Reconozco haber visto
Intocable, más por el fenómeno que se ha generado a su
alrededor y que la ha acabado convirtiendo en una de las grandes
sorpresas de taquilla de lo que llevamos de año, que por lo que me
pudiera llegar a interesar la historia que nos cuenta la cinta en sí
misma. Lo cierto es que a medida que iba comprobando como la gente
iba hablando de ella y se iba generando un boca oreja que terminaba
encumbrando esta cinta francesa sobre un tetrapléjico y su cuidador
hasta lo más alto de la taquilla, más me picaba la curiosidad sobre
qué se escondía realmente detrás del film. Lamentablemente el
film no esconde mucho más de lo que ya muestra su cartel. Por
cierto, ¿alguien sabe por qué han traducido el título original en
francés Intouchables, en plural, por el intocable, en
singular, español? ¿Tenían miedo que viendo al tipo en silla de
ruedas y al negro que tira de él, en el cartel, el público los
pudieran llegar a confundir con los amigos de Eliot Ness?
El
protagonista, Philippe, es un hombre extraordináriamente
rico, que quedó tetrapléjico después de sufrir un accidente
practicando parapente. Cuando debe elegir a su cuidador personal, de
todos los candidatos sobradamente cualificados y preparados para el
puesto, terminará escogiendo al único que se presentó a la
entrevista de trabajo sin ganas de aceptar el cargo. Driss,
un negro que acaba de salir de prisión, vive en un barrio
marginal de París, en el seno de una familia claramente
desestructurada. Ambos individuos no tienen nada en común y a pesar
de resultar claramente antagónicos terminarán entablando una sólida
relación de amistad que terminará cambiándoles la vida. Por si el
argumento todavía no ha conseguido tocarles la fibra de su tierno
corazoncito déjenme añadir que la historia está basada en hechos
reales.
Estamos,
sin duda, ante una de esas películas que persiguen hacer reir y
llorar al espectador. Y pretenden hacerlo a base de construir un
cocktail con diferentes elementos tan peliagudos como la discapacidad
física, el racismo, la inmigración, la diferencia de clases, e
incluso la delincuencia juvenil, todo ello aderezado con unas finas
gotas de humor negro como para quitarle relevancia a lo que se está
tratando (ver a un discapacitado recibir bolazos de nieve sin poder
defenderse puede sorprender a más de uno). En mi caso reconozco que
la cinta no logró ninguno de sus dos objetivos, ya que quizás por
obvios terminaron resultando menos efectivos. Aunque, no obstante,
debo agradecer que la película no venga acompañada de una fuerte
carga de moralina y sensiblería barata que suelen ofrecer este tipo
de productos.
Lo
cierto es que la película me pareció un cruce entre Paseando
a Miss Daisy y
Pretty Woman.
En cuanto a la primera resulta obvio: diferencia de clases, de razas,
donde un personaje trabaja al servicio del otro, y a pesar de ello, y
de una cierta tirantez al principio de su relación, los dos
protagonistas logran entablar una férrea amistad. En cuanto a la
segunda, se centra más en la diferencia de clases y sustituye la
historia de amor por una de amistad, pero también encontramos a un
personaje de clase social baja que debe aprender a guardar las
apariencias en según que tipo de actos, e incluso algunas escenas
parecen calcadas: como la de la ópera o la que los dos
protagonistas cogen un avión privado propiedad del personaje
acaudalado. Evidentemente en esta también hay un amigo que le
advierte de su nueva amistad y le habla del problemático pasado de
su nuevo ayudante y, si lo desean, pueden jugar a encontrar los
paralelismos entre la ama de llaves de la película, con el director
del hotel del film de Garry Marshall.
Probablemente
nos encontremos frente a la película más sobrevalorada en lo que va
de año, pero a diferencia de otros títulos, en este caso, resulta
fácil reconocer cual es la clave de su éxito: se trata de un drama
positivo que nos
viene a contar que por muy jodidas que estén las cosas siempre se
pueden encontrar factores que nos permitan seguir mirando hacia
delante. Además, el film, juega a resultar políticamente incorrecto
en algunas de sus secuencias, lo que supone un nuevo plus para caer
en gracia. Súmenle dos buenas interpretaciones (especialmente
conseguida la de Omar
Sy, el ayudante) y
ya tienen ustedes porque la cinta se ha acabado convirtiendo en el
film de habla no inglesa más taquillero de la historia. Pero no nos
engañemos. La historia no es nueva, los personajes no son nuevos,
los acontecimientos ya nos los conocemos y nos los vemos venir de
lejos, algunas situaciones ya las hemos visto, y en general la
sensación es de que la cinta nos está intentando vender una moto
que ya hemos comprado, anteriormente, en otras ocasiones.
Resumiendo:
Cinta que busca tocar la fibra, haciendo reir y llorar al espectador,
con una historia y unos personajes que terminan careciendo de
originalidad.
1 piquitos de oro:
La peli la hemos visto miles de veces, pero está tan bien hecha y es tan sincera y hace tanta gracia, que engancha y gusta. Me encantó.
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