En el espacio nadie puede oír tus cacareos.
La cinta nos cuenta como en los años 60, en plena carrera espacial, una expedición internacional logra aterrizar en la Luna. Durante el proceso de exploración los astronautas descubren algo que resulta más sorprendente incluso que un monolito gigante de connotaciones alienígeno místicas, se topan con una bandera inglesa y una nota escrita a mano que reclama a la Luna como territorio inglés desde 1899. Después de transmitir la noticia a la Tierra, las Naciones Unidas empiezan una investigación que les lleva a dar con el paradero de Arnold Bedford, un alocado vejete que reside en un geriátrico y que es el último superviviente de una victoriana expedición lunar. Ante la elite científica y la prensa, Bedford narra los increíbles sucesos de su juventud que le llevaron a viajar hasta la Luna en busca de oro, acompañado por su novia Karen y su vecino, el profesor Joseph Cavor, científico inventor de la fabulosa Cavorita, una especie de pintura o pasta metálica capaz de cortar la gravedad y que sin duda resultará familiar a los que hayan leído el cómic de estética steampunk titulado La liga de los Caballeros Extraordinarios, obra de los no menos extraordinarios Alan Moore y Kevin O’Neal.
A los mandos de esta producción inglesa tenemos a Nathan Juran, un director muy proclive a esto de la fantasía y la ciencia ficción más trasnochada, y que tiene en su currículo joyas tan entrañables como A 20 millones de millas de la tierra y El ataque de la mujer de 50 pies. En el papel del héroe varonil, intransigente y algo payaso, está Edward Judd, actor que trabajó en varias producciones para la Hammer como son La isla del terror o La venganza de la diosa del fuego. Incorporando las curvas y la melena rubia a la función tenemos a Martha Hyer, actriz americana que salió en alguna de esas películas playeras que protagonizó Frankie Avalon en los 60’s, y que incluso fue nominada una vez al oscar a la mejor actriz secundaria, tal día como hoy hará tropecientos años. Encarnando al paradigma del científico excéntrico y despistado tenemos a Lionel Jeffries, actor que más tarde acompañaría a Dick Van Dyke en sus correrías automovilísticas en Chitty Chitty Bang Bang. Pero la verdadera estrella del espectáculo no es otro que el gran Ray Harryhausen, el encargado de los efectos especiales.
Hay que ver lo que se parece la nave de Exploradores (Joe Dante, 1985) a esta cápsula espacial.
Los escenarios y decorados son pura magia y en ningún momento pretenden representar la Luna de una forma realista, sino como si ésta apareciera en un sueño; fantástica, misteriosa y repleta de vida. Es a partir del alunizaje cuando la huella de Harryhausen se deja notar más, como en la escena del ataque de las orugas gigantes o cuando Martha Hyer es sometida a los minuciosos análisis de las criaturas selenitas, de forma que solo aparece en pantalla como un esqueleto, recurso que más tarde volvería a ser utilizado por Paul Verhoeven en Desafío Total.
Esta es una cinta de ciencia ficción a la antigua usanza, cuyo tono y contenido pueden recordar al de otras fantasías victorianas llevadas a la pantalla, como Veinte mil leguas de viaje submarino, Viaje al centro de la tierra o El tiempo en sus manos, mezcladas con las monsters movies que tan populares se hicieron en los 50’s, detalle este último muy relacionado con la temática espacial y la participación de Ray Harryhausen en la producción. La estética del filme le debe mucho a los cómics y a las novelas pulp, y la acción se presenta siempre de una forma humorística y naif, sin que se tome muy en serio a sí misma, por lo que la cinta tiene un resultado final de aventura juvenil.
La Gran Sorpresa posee un principio espectacular y fabuloso, pero el desarrollo de la trama no le hace justicia a la original propuesta, ya que la cinta va cayendo, uno tras otro, en todos los tópicos del género. Aun así, el sentido de la maravilla y la fuerza de las imágenes mantiene de sobras el interés en el espectador y hacen de ésta una experiencia disfrutable, siempre y cuando usted se deje llevar por la magia e inocencia que desprende esta fantástica epopeya.
La frase: “La posibilidad de cazar un elefante en la luna es muy remota.”
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