directamente a la yugular a todo lo que se mueva, ya sea al estamento familiar, al capitalismo, la nación americana, Gran Bretaña, la guerra de Irak, la fama, la inmigración, las adopciones ilegales, la eutanasia, la religión o las galas benéficas, permitiéndose el lujo de no dejar títere con cabeza. Además, resulta ser terriblemente divertida, hilarante y alocada, logrando arrancarme más de una sonora carcajada, especialmente con los personajes de Gob y Tobias, auténticas piedras angulares de la función. Y es que si la serie dispone de un auténtico punto fuerte éste es, sin duda, la construcción de sus personajes, tan extremos (no es que las circunstancias en las que se ven envueltos los lleven hasta el extremo, que va, es que son extremos por naturaleza), con una característica común entre todos ellos muy marcada: siempre desean de forma constante todo aquello que no pueden obtener, hasta el momento en que lo consiguen, momento en el cual deja de tener valor para ellos. Es cierto que en ocasiones la serie pueda llegar a ser un poco repetitiva en su planteamiento, pero a la larga siempre termina por superarse a sí misma y subir un nuevo peldaño, hasta llegar a una genial recta final.

La serie ganó seis Emmys, un globo de oro y se coló entre los 100 mejores shows de la historia de la televisión de la revista Time. A pesar de los premios y la aclamación de la crítica, la audiencia no la acompañó y fue cancelada en 2006 después de tres temporadas. En España, apenas llegó a estrenarse la primera temporada en el canal Fox y ni siquiera llegó a las cadenas generalistas. Mucho se habló en su momento de que la serie podría dar el salto a la gran pantalla pero no llegó a concretarse nada. Recientemente, se anunció que existía un proyecto para el cine de arrested development y que estaban en pre-producción con vistas a estrenar la película en el 2011. Esperemos que esta vez sí llegue a buen puerto y que sirva de digno colofón a esta gran serie.

Resumiendo: Imprescindible e hilarante comedia llena de mala lecha y humor negro, encargada de dejar el estamento familiar a la altura del betún.

Perdidos. Serie completa. (2004-2010)


El dominio del caos.

«Hay más cosas en el cielo y en la tierra, Horacio, que todas las que pueda soñar tu filosofía.» 

-Hamlet sobre un capítulo de Perdidos.

Perdidos, aquella epopeya televisiva que empezó como una modernización del relato de Robinson Crusoe y que desembocó en una compleja y críptica telaraña de tintes esotéricos, ha llegado a su fin, después de 6 temporadas, 121 capítulos y casi 5.000 minutos en antena. Han sido varios años de teorías y elucubraciones, y en su afán por eludir cualquier tipo de análisis, la serie se ha comportado de manera escurridiza y laberíntica, muy autoconsciente de la controversia que creaba. El enigma planteado por J.J. Abrams ha jugado con el espectador intencionadamente, mostrando su rostro más versátil, comportándose como una aventura exótica, un thriller paranoide, una pesadilla nihilista o un rompecabezas para nerds, dependiendo de la temporada en que se encontrara, y elaborando excursiones a la ciencia ficción más metafísica, o incluso al péplum místico, en su recta final.


Toda esta falta de entidad global puede ser fácilmente criticada y es una de las causas que ha provocado desapego entre cierto sector del público, que no ha conectado con el extraño devenir de los acontecimientos. Pero lo cierto es que esta ambivalencia de géneros, sumada al amasijo de elementos aparentemente inconexos que se encuentran en la serie -islas tropicales, templos de cartón piedra, mundos paralelos, sociedades secretas, fantasmas- también ha propiciado una libertad narrativa sin precedentes en la pequeña pantalla. La gramática de Perdidos está repleta de cliffhangers de infarto, imposibles giros argumentales, saltos temporales, muertes súbitas, flashbacks, flashfordwards, flash-sideways y mil y una piruetas que han servido para articular una narrativa poliédrica y exasperante, pero completamente adictiva.


Cada vez que hemos subido un peldaño en la conciencia de la serie ha aumentado nuestro desconcierto, y muchos hemos llegado a sospechar que el auténtico leitmotiv de la misma no era otro que el de dejarnos continuamente de pasta de boniato. Perdidos siempre ha huido hacia adelante y se ha dejado por el camino varios frentes abiertos, algo casi inevitable en un artefacto tan heterogéneo y sofisticado como este, y sin duda podemos tildarla de manipuladora y tramposa, pero también ha sabido entender como nadie las necesidades e intereses del espectador moderno. La serie ha sido una amante exigente que ha apostado por nuestro compromiso y nunca ha buscado el camino fácil, y cuyos desenlaces jamás han dependido de los habituales convencionalismos del drama, redoblando así su efecto.


