La vida de los otros
Hace poco se estrenó en las salas de cine En la casa, que obtuvo el premio a la mejor película y al mejor guión en el Festival de Cine de San Sebastián, y que hasta ahora es la más aclamada de la carrera cinematográfica del director y guionista francés François Ozon. En esta ocasión ha vuelto a adaptar una historia y ha optado por la obra teatral El chico de la última fila (2011), la primera que es llevada al cine del dramaturgo español más internacional, Juan Mayorga. Ambos hablaron y comentaron sobre la adaptación de la obra pero Mayorga tenía claro que debía dejar vía libre a Ozon para que escogiera lo que más le interesara de su obra. Y parece que debió dar buen resultado, ya que al autor le gustó la película y además acompañó a Ozon en la recogida de los galardones en San Sebastián.
La historia empieza pasado el verano, cuando los profesores de un instituto vuelven para comenzar un nuevo curso. A Germain (Fabrice Luchini), que es profesor de literatura francesa, le ha tocado una clase de estudiantes de dieciséis años que está llena de borregos, ya que con el ejemplo de una redacción que les manda hacer, con el fin de que expongan lo que han hecho el fin de semana, encuentra que la mayoría de los textos que corrige son breves y banales, salvo uno que le llama la atención. Precisamente es el más extenso de todos, y con diferencia, y además su contenido es bastante misterioso ya que el chico en cuestión, llamado Claude García (Ernst Umhauer), escribe sobre su reciente amistad con un chico llamado Rafa (Bastien Ughetto), y su deseo de entrar en su casa para conocer también a su familia, a la cual la denomina como normal, algo que Germain lo cataloga como muy despectivo. Aún así, mientras va leyendo la redacción en voz alta para que su mujer Jeanne (Kristin Scott Thomas) también la oiga, se va dando cuenta de que ese chico escribe bastante bien, aunque en un principio le parezca algo casi utópico. A partir de aquí su interés por él aumentará y el chico le irá entregando otros textos y siempre referentes a su relación con Rafa y su familia, algo que resultará un misterio tanto para el profesor y su mujer como para el espectador. Por eso Germain no puede evitar sentirse atraído por la imaginación de Claude y le incentiva para que siga escribiendo y así vaya desarrollando el don que parece tener para la literatura.
Por eso, esta premisa es lo más interesante de la película ya que en ella se introducen dos alicientes para la historia: el primero son las clases particulares que Germain le da a Claude, enseñándole cuáles son las pautas claves para que un relato sea convincente para el lector y para que en todo momento no decaiga su interés; y el segundo se refiere a varias preguntas sin respuesta: ¿qué hay de real o de ficticio en las palabras de Claude? ¿Es cierto todo lo que escribe o es una inventiva para atraer la atención de su profesor? Lo curioso es que tanto Germain como su mujer empezarán a no tener claro dónde acaba la realidad y dónde empieza la ficción, algo que les resultará incómodo pero, a la vez, muy atrayente. Y François Ozon utiliza muy bien las escenas de la casa, mostrando lo que la voz en off del chico cuenta en sus escritos, incluidas las diferentes versiones de los mismos a partir de correcciones que Germain le va haciendo. Ahí entra el juego de lo que es verdaderamente real o no. Lo único que mientras va avanzando la trama, ese interés inicial que el espectador tiene para ir averiguando cosas de Claude y de sus vivencias con la familia va cayendo casi a marchas forzadas, sobre todo por un suceso al que se le da demasiada importancia, y que rompe con el desarrollo de la historia, y por otro totalmente esperado ya que debe ocurrir para que pueda seguir la película y al no ser muy creíble quizás por la construcción del personaje de Germain.
