Canciones de amor y desesperanza
Dentro del movimiento cinematográfico francés llamado Nouvelle Vague hubo un director que quiso apostar por un proyecto musical que cuando se hizo realidad sorprendió tanto a crítica como a público. Ese hombre fue Jacques Demy y su película en concreto Los paraguas de Cherburgo (1964), cuya propuesta fue tan novedosa que resultó ser revolucionaria. La historia es un apasionante retrato del amor, plasmado con todo sentimiento a través de diálogos cantados, algo que era inusual en el género siendo el primer film en realizarlo enteramente (además sin ninguna coreografía). Su estreno resultó ser tan formidable que tuvo un gran éxito internacional y se ha convertido con creces en un clásico del cine europeo. Hay que decir que cuando Demy presentó su idea a su productor éste la rechazó y en Cannes de 1962 no hubo ningún comprador que le interesara el proyecto; pero, paradojas de la vida, en 1964 la película ganó la Palma de Oro en dicho festival de cine (también fue nominada en los Oscar como mejor película de habla no inglesa).
Lo que hay que resaltar por encima de todo de este virtuoso film es su habilidad por dejar maravillado al espectador desde el mismo comienzo de la escena inicial de las letras de crédito en la que vemos que empieza a llover y los ciudadanos pasan con sus paraguas de diferentes colores, obteniendo un momento eficaz y bello de presenciar ya que lo vemos desde un plano cenital. Y es que Demy sabe sacar mucho jugo de esta historia de amor tan sencilla y, a la vez, tan apasionada, protagonizada por dos jóvenes amantes: Geneviève (Catherine Deneuve) y Guy (Nino Castelnuovo). Ella vive con su madre, la señora Emery (Anne Vernon), ya que el padre murió, y trabajan juntas en una tienda de paraguas; y él es mecánico en un taller y vive con su madrina Elisa (Mireille Perrey). Ambos son tan felices y están tan enamorados que ya piensan en casarse y tener hijos, pero él tiene veinte años y ella únicamente diecisiete y su madre le dice que es demasiado joven para casarse. Además sucederán dos cosas que cambiarán el rumbo de sus vidas: la primera es que ellas reciben una carta donde les avisan que deben pagar 80.000 francos si no les embargarán, y ahí es cuando la madre decidirá vender un collar suyo para conseguir dinero, entrando en escena Roland Cassard (Marc Michel), un diamantista que le ayudará comprándole el collar y que se interesará por su hija; y Guy recibe una hoja de reclutamiento en la que le obligan partir a Argelia donde deberá estar dos años. Por eso la historia, que ocurre en Cherburgo desde el año 1957 hasta 1963, está dividida en tres partes: la partida, la ausencia y el regreso.
Jacques Demy, que falleció en 1990, mantuvo una buena relación con sus compañeros de oficio, como François Truffaut, Jean Luc Godard o Jacques Rivette, con quienes compartió su pasión por contar historias pero no la crítica que ellos ejercían en la revista de Cahiers du Cinema, al considerar que él no tenía la capacidad de hablar de cine sino que prefería plasmar sus historias en la pantalla, sin prestar tanta atención al análisis del apartado técnico de otras películas.
Estudió Bellas Artes, coincidiendo con el que sería su decorador Bernard Evein, con el que transformó una vieja ferretería abandonada en la tienda de paraguas de la película. Su colaboración dio pie a esos colores vivos y saturados que tanto interés tiene Demy de remarcar, junto con un vestuario que combina a las mil maravillas. Pero sobre todo hay que hablar de Michel Legrand, un gran amigo de Demy y autor de casi todas las bandas sonoras de sus películas. Ambos hablaron mucho de este proyecto y al final su colaboración y su total entrega dio unos resultados magníficos. Las diferentes melodías compuestas por Legrand según los diálogos de los protagonistas es de las cosas más acertadas de la película, hasta tal punto que se consigue que al espectador no le de la sensación de que está viendo algo absurdo sino al contrario, uno se mete de lleno en esta manera tan prodigiosa de mostrar los sentimientos profundos de unos personajes que parecen estar rodeados de una atmósfera bellísima obtenida con unas canciones a veces dramáticas y otras reflejando una felicidad radiante. Por supuesto, hay que tener también en cuenta la aportación del director francés, destacando la fabulosa escena en la que vemos la angustia que padece Geneviève a causa de la ausencia de su amado mientras fuera de la tienda se celebra el carnaval, siendo un fuerte contraste al dramático momento que está viviendo ella. También Demy acierta en la manera de seguir y mostrar el movimiento de los personajes, consiguiendo algún momento para recordar, como en el plano en el que se ve a la pareja de amantes que se mueve como flotando en el aire, montados encima de la plataforma del travelling (ver vídeo).
