¿Cómo va eso?
Algo huele a podrido en el litoral español.
Canal + España ha sido, durante mucho tiempo, como Richard Gere en Pretty Woman. ¿Putero? No, no me refiero a eso, precisamente. Recuerdo una escena de la película donde el personaje de Julia Roberts le comenta al interpretado por Richard Gere que él no construye nada, que se dedica a comprar y vender pero que, a pesar del éxito cosechado, jamás se ha dedicado a crear nada. Canal + España, durante muchos años se ha estado tocando la chorra a dos manos, comprando la mayoría de los éxitos extranjeros para poder emitirlos antes que nadie, incluyendo las mejores películas, series y acontecimientos deportivos, pero con una escasa producción propia. De hecho sus mayores logros en ese campo han venido de programas deportivos como "El día después" o "Informe Robinson", pero siempre les quedaba la asignatura pendiente de la ficción. Recientemente, la cadena parece haberse puesto las pilas al respecto y, además de la falsa serie documental "¿Qué fue de Jorge Sanz?", también nos ha llegado la que hoy nos ocupa: Crematorio.

De un tiempo a esta parte, muchos han sido los que han visto en la televisión un refugio para la creatividad que, lamentablemente, se le negaba a la gran pantalla, más enfrascada en buscar resultados rápidos a partir de secuelas, precuelas y nuevos principios de trabajos anteriores. No obstante, rápidamente se ha contagiado la pequeña pantalla de la fiebre de remakes que acechan a su hermana mayor. Así pues, recientemente, nos han llegado nuevas revisiones de títulos antaño tan populares cómo: El coche fantástico, Sensación de vivir, Melrose Place o El prisionero. Y lo que te rondaré morena, que parece ser que la televisión USA ha encontrado una nueva gallina de los huevos de oro, por mucho que los resultados de audiencia de todos estos remakes tampoco han acabado de ser todo lo boyantes que en un principio se esperaba. Una de las últimas en subirse al carro ha sido “V”.

Total, que la mayoría de la gente está encantada de la llegada de los visitantes (incluso los que viven en los edificios situados debajo de las gigantescas naves espaciales y que no volverán a ver entrar el sol por sus ventanas el resto de sus vidas), pero un reducido grupo de humanos no se acabarán de fiar y montarán una férrea resistencia compuesta por cuatro personas. No se rían, que menos da una piedra. El grupo en cuestión está formado por un sacerdote, una agente de policía (cuyo hijo empezará a tontear con una de las extraterrestres a quien los guionistas tienen la sana costumbre de dejar en ropa interior siempre que la ocasión lo permita, o no), un conocido terrorista que bombardea lo que haga falta a cambio de una cuantiosa suma de dinero y un desertor alienígena que lleva tiempo infiltrado entre los humanos. Este dato me volvió a crear dudas como espectador. Si las lagartijas éstas llevaban tanto tiempo preparando su entrada en escena, como para tener un buen número de infiltrados con apariencia humana, ¿porque se dedican a improvisar una y otra vez nada más llegar cómo si no tuvieran ningún tipo de plan al que aferrarse?


Y es que, después de un arranque esperanzador, con un episodio piloto bastante interesante, en el cual los “visitantes” llegaban a la tierra y se mezclaba la sorpresa de la población frente a la aparición de vida extraterrestre con una especie de fervor religioso hacia los recién llegados, la serie, poco a poco, ha ido perdiendo fuelle, girando sobre sí misma, sin acabar de dirigirse hacia ningún lado, dando bandadas sin demasiado sentido y con una continúa sensación de que la cosa se está alargando más de la cuenta. O se esfuerzan mucho de cara a la segunda temporada o la cosa está claramente sentenciada.


Arrested development es una cómica serie de televisión que se mantuvo en antena durante tres temporadas (emitidas entre 2003 y 2006) a lo largo de cincuenta y tres episodios. Cada capítulo empieza siempre con la misma introducción: “A continuación la historia de una familia acaudalada que lo perdió todo y de un hijo que no tuvo más remedio que mantenerlos unidos a todos. Es arrested development”. De la misma forma, la serie siempre cierra cada episodio con un pequeño resumen donde se adelanta lo que sucederá en el siguiente capítulo. Lo realmente extraño del caso, es que lo que anuncian que sucederá en el siguiente episodio jamás terminaba sucediendo. Y es que, tal y como ya nos advierten en la introducción de la misma, esto no es una serie al uso, esto es arrested development.

