Cosas de casa
Aunque una persona llegue a la tercera edad de forma saludable, la vejez es una etapa que conlleva aspectos tristes de la vida que aún hoy en día son un tema actual en la sociedad. Por ejemplo, para algunas familias los padres pasan a ser una carga cuando se hacen mayores, y eso se puede contemplar en la excelente y poco conocida película de Leo McCarey, Dejad paso al mañana (1937), donde se plantea un punto crítico en el que un matrimonio de anciana edad reúne en su casa a cuatro de sus cinco hijos (el que falta vive en California y no tiene casi contacto con la familia) para darles una grave noticia que no les habían querido decir anteriormente: se encuentran en una mala situación económica ya que hace cuatro años que el padre, Barkley Cooper (Victor Moore), dejó de trabajar e ingresar dinero y dentro de pocos días el banco se quedará con su casa. Como consecuencia, debido al poco tiempo que les queda para cambiar el fatídico hecho, los hijos tomarán una decisión aprobada con resignación por sus progenitores: cada uno de ellos vivirá con un hijo diferente, el padre con Cora (Elisabeth Risdon) y la madre, llamada Lucy (Beulah Bondi), con su hijo preferido, George (Thomas Mitchell), hasta pasados unos tres meses, cuando la otra hija, Nellie (Minna Gombell), pueda hospedarles a ambos, algo que su marido Harvey (Porter Hall) se niega en rotundo. A partir de esta premisa, McCarey nos ofrece una película cruelmente realista pero a la vez emocionante y magníficamente interpretada, que despúes de más de 70 años no ha perdido un ápice de actualidad.
El cambio de vida será muy acentuado para todos y McCarey lo expone de forma muy convincente, con escenas cotidianas y situaciones concretas en las que los padres no parecen congeniar muy bien con la vida rutinaria de sus hijos. Estos, además, no hacen mucho por la labor, como por ejemplo Cora, que cuida a su padre de forma bastante espantosa, que aunque tenga un carácter propio de su edad, es decir, desobediente en algunos casos, ella tiene unas ganas tremendas de quitárselo de encima, pensando más en su vida y olvidándose de la situación de sus padres. El contrapunto es un personaje llamado Max Rubens (Maurice Moscovitch) que es el dueño de un quiosco y que es un punto de apoyo y una buena amistad para Barkley. Y en cuanto a Lucy, su presencia en la casa de su hijo no pasa desapercibida para nadie, como para su yerna, Anita (Fay Bainter), que da clases de bridge en el salón y prefiere que la madre permanezca en su habitación para no alterar el ambiente y no despistar a sus alumnos; o como para la nieta Rhoda (Barbara Read), que ya no lleva a sus amigos a casa ya que su abuela no paraba de hablar con ellos, permaneciendo de esta forma más tiempo fuera, algo que preocupa a sus padres.
Lo que destaca por encima de todo son los diálogos tan bien llevados de todos los personajes y la recreación tan actual de problemas que suceden durante la convivencia de varias generaciones en un mismo hogar familiar. Además, la simple puesta en escena acentúa esa naturalidad con la que se representa el futuro incierto de los padres, cuyo mal trago no sólo es debido por la pérdida de su casa, sino también por no poder estar juntos durante esos duros momentos y por darse cuenta de que están siendo acogidos por sus hijos debido simplemente a una fuerza mayor. Los actores protagonistas, Victor Moore y Beulah Bondi, son los que llevan el peso de la película y sus interpretaciones, igual que sus personajes, son para recordar. El espectador disfruta de lleno y simpatiza por completo con ellos y con su emocionante y triste historia.
Orson Welles decía de esta película que "haría llorar a las piedras", y era una de las que más apreciaba McCarey de toda su carrera cinematográfica. Recordemos que este director también fue el autor de las dos versiones de Tú y yo, la primera de 1939, con Charles Boyer e Irene Dunne, y la segunda de 1957, con Cary Grant y Deborah Kerr; pero también de la que se considera la mejor película de los hermanos Marx, Sopa de ganso (1933), o la clásica comedia con el mencionado Cary Grant, La pícara puritana, del mismo año que la película que aquí nos concierne.