Estudió Bellas Artes, coincidiendo con el que sería su decorador Bernard Evein, con el que transformó una vieja ferretería abandonada en la tienda de paraguas de la película. Su colaboración dio pie a esos colores vivos y saturados que tanto interés tiene Demy de remarcar, junto con un vestuario que combina a las mil maravillas. Pero sobre todo hay que hablar de Michel Legrand, un gran amigo de Demy y autor de casi todas las bandas sonoras de sus películas. Ambos hablaron mucho de este proyecto y al final su colaboración y su total entrega dio unos resultados magníficos. Las diferentes melodías compuestas por Legrand según los diálogos de los protagonistas es de las cosas más acertadas de la película, hasta tal punto que se consigue que al espectador no le de la sensación de que está viendo algo absurdo sino al contrario, uno se mete de lleno en esta manera tan prodigiosa de mostrar los sentimientos profundos de unos personajes que parecen estar rodeados de una atmósfera bellísima obtenida con unas canciones a veces dramáticas y otras reflejando una felicidad radiante. Por supuesto, hay que tener también en cuenta la aportación del director francés, destacando la fabulosa escena en la que vemos la angustia que padece Geneviève a causa de la ausencia de su amado mientras fuera de la tienda se celebra el carnaval, siendo un fuerte contraste al dramático momento que está viviendo ella. También Demy acierta en la manera de seguir y mostrar el movimiento de los personajes, consiguiendo algún momento para recordar, como en el plano en el que se ve a la pareja de amantes que se mueve como flotando en el aire, montados encima de la plataforma del travelling (ver vídeo).
Esta película supuso el primer éxito de una joven Catherine Deneuve, que hay que decir que en las canciones la dobló Danielle Licari, una cantante francesa que se hizo muy popular en los años 60 y 70. Y es que, desde que se grabó la música, los actores ensayaron dos meses antes del rodaje y Demy daba indicaciones de cada escena tanto a ellos como a los cantantes que los doblaban, y Legrand les marcaba el tono melódico. Como curiosidad hay que comentar que el personaje de Roland Cassard ya apareció en Lola (1961), la ópera prima de Demy y es como una continuación de su vida, y el tema principal de la película fue nominado en los Oscars, igual que la banda sonora, y fue tan conocido que fue traducido al inglés con el nombre de "I will wait for you" e interpretado por artistas como Tony Bennett, Frank Sinatra o Liza Minnelli, entre muchos otros.
Y para redondear el buen gusto de boca que dejó esta película, en su siguiente trabajo Demy siguió con el musical y volvió a acertar realizando Las señoritas de Rochefort (1967), otra vez con Deneuve y también con su hermana Françoise Dorléac (el nombre real de Deneuve es Catherine Fabienne Dorléac), que murió malogradamente tres meses después de su estreno con tan solo veinticinco años. Aunque este film recuerda más a los grandes musicales de Hollywood, con canciones y bailes muy bien llevados, otra vez tenemos al amor como protagonista, jugando con el destino y el azar, y con el gran aliciente de tener entre el reparto a Gene Kelly, en una de sus últimas apariciones en la gran pantalla.
Y para redondear el buen gusto de boca que dejó esta película, en su siguiente trabajo Demy siguió con el musical y volvió a acertar realizando Las señoritas de Rochefort (1967), otra vez con Deneuve y también con su hermana Françoise Dorléac (el nombre real de Deneuve es Catherine Fabienne Dorléac), que murió malogradamente tres meses después de su estreno con tan solo veinticinco años. Aunque este film recuerda más a los grandes musicales de Hollywood, con canciones y bailes muy bien llevados, otra vez tenemos al amor como protagonista, jugando con el destino y el azar, y con el gran aliciente de tener entre el reparto a Gene Kelly, en una de sus últimas apariciones en la gran pantalla.
"Un maravilloso musical sin coreografías en el que vemos una inolvidable historia de amor y que se ha convertido en un clásico gracias a la magia que desprenden las melodías de sus diálogos enteramente cantados"
3 piquitos de oro:
Este film, que como bien se dice aquí, podría mover a la mofa generalizada por rozar la cursilería, sin caer en ella (algo parecido a la música de Prefab Sprout), tiene para mí, una de las escenas más tristes de la historia del cine. Concretamente, el final en la gasolinera en el reencuentro entre los dos protagonistas, mostrando cómo la vida y el paso del tiempo pueden diluirlo todo... ¡Qué pena!
Maestro Ciruela, estoy totalmente de acuerdo con usted. El final es muy triste y con la música aún pone más los pelos de punta. Pero fíjese que aún así, creo que Demy tuvo el acierto de introducir un pequeño momento cómico en el que el trabajador de la gasolinera le pregunta al personaje de Deneuve si quiere gasolina súper o ordinaria (cantando claro). En general, absolutamente brillante.
¡Gracias por comentar, y un saludo!
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