El negocio de las viudas
El negocio de las viudas
Las murallas de Jericó
Dos hombres sin un destino
"Elvis Presley, que estás en los cielos..."
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Parte muy importante de la película es su bella fotografía y las composiciones para la banda sonora por parte de George Pinton, utilizando la canción Música poética de Carl Off y Gunild Keetman para su tema central, como la versión que hizo Hans Zimmer para Amor a quemarropa, de Tony Scott, como homenaje a esta película.

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Elprimerhombre ha visto Bonnie and Clyde, de Arthur Penn, una película ambientada durante la Depresión Americana, allá por 1931, cuyos protagonistas son la entrañable pareja de gángsters Bonnie Parker y Clyde Barrow.
La historia comienza con un encuentro fortuito de la famosa pareja. Ella (Bonnie) vive con su madre y la vemos en su habitación preparándose para ir a trabajar de camarera, asqueada de la vida que lleva. Pero al mirar por la ventana ve a un tipo (Clyde) que observa el coche de su madre y ella le grita desde su ventana que se aparte de ahí y baja rápidamente. Cuando se encuentran afuera hay un interesante diálogo entre ambos y Bonnie, aún sabiendo que Clyde le acaba de decir que ha estado dos años en la cárcel por robo a mano armada, da una vuelta con él y poco después huyen porque él le demuestra que es un ladrón robando en una tienda de ultramarinos.
A partir de aquí empieza una terrible y romántica historia de amor en la que el espectador no puede evitar sentirse atraído por Bonnie y Clyde. Las escenas en las que están juntos, en las que se miran y hablan, son de una gran belleza estética. Bonnie (Faye Dunaway) tiene un impecable peinado que le hace resaltar su bello rostro, cuyos ojos denotan durante toda la película una cierta esperanza y a la vez una temible angustia. Y Clyde (Warren Beatty) tiene una simpática sonrisa y un traje que le queda a la perfección, siendo el vestuario de ambos exquisitamente impecable, resaltando sobre todo los sombreros y las camisas blancas de él y los bellos vestidos de ella.
Aunque no sólo sobresalen ellos dos, sino que también están bien acompañados por personajes que se les van uniendo durante la historia, como el chico llamado C.W. Moss (Michael J. Pollard) que conocen en una gasolinera y al que ven capaz de acompañarles ya que sabe bastante de coches, o el hermano de Clyde, Buck (Gene Hackman), que también ha estado en prisión y al final se les une también, aunque su mujer, Blanche (Estelle Parsons, que ganó el Oscar), no esté nada de acuerdo y a la que vemos durante toda la película enemistada con Bonnie y gritando histérica en las escenas de violencia.
Lo único que se le puede reprochar a esta película son los primeros planos del comienzo de Faye Dunaway que parecen estar rodados torpemente, con un montaje no muy bien conseguido, además de la secuencia en la que visitan a la madre de Bonnie, un tanto extraña por planos en cámara lenta, con una fotografía más apagada, quizás hecho a propósito para presagiar el final. Por lo demás, esta película, producida por Warren Beatty, es una obra maestra de Arthur Penn, rodada magistralmente con bellísimos encuadres, cuya escena final es una de las más conocidas de la historia del Cine.
Pero hay una escena en los diez primeros minutos que me encanta por su precisión y sobre todo por la actuación de Beatty y Dunaway. Antes de robar en la tienda de ultramarinos, Bonnie y Clyde están bebiendo coca-cola y él además tiene una cerilla en la boca. Y al no creerse ella que él haya robado a mano armada, Clyde le enseña el arma. Bonnie la toca y le dice que no le cree capaz de utilizarla. Entonces él le dice que se espere ahí. Cuando huyen con el dinero, mientras suben a un coche, se dan a conocer sus nombres. Los primeros planos de ambos mientras beben coca-cola son de una gran belleza, con una mirada y unos gestos de Dunaway realmente sensuales y creíbles y el movimiento de la cerilla en la boca de Beatty, cuando le enseña el arma, es muy acertado. Todo esto, unido a una gran fotografía de Burnett Guffey (que ganó el Oscar) llega a ser una escena memorable.
Como curiosidad, la historia está basada en la banda de los Barrow, que así era conocida en aquella época, como bien dice Bonnie en un bello poema que escribe titulado “La historia de Bonnie y Clyde”, el cual es publicado en los periódicos. Y la película se rodó durante diez semanas en el Noreste de Texas, en las ciudades donde actuó esta banda, y cuya zona aún es llamada “Clyde Barrow Country”.
En definitiva, una obra maestra muy bien rodada, con una buena fotografía y con unas actuaciones estelares de Warren Beatty y Faye Dunaway, cuya historia de amor nos llega a emocionar, hasta llegar al conocido trágico final en una escena impresionante por su extremada violencia.
Un saludo!
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En esta, el personaje es un fanático de Maradona, que conoce toda su vida y su trayectoria como futbolista. Un día de lluvia, mientras va corriendo por el bosque, se encuentra una raíz de un árbol arrancada del suelo y le ve un cierto parecido a su ídolo. Entonces decide cortarla y arreglarla un poco para llevársela a Maradona, que está en una clínica.
La película comienza como un documental, con conocidos del protagonista que explican el fervor que tiene el chico por Maradona. Es gracioso ver a la gente del pueblo hablar delante de las cámaras de forma tan natural; y eso es lo que más alabo a este director, que consiga esa naturalidad.
He llegado a leer que casi todo el mundo coincide en que “el director argentino se deja llevar demasiado por una concepción del mundo excesivamente ingenua y llena de bondad; que parece imposible encontrar en el mundo real personajes tan humanos y llenos de buenas intenciones que en sus viajes sólo se cruzan con otros personajes aún más humanos y bienintencionados”.
Y, al respecto de esto, yo me pregunto: ¿Para qué está el Cine sino para contar historias que no existen en la realidad? ¿No es ya triste que nos choque tanta amabilidad? No exageremos en lo que vemos porque, en ningún momento, mientras veía la película, pensé en que las situaciones eran demasiado forzadas, ni llenas de tanta bondad. Además, soy el primero en que me entren ganas de vomitar cuando veo una escena demasiado cargada de amabilidad o ternura, como me pasó con Qué Bello es Vivir, de Capra (uy!ahora locoporelcine me matará).
Una Historia Verdadera, de Lynch, es otro ejemplo de road movie, muy parecida a esta, pero con un abuelo en vez de un chico; y qué casualidad, también el protagonista se encuentra a gente amable en su camino que le ayuda a llegar a su destino.
Entonces, me planteo dos cosas:¿No será que debemos viajar en cortadora de césped o haciendo autostop para encontrar a gente amable en nuestro camino? ¿O simplemente que Sorín es tan surrealista como Lynch?
Ustedes dirán. Un saludo.