
Super 80's.
J.J.Abrams, se baja momentáneamente del Enterprise y desciende de las estrellas hasta el planeta tierra para perderse en un pequeño pueblo rural de la América más profunda para contarnos una historia fantástica protagonizada por unos pre-adolescentes, que se moverán por el escenario elegido en bicicletas, y que se verán involuntariamente inmersos en una aventura en la que deberán demostrar su valía haciéndole frente a un misterioso monstruo y a todo un grupo de militares armados hasta los dientes. A la vez, Abrams, regresa del futuro que nos mostró en su Star Trek para visitar nuestro pasado más inmediato, trasladándose hacia la década de los años ‘80 que, curiosamente, sigue estando muy de moda en este presente que vivimos, especialmente en lo que a cine se refiere. Y es que muchos han sido los que recientemente han echado la vista hacia atrás para regresar a los ‘80, pero pocos han sido los que han logrado convencer con sus trabajos. Hasta que ha llegado Abrams. ¿Cual es, entonces, la fórmula utilizada por el director para lograr que las cosas salgan bien? Simple. Hacer las cosas bien.
Regresamos a la Tierra y nos situamos en las instalaciones médicas donde reposa el único superviviente de la expedición espacial. Dicho astronauta, que va vendado como una momia egipcia, protagoniza una de esas escenas clásicas que tanto gustan a los aficionados; tras despertarse y deshacerse de sus ataduras, se sitúa frente al espejo para quitarse los vendajes, dejando al descubierto el terrible horror perpetrado por la radiación cósmica. El pobre está hecho un flan y enloquece. A continuación irrumpe una enfermera en la habitación trayendo consigo dos frascos de plasma sanguíneo que deja caer sobre el suelo y su calzado, aunque en la siguiente escena la vemos corriendo por el pasillo con los zapatos limpios y unos misteriosos arañazos en el rostro que no sabemos de dónde han salido. La susodicha cruza una puerta de cristal sin antes abrirla y finalmente es atrapada por el increíble hombre viscoso, que hace su aparición de repronto.
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La trama podría resumirse en términos pugilísticos. A un lado del cuadrilátero, con un peso de 75 toneladas, 85 metros de altura, 190 de envergadura, capaz de disparar rayos sónicos por la boca y de volar a una velocidad de Mach 3'5, tenemos al pájaro vampírico Gyaos. Y al otro lado, con 120 toneladas de peso, 80 metros de altura, la capacidad de disparar bolas de plasma explosivas y de volar a reacción a una velocidad de Mach 3, tenemos a la tortuga Gamera. Los demás elementos del argumento giran entorno a un marine, una joven ornitóloga, una colegiala con poderes místicos, una antigua profecía y unos enormes excrementos de pájaro.

No deja de ser sorprendente la despreocupada confianza que muestra la película por un material que ha puesto como loco mi bizarrómetro. Tanto los clichés del género como los viejos elementos reciclados aparecen aquí con una energía innovadora, gracias en parte a la acertada labor de su director, Shusuke Kaneko. Este realizador se encarga de darle una nueva capa de pintura a un género que estaba más manoseado que un trapo de cocina, y lo hace rodando una película orquestada con el sano propósito de defender que los trajes de goma espuma y las maquetas no están necesariamente reñidas con la espectacularidad. Aunque llamar espectacular a Gamera, Guardián del Universo es harina de otro costal.

La película transgrede muchos de los límites propios del género, y lo hace a la americana, modernizando su puesta en escena y dándole una sensación de ritmo y estilo a la acción. Tanto Gamera como Gyaos tardan en aparecer en pantalla, haciendo que crezca el interés en el espectador y que la acción vaya en aumento, hasta llegar al consabido clímax final en que dos tipos disfrazados se dan de manotazos ante una maqueta de Tokio. Resulta también curioso el tratamiento que la película hace de su personaje principal, Gamera, al que no vemos como un monstruo, ni tampoco como una tortuga, sino más bien como un superhéroe. Cuando este galápago mutante surca los cielos, no estaría fuera de lugar que alguno de los personajes secundarios soltara aquello de: “¿Es un pájaro? ¿Es un avión?”

