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Luna de papel (1973)


El negocio de las viudas

Una de las parejas de embaucadores más simpáticas de la historia del cine (y seguramente las más entrañable) es la que formaron Ryan O'Neal y su hija Tatum O'Neal en la película Luna de papel, de Peter Bogdanovich, que acababa de juntarse con Francis Ford Coppola y William Friedkin para fundar "The Directors Company", que fue un acuerdo de producción con Paramount Pictures para dar a los directores carta blanca mientras se ciñeran al presupuesto. Con esta película, Bogdanovich volvió a rodar en blanco y negro después de que ya lo hiciera en 1971 con su famosa La última película, aunque la diferencia más notable entre las dos es que esta última no ha envejecido muy bien, al contrario que la película de la peculiar pareja, una fabulosa road movie que contiene humor, algo de acción, un poco de suspense, y muchos más detalles que habrá que destacar, dirigida por un Bogdanovich en estado de gracia.

Sucedió una noche (1934)


Las murallas de Jericó

Una de las "screwball comedy" más conocidas de la historia del cine (y considerada habitualmente como la primera de ellas) la encontramos en la película Sucedió una noche (1934), el primer gran éxito de Frank Capra y la primera en conseguir los Oscars de las 5 categorías más importantes: película, director, actor, actriz y guión, algo que después volvieron a conseguir Alguien voló sobre el nido del cuco (1975) y El silencio de los corderos (1991). Este tipo de comedias se caracterizan por ser comedias románticas que se hicieron muy populares en las décadas de los 30 y 40 en Hollywood, cuya pareja protagonista solía tener una relación de amor-odio llena de enredos y cuyos diálogos estaban llenos de picardía. Como curiosidad, el film de Capra fue un inesperado éxito de Columbia Pictures, después de haberse fundado diez años antes por Harry Cohn, y su pareja protagonista ya era bastante conocida por aquel entonces: Clark Gable y Claudette Colbert. Él venía de la MGM y ella de la Paramount, y es que Harry Cohn solía contratar a estrellas que no estaban a gusto en otros estudios.

Agárrate el pañuelo, Tatiana (1994)


Dos hombres sin un destino

Hay muchas personas que creen que sus vidas son aburridas, marcadas por la rutina diaria y en las que no ocurre nada apasionante. Pero para encontrar vidas insulsas y llenas de personajes absolutamente caricaturescos están las películas de Aki Kaurismäki, en las que podemos conocer a tipos tan curiosos como la pareja protagonista de Agárrate el pañuelo, Tatiana (1994), un film de cincuenta y seis minutos de duración, y rodado en blanco y negro, en el que el director finlandés nos cuenta una peculiar road movie ambientada en los años 60. La historia empieza con un hombre, llamado Valto (Mato Valtonen), al que vemos coser vestiditos de niña mientras su madre va doblándolos y metiéndolos en cajas. Poco después él se da cuenta de que no queda más café en el piso y su madre le dice que ya comprará al día siguiente a lo que él reacciona encerrándola en una habitación. Después le coge dinero de su bolso, se marcha a recoger un paquete a la oficina de correos, que resulta ser una cafetera para el coche, y luego toma dos cafés en un bar. Más tarde se va a ver al mecánico, llamado Reino (Matti Pellonpää), que le está arreglando el coche y, después de pagar la factura, Volta le comenta que para probarlo van a emprender un viaje que el espectador no olvidará jamás.

Mystery Train (1989)


"Elvis Presley, que estás en los cielos..."

Aparte de ser un icono musical, uno de los mitos universales del siglo XX ha sido, es, y será Elvis Aaron Presley, más conocido por Elvis Presley (o Elvis a secas), considerado como el Rey del Rock and Roll y admirado por alocadas fans, e imitado, antes y después de su muerte, por incontables devotos. En 1989, Jim Jarmusch, el director de cine independiente por antonomasia de las dos últimas décadas, escribió y dirigió Mystery Train, una película de vidas cruzadas dividida en tres historias paralelas que ocurren en Memphis (Tennessee, Estados Unidos), en la que la figura de Elvis es omnipresente. Jarmusch deja su imprenta con un ritmo bastante pausado y unos personajes difíciles de catalogar, cuyas situaciones y diálogos tienen un punto de humor que es lo más destacable de la película.