Poseedora de componentes fantacientíficos y alegóricos, evocadora de todo un universo simbólico y místico de una sencillez sorprendente. Esta aventura, mítica o fabulosa, se ha obstinado por permanecer en la penumbra capítulo tras capítulo, narrándonos una odisea metafísica no exenta de cierta carga moral, pero cuyas reglas y límites nunca han sido desvelados. El juego de opuestos siempre ha estado ahí -bien y mal, fe y ciencia, Jack y Locke, Jacob y el Hombre de Negro- pero la serie ha dejado que sea el público quien juzgue el papel de cada uno, facilitando un amplio abanico de interpretaciones. Sus personajes han sido densos, abiertos y dinámicos, con elementos contradictorios y la capacidad de sorprendernos convincentemente. La línea que ha separado al villano del héroe siempre ha estado poco clara, alimentando un debate que se ha extendido más allá del sofá de nuestras casas y que ha llegado a los medios de comunicación, convirtiéndose en todo un fenómeno televisivo.


El broche de oro lo ha puesto un cierre difícilmente superable; la retransmisión simultánea del último capítulo en 59 países distintos. Un final épico y emocionante donde la serie, a pocos minutos para el final, ha vuelto a hacer una cabriola narrativa, aproximándose peligrosamente a los arquetipos de desenlaces que dan rabia. La conclusión no ha funciona bien a nivel narrativo, pero el fuerte vínculo que se ha establecido con los aficionados le ha dado sentido. Perdidos ha tomado conciencia de sí misma en su última temporada y al final, se ha permitido el lujo de que nos despidamos de los personajes. El momento hay que saborearlo como lo que es, un homenaje, que cada uno juzgue si era merecido o no.


La frase: «Este lugar es distinto. Es especial. Los demás no quieren hablar de ello porque les da miedo, pero todos lo sabemos, todos lo sentimos.»

La frase 2: «No te entiendo… pero te quiero.»

BONUS TRACK:



No heroics. Temporada única. (2008)


Superhéroes venidos a menos.

Existe un pub en Inglaterra llamado La fortaleza, y en su puerta hay una inscripción en la que se puede leer «sin máscaras, sin poderes, sin heroicidades», este es el lugar donde van todos los superhéroes de la ciudad a relajarse después de una dura jornada de trabajo, combatiendo el crimen y bajando gatitos de los árboles. Uno de sus clientes más célebres es Excelsor (Patrick Baladi), un súper tipo que viste un reluciente traje blanco y dorado, y que posee multitud de poderes, como la capacidad de vuelo, la invulnerabilidad, la fuerza sobrehumana o la telepatía. Pero nuestra historia no se centra en este triunfante y engreído personaje, sino en los cuatro fracasados que se sientan en un rincón.


Allí conocemos a Alex (Nicolas Burns), el alter ego de The Hotness, un superhéroe algo fondón, que puede controlar la temperatura y que mataría a su abuela por conseguir un poco de fama, sino fuera porque su abuela le daría una soberana paliza. A su lado está Sarah (Claire Keelan), su ex novia, que recibe el apodo de Electroclash por poseer la habilidad de controlar aparatos electrónicos mediante la voz. Ella es la hija de dos famosos superhéroes de los 80’s y vive para deshonrar el apellido familiar, robando cigarrillos de las máquinas expendedoras y comportándose como una zorra. Luego tenemos a Jenny (Rebekah Staton), que bajo el sobrenombre de She-Force combina la fuerza del increíble Hulk con el físico de una solterona desesperada por conseguir una cita. Y finalmente está Don (James Lance), mi favorito. Un español de tendencias homosexuales que con el mote de Timebomb puede ver 60 segundos en el futuro. Antiguamente era un despiadado asesino muy temido por los súper villanos, pero hoy en día solo utiliza su poder para conseguir una buena mamada en el servicio de caballeros.


