Si lo sé... no vengo. Tve1. 1985-1988.
Los
rescatadores en Iránlandia.
Argo
no deja de ser un nombre extraño para lo que en verdad es un
thriller clásico de los de toda la vida. Exactamente la película
pertenece a ese particular subgénero del thriller que es conocido
con el nombre de: “huy, casi, por poco”. De seguro sabrán
ustedes de lo que estoy hablando. Se trata de esos films en los que
de forma continuada parece que van a suceder cosas pero “huy, casi,
por poco”. Ejemplos: Que el malo está a punto de disparar al héroe
pero en el último momento éste se agacha, el villano termina
fallando y el espectador suelta un “huy, casi, por poco”; que
faltan pocos segundos para que estalle la bomba y el prota logra
detener el reloj cortando el cable adecuado cuando apenas restaba un
segundo para hacer detonación y su cara denota un “huy, casi, por
poco”; que la voluptuosa actriz protagonista está desnuda en la
cama con el espía de turno y hace un ademán de incorporarse pero
justo antes de hacerlo se cubre con las sábanas... “huy, casi, por
poco”. Además, la cinta ha logrado una gran acogida entre crítica
y público, convirtiéndose en una de las pelis más destacadas del
año pasado, lo que lleva a preguntarnos: ¿Es Argo una gran
película? Huy, casi, por poco.
Buen inicio de El lado oscuro del corazón (1992), de Eliseo Subiela, con el monólogo del actor Darío Grandinetti.
"Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportar una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias. Pero eso sí...y en esto soy irreductible: no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar pierden el tiempo conmigo".
Lincoln desencadenado.
Steven
Spielberg es un director con una filmografía dividida en dos
vertientes muy claras: las películas que buscan el entretenimiento y
las que buscan los premios. Las primeras suelen ser películas
plagadas de aventuras y con una especial tendencia hacia el cine
familiar (Indiana Jones, Hook, Parque Jurásico, Minority Report
o la reciente Las aventuras de Tintín). Las segundas
acostumbran a ser una como una clase de historia en imágines (La
lista de Schlindler, Salvar al soldado Ryan, Munich o War
horse). Así pues, cada vez que Spielberg se pone serio lo que
debemos preguntarnos es hasta que época nos llevará esta vez. Con
Lincoln viajamos hasta la América del siglo XIX, un lugar al
que ya nos había llevado el director con uno de sus sonados
traspiés, de nombre Amistad, y donde ya se tocaba el tema de
la esclavitud. Y la fórmula no falla: nueva película histórica del
rey midas de Hollywood y doce nominaciones más a los premios Oscar.
Detrás de todo hombre gordo, hay una gran mujer.
La moda de los biopics en el cine sigue imparable. Y es que ya saben lo que se suele decir: la realidad siempre supera la ficción; lo que en Hollywood viene a significar que si no hay buenos guiones de ficción, que mejor que adaptar la vida de algún personaje popular, de trayectoria vital compleja (a poder ser añadiéndole un buen puñado de morbo a la historia) y dejar que lo interprete algún reputado actor de nivel capaz de soportar maratonianas sesiones de maquillaje. Ejemplos de biopics en el cine los hay a patadas: políticos, revolucionarios, cantantes, boxeadores, delincuentes, escritores, futbolistas, toreros e, incluso, tonadilleras. Todos parecen tener cabida en el mundo del biopic. Obviamente el cine también mira hacia sí mismo para crear nuevos títulos y de esta forma nos han llegado films como: Ed Wood, El aviador, Chaplin, Hollywoodland, RKO 281 o Mi semana con Marilyn. Estas dos últimas estaban centradas en sendos rodajes de dos películas míticas (Ciudadano Kane y El príncipe y la corista, respectivamente). Ahora nos llega un nuevo título que sumar a la lista: Hitchcock.
Siempre nos quedará París
La filmografía de Billy Wilder contiene una gran cantidad de obras maestras, y películas como Perdición (1944), El crepúsculo de los dioses (1950), o El apartamento (1960), así lo atestiguan. Pero con Ariane (1957) me he llevado una decepción, dirigida además el mismo año que Testigo de cargo, otra de sus obras maestras. Y aunque sea su primera colaboración con el guionista I.A.L. Diamond (trabajarían juntos hasta el último film de 1981, Aquí, un amigo), y aparezca una bella Audrey Hepburn (una de las actrices favoritas de Wilder), acompañada por un galán Gary Cooper (Cary Grant rechazó el papel), la historia se alarga demasiado. Eso sí, una menor película de Wilder no quiere decir un mal resultado en general, ya que contiene detalles y bromas para comentar, sobre todo el comienzo del film en el que la voz en off de uno de los protagonistas destaca París como la ciudad donde mejor se hace el amor y vamos viendo diferentes tipos de parejas besándose por las calles (ver tráiler).
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