En el primer relato, titulado "Lejos de Yokohama", los protagonistas son dos japoneses, Jun (Masatoshi Nagase) y Mitzuko (Youki Kudoh), que llegan en tren a Memphis para ver el Estudio Sun, de donde surgieron músicos como Carl Perkins, Jerry Lee Lewis, Roy Orbison o el mismo Elvis Presley, y también para ir de visita a Graceland, la casa-mansión de El Rey. En el siguiente relato, titulado "Un fantasma", la protagonista es Luisa (Nicoletta Braschi), una italiana a la que se le ha muerto el marido y no puede partir para Roma debido a un contratiempo del avión en el que iba a viajar. Más tarde conocerá a una mujer llamada Dee Dee (Elizabeth Bracco) que no parará de hablar en todo momento. En el último relato, titulado "Perdidos en el espacio", los protagonistas son tres tipos: Johnny (Joe Strummer), al que llaman también Elvis, Will Robinson (Rick Aviles) y Charlie (Steve Buscemi), que después de un suceso, que marcará un antes y un después en sus vidas, acabarán totalmente borrachos. El punto de unión de las tres historias es un hotel de mala muerte al que van a parar todos los personajes por alguna causa que otra, regentado por un recepcionista (Screamin' Jay Hawkins, que fue cantante en la vida real) y un botones (Cinqué Lee), que son una pareja también bastante peculiar.


Con todo lo dicho, hay que decir que, en general, el ritmo lento del desarrollo de la película es idóneo para los relatos que se plantea Jarmusch, pero sí que en algunos momentos de las tres historias está a punto de hacerse pesado. Aunque a Jarmusch talento no le falta y siempre tiene un as guardado en la manga, como se puede ver claramente en la historia más floja, "Un fantasma", en la que Nicoletta Braschi, una mujer con la que Jarmusch ya había trabajado en Bajo el peso de la ley (1986), no brilla precisamente por su gran interpretación (y si no, vean La vida es bella, con su marido Roberto Begnini), pero a mi parecer Jarmusch sabe utilizar su inexpresividad para dar más personalidad a su personaje. Hay que resaltar el momento en que ella llama por teléfono a Roma desde el aeropuerto gritando en italiano, o cuando se le caen en la entrada del hotel todas las revistas que ha comprado después de que le incitara a ello el dueño de la librería. También, la última historia va mejorando mientras va avanzando la acción, sobre todo gracias a la gran interpretación de los tres protagonistas cuando están bastante borrachos, con un buen Joe Strummer, cantante y guitarrista de  la banda mítica The Clash, un buen acompañante Rick Aviles (más conocido por su papel en Ghost, de 1990) y un siempre eficaz Steve Buscemi.


Pero hay que hacer un punto y aparte en el relato crucial de la película, el de la pareja japonesa, cuyo papel es estelar. Son dos personajes para recordar; ambos son tal para cual, no están de acuerdo en casi nada. Además, él es un joven que está siempre serio y aunque ella le pregunta por qué siempre pone esa cara, él le contesta con una frase brillante: "Soy muy feliz, así es mi cara". De ahí, que ella intente hacerle reír en una escena muy cómica en la que le mira con tres diferentes caretos. Aunque la escena que sobresale por encima de todas es la que ella compara el rostro de Elvis con un Rey del Medio Oriente de la Antigüedad, con el mismo Buda, con la Estatua de la Libertad y con la misma Madonna.

