
Esclavas del Espacio (Slave Girls from Beyond Infinity, 1987)
Perpetrado por Cecil B. Demente en 9:06
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La película empieza cuando dos macizas del espacio exterior aparcan su platillo volante al lado de un parque de atracciones. Una vez en tierra firme, dos feriantes intentan ligar con ellas, pero las hembras del espacio se defienden con una especie de spray antiviolador intergaláctico. Por otro lado conocemos a Marcos, un valiente boxeador que celebra su último triunfo llevando a una chica del pueblo a la feria. Ambos suben a bordo de la nave espacial pensando que es una atracción más, y allí son abducidos junto a otros pasajeros, gente de buena familia y algunos gángsteres de tres al cuarto. Mientras tanto, en la tierra, el manager de Marcos y un científico que conoce todos los entresijos de la trama, siguen a la nave en su viaje gracias a un complicado sistema de cámaras de vigilancia (¡¿?!). El platillo llega a Sibila, el planeta de las mujeres invasoras, aunque no se ve ni nada ni a nadie, porque “es la hora del descanso” según dice una. El planeta está gobernado por un par de gemelas, la una buena y maciza, y la otra mala y más maciza aun. Aunque quien lleva la voz cantante es la última, que prepara un perverso plan contra los terrícolas y su planeta.

El principal causante de tanto mal cinematográfico es Alfredo B. Crevenna, un realizador mejicano con más de 140 películas a sus espaldas, todas tan buenas como ésta y algunas perpetradas a mayor gloria de Santo, “El enmascarado de plata” (¡qué grande es el cine, leñe!). Echarle un ojo a su filmografía es toda una experiencia, ya que en ella se encuentran producciones tan socarronas como Échenme al vampiro (1963), Neutrón contra el criminal sádico (1964), Los endemoniados del ring (1965), Las muñecas del King Kong (1981), De súper macho a súper hembra (1989), El mil abusos (1990) y Ni ángel ni demonio… un macho! (1992). Todas de obligado visionado, seguro.

Crevenna se rodea aquí de la flor y nata del cine charro; Rogelio Guerra, un actor muy dado a lo que llaman Enchilada Western y que salía en la emblemática telenovela Los ricos también lloran (1979). Lorena Velásquez, un icono de la ciencia ficción tex-mex y chica-Santo por excelencia, que ha trabajado en títulos tan llamativos como Las luchadoras contra la momia (1964), y Las lobas del ring (1965). Elizabeth Campbell, actriz y gladiadora que ha repartido leña en Las mujeres panteras (1967) y Peligro…! Mujeres en acción (1969). Y Maura Monti, actriz que ha puesto sus muslos al servicio de productos tan nocivos como SOS Conspiración bikini (1967), Minifaldas con espuelas (1969) y El misterio de los hongos alucinantes (1969). Bendita locura la del cine mejicano, vive Dios.