La televisión inglesa siente cierto apego por los perdedores, series como Extras (2005-2007) o The It Crowd (2006) así lo avalan, y No heroics es una ácida comedia de situación que narra los avatares de unos superhéroes de tercera, personajes que en circunstancias normales se olvidarían con facilidad y nunca colocarían su nombre en la cabecera de una revista. Más que seres extraordinarios con poderes extraordinarios, pueden considerarse como gente completamente ordinaria, vulgar y grosera. No son anatómicamente perfectos, no tienen habilidades atléticas, conocimientos en artes marciales o una gran inteligencia, pero eso sí, llevan trajes ajustados. Caricaturizando el concepto del superhéroe y recurriendo a la imaginería de la Edad de Oro de los comics, la serie nos traslada a una Inglaterra donde los superhéroes forman parte de la vida cotidiana y donde puedes encontrártelos en la cola de una panadería o paseando al perro, aunque la mayor parte de la acción se desarrolla en La fortaleza, un lugar que ofrece multitud de guiños a los aficionados y donde se toman bebidas tan llamativas como Gin City, V for Vodka o cerveza Shazamstel.


Porque en La fortaleza se fuma y se bebe mucho, pero sobretodo se habla de manera obscena. Los personajes sueltan tacos sin cesar y sus diálogos están cargados de mucha mala leche, algo que puede remitirnos al cine de Kevin Smith, pero lo cierto es que el señor Smith tiene más recursos que Drew Pearce, el creador de esta serie (solo un par más, no crean). En No heroics todas las charlas, y por extensión todos los chistes, giran alrededor del sexo, algo que resulta efectivo en un principio pero que luego acaba por convertirse en un lastre, porque la serie se hace repetitiva y algo cansina, y eso que solo consta de 6 capítulos de 20 minutos cada uno.

Superman empinando el codo en La fortaleza

Los personajes se nos presentan pretendidamente repelentes y al espectador le cuesta cogerles apego, algo que resulta difícilmente perdonable en una serie coral. Hay otras ficciones de la pequeña pantalla, como The Office (2001) por ejemplo, en que varios de sus protagonistas procuran caerte mal intencionadamente, pero no quedan exentos de carisma y encanto, porque reciben el soporte de guiones sólidos y repletos de intención, algo que aquí no ocurre. Tenemos palabrotas y tipos barrigudos con súper poderes, y desde el principio estamos deseando que la cosa coja su punto y levante el vuelo. Pero los personajes hablan y hablan, y los deberes quedan por hacer.



La frase: «Así es Alex, sigue robándome dinero y largándose cada tres días, pero siempre me trae algún regalo. Aunque solo sean herpes.»

La frase 2: «Ya no tomo éxtasis, es una larga historia. Me volví loco y le pegué fuego al vello púbico de alguien.»

La frase 3: «Me encanta mi trabajo. Hago daño a la gente, los ato y entonces los cuelgo de los brazos hasta que oyes desgarrase sus tendones. Luego me voy a casa, me sacudo una botella de vodka, y puede que fume un poco de caballo para sentirme bien. Así que supongo que estoy intentando averiguar si cortarle los dedos a un súper villano y hacérselos comer en una baguette con queso es algo realmente heroico.»

BONUS TRACK:

Ugly Americans. 1ª Temporada. (2010)


Donde viven los monstruos.

Nueva York está entre las aglomeraciones urbanas más grandes del mundo, en 2005 se hablaban casi 170 idiomas en la ciudad y el 36% de su población había nacido fuera de los Estados Unidos. La nueva serie animada de Comedy Central recurre a monstruos, zombies y demonios para hacer una divertida alegoría sobre toda esta diversidad cultural. La historia se desarrolla en un mundo alternativo donde la Gran Manzana continúa siendo uno de los principales puertos de entrada de inmigrantes, solo que en vez de puertorriqueños, italianos, dominicanos o chinos, encontramos a todo tipo de iconos del imaginario terrorífico. En líneas generales podríamos decir que Ugly Americans hace por el terror lo mismo que en los últimos años ha hecho Futurama por la ciencia ficción, solo que, a diferencia de la serie creada por Matt Groening, esta se aleja del "mainstream" y se decanta por una estética fea y marginal, con altas dosis de mala baba.


La trama gira en torno a las actividades de Mark Lilly, un asistente social que trabaja en el Departamento de Integración junto a Leonard, un mago alcohólico que lleva años sin dar un palo al agua. Mark comparte piso con Randall, un zombie mohoso y come cerebros, y mantiene una extraña relación amorosa con su jefa, una diablesa en el sentido literal. La serie es una comedia de situación donde el protagonista debe solucionar un caso por capítulo, él siempre pretende hacer bien su trabajo, pero debe lidiar continuamente con las espeluznantes peculiaridades de los freaks a los que pretende ayudar y con la incomprensión del americano de a pié, dos características que conforman el juego de palabras del título. Ugly American es un término peyorativo que se utiliza para referirse a los estadounidenses que viajan al extranjero y se muestran ignorantes con la cultura local, y en este contexto puede hacer referencia tanto a la postura arrogante y ofensiva de los americanos nativos, como al aspecto monstruoso de los recién llegados.