El cambio de vida será muy acentuado para todos y McCarey lo expone de forma muy convincente, con escenas cotidianas y situaciones concretas en las que los padres no parecen congeniar muy bien con la vida rutinaria de sus hijos. Estos, además, no hacen mucho por la labor, como por ejemplo Cora, que cuida a su padre de forma bastante espantosa, que aunque tenga un carácter propio de su edad, es decir, desobediente en algunos casos, ella tiene unas ganas tremendas de quitárselo de encima, pensando más en su vida y olvidándose de la situación de sus padres. El contrapunto es un personaje llamado Max Rubens (Maurice Moscovitch) que es el dueño de un quiosco y que es un punto de apoyo y una buena amistad para Barkley. Y en cuanto a Lucy, su presencia en la casa de su hijo no pasa desapercibida para nadie, como para su yerna, Anita (Fay Bainter), que da clases de bridge en el salón y prefiere que la madre permanezca en su habitación para no alterar el ambiente y no despistar a sus alumnos; o como para la nieta Rhoda (Barbara Read), que ya no lleva a sus amigos a casa ya que su abuela no paraba de hablar con ellos, permaneciendo de esta forma más tiempo fuera, algo que preocupa a sus padres.
Lo que destaca por encima de todo son los diálogos tan bien llevados de todos los personajes y la recreación tan actual de problemas que suceden durante la convivencia de varias generaciones en un mismo hogar familiar. Además, la simple puesta en escena acentúa esa naturalidad con la que se representa el futuro incierto de los padres, cuyo mal trago no sólo es debido por la pérdida de su casa, sino también por no poder estar juntos durante esos duros momentos y por darse cuenta de que están siendo acogidos por sus hijos debido simplemente a una fuerza mayor. Los actores protagonistas, Victor Moore y Beulah Bondi, son los que llevan el peso de la película y sus interpretaciones, igual que sus personajes, son para recordar. El espectador disfruta de lleno y simpatiza por completo con ellos y con su emocionante y triste historia.
Orson Welles decía de esta película que "haría llorar a las piedras", y era una de las que más apreciaba McCarey de toda su carrera cinematográfica. Recordemos que este director también fue el autor de las dos versiones de Tú y yo, la primera de 1939, con Charles Boyer e Irene Dunne, y la segunda de 1957, con Cary Grant y Deborah Kerr; pero también de la que se considera la mejor película de los hermanos Marx, Sopa de ganso (1933), o la clásica comedia con el mencionado Cary Grant, La pícara puritana, del mismo año que la película que aquí nos concierne.
"Una preciosa película, casi desconocida, que expone con mucho talento tristes momentos de la vejez debido a los problemas entre hijos y padres en una misma convivencia familiar, pero donde hay lugar también para la simpatía"
Leer critica Dejad paso al mañana (make way for tomorrow) en Muchocine.net
4 piquitos de oro:
Parece una peli interesante, pero por cierto primerhombre, me apuesto su huevo derecho a que la portada está ilustrada por Seth, no es así?
Cecil, me acabo de quedar sin huevo derecho. Es el cartel para DVD distribuido por Criterion.
Esto de apostar carne siempre me recuerda al Mercader de Venecia, por cierto, aquí he encontrado un link que confirma mi buen ojo...
http://www.entrecomics.com/?p=38275
Looks good! No sabía de esta peli, pero me abrió el apetito. A Leo McCarey no le tengo mucho aprecio porque por Bastet que me aburrió "Algo para recordar" (er... bueno... "An Affair to Remember", esto de que se estrenan con distintos títulos a según qué lado del Atlántico...), pero veamos qué tal lo hace cuando tiene material con más substancia entre las manos, en vez de un melodrama barat... er... melodrama puro y duro, quise decir. Habrá que estar atento.
Gracias por la recomendación, y saludos.
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