La peli sigue teniendo los mismos problemas de lógica que cualquiera de sus antecesoras, pero ese espíritu innovador que comentábamos antes logra que esta extravagancia nipona entretenga, emocione y divierta. Otro de los puntos favorables del filme es ese humor que asoma la cabeza regularmente, ahí queda ese tendero quejándose de que la aparición del monstruo submarino ha provocado una subida en el precio del pescado. El éxito de la película, tanto artístico como comercial, propició el auge del género y dos secuelas que fueron rodadas por el mismo equipo. En ellas se repetiría la misma fórmula llegando incluso a superar los resultados de la primera entrega.
La frase: “Algún día te enseñaré como es Tokio sin monstruos.”
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Pero lo mejor sin duda es la deliciosa secuencia final que tiene un valor intrínseco en el desarrollo del film, siendo para siempre imborrable en la mente del espectador, viendo al mismísimo Kong (que es así cómo se llama, sólo aparece el nombre de King Kong en las letras de crédito del principio y del final) subir por la fachada del Empire State Building, acabando su huida en la cima, luchando por su vida y por la de su bella dama, recibiendo terribles disparos por aviones de combate, siendo finalmente derrotado chocando con el duro asfalto. Como dice Denham en una frase mítica pero poco consecuente, ya que el culpable es él, "no fueron los aviones, fue la bella quien mató a la bestia".


Fay Wray fue una importante actriz en esos años, trabajando con gente de la talla de Erich Von Stroheim, y en este film, en el que tuvo que usar una peluca rubia para ocultar su cabello oscuro, está perfecta en el papel de la bella Ann Darrow que deja conmocionado al gran Kong. A raíz de esto, debo resaltar una escena memorable en el barco, cuando Denham quiere filmarla sola, como ensayando para prepararla ante algo monstruoso que apareciera delante suyo. Es entonces cuando vemos cómo debe asustarse una actriz y resulta ser uno de los planos mejor resueltos de la película.












Hong Kong es muy grande porque en otro lado de la ciudad la gente sigue a lo suyo como si nada pasase. Disparos, pirotecnia, el bicho vuelve a caer y sube la música (¿dónde está Greenpeace cuando se les necesita?). Sangrante y malherido, empieza a escalar un rascacielos (se ve venir, se ve venir…) Samantha llega al lugar con lagrimillas en los ojos, cesa el fuego y la chica sube. Por fin se encuentran y sueñan en volver a la selva y en tener un mañana mejor, ¿puede haber esperanza para ellos? No, el ejército se lía a tiros otra vez e incluso la chica recibe más de un disparo, un helicóptero cae en llamas, los militares minan todo el edificio, Chen intenta impedirlo pero ellos son más y están entrenados. Más muerte y destrucción, el monstruo tira un par de soldados a los pies de su general en tono provocador, aunque el pobre está ya hecho trizas y se nos parte el corazón.

Última batalla, gran explosión, todo el edificio estalla, gorila y chica mueren. Chen entre las ruinas lleva en brazos el cadáver de Samantha, se lamenta en silencio por la incomprensión de los hombres con las luces de la ciudad al fondo. Sube la música y resuenan los tambores, fin.
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Lo que más llama la atención del filme es el uso de la cámara subjetiva para dotar de realismo una peli a todas luces fantástica, y me parece un requisito necesario compararla con otra cinta de muy reciente estreno y misma técnica. Estamos hablando de [REC], claro. La cinta de Balagueró y Plaza es una montaña rusa que juega a asustar al espectador y que se sirve de esta técnica para lograr ciertas dosis de efectismo que el bajo presupuesto le podría haber negado. Mientras que Monstruoso tiene un pulso narrativo más lineal y firme, un espléndido montaje que mantiene al corazón del espectador en un puño durante todo el metraje y un presupuesto con el que Balagueró haría pelis para el resto de su vida.



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Mediometraje realizado por la Sociedad Histórica de H.P. Lovecraft basado en el célebre cuento homónimo de este señor y que, en parte por quedarse contigo y en parte por falta de guita, está diseñado al estilo de las pelis mudas de los años 20 (ya saben, en blanco y negro y con cartelitos), como si hubiera sido estrenado justo después de escribirse el relato.


Al ver La llamada de Cthulhu he tenido una sensación parecida a cuando vas a un karaoke y sube alguien a cantar al escenario que le pone muchas ganas y se lo cree mogollón, ya sea porque el tema le llega mucho o por el exceso de alcohol en vena. Puede que el filme esté repleto de carencias económicas, artísticas y técnicas (como el amigo borracho del karaoke), pero seguro que no le falta actitud y tesón. Cosas como esta película son lo que pasa cuando los flipados del mundo se unen con un objetivo común.
El maquillaje de tez blanca y ojos y labios pintados está bastante logrado, pero los personajes no están todo lo bien caracterizados que deberían. No sé si es porque yo de este tipo de cine he visto principalmente comedias (me remito en particular a las de la factoría Chaplin y Keaton), pero creo que los actores deberían ser más teatrales y sobreactuar más. Aparte que estas pelis eran puro ingenio visual, y aquí falta algo de magia y pericia.