La serie es una comedia de horror que desmitifica el género pasándolo por el túrmix de lo cotidiano y en la que podemos encontrar, entre otras cosas, a un yeti en el baño o a una masa devoradora en busca de empleo. Estas son algunas de las viñetas que dan vida a este imaginativo universo y que colaboran para dotar al conjunto de un tono barroco y recargado. Abundan los guiños a los fans y las apariciones de personajes emblemáticos, como El Monstruo de la Laguna Negra o la Rosemary de La semilla del diablo, y uno debe estar atento para no perder detalle. Otro de los aciertos de la serie es el de no caer en la parodia facilona y no recurrir a los estereotipos, sino crear personajes frescos y humanos, aunque su aspecto diga todo lo contrario.


El diseño de personajes puede ir desde lo más convencional, con vampiros canosos y ancestrales, hasta lo más absurdo y delirante, como aquella chica con multitud de tetas y la cara en la entrepierna. Unos estrafalarios monstruos que en el fondo, como suele suceder en estos casos, siempre nos están hablando de nosotros mismos, porque la metáfora es evidente y funcional, aunque la serie nunca ponga el acento en la reflexión, sino en el humor y la diversión. «Monstruos normales con problemas normales» podría ser su lema, porque hace una relectura vulgar y mundana de las criaturas del folclore terrorífico y fantástico, características que pueden recordar a otros experimentos similares del mundo del cómic, como el Fábulas de Bill Willingham o el Top Ten de Alan Moore y Gene Ha.


Con una estética deudora del underground americano, los guiones de David M. Stern (una de las cabezas pensante de Los Simpson, Monk y Aquellos maravillosos años, tres series muy a tener en cuenta), y las voces de varios comediantes del Saturday Nigh Live, el famoso late show estadounidense, Ugly Americans juzga con ironía nuestra realidad, y lo hace cargada de tacos, sexo, violencia y humor. Matt Oberg, el actor que presta su voz al protagonista, ha declarado en una entrevista que «tal vez haya que hacer un espectáculo de monstruos y zombies para mostrar lo que Nueva York es en realidad». ¿Quién puede resistirse a un punto de vista como este?



La frase: «Si te gusta lo normal, ¿por qué preocuparse en ir a Nueva York?»

La frase 2: «Hay suficiente pelo como para una porno de los 70’s.»

Californication. 3ª Temporada.



Sobre reír y follar.

Es evidente que las comedias de Woody Allen no intentan ser realistas, nadie habla como en Annie Hall (1977) o Desmontando a Harry (1997). Lo mismo sucede con las películas de Russ Meyer, que nos remiten al personal mundo de este cineasta, repleto de hembras de armas tomar y grandes domingas. Californication también se ha convertido en uno de esos paisajes televisivos donde la realidad se distorsiona, “no permitas que la historia interrumpa la acción”, decía el director de Supervixens (1975), y la serie ha resultado ser una fiel seguidora de esta premisa. Por muy inverosímil y rebuscada que parezca, esta producción de Showtime nunca escatima en acción sexual y el espectador siempre queda satisfecho con su cuota semanal de desnudos y perversiones mientras se siente apabullado por la degradación de los personajes y el desenfreno de ciertas situaciones.



En esta, su tercera temporada, encontramos a Hank Moody (David Duchovny) ejerciendo de profesor universitario, un improbable giro argumental que solo atiende a un único propósito: la introducción de nuevas hembras con tan poca ropa como pudor, ¡más carne para el asador! Digo improbable porque, a ver, ¿quién en su sano juicio le daría trabajo de profesor a semejante tipo? Quizás Larry Flynt, pero sigamos, Hank tendrá que compaginar su atolondrada vida sexual y su labor como educador, con la tarea de padre a tiempo completo, ya que su ex, Karen (Natascha McElhone), estará en Nueva York por motivos laborales. Por si fuera poco, Becca (Madeleine Martin), la hija de ambos que hasta la fecha se comportaba como una santa, empezará a resentirse de ese mal llamado adolescencia y de que su padre se acueste con todas las chicas de buen ver que se crucen en su camino.



