
He aquí, una nueva aproximación al personaje de Robin Hood. Creo que sólo conozco a una persona que no se sepa la historia de pe a pa y se trata de la hija de un amigo que nació hace apenas un par de semanas. Como se suele decir en estos casos, la película apuesta por intentar dar una nueva vuelta de tuerca a la historia que ya conocemos y, en ese sentido, cabe reconocer que la cinta lo consigue, centrándose más en la forja del mito y cómo llegó a convertirse en el popular personaje, más que en sus peripecias en sí, robando a los ricos para dárselo a los pobres. En ese sentido la película se acerca más a “Robin Hood, la leyenda” que a “Las aventuras de Robin Hood”, para que nos entendamos, alejándose así de sus anteriores adaptaciones, algunas de ellas tan populares como Robin de los bosques (no veo yo a Russell Crowe dando los saltitos de Errol Flynn), la adaptación animada de la Disney, la crepuscular Robin y Marian o Robin Hood, Príncipe de los ladrones (con un Kevin Costner luciendo el pelo de Bon Jovi).

Al lío. Lady Marian, deberá hacer de tripas corazón (de León), instalando al desconocido en su casa y haciéndolo pasar por su marido a los ojos de la gente, para evitar perder sus bienes, al no tener descendencia, por mucho que en un principio le repugne la idea de compartir estancias con un individuo tan arrogante. Pero ustedes ya saben que “los que se pelean se desean“ (y en cine más) y poco a poco la muchacha se irá sintiendo más cercana al recién llegado. Por otra parte, muerto el Rey, su hermano pequeño El Príncipe Juan, heredará el trono y su primera medida será la de subir impuestos cosa mala a sus súbditos, en un afán recaptador que ríanse ustedes de la policía local de ciertos ayuntamientos. El pueblo, ahogado por las deudas deberá hacer frente como pueda a la subida de los impuestos que, los secuaces del rey, optarán por cobrar de formas altamente expeditivas. ¿Quién ayudará a las gentes de bien ante tal desdicha?
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Total, que la peli contiene grandes dosis de espada, brujería, dragones, rudos guerreros, bellas princesas, magia y un montón de cosas más, sacadas de un poema épico anglosajón que, se estima, fue redactado durante la primera mitad del siglo VI (pero recordemos que la bruja lleva tacones).

El director de la película es el veterano Robert Zemeckis, y entre su filmografía encontramos títulos tan conocidos como Tras el corazón verde, la trilogía de Regreso al futuro (solo por esto ya merece pasar a la posteridad), ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, La muerte os sienta tan bien, Forrest Gump (por la que consiguió el Oscar como mejor director), Contact, Náufrago o, su anterior trabajo, Polar Express (con la que ya empezó su idilio con este tipo de animación). Curioso como el hombre ha pasado de una película de animación tan infantil a una película de animación tan poco infantil. A cargo del guión encontramos a Roger Avary (el coleguita del amigo Tarantino) y a Neil Gaiman (el coleguita de Sandman y autor de la novela Stardust) y bajo los píxeles encontramos los rostros de Ray Winstone, Angelina Jolie, Anthony Hopkins, Robin Wright Penn o John Malkovich.


Referente a lo de la animación digital, pues ni fu ni fa. Está bastante bien aprovechada en los momentos de acción más espectaculares, pero en el momento en que dos personajes, simplemente, se ponen a hablar, la cosa empieza a chirriar escandalosamente (y ya no les cuento cuando, en el fragor de la batalla, al director le da por jugar con la cámara lento, entonces ya es descarado). Los gestos faciales, no lo duden, todavía no pueden competir con los de actores de carne y hueso y eso pesa bastante durante toda la película. No dudo de que la cosa vaya a más y que si siguen por este camino puede que tarde o temprano lo consigan, pero por el momento todavía les queda bastante camino por recorrer. Lo que no acabo de comprender es que teniendo a su servicio todas las posibilidades de la técnica digital los personajes envejezcan tan mal, porque parece como si les hubieran teñido el pelo con canas y les hubieran marcado cuatro arrugas (como en los telefilms de bajo presupuesto de las sobremesas) en lugar de conseguir que, por una vez, un personaje envejezca realmente en pantalla, notándosele el paso del tiempo.

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Buenos días, soy elputocriticón, con otro estreno más de dvd (la verdad es que últimamente me estoy dejando poco dinero en los cines, cuyos dueños se deben estar cagando en mi puta calavera). Hoy una de esas de batallas, espadas, escudos y ¡cuadriceps!: 300 … ¡Empezamos!
Bueno, pues la peli es una adaptación de una novela gráfica de Frank Miller, que últimamente se está poniendo las botas porque a todo el mundo le da por adaptar cosas suyas (quien se lo iba a decir después de que hiciera los guiones de Robocop 2 y 3). Y la cosa va de que los Espartanos (que en la peli, más que una civilización de guerreros, eso parece un gimnasio) no tienen ni putas ganas de pagar un tributo (o no se que de agua y tierra) a los Persas (cuyo cabecilla es un tio muy alto, negro, con voz de carajillo y una cara que parece un joyero) y a pesar de que estos últimos les ganan en número cosa mala, los Espartanos (que son de la teoría de que “pa chulo, chulo, mi pirulo”) se van a la batalla, sin pensárselo demasiado, con apenas 300 soldados.
¡Vaya puto rollo! Y es que, a mi no me molesta el hecho de que la peli sea un festival del croma, siempre y cuando la cosa vaya cogida de la mano de una buena historia, para ayudar a potenciarla, pero el caso es que en esta peli, simplemente, no hay historia, solo nos están contando ¡una puta batalla! Y es que incluso la batalla que nos están vendiendo, es muy sosa, no hay chicha (y la poca que hay está ya muy vista, ¡hostias!); y como mucho, lo poco que hay es épica. Pero es que para el director Zack Snyder (tiemblo solo de pensar que éste tipo se encargará de dirigir Watchmen) la épica consiste, puramente, en que los personajes griten como locos durante toda la peli (incluso cuando estén charlando amigablemente) y abusar de forma constante de la cámara lenta, que estoy seguro que si quitamos todas las cámaras lentas que tiene la cinta y las pones a velocidad normal, la peli no pasa de los 30 minutos, ¡coño! Y que no digo yo que el hombre no se esfuerce en sacar bonitos planos en ocasiones, pero es que todo lo demás está vacio, ¡que deje el cine y se ponga a hacer postales!
Resumiendo: Una puta batalla de hora y tres cuartos, plagada de robustos muchachos en calzones, paisajes y colorines imposibles y cantidad de cámara lenta para que el espectador se pueda recrear en los planos que se curra el señor director.
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