Aquí es cuando se debería hablar de los actores y de sus interpretaciones. Mismamente, Fabrice Luchini interpreta a un profesor veterano, muy serio, bastante curtido en su materia pero que parece estar cansado de intentar trasladar a sus alumnos la importancia que tiene la literatura en la vida, con tantos fracasos y tan pocos logros; de ahí su atención por Claude. Sin embargo, Fabrice no tiene muchos recursos para ir variando los gestos de su rostro, exagerándolos en algún punto y siendo poco eficaz en algunas escenas en las que debe aparentar cierta soltura (aunque aquí el culpable sea más el punto cómico que se le da en algún momento a la historia). En cuanto a Kristin Scott Thomas, su papel sirve más bien como respaldo del personaje de Germain, oyendo todo lo que cuenta sobre Claude e interesándose por saber algo más de sus historias, aunque dándose cuenta de lo lejos que está llegando el asunto. Ella está al cargo de una galería de arte moderno, que es un añadido más a la historia pero que tiene poco peso y que no aporta casi nada, salvo el punto cómico antes comentado aunque esta vez para introducir el tema manido del arte vanguardista que está lleno de obras para algunos ridículas y que no aportan nada a la humanidad. De ahí que también en un momento Germain utilice el catalógo como mero ejemplo de bana literatura al unir textos superfluos con imágenes de las obras de la galería. También hay que destacar a Emmanuelle Seigner, que a sus cuarenta y seis años aún tiene un cierto atractivo que relucir, y que crea bien su papel de mujer de "clase media" (como la nombra Claude) en su papel de la madre de Rafa.
Pero por encima de todos y con mucha claridad, algo que tenía que ser obvio por la importancia de su personaje, está el trabajo del joven Ernst Umhauer que sorprendentemente es su primer papel en el cine, algo que aún remarca más la calidad de su interpretación. Debido a su físico y a su manera de mirar, con cierto rasgo apolíneo (algo que recuerda mucho al actor Ezra Miller y su personaje en Tenemos que hablar de Kevin), Umhauer logra que el espectador se sienta atraído por ese chico que parece tan diferente y del que no se sabe absolutamente nada. Y eso es crucial para la historia porque el no saber quién es esa criatura que alberga tantos misterios es lo que mantiene el punto álgido en la historia y lo que la hace más interesante. Además, Ozon vuelve a incorporar el tema de la homosexualidad, aunque esta vez sea algo de soslayo, uniendo algún momento romántico con la madre de Rafa del que tampoco sabemos si es cierto o no pero que igualmente es totalmente válido.
Aunque aquí radica el problema en la historia. Cuando acaba el film, uno se da cuenta de que se ha alargado demasiado para lo que realmente se quería contar. Por eso, da la sensación de que al final, el último plano tan bello es igual de clarificador e interesante que el formidable inicio, pero que no tienen la misma compensación que con lo que nos vamos encontrando por en medio, con demasiadas pequeñas historias. Como curiosidad, François Ozon ha comentado que en la universidad tuvo de profesor a Eric Rohmer y que esta película es un tributo para él. Pero aunque sea su película más aclamada y premiada, Ozon todavía debe ir aprendiendo aunque sea un alumno bastante aventajado.
Aunque aquí radica el problema en la historia. Cuando acaba el film, uno se da cuenta de que se ha alargado demasiado para lo que realmente se quería contar. Por eso, da la sensación de que al final, el último plano tan bello es igual de clarificador e interesante que el formidable inicio, pero que no tienen la misma compensación que con lo que nos vamos encontrando por en medio, con demasiadas pequeñas historias. Como curiosidad, François Ozon ha comentado que en la universidad tuvo de profesor a Eric Rohmer y que esta película es un tributo para él. Pero aunque sea su película más aclamada y premiada, Ozon todavía debe ir aprendiendo aunque sea un alumno bastante aventajado.
"Una historia que empieza con interés, debido a un personaje misterioso y a mezclar realidad con ficción, pero que va alargándose tanto que pierde la tensión inicial, aunque acabe en un plano final para recordar"
1 piquitos de oro:
Lo dicen en una escena de 'Dans la maison' a mitad de la película: es una comedia estúpida, todo esto es ridículo. La película de François Ozon es ñoña en su ventana 'voyeurística' (¡ay qué diría el maestro Hitchcock!), un escape apenas maloliente, que ni siquiera satisface al que lo despide. ¡Mejor nos vamos todos a China! Un saludo!!!
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