Por otro lado, Charlie Rumkle (Evan Handler), el compañero de correrías de nuestro amado protagonista, centrará sus esfuerzos en salvar su malogrado matrimonio, tras los acontecimientos de la pasada temporada que lo relacionaban con una estrella del porno. Rumkle también tendrá que lidiar con su nueva jefa, Sue Collini, un personaje que sin duda calará hondo en la audiencia. Kathleen Turner, aquel mito sexual de los 80’s, interpreta a esta ninfómana de aspecto rollizo como si se hubiera zampado a Ron Jeremy y luego se hubiera tomado seis botellas de coñac para digerirlo. Además, a estas alturas sigue sorprendiendo lo suelto que está Duchovny en su papel, el actor, más payaso que nunca, interpreta con convicción a este autodestructivo y narcisista escritor de lengua afilada, un personaje que no solo se folla a cuanta hembra se le pasa por delante sino que consigue montárselo también con la cámara, que definitivamente lo adora. Sí, aunque parezca mentira estemos hablando del mismo que interpretara en su día al lila de Fox Mulder en Expediente X (1993/2002).



El hecho de que cada temporada sea tan solo de 11 o 12 episodios de veintipico minutos de duración, hacen que la trama siempre apunte en una dirección concreta y nunca se pierda en los devaneos típicos de series mucho más longevas. Su progresión resulta pausada y en el fondo mantiene una estructura de comedia de enredos clásica, aunque la lleva a cabo con una incorrección superlativa. El clímax de esta temporada llega en el capítulo 8, que no por casualidad recibe el wilderiano título de El apartamento, dicho capítulo representa uno de los momentos cumbres de la serie y uno de los más provocativos, algo que cada vez cuesta más conseguir, por dos motivos. Primero, lo de ir subiendo el listón puede desenbocar en filmar penes entrando y saliendo de vaginas, y no se trata de eso. Y segundo y más preocupante, existe una tendencia cada vez más pronunciada a prescindir de Hank practicando el sexo de forma comprometida para limitarse tan solo a presentarnos los preámbulos, quien sabe si por querer otorgar de cierto romanticismo al personaje, por justificarle un poco, por autocensura inconsciente o por meras exigencias de la trama.



A pesar de todo, o precisamente por ello, Hank sigue inventándose nuevas e insólitas maneras de meter la pata sin perder ni una pizca de carisma, que es lo que define al personaje. Un capullo, al fin y al cabo, pero con encanto. La serie oprime ese tipo de teclas que hacen que veas al buen padre o esposo que podría llegar a ser, así que una parte de nosotros siempre deseará que todo le vaya bien, ese es el hilo conductor de la trama y a lo que se recurre durante cada temporada, pero que inevitablemente se salda con un coitus interruptus. Aquí no hay posibilidad de redención, y no es porque el guión no lo permita o porque sea una de las características intrínsecas al protagonista, sino porque va contra las leyes naturales de la propia serie. El día en que Hank Moody expíe sus pecados Californication perecerá, pero de momento no hay de qué preocuparse, la serie goza de muy buena salud y Hank, el escritor que nunca escribe, sigue en caída libre. Como suele decirse con una copa en la mano; ¡hasta el fondo!



La frase: “¡Es hora de que dejes de follarte a todo el campus escolar!”

La frase 2: “No soy fanático de ese término… acto de amor, hacer el amor. Prefiero joder, meter, culear, follar, rellenar, enterrar. Cualquiera, escoge uno, pero hacer el amor no.”

glee. 1ª Temporada

Cantad, cantad, malditos.

¿Una serie sobre unos adolescentes americanos, miembros del coro del instituto, que se dedican a cantar por los pasillos del centro a la vez que practican imposibles coreografías? Por el amor de Dios, ¡que venga alguien y me arranque el corazón con sus propias manos para evitarme tan magno sufrimiento! Algo tal que así debía ser lo primero que me pasó por la cabeza al oir hablar, de esta serie, por considerarla, en un primer momento, un intento a la desesperada de seguir exprimiendo la fórmula que tan buenos dividendos dio con High School Musical. Evidentemente, como suele ser costumbre en mi persona, una vez más, estaba equivocado porque esto es otra cosa. Esto es glee.

