Dos
hombres y un mandingo.
Después
de ofrecernos su particular visión sobre géneros tan distantes como
el cine de gangsters, el blaxploitation, las artes marciales, el
thriller con toques de slasher o las cintas de nazis, ahora Quentin
Tarantino
ha decidido pasarse al western. Que Tarantino llegara al western era
solo cuestión de tiempo, pues ya se veía que el hombre le tenía
ganas al género en algunos tramos de Kill
Bill,
de Dead
Proof
e, incluso, en la secuencia inicial de su anterior trabajo, Malditos
bastardos.
De todos modos supongo que, en el fondo, no debería importarnos
demasiado cual es el género que Tarantino decida abordar en cada
ocasión, pues Tarantino
ya es un género en sí mismo.
De este modo cabe decir que Django
desencadenado
es un western, sí, pero sobre todo es un western de Tarantino, con
todo lo que tal afirmación conlleva.
Así
que finalmente su western llegó, y lo sitúa dos años antes del
estallido de la guerra civil americana, que acabó comportando la
abolición de la esclavitud en los Estados Unidos (para más
información al respecto pueden entrar en la sala de cine de al lado
a ver el Lincoln
de Spielberg). Django
es un esclavo negro que será liberado por un caza recompensas, de
origen alemán, que le prometerá la liberta a cambio de que le ayude
a encontrar a unos fugitivos de la ley, sobre cuyas cabezas se ofrece
una cuantiosa recompensa. Pero una vez finalizado el trabajo, y
viendo la buena sintonía existente entre ambos y lo lúdico y
entretenido que resulta el hecho de trabajar dando caza a un grupo de
blancos, Django
se terminará asociando con el caza recompensas.
Así
pues, y a pesar de los problemas que se irán encontrando debido al
color de la piel de Django,
los dos hombres empezarán a dar caza a los delincuentes más
buscados, a la vez que el alemán irá enseñando al prota todos los
trucos habidos y por haber para convertirse en un excelente caza
recompensas. Pero el verdadero objetivo de Django
será el de intentar liberar a su esposa, retenida como esclava en la
plantación de un acaudalado terrateniente quien, por supuesto, será
un tipo malvado y despiadado, como mandan los cánones. En ese
sentido cabe remarcar que Tarantino ha cambiado la voluminosa pipa
que fumaba el malo de Malditos
bastardos,
por una fina boquilla con puritos que fuma el malo de ésta.
El
prota y el malo se estrenan a las ordenes de Tarantino. Ellos son
Jamie Foxx y Leonardo DiCaprio. Reconozco que cuando me
enteré de que DiCaprio había fichado para la película sentí un
sentimiento de rechazo, pero cuando supe que era para hacer de malo
la cosa dio un giro de 180 grados. Foxx está pasable, pero a pesar
de ser el prota su papel es de los menos agradecidos de la peli,
limitándose a interpretar un tipo serio con malas pulgas. Dicaprio,
por el contrario, construye un malo de los que hacen época, digno
del cine del director. Les acompaña Christoph Waltz, quien ya
trabajó en la anterior Malditos bastardos y donde vuelve a
bordar su papel. Por lo que a mi respecta Tarantino ya lo podría
fichar para el resto de su carrera. Además en Django
desencadenado volvemos a encontrar al habitual Samuel L.
Jackson (presente en la gran mayoría de títulos del cineasta);
y el actor a recuperar para la ocasión (algo muy de Tarantino) es
Don Johnson (el eterno Sonny Crockett de Corrupción en
Miami), al que ya empezamos a recupera un poco, no hace mucho, en
Machete del amiguete Robert Rodríguez.
Llegados
a este punto, y después de años de consolidación en la industria,
el sr. Quentin Tarantino parece tener muy claro cual es el
rumbo que debe seguir a la hora de abordar un nuevo trabajo. Lo que
no parece haber logrado reducir el paso del tiempo es la ilusión que
demuestra el realizador en cada nuevo proyecto y que queda plasmado
en su trabajo (se nota que el hombre ha disfrutado, tanto en la
escritura como en la dirección de la película, metiendo en la trama
todo lo que le venía en gana). En ese sentido a veces las ansias le
pueden (y el deseo de dar cabida en la cinta todo lo que le pasaba
por la cabeza) y en algunos pasajes de la trama uno no puede evitar
tener la sensación de que la peli se le está alargando al hombre
más de la cuenta, pero Tarantino siempre consigue salir airoso y
triunfal con algún giro argumental que nos termina dejando
satisfechos y dichosos.
Tarantino
nos ofrece dos horas y media de un spaghetti western enloquecido, con
unos personajes extremos, situaciones que en ocasiones rozan la
caricatura, escenas escabrosas, más humor del que nos tenía
acostumbrados, grandes diálogos, planos exquisitos, referencias a
los clásicos, sangre a borbotones, disparos a mansalva y esa forma
suya de hacer las cosas en las que parece regodearse en esos tiempos
muertos en los que parece que no pasa nada pero que no dejan de pasar
cosas. Y todo ello metido en una historia de venganza (como no podía
ser de otra forma), de un hombre que busca su libertad y la de su
esposa, con el trasfondo de la esclavitud, llena de humor y violencia
y con un malo al que es imposible que a uno no le vengan ganas de
entrar en la pantalla y pegarle una paliza. Pero sobre todas las
cosas, Django desencadenado es Tarantino cien por cien.
Resumiendo:
Tarantino coloca su sello de identidad en el western. Y lo borda.
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