No resulta nada difícil hacer una lectura misógina de El planeta de las Mujeres Invasoras, ya que la película no se caracteriza ni por su sutileza ni por sus valores progresistas. Las habitantes de Sibila son tan bellas como desalmadas, mujeres guerreras con las curvas bien puestas en los sitios correctos, y todas en edades casaderas. ¿De donde salen? ¿Practican el sexo? ¿Las fabrican? La cinta pasa por alto temas tan controvertidos como la perpetuación de la especie y es un dato curioso que las mujeres invasoras tengan todas la misma edad y complexión. Ni demasiado jóvenes, ni demasiado viejas, en su punto. Se pone así de manifiesto que más que un ente extraterrestre real, con unas necesidades reales, son un concepto, el concepto nada favorable que tienen los autores de la nueva mujer liberada. En el filme, las marcianas quieren invadir nuestro planeta, pero la atmósfera de la Tierra les resulta dañina, por lo que planean secuestrar a niños para implantarse sus pulmones. Quizás, de alguna manera muy tosca, lo que nos quiere decir la película es que la liberación de la mujer será a costa de los niños.
Pero dejando a un lado turbios e inconscientes mensajes sociales, esta sopa espacial le debe mucho a seriales televisivos como Flash Gordon (1936-1940), hasta el punto que la estética pulp de los cohetes e incluso los uniformes de las invasoras, recuerdan los de aquella añeja producción. La dirección es plana, los decorados de todo a un euro, los diálogos folletinescos y la trama más inconsistente que una pompa de jabón. El Planeta de las Mujeres Invasoras es una caspa espacial de fuerte sabor mejicano y con un entendimiento psicotrónico y pop de la acción. La película plantea situaciones que no sabe resolver y se haga larga en demasía, pero tiene una atmósfera de festiva inocencia que simpatiza con el espectador. Es una huída hacia delante en la que nadie se detiene a hacer preguntas, querían una película de ciencia ficción con muchas tías buenas, la querían rápido, y pese a quien pese, la tuvieron. Vaya si la tuvieron.
La frase: “¡Espero que nadie más desafíe mis lanzas necrolumínicas!”
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¡Ah! Como me fascinan esos híbridos que cruzan dos ideas a las que el sentido común ha impuesto una orden de alejamiento, ideas tontas y descabelladas que solo tienen cabida dentro de una comprensión Friki Heavy Metal del séptimo arte. Películas como El grandioso hombre de Pekín, que juntan Tarzán y King Kong, o la más reciente Fido, que mezcla el mondo zombie de Romero con la comedia familiar americana. Algo parecido a lo que sucede en Arena (El ring de las Galaxias), experimento fílmico que pretende meter en el mismo saco a Sylvester Stallone y George Lucas, situando un personaje creado a imagen y semejanza de Rocky Balboa en medio de un contexto de fantasía espacial a lo Star Wars… ¡Vaya tela! Como mezclar agua con aceite, el tocino con la velocidad, o el pan dulce con el culo de Ray Liotta. Chocante, ridículo y a ratos, divertido.
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Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana… Una estación espacial surca el cosmos habitada por criaturas de todas las formas y colores, entre ellas Steve Armstrong, un pobre mindundi sin oficio ni beneficio que solo aspira a poder conseguir la pasta suficiente para pagarse el billete de regreso a la Tierra. Tras una redada en un casino se ve involucrado en un lío de deudas con la mafia espacial, por lo que necesitará reunir rápidamente una cuantiosa suma de dinero. Para conseguirlo se alistará como luchador en la Arena, el mayor espectáculo de la galaxia, una especie de Pressing Catch intergaláctico donde gladiadores de todos los planetas se meten unos sopapos de aúpa. Como hace 50 años que ningún terrestre participa en ninguno, ni mucho menos gana, Steve se irá convirtiendo, combate tras combate, victoria tras victoria, en la gran esperanza de la raza humana.
He-Man en una de sus fugaces apariciones en el show televisivo de Humor Amarillo.
La peli cumple lo que promete, unos malos muy malos, unos buenos muy buenos, bichos feos, chicas jamonas, rayos láser y diversas peleas de boxeo entre humanos y monstruos, monstruos y robots, o incluso humanos contra insectos gigantes del espacio exterior (¡bravo!). En el rol protagonista tenemos a un sosaina con el cuerpo de He-Man y la misma mala uva que Mary Poppins, un paleto rubiales al que desde la primera escena estás deseando que alguien le parta su carita de niño bueno. La ambientación es salchichera pero resultona, se palpa en el ambiente que dos años antes habían estrenado Masters del Universo, porque parece que la rodaron con disfraces y escenarios desechados de aquella producción, cosa que se hace muy evidente en el look cutre pero entrañable de los monstruitos. Entre las chicas macizas de rigor destacamos la estimulante presencia de Claudia Christian, actriz que se dedicó a enseñar cacho en la década de los 80’s y que algunos recordarán por su papel en Hidden (Oculto) o por salir en la popular serie Babylon 5, ganadora de los premios Emy y Hugo.
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Horn, el hijo bastardo de Chewbacca y Mr. T.
Que nadie espere encontrar aquí luchas titánicas y coreografías de otro mundo, la peli carece de toda épica y el director utiliza alegremente el primer plano para evitar que se haga demasiado evidente lo ridículo de algunos combates. Esta caspa espacial es tan bizarra como modesta, uno de esos clásicos de videoclub que se ven más por nostalgia y vicio que por otra cosa. Aish, los 80’s, ¡qué época! Parecía que todo era posible…
La frase: “Ve a darte un baño de iones para fortalecer tus músculos.”
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La película empieza con una intro calcada a la de Star Wars (pero en un principio se lo perdonamos porque, ¿qué fantasía espacial de los 80 no se parece a Star Wars?). Luego te presentan a Galaxina sentada en su sillón de mando: pelo rubio, alta, vestida de inmaculado color blanco y con los labios más rojos que has visto en tu vida. Y te dices… ¡Coño, esta tía está buena! Si al hecho que la chica sea una escultural y silenciosa máquina, le sumas el acertado juego de luces y colores de la nave y la estética pop, esto le da un halo de misterio y sex-appeal al personaje que no está nada mal para empezar. Pero cuidado, ¡no pongan sus diales en “friquis salidos”! ¡Todavía no!

La ilusión de lo que podría ser se desvanece antes de lo que se tarda en decir “Luke Skywalker”, cuando aparecen los demás personajes y empiezan a contar chistes malos y a comportarse como idiotas, porque resulta que la peli es una comedia, y sin puta gracia por cierto. La cinta intenta ser una burda parodia de famosos taquillazos de la ciencia ficción del momento, con diversas referencias a filmes como La Guerra de las Galaxias, Alien, Star Trek o 2.001. Pero la falta de tono adecuado, los chistes ñoños y ese estira y afloja continuo entre la comedia más estúpida y la fantasía más sobria (de las cuales yo me hubiera decantado por esta última, no lo duden), hacen que la cosa descarrile estrepitosamente.


Aun así, se agradece que el espíritu que comentábamos al principio asome la cabeza de vez en cuando, ya que lo mejor de la película es cuando Galaxina se encuentra sola, sin ningún partenaire cómico que estropicie la escena. No está carente de cierto morbo ver como se enfrenta al peligro o seguirla en sus paseos por la desolada nave, ahí es cuando brilla más su personaje y la peli adquiere un tono más triste y mágico, mucho más acorde con la dirección.

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