Y a pesar de todo, los paralelismos con High School Musical son tantos que resulta imposible pasarlos por alto. En glee también tenemos a una protagonista a la que le gusta más cantar que a un tonto un lápiz, al capitán del equipo de fútbol americano (en esta ocasión no es baloncesto) quien descubrirá que hacer gorgoritos con los miembros del coro le empezará a gustar más de lo que en un principio se hubiera imaginado, lo que, evidentemente, le comportará ciertos problemas con sus compañeros de deporte quienes no acabarán de entender su nueva vocación e intentarán sabotearla con la finalidad de que deje de hacer el moñas y vuelva al redil (en un diálogo sueltan frases como: “no veo a ninguno de mis chicos queriendo unirse al club glee, el mes pasado pillaron a un compañero de equipo y le afeitaron las cejas sólo porque ve Anatomía de Grey”). Si, el punto de partida de glee es el mismo que el del telefilm High School Musical, pero la diferencia radica, precisamente, en que glee, contra todo pronóstico, parece estar hecho por alguien con dos dedos de frente.

La serie arranca cuando el profesor de español del instituto se hace cargo de las riendas del club de canto al cual perteneció en su época de estudiante. A pesar del entusiasmo inicial, el tutor rápidamente se dará cuenta de que los tiempos han cambiado y que en lo que antaño era un club lleno de gente molona actualmente no pasa de ser un reducto de parias sociales. La cosa cambiará debido, en parte, a dos motivos esenciales: el ingreso del capitán del equipo de fútbol americano, el tipo más popular del instituto y pareja de la animadora jefe (que a su vez es la presidenta del club de castidad de la escuela) y el ingreso de tres de las animadoras, con la oscura misión de sabotear el club desde dentro obedeciendo órdenes de la entrenadora de animadoras, a quien le han quitado parte de la subvención anual en beneficio del club glee.
Precisamente el personaje de Sue, la malhumorada entrenadora de las animadoras, y probablemente el mejor de toda la serie, nos sirve para entender como funciona la creación de personajes, pues no deja de ser un personaje clásico y estereotipado hasta la médula, pero que, en este caso, han optado por exagerar hasta el extremo, lo que acabará provocando las situaciones más cómicas (especialmente potenciadas con su guerra particular contra el club glee en general y su tutor en particular). A partir de aquí se va completando el elenco: el capitán del equipo de fútbol de bueno es tonto, la estrella del club es una niña creída que se sabe una estrella en potencia (su concepción de la vida es: “hoy en día ser desconocido es peor que ser pobre”), la psicóloga de la escuela (perdidamente enamorada del profesor de español) tiene un evidente desorden obsesivo con la higiene, el entrenador de fútbol americano es lo más parecido que se pueden encontrar a un saco de patatas y, evidentemente, la jefa de las animadoras es terriblemente malvada y calculadora. Suma y sigue. Es cierto, nada nuevo bajo el sol, pero las caricaturas en las que se acaban convirtiendo funcionan, y mucho.

La serie es una absoluta memez, un culebrón para adolescentes que no pierde la oportunidad de buscar situaciones en las que sus protagonistas deban ponerse a cantar. Pero, lo cierto, es que, además, resulta terriblemente entretenida, colorista, con diálogos ágiles (excesivamente en algunos casos, lo que provoca que vayas de culo leyendo los subtítulos) cargados de mala baba (a pesar de que pueda resultar algo blanda a simple vista), con unos personajes protagonistas que a pesar de no salirse de los clichés típicos de este tipo de productos resultan entrañables y provocan una sensación de amor/odio con el espectador, a la vez que se encargan de inyectar un chute de buenrollismo generalizado.

Pocos hubieran apostado de entrada por esta serie, lo que le ha valido para convertirse en una de las sorpresas del año (rápidamente renovada para una segunda temporada) y le ha servido para hacer saltar la banca y convertirse en una de las favoritas de cara a la próxima entrega de los globos de oro al conseguir las nominaciones de mejor comedia, actor (el profesor de español), actriz (la estudiante que aspira al estrellato) y actriz secundaria (la entrenadora de las animadoras) y hacerse, ya de paso, con el título de serie más nominada del año. En España, recientemente, Antena 3 se ha echo con los derechos de su emisión al llegar con un acuerdo con la Fox, así que se tendrá que estar atentos a ver de que forma se encargan de maltratarla. Se admiten apuestas.

Resumiendo: Un culebrón donde los adolescentes se ponen a cantar a la mínima insinuación de nota musical, tan divertida y entretenida como vacía de intenciones (y que conste que esto último no lo digo como algo malo).

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