Arrested development nos cuenta la historia de los Bluth, una familia adinerada que verá peligrar su estatus y posición social el día en que la policía detenga al patriarca y lo metan en prisión, acusado de desfalco e, incluso, de traición a la nación (así, a lo grande). Su hijo, Michael, deberá entonces hacerse cargo de la empresa familiar y mantener unidos a todos los miembros de una familia que, durante mucho tiempo, ha estado viviendo muy por encima de sus posibilidades reales. No obstante, la tarea no le resultará nada fácil. Por un lado, la empresa va francamente mal (tenían que construir una urbanización entera de casas de la que sólo se ha construido la casa modelo, en la que se acabarán instalando la mayor parte de los miembros de la familia) y, por otro lado, resulta que la familia Bluth forma el mayor grupo humano conocido de egoístas, caraduras y aprovechados que hayan visto en lustros.

El narrador de las peripecias de esta insólita familia es Ron Howard (director, entre otras, de 1, 2, 3 Splash, Cocoon, Willow o Una mente maravillosa) quien, además, ejerce las funciones de productor ejecutivo. Por si fuera poco, la serie también cuenta con un elevado número de colaboraciones de caras conocidas como: Liza Minelli, que interpreta a la novia del hijo menor de los Bluth y a la mayor rival de la madre de éste; Charlize Theron, que aparece en algunos capítulos como la novia británica del protagonista; Ben Stiller, como Tony Wonder, un mago absolutamente perturbado, rival de Gob; Martin Short, que interpreta al tio Jack (a ver como se lo cuento... El tio Jack es un culturista de noventa años, que no puede andar y que para parecer más varonil en lugar de desplazarse en silla de ruedas se hace transportar por una especie de forzudo llamado “dragón”, a pesar de lo cual, sigue conservando intacto un enorme apetito sexual) o Carl Weathers (Depredador, Acción Jackson), que se interpreta a sí mismo, dando clases de interpretación a Tobias y aprovechando para mendigar comida de casa de los Bluth.

La serie ganó seis Emmys, un globo de oro y se coló entre los 100 mejores shows de la historia de la televisión de la revista Time. A pesar de los premios y la aclamación de la crítica, la audiencia no la acompañó y fue cancelada en 2006 después de tres temporadas. En España, apenas llegó a estrenarse la primera temporada en el canal Fox y ni siquiera llegó a las cadenas generalistas. Mucho se habló en su momento de que la serie podría dar el salto a la gran pantalla pero no llegó a concretarse nada. Recientemente, se anunció que existía un proyecto para el cine de arrested development y que estaban en pre-producción con vistas a estrenar la película en el 2011. Esperemos que esta vez sí llegue a buen puerto y que sirva de digno colofón a esta gran serie.

