Buen inicio de El lado oscuro del corazón (1992), de Eliseo Subiela, con el monólogo del actor Darío Grandinetti.
"Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportar una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias. Pero eso sí...y en esto soy irreductible: no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar pierden el tiempo conmigo".
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