Que sea la adaptación más fiel que se ha hecho hasta la fecha de un cuento de Lovecraft juega a su favor, claro. Al igual que el escaso metraje (apenas tres cuartos de hora) y el hecho de que esté rodada en Mythoscope (técnica con la que se consigue el look años 20). La calidad de la imagen en cambio, dista mucho de lo que podría llegar a ser y la cosa se queda en un quiero y no puedo solo recomendable para los más versados en la obra de Lovecraft, los incondicionales de las rarezas cinematográficas, frikis, góticos, y demás gentes de mal vivir.
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Como el argumento de esta película es archiconocido voy a ir al grano. La producción de esta película es absolutamente impresionante. Todos los preparativos para hacerla fueron estudiados con lupa para no cometer ningún fallo. Ridley tenía tan bien pensada la película que hacía sus propios esbozos con apuntes detallados y lo hacía tan bien que los ejecutivos de la compañía se sorprendieron y le doblaron el presupuesto.
Para él era su segunda película, ya que antes había hecho Los duelistas, y ya me gustaría ser director de cine y que mi segunda peli tuviera la mitad de la calidad que esta, y que mi tercera fuera también como Blade Runner. Para Sigourney Weaver era su primera actuación en la gran pantalla ya que venía del teatro, y aunque al principio sus compañeros se quejaban de que no daba la talla, yo creo que hace un papelón como la teniente Ripley.
La estética está impresionantemente cuidada. Ridley lo quería todo como él se lo imaginaba, por eso se pasaba mucho tiempo estudiando los planos y los actores se cansaban tanto de esperar. Hasta alguna vez estuvieron parados tres días. Y ya os podéis imaginar a los productores, que iban al rodaje para averiguar por qué no se había rodado aún ningún plano, y de esta manera Ridley llegó a perder los estribos, preguntándose por qué no le dejaban en paz. Por eso, muchas tomas se tuvieron que rodar con lo que ya había, porque ya se sabe que “el tiempo es oro”, y nunca mejor dicho. Me pregunto que si hubiera tenido todo el dinero que quisiera y se hubiera tomado su tiempo, ¿qué obra aún más increíble hubiera salido? Bueno, nunca se sabrá si el resultado hubiera sido mejor.
Para acabar, los decorados diseñados por Giger y Ron Cobb, dos ilustradores maravillosos, son imprescindibles para la película. La claustrofobia que se percibe es bastante real, sobre todo para los actores, porque el decorado ocupaba toda una sala enorme y tenían que recorrerlo de una punta a otra para salir de la nave. Y la tensión y el suspense que hay en el largometraje se consigue al no mostrar todo y dejar que la imaginación del espectador haga el resto. Hasta Ridley Scott quiso provocar a sus actores esa tensión al no mostrarles nunca el ALIEN, menos cuando les tocaba su turno.
Un saludo!
Un río, un monstruo mutado, militares y mucha población aterrorizada son los alicientes de la peli, a lo que le sumaremos una familia unida para rescatar a la benjamina raptada por la criatura. La familia unida jamás será vencida.. si, ya, muy facha lo se (como “señales” del Shyamalan) pero nos suda el nabo ¡porque el monstruo mola!
Los veinte primeros minutos de la peli son la bomba y el espectador se monta sobre ella, como un barón Munchausen cualquiera, contemplando el espectáculo. ¡Muy grande! Después empiezas, irremediablemente, a pensar que la cosa ya está (que se quedará en un buen arranque y un final espectacular y que entremedio te tragarás más de una hora de aburrimiento) coincidiendo con un momento de bajón, pero esta sensación apenas dura diez minutos porque luego la peli vuelve a funcionar, carbura de nuevo, y encima el director nos regala buenas escenas, un suspense muy conseguido, planos geniales, toques de humor, diálogos estúpidos (muy de serie B), y un monstruo que cuando aparece ¡INCLUSO SUENAN TAMBORES! TAM TAM TAM TAM…
Resumiendo: Esta peli es como una paja, está hecha para disfrutar. Muy recomendable para todo hijo de vecino con ganas de monstruo y especialmente para fans del género.
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