Buen monólogo final de uno de los protagonistas de A sangre fría, de Richard Brooks, una buena adaptación de la fenomenal novela homónima de Truman Capote.
"(...) Vivimos allí solos, en aquello que le recordaba su nuevo fracaso. Hasta que no pudo aguantar mi presencia. Y fue cuando pasó. Yo estaba comiendo, cuando empezó a gritar llamándome bastardo y egoísta. ¡Gritó y gritó hasta que le cogí por el cuello! ¡No pude evitarlo! Cuando se soltó, me encañonó y me dijo: "¡Mírame bien muchacho, mírame bien! ¡Soy el último ser viviente que tú vas a ver!". Y apretó el gatillo...pero no estaba cargada. Entonces empezó a llorar...lloró como un niño...(...)"
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