El broche de oro lo ha puesto un cierre difícilmente superable; la retransmisión simultánea del último capítulo en 59 países distintos. Un final épico y emocionante donde la serie, a pocos minutos para el final, ha vuelto a hacer una cabriola narrativa, aproximándose peligrosamente a los arquetipos de desenlaces que dan rabia. La conclusión no ha funciona bien a nivel narrativo, pero el fuerte vínculo que se ha establecido con los aficionados le ha dado sentido. Perdidos ha tomado conciencia de sí misma en su última temporada y al final, se ha permitido el lujo de que nos despidamos de los personajes. El momento hay que saborearlo como lo que es, un homenaje, que cada uno juzgue si era merecido o no.
Allí conocemos a Alex (Nicolas Burns), el alter ego de The Hotness, un superhéroe algo fondón, que puede controlar la temperatura y que mataría a su abuela por conseguir un poco de fama, sino fuera porque su abuela le daría una soberana paliza. A su lado está Sarah (Claire Keelan), su ex novia, que recibe el apodo de Electroclash por poseer la habilidad de controlar aparatos electrónicos mediante la voz. Ella es la hija de dos famosos superhéroes de los 80’s y vive para deshonrar el apellido familiar, robando cigarrillos de las máquinas expendedoras y comportándose como una zorra. Luego tenemos a Jenny (Rebekah Staton), que bajo el sobrenombre de She-Force combina la fuerza del increíble Hulk con el físico de una solterona desesperada por conseguir una cita. Y finalmente está Don (James Lance), mi favorito. Un español de tendencias homosexuales que con el mote de Timebomb puede ver 60 segundos en el futuro. Antiguamente era un despiadado asesino muy temido por los súper villanos, pero hoy en día solo utiliza su poder para conseguir una buena mamada en el servicio de caballeros.
La televisión inglesa siente cierto apego por los perdedores, series como Extras (2005-2007) o The It Crowd (2006) así lo avalan, y No heroics es una ácida comedia de situación que narra los avatares de unos superhéroes de tercera, personajes que en circunstancias normales se olvidarían con facilidad y nunca colocarían su nombre en la cabecera de una revista. Más que seres extraordinarios con poderes extraordinarios, pueden considerarse como gente completamente ordinaria, vulgar y grosera. No son anatómicamente perfectos, no tienen habilidades atléticas, conocimientos en artes marciales o una gran inteligencia, pero eso sí, llevan trajes ajustados. Caricaturizando el concepto del superhéroe y recurriendo a la imaginería de la Edad de Oro de los comics, la serie nos traslada a una Inglaterra donde los superhéroes forman parte de la vida cotidiana y donde puedes encontrártelos en la cola de una panadería o paseando al perro, aunque la mayor parte de la acción se desarrolla en La fortaleza, un lugar que ofrece multitud de guiños a los aficionados y donde se toman bebidas tan llamativas como Gin City, V for Vodka o cerveza Shazamstel.
Porque en La fortaleza se fuma y se bebe mucho, pero sobretodo se habla de manera obscena. Los personajes sueltan tacos sin cesar y sus diálogos están cargados de mucha mala leche, algo que puede remitirnos al cine de Kevin Smith, pero lo cierto es que el señor Smith tiene más recursos que Drew Pearce, el creador de esta serie (solo un par más, no crean). En No heroics todas las charlas, y por extensión todos los chistes, giran alrededor del sexo, algo que resulta efectivo en un principio pero que luego acaba por convertirse en un lastre, porque la serie se hace repetitiva y algo cansina, y eso que solo consta de 6 capítulos de 20 minutos cada uno.
Los personajes se nos presentan pretendidamente repelentes y al espectador le cuesta cogerles apego, algo que resulta difícilmente perdonable en una serie coral. Hay otras ficciones de la pequeña pantalla, como The Office (2001) por ejemplo, en que varios de sus protagonistas procuran caerte mal intencionadamente, pero no quedan exentos de carisma y encanto, porque reciben el soporte de guiones sólidos y repletos de intención, algo que aquí no ocurre. Tenemos palabrotas y tipos barrigudos con súper poderes, y desde el principio estamos deseando que la cosa coja su punto y levante el vuelo. Pero los personajes hablan y hablan, y los deberes quedan por hacer.
La frase: «Así es Alex, sigue robándome dinero y largándose cada tres días, pero siempre me trae algún regalo. Aunque solo sean herpes.»
La frase 2: «Ya no tomo éxtasis, es una larga historia. Me volví loco y le pegué fuego al vello púbico de alguien.»
La frase 3: «Me encanta mi trabajo. Hago daño a la gente, los ato y entonces los cuelgo de los brazos hasta que oyes desgarrase sus tendones. Luego me voy a casa, me sacudo una botella de vodka, y puede que fume un poco de caballo para sentirme bien. Así que supongo que estoy intentando averiguar si cortarle los dedos a un súper villano y hacérselos comer en una baguette con queso es algo realmente heroico.»
BONUS TRACK:
¿Una serie sobre unos adolescentes americanos, miembros del coro del instituto, que se dedican a cantar por los pasillos del centro a la vez que practican imposibles coreografías? Por el amor de Dios, ¡que venga alguien y me arranque el corazón con sus propias manos para evitarme tan magno sufrimiento! Algo tal que así debía ser lo primero que me pasó por la cabeza al oir hablar, de esta serie, por considerarla, en un primer momento, un intento a la desesperada de seguir exprimiendo la fórmula que tan buenos dividendos dio con High School Musical. Evidentemente, como suele ser costumbre en mi persona, una vez más, estaba equivocado porque esto es otra cosa. Esto es glee.



La serie es una absoluta memez, un culebrón para adolescentes que no pierde la oportunidad de buscar situaciones en las que sus protagonistas deban ponerse a cantar. Pero, lo cierto, es que, además, resulta terriblemente entretenida, colorista, con diálogos ágiles (excesivamente en algunos casos, lo que provoca que vayas de culo leyendo los subtítulos) cargados de mala baba (a pesar de que pueda resultar algo blanda a simple vista), con unos personajes protagonistas que a pesar de no salirse de los clichés típicos de este tipo de productos resultan entrañables y provocan una sensación de amor/odio con el espectador, a la vez que se encargan de inyectar un chute de buenrollismo generalizado.
Pocos hubieran apostado de entrada por esta serie, lo que le ha valido para convertirse en una de las sorpresas del año (rápidamente renovada para una segunda temporada) y le ha servido para hacer saltar la banca y convertirse en una de las favoritas de cara a la próxima entrega de los globos de oro al conseguir las nominaciones de mejor comedia, actor (el profesor de español), actriz (la estudiante que aspira al estrellato) y actriz secundaria (la entrenadora de las animadoras) y hacerse, ya de paso, con el título de serie más nominada del año. En España, recientemente, Antena 3 se ha echo con los derechos de su emisión al llegar con un acuerdo con la Fox, así que se tendrá que estar atentos a ver de que forma se encargan de maltratarla. Se admiten apuestas.
Resumiendo: Un culebrón donde los adolescentes se ponen a cantar a la mínima insinuación de nota musical, tan divertida y entretenida como vacía de intenciones (y que conste que esto último no lo digo como algo malo).