En definitiva, Jarmusch consigue una película casi redonda, acompañada de una buena fotografía y una conveniente banda sonora, en la que tiene muy claro desde el primer minuto hasta el último, sin utilizar casi primeros planos y optando con bastantes planos generales en la primera historia.


"Una película llena de humor inteligente, con tres historias que hay que saborearlas paso a paso, de las que destaca la pareja japonesa de la primera, que están absolutamente brillantes"            



Leer critica Mystery Train en Muchocine.net

Malas tierras (1973)

Una huida para recordar

Con sólo cuatro películas en su haber, Terrence Malick es considerado como uno de los directores norteamericanos más importantes de su generación y de los más atípicos por sus pocas apariciones públicas. A la espera de su nueva película, The tree of life, que parece ser que se estrenará el año que viene, Malick ha sabido dotar a sus películas, aunque con bastante irregularidad, de una visión pesimista de la vida, utilizando una cuidada imagen y una voz en off en todas ellas.

Los veinte años en los que no rodó Malick no sólo suponen un tiempo en el que pareció retirarse del cine, con su negativa a rodar El hombre elefante y yéndose a vivir a Francia, sino que también significan un evidente cambio en la temática de sus argumentos. Mientras la magnífica Malas tierras (1973) y la insustancial Días del cielo (1978) se sitúan en paisajes austeros y desérticos (Dakota del Sur y Texas), cuyos protagonistas eligen su destino decidiendo caminos acertados o equivocados, en la segunda etapa, con la interesante pero larguísima La delgada línea roja (1998) y la aborrecible El nuevo mundo (2005), los personajes encuentran su destino sin tener elección, ubicados en sucesos importantes de la historia norteamericana (la Segunda Guerra Mundial y la conquista de la colonia Jamestown en 1607, con la historia de amor entre John Smith y Pocahontas). Esta última etapa vendrá marcada también por utilizar la voz en off con demasiada frecuencia para difundir pensamientos metafísicos y existencialistas, con un profundo sentimiento de amor hacia la naturaleza y un gran respeto hacia los indígenas que habitan en ella.

Pero sin lugar a dudas, su ópera prima Malas tierras es su obra maestra, donde Martin Sheen y Sissy Spacek crearon dos personajes antológicos, basados en la historia real de uno de los asesinos en serie más famosos de los Estados Unidos, Charles Starkweather y de la chica que le acompañó durante sus crímenes, Carol Anne Fugate, a finales de los años 50. En la película ella se llama Holly y será la narradora de la historia. Su madre murió de neumonía cuando era una cría y a la edad de quince años se traslada con su padre de Texas a Fort Dupree (Dakota del Sur). Allí conoce a Kit, un chico diez años mayor que ella que trabaja recogiendo basura aunque pronto será despedido, y con el que tendrá una historia de amor con terribles consecuencias. Ante la negativa del padre de Holly (interpretado por Warren Oates) a que esa relación lleve su curso, Kit se la querrá llevar consigo a la fuerza, entrando en su casa para recoger sus cosas y disparando a su padre provocándole la muerte. Apartir de este suceso, Kit y Holly iniciarán una huida en la que habrán más asesinatos perpretados por Kit, pasando por bellos paisajes como el desierto de Montana.

Terrence Malick escribe, produce y dirige este relato sobrecogedor y fascinante, en el que sorprende sobre todo la terrible frialdad con la que Kit ejecuta a sus víctimas, con una prodigiosa actuación de Martin Sheen que consigue uno de los mejores asesinos en serie que se hayan interpretado en el cine, con un parecido intencionado a James Dean, el mismo referente que tuvo el personaje real. Y qué decir de la actitud tan extraña de Holly, de una mezcla de ingenuidad y a la vez de falta de remordimientos, simplificada en la espléndida escena en que Kit dispara a un antiguo compañero de trabajo por temor a que avise a la policía y mientras este permanece herido en su casa ella le pregunta a Kit si se habrá enfadado por haberle disparado y le va a hacer compañía mientras agoniza. Otro momento glorioso es la secuencia de su instalación al lado de un río en una alameda, construyendo una casa en los árboles, donde Kit disparará a tres cazarecompensas.

