En 1954 sucedió algo que removería el cine japonés hasta sus propios cimientos. No, no nos estamos refiriendo al estreno de Los siete samuráis de Kurosawa, si no a la presentación en sociedad de Godzilla con la película Japón bajo el terror del monstruo de Ishiro Honda. Tras el éxito de la cinta, Japón sería demolido continuamente por dragones tricéfalos, tortugas voladoras, polillas gigantes y un sin fin de bichejos atómicos a cada cual de ellos más absurdo y descabellado. Había nacido el Kaiju eiga, el género cinematográfico nipón por excelencia. Pero si hay otro género que sea tan japonés como una geisha comiendo sushi en un karaoke, o el mismísimo Kaiju eiga, ese es sin duda el anime, los dibujos animados del país del sol naciente, que tienen un lenguaje propio que los hace inconfundibles. Lo que puede resultar de un experimento fílmico que cruce ambos subgéneros es algo que desconcertaría al espectador más irreductible, y que logra que un servidor se lo pase teta, ¡como un tonto con una tiza, oigan! Prepárense para bajar a las cloacas del séptimo arte con este “Godzilla meets Comando G”.
La cinta nos cuenta como unos amigos de Godzilla superpoderosos y megachiripitifláuticos salen a la superficie después de permanecer ocultos en cavernas subterráneas durante tropecientos años (muy lovecraftiano todo esto) y claro, después de tanto tiempo ahí metidos sin PlayStation ni conexión Wi-Fi, salen hechos unos fieras, buscando camorra y listos para la exterminación total de la raza humana. Pero se topan con algo que no entraba en sus planes, resulta que los humanos son dibujos animados, dibujos animados con un escuadrón de defensa superpoderoso y megachiripitifláutico también; ¡el Comando Géminis! Dicho escuadrón está formado por un profesor sabelotodo, dos palurdos que ponen la nota de humor y alivian los momentos de tensión, y dos valientes y sexis gemelos, el capitán Jim y la teniente Gem, que poseen la habilidad extra de fusionar sus cuerpos biónicamente en una sola entidad la leche de poderosa, el superser conocido como… ¡Géminis! (¿No se lo esperaban, eh?).
La cinta cuenta con una trouppe de villanos más pasada de vueltas que el mítico Paco Pil un domingo a las siete de la mañana (¡Viva la fiesta!), una horda de dinosaurios parlanchines que escupen fuego y tiran rayos por los ojos, comandados por un tiranosaurio lunático y megalómano llamado Tyrannus (si fuera un león, de seguro se llamaría Leo) que se limita a soltar risotadas diabólicas y a repetir “¡Matadlos!” como si fuera un mantra religioso, mientras asola con todo tipo de plagas bíblicas la feria internacional del anime en Tokio.
La peli es un desfile interminable de trajes de goma espuma y maquetas de cartón piedra, donde se intercalan sin ningún atisbo de escrúpulos dibujos animados y fondos reales, todo un calidoscopio de pérfidas influencias para crear este auténtico tsunami de pura basura oriental. La cultura pop toca fondo en esta cinta psicotrónica y demencial, logrando imágenes de una bizarrez asombrosa y no aptas para todos los públicos (¡Los niños!, ¿es que nadie ha pensado en los niños?). Un dinosaurio destruyendo la ciudad a cabezazos o un terodáctilo comandando una horda de murciélagos gigantes, son tan solo algunas de las muchas escenas que miradas con los debidos ojos desprejuiciados y después de haber injerido una cuantiosa suma de saque, pueden resultar de lo más dicharacheras y divertidas.
El ataque de los Supermonstruos es una orgía nipona, cutre, casposa y rematadamente kitsh, una cinta que no tiene vergüenza alguna y que puede aburrir por repetitiva y por infantiloide, pero que como curiosidad es impagable, una joya de tomo y lomo de pura filosofía zen (utria) y un truño de proporciones épicas que dejaría embozado cualquier váter.
