My
generation.
Después
del estreno de una serie televisiva pueden suceder cuatro cosas: a)
que la audiencia responda favorablemente, consiga grandes cuotas de
audiencia, el producto se convierta en todo un fenómeno de éxito y
regalen cromos con el rostro de sus protagonistas en los paquetes de
phoskitos; b) que consiga una audiencia suficientemente aceptable lo
que, junto con un posible éxito de crítica y una pequeña legión
de fervientes seguidores, provoque que siga en antena con la
esperanza de que el resto de la población se interese por ella y de
el salto a la categoría anterior; c) que los datos de audiencia no
sean suficientes y que, a pesar de las buenas críticas y de un
residual grupo de incondicionales, la serie sea finalmente cancelada
(previo algún probable intento de cambio de horario e incluso de
canal); y d) que el producto estrenado no interese ni a crítica ni a
público, con lo cual sea fulminantemente finiquitado y toda la
población salga a las calles danzando el baile de la victoria y
entonando el “yes, we can”.
Pero
detengámonos un instante en la categoría “c”, que es la que nos
interesa. Los programas pertenecientes a este grupo jamás lograrán
convertirse en series de éxito ni lograrán grandes cuotas de
pantalla. A pesar de ello todavía les queda una última salida a la
que difícilmente podrán aspirar los productos del resto de
categorías: pueden llegar a convertirse en series de culto
(lo cual funciona más como título honorífico que otra).
Para ello lo ideal sería que la serie no cuente con demasiados
capítulos, que no sea muy comprendida por una gran mayoría de la
población, que la crítica especializada le haya dado su beneplácito
y que, a poder ser, fuera injustamente cancelada dejando la obra
parcialmente incompleta. Si además estamos hablando de un producto
americano nunca estrenado en nuestro país y que solamente se puede
encontrar en versión original subtitulada en ciertos programas de
descarga a través de la red (dudo mucho que por bajarme una serie
cancelada hace ya más de diez años me esté cargando la industria
de nadie), no hace más que añadirle épica al enorme placer que
produce poder ver, por fin, la fantástica FREAKS AND GEEKS.
La vida de los otros
Hace poco se estrenó en las salas de cine En la casa, que obtuvo el premio a la mejor película y al mejor guión en el Festival de Cine de San Sebastián, y que hasta ahora es la más aclamada de la carrera cinematográfica del director y guionista francés François Ozon. En esta ocasión ha vuelto a adaptar una historia y ha optado por la obra teatral El chico de la última fila (2011), la primera que es llevada al cine del dramaturgo español más internacional, Juan Mayorga. Ambos hablaron y comentaron sobre la adaptación de la obra pero Mayorga tenía claro que debía dejar vía libre a Ozon para que escogiera lo que más le interesara de su obra. Y parece que debió dar buen resultado, ya que al autor le gustó la película y además acompañó a Ozon en la recogida de los galardones en San Sebastián.
Blancanieves
y los enanitos de la mesa cuadrada.
Vale, creo que ya lo pillo: resulta que los clásicos infantiles de toda la vida vuelven a estar de moda, pero ahora de lo que se trata es de adaptarlos de forma que se puedan dirigir hacia un público más adolescente. Hollywood rápidamente ya se apuntó al carro con las nuevas aproximaciones al universo de Alicia en el país de las maravillas y de Caperucita roja; y ya se preparan nuevas versiones de Jack y las habichuelas mágicas, Hansel y Gretel, Pinocho o La bella durmiente, entre otros. La televisión también ha entrado al trapo a la nueva moda con series como Grimm, Once upon a time o la inminente La bella y la bestia. En España también se han apuntado al carro y la cadena televisiva Antena 3 ya prepara una serie con nuevas versiones de los cuentos de toda la vida. Pero si existe un personaje que se está llevando la palma es, sin lugar a dudas, el de Blancanieves, con tres nuevas versiones estrenadas este 2012: una muy colorista (y mala de narices), una muda y en blanco y negro y, la que hoy nos ocupa, con una prota más de partir la pana.
Escena de La última película (1971), de Peter Bogdanovich, en la que hay un monólogo nostálgico del actor Ben Johnson.
"(...) Solía traer aquí a una jovencita a nadar hace más de veinte años. Fue después de que mi mujer perdiera el juicio. Mis hijos habían muerto. Supongo que yo y esa chica estábamos bastante locos. Y muy enamorados. Veníamos aquí a caballo y nadábamos desnudos. Un día quiso cruzar nadando a caballo al otro lado. Era una locura, pero lo hicimos (...)".
Desmembre
a la americana.