Parte muy importante de la película es su bella fotografía y las composiciones para la banda sonora por parte de George Pinton, utilizando la canción Música poética de Carl Off y Gunild Keetman para su tema central, como la versión que hizo Hans Zimmer para Amor a quemarropa, de Tony Scott, como homenaje a esta película.

"Rodada hace treinta y seis años, Malas tierras sigue siendo una película admirable en la que encontramos hallazgos formidables en la narración, con una gran calidad tanto de los diálogos como de la voz en off de Holly"




Leer critica Malas tierras en Muchocine.net

Bonnie and Clyde (1967)



Elprimerhombre ha visto Bonnie and Clyde, de Arthur Penn, una película ambientada durante la Depresión Americana, allá por 1931, cuyos protagonistas son la entrañable pareja de gángsters Bonnie Parker y Clyde Barrow.



La historia comienza con un encuentro fortuito de la famosa pareja. Ella (Bonnie) vive con su madre y la vemos en su habitación preparándose para ir a trabajar de camarera, asqueada de la vida que lleva. Pero al mirar por la ventana ve a un tipo (Clyde) que observa el coche de su madre y ella le grita desde su ventana que se aparte de ahí y baja rápidamente. Cuando se encuentran afuera hay un interesante diálogo entre ambos y Bonnie, aún sabiendo que Clyde le acaba de decir que ha estado dos años en la cárcel por robo a mano armada, da una vuelta con él y poco después huyen porque él le demuestra que es un ladrón robando en una tienda de ultramarinos.

A partir de aquí empieza una terrible y romántica historia de amor en la que el espectador no puede evitar sentirse atraído por Bonnie y Clyde. Las escenas en las que están juntos, en las que se miran y hablan, son de una gran belleza estética. Bonnie (Faye Dunaway) tiene un impecable peinado que le hace resaltar su bello rostro, cuyos ojos denotan durante toda la película una cierta esperanza y a la vez una temible angustia. Y Clyde (Warren Beatty) tiene una simpática sonrisa y un traje que le queda a la perfección, siendo el vestuario de ambos exquisitamente impecable, resaltando sobre todo los sombreros y las camisas blancas de él y los bellos vestidos de ella.



Aunque no sólo sobresalen ellos dos, sino que también están bien acompañados por personajes que se les van uniendo durante la historia, como el chico llamado C.W. Moss (Michael J. Pollard) que conocen en una gasolinera y al que ven capaz de acompañarles ya que sabe bastante de coches, o el hermano de Clyde, Buck (Gene Hackman), que también ha estado en prisión y al final se les une también, aunque su mujer, Blanche (Estelle Parsons, que ganó el Oscar), no esté nada de acuerdo y a la que vemos durante toda la película enemistada con Bonnie y gritando histérica en las escenas de violencia.

Lo único que se le puede reprochar a esta película son los primeros planos del comienzo de Faye Dunaway que parecen estar rodados torpemente, con un montaje no muy bien conseguido, además de la secuencia en la que visitan a la madre de Bonnie, un tanto extraña por planos en cámara lenta, con una fotografía más apagada, quizás hecho a propósito para presagiar el final. Por lo demás, esta película, producida por Warren Beatty, es una obra maestra de Arthur Penn, rodada magistralmente con bellísimos encuadres, cuya escena final es una de las más conocidas de la historia del Cine.