La frase: “¿Pero como es posible que un dinosaurio haya aprendido nuestro idioma doctor Carmody? ¡No tiene sentido!”
La cinta nos cuenta como unos amigos de Godzilla superpoderosos y megachiripitifláuticos salen a la superficie después de permanecer ocultos en cavernas subterráneas durante tropecientos años (muy lovecraftiano todo esto) y claro, después de tanto tiempo ahí metidos sin PlayStation ni conexión Wi-Fi, salen hechos unos fieras, buscando camorra y listos para la exterminación total de la raza humana. Pero se topan con algo que no entraba en sus planes, resulta que los humanos son dibujos animados, dibujos animados con un escuadrón de defensa superpoderoso y megachiripitifláutico también; ¡el Comando Géminis! Dicho escuadrón está formado por un profesor sabelotodo, dos palurdos que ponen la nota de humor y alivian los momentos de tensión, y dos valientes y sexis gemelos, el capitán Jim y la teniente Gem, que poseen la habilidad extra de fusionar sus cuerpos biónicamente en una sola entidad la leche de poderosa, el superser conocido como… ¡Géminis! (¿No se lo esperaban, eh?).
La cinta cuenta con una trouppe de villanos más pasada de vueltas que el mítico Paco Pil un domingo a las siete de la mañana (¡Viva la fiesta!), una horda de dinosaurios parlanchines que escupen fuego y tiran rayos por los ojos, comandados por un tiranosaurio lunático y megalómano llamado Tyrannus (si fuera un león, de seguro se llamaría Leo) que se limita a soltar risotadas diabólicas y a repetir “¡Matadlos!” como si fuera un mantra religioso, mientras asola con todo tipo de plagas bíblicas la feria internacional del anime en Tokio.
La peli es un desfile interminable de trajes de goma espuma y maquetas de cartón piedra, donde se intercalan sin ningún atisbo de escrúpulos dibujos animados y fondos reales, todo un calidoscopio de pérfidas influencias para crear este auténtico tsunami de pura basura oriental. La cultura pop toca fondo en esta cinta psicotrónica y demencial, logrando imágenes de una bizarrez asombrosa y no aptas para todos los públicos (¡Los niños!, ¿es que nadie ha pensado en los niños?). Un dinosaurio destruyendo la ciudad a cabezazos o un terodáctilo comandando una horda de murciélagos gigantes, son tan solo algunas de las muchas escenas que miradas con los debidos ojos desprejuiciados y después de haber injerido una cuantiosa suma de saque, pueden resultar de lo más dicharacheras y divertidas.
El ataque de los Supermonstruos es una orgía nipona, cutre, casposa y rematadamente kitsh, una cinta que no tiene vergüenza alguna y que puede aburrir por repetitiva y por infantiloide, pero que como curiosidad es impagable, una joya de tomo y lomo de pura filosofía zen (utria) y un truño de proporciones épicas que dejaría embozado cualquier váter.
La frase: “¿Pero como es posible que un dinosaurio haya aprendido nuestro idioma doctor Carmody? ¡No tiene sentido!”
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6 piquitos de oro:
yo la kiero, yo la kiero, caspa kirtsch, siiiiiiiiii, jajaja, dios, me recuerda un poco a Pumuki, ya sé que no tiene nada qué ver, pero no sé, también era la cumbre de la caspa.
En serio, yo la quiero.
saludos
cuanto tiempo sin blogear
No sé como será la película pero en la cuarta imagen ya repiten los personajes hasta la saciedad, el tío de la corbata y cejas enormes sale 4 veces y el de gafas y la tía dos, vaya caspa...
Esta nueva colección de pelis frikis que ha salido en nuestro país tiene cosas interesantes, pero ésta en concreto es malísima! jaja.
Yo no la recomendaría a nadie la verdad.
Saludos!
Y a mi que me suena haberla visto...
Que sepan ustedes que les tengo hembidia!
Domo arigato mister roboto
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