¿Saben
ustedes la típica película protagonizada por un grupo de
adolescentes con las hormonas disparadas que quedan para pasar un
largo fin de semana en una cabaña apartada de la civilización
(preferiblemente con un lago cercano) y que mientras están de camino
paran para repostar gasolina en una estación de servicio medio
abandonada y el tipo de la gasolinera ya tiene una pinta tirando a
rara y sospechosa que tira para atrás, pero que ellos pasan como si
nada y siguen su trayecto y que, una vez llegados a la cabaña esa,
resulta que todo está muy bien y todo tiene una pinta de lo más
entretenida e incluso todo parece apuntar a que alguno de los
muchachos va a pillar teta pero que, no obstante, parece como si algo
oscuro/ maligno/chungodecagarse se escondiera en el sótano de la
cabaña (porque resulta que si hay un lago cerca, como demonios no va
a haber un sótano con pinta de esconder secretos a patadas) y que a
pesar de que toda lógica humana debería empujar a los chicos a
montar una bacanal en toda regla en lugar de bajar las escaleras, los muy
pardos terminarán optando por indagar qué se esconde en tan
misterioso lugar, desencadenando una serie de acontecimientos que
terminarán, indefectiblemente, con una escalada de muerte, sangre y
machetazos por doquier? Mmmm, no se yo si la pregunta resulta
suficientemente específica. En fin, pues resulta que eso es
justamente lo que ofrece a los espectadores The cabin in the
woods, pero con una leve variación respecto al patrón clásico:
llegados a cierto momento de la trama, la cinta, simplemente,
enloquece.
¡Shama Shama!
Viendo este cartel (que recuerda mucho al de Sonrisas y lágrimas) a uno ya le da la sensación de que Descalzos por el parque puede resultar una comedia simpática y agradable, con la intención de que el espectador pase un rato entretenido. Y eso es lo que exactamente ocurre al ver la película, ópera prima de Gene Sacks, que había sido actor de teatro y de televisión en los años 50, y dirigió obras en Broadway en la década de los 60, cuya película más conocida fue la que realizaría el año siguiente: La extraña pareja. Pero para esta película en concreto contó con un guión de Neil Simon, que no tuvo más que adaptar su obra original que ya se había representado en Broadway en 1963 con un éxito muy notable, protagonizada entonces por Robert Redford y Elizabeth Ashley, repitiendo el primero en esta adaptación para el cine, acompañado en esta ocasión por la guapísima Jane Fonda.
Chin-chin,
chin-chin
recúbreme
de besos,
chin-chin,
chin-chin
prueba
ya, si me dices,
chin-chin,
chin-chin
seremos
muy amigos
brinda
por la suerte y celébralo así.
¡Chin-chin!
¡Ay,
que calor!. Telecinco. 1990.
Interiores
En muchas ocasiones, aunque una película se haya rodado en pocos días y con poco dinero (algo que pasa comúnmente en el cine independiente), cuando el autor tiene talento, sabe a lo que se atiene y encima tiene a su merced a unos actores con buenas dotes interpretativas, el resultado puede ser bastante satisfactorio. Esto es lo que uno siente al ver El amigo de mi hermana (2011), escrita y dirigida por Lynn Shelton, cuyo título en español es simple y típico pero cuyo original tampoco tiene una traducción fácil ya que Your Sister's Sister es más bien un juego de palabras que hace referencia a un diálogo que tienen dos de sus protagonistas en una escena en concreto. Pero antes de entrar en materia, habría que decir que en el guión de esta comedia dramática la directora solo tenía esbozados algunos diálogos ya que su intención era que los actores tuvieran la capacidad de improvisar mucho y que las situaciones fueran surgiendo a lo largo del rodaje, algo que se consigue con creces con el gran trabajo del buen trío protagonista: Emily Blunt, Rosemarie DeWitt y Mark Duplass.
Cuentos a la boloñesa.
Pues todo parece apuntar que, a sus setenta y siete años de edad, a Woody Allen la idea de la jubilación no es algo que vaya mucho con él. Así pues, en lugar de tomarse su profesión de una forma más relajada, el director sigue con su infatigable ritmo y nos sigue ofreciendo una película por año. Además, sigue con su tour por Europa (en plan gira musical de viejos rockeros) y después de filmar en Londres, Barcelona y París, en esta ocasión la acción se centrará en la ciudad de Roma, que se convertirá en el escenario ideal para las cuatro historias que contiene el film. Lo curioso del caso es que, teniendo en cuenta el título de la cinta, A roma con amor, lo cierto es que a pesar de que las cuatro historias del film, aisladas entre sí, tratan sobre temas de amoríos varios, solo una de ellas se puede entender propiamente como una historia sobre el amor, dejando las otras tres a temas más banales y cercanas al humor absurdo ya visto en los relatos del propio director. Supondremos, pues, que el “amor” a que se refiere el título debe ser entendido como aquel hacia la propia capital italiana, y así todos contentos. ¿O no?
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