Pero hay una escena en los diez primeros minutos que me encanta por su precisión y sobre todo por la actuación de Beatty y Dunaway. Antes de robar en la tienda de ultramarinos, Bonnie y Clyde están bebiendo coca-cola y él además tiene una cerilla en la boca. Y al no creerse ella que él haya robado a mano armada, Clyde le enseña el arma. Bonnie la toca y le dice que no le cree capaz de utilizarla. Entonces él le dice que se espere ahí. Cuando huyen con el dinero, mientras suben a un coche, se dan a conocer sus nombres. Los primeros planos de ambos mientras beben coca-cola son de una gran belleza, con una mirada y unos gestos de Dunaway realmente sensuales y creíbles y el movimiento de la cerilla en la boca de Beatty, cuando le enseña el arma, es muy acertado. Todo esto, unido a una gran fotografía de Burnett Guffey (que ganó el Oscar) llega a ser una escena memorable.

Como curiosidad, la historia está basada en la banda de los Barrow, que así era conocida en aquella época, como bien dice Bonnie en un bello poema que escribe titulado “La historia de Bonnie y Clyde”, el cual es publicado en los periódicos. Y la película se rodó durante diez semanas en el Noreste de Texas, en las ciudades donde actuó esta banda, y cuya zona aún es llamada “Clyde Barrow Country”.


En definitiva, una obra maestra muy bien rodada, con una buena fotografía y con unas actuaciones estelares de Warren Beatty y Faye Dunaway, cuya historia de amor nos llega a emocionar, hasta llegar al conocido trágico final en una escena impresionante por su extremada violencia.

Un saludo!



Leer critica Bonnie and Clyde en Muchocine.net

El camino de San Diego (2006)


Elprimerhombre les va a hablar de El camino de San Diego, nueva película de Carlos Sorín, al que le estoy cogiendo el mismo cariño que él impregna en sus personajes. Con este film, Sorín acaba una trilogía que empezó con Historias Mínimas y siguió con Bombón, el Perro. En las tres películas, los protagonistas son gente normal y corriente que sobreviven con lo que tienen casi siempre con una sonrisa en la boca. De ahí que la trilogía se conozca con el nombre de “los invisibles”, los antihéroes.

En esta, el personaje es un fanático de Maradona, que conoce toda su vida y su trayectoria como futbolista. Un día de lluvia, mientras va corriendo por el bosque, se encuentra una raíz de un árbol arrancada del suelo y le ve un cierto parecido a su ídolo. Entonces decide cortarla y arreglarla un poco para llevársela a Maradona, que está en una clínica.

La película comienza como un documental, con conocidos del protagonista que explican el fervor que tiene el chico por Maradona. Es gracioso ver a la gente del pueblo hablar delante de las cámaras de forma tan natural; y eso es lo que más alabo a este director, que consiga esa naturalidad.

He llegado a leer que casi todo el mundo coincide en que “el director argentino se deja llevar demasiado por una concepción del mundo excesivamente ingenua y llena de bondad; que parece imposible encontrar en el mundo real personajes tan humanos y llenos de buenas intenciones que en sus viajes sólo se cruzan con otros personajes aún más humanos y bienintencionados”.
Y, al respecto de esto, yo me pregunto: ¿Para qué está el Cine sino para contar historias que no existen en la realidad? ¿No es ya triste que nos choque tanta amabilidad? No exageremos en lo que vemos porque, en ningún momento, mientras veía la película, pensé en que las situaciones eran demasiado forzadas, ni llenas de tanta bondad. Además, soy el primero en que me entren ganas de vomitar cuando veo una escena demasiado cargada de amabilidad o ternura, como me pasó con Qué Bello es Vivir, de Capra (uy!ahora locoporelcine me matará).

Una Historia Verdadera, de Lynch, es otro ejemplo de road movie, muy parecida a esta, pero con un abuelo en vez de un chico; y qué casualidad, también el protagonista se encuentra a gente amable en su camino que le ayuda a llegar a su destino.

Entonces, me planteo dos cosas:¿No será que debemos viajar en cortadora de césped o haciendo autostop para encontrar a gente amable en nuestro camino? ¿O simplemente que Sorín es tan surrealista como Lynch?

Ustedes dirán. Un saludo.

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