Con sus primeras películas, Cristopher Nolan logró meterse a gran parte de la crítica en el bolsillo. Con sus trabajos más recientes logró, además, el más difícil todavía logrando aunar a crítica y público, entrando, a la vez, en esa selecta competición entre ciertos directores de relumbrón por ver quien la tiene más gorda. Después de visionar su último trabajo, Origen (Inception), ya no queda ninguna duda al respecto, Nolan se ha convertido, por derecho propio, en el director más importante de nuestros tiempos. En sueños, claro está.
Porque de sueños va precisamente la cosa. Resulta que, al parecer, alguien ha inventado una especie de cachivache que permite al que lo usa adentrarse en los sueños de los demás. El invento, en lugar de usarse para fines más bien libidinosos (que es para lo que se termina usando cualquier avance tecnológico), resulta que se usa para el espionaje industrial de más alto nivel, robando las ideas de las víctimas de la máquina mientras se encuentran en los brazos de Morfeo. En ese sentido, el mayor profesional del sector de la extracción de ideas es el prota de Titanic que, al parecer, ha decidido montar una empresa junto con el niño de Cosas de marcianos y las cosas les van bastante bien hasta que el subconsciente del primero empieza a jugarle malas pasadas, debido a ciertos fantasmas del pasado encarnados en la imagen de la que fuera su esposa, Edith Piaf, que también decide pasearse por los sueños de la peña para hacer la vida imposible a su ex.
Total, que los tipos deberán afrontar un nuevo reto aparentemente imposible, cuando uno de sus clientes les proponga un nuevo trabajo: en lugar de robar una idea deberán realizar, justamente, la operación contraria, la de implantar una idea en una de sus víctimas, el espantapájaros de Batman Begins. Para este nuevo reto, los dos protagonistas pedirán ayuda a Juno, una joven estudiante que resultará ser todo un primor a la hora de construir puzzles imposibles, quien ejercerá la función de “arquitecto” debiendo edificar los paisajes que poblarán los sueños en los que transcurrirá la acción. El mayor problema de nuestros protagonistas resultará ser que, en el mundo de los sueños, a uno a veces le cuesta distinguir entre lo que es real y lo que no.
Origen es como uno de esos nudos tope gordos que, a priori, parecen imposibles de deshacer pero que, no obstante, agarrando cada uno de los extremos de la cuerda y tirando sin más, terminan por deshacerse por sí solos sin apenas esfuerzo. Porque uno, empieza a entender la trama de la película únicamente cuando al director le da la real gana de que ya va siendo hora de que el espectador se empiece a enterar de algo, pero una vez explicado resulta que la cosa era más sencilla de lo que nos habían pintado en un principio. El señor Nolan, por tanto, juega con el espectador, durante la primera media hora de metraje, en la que se sigue lo que va sucediendo en pantalla, con interés, pero sin acabar de captar el global de la historia, lo cual crea una gran expectación (que se acentúa claramente cuando Ellen Page empieza a retorcer edificios a su gusto).
Lamentablemente la película es suficientemente entretenida como para que no me durmiera en la sala de cine. Y digo lo de lamentablemente porque creo que para captar toda la esencia de la película uno, como espectador, debería dormirse en la butaca, con la película de fondo sonando de forma que, en plena fase REM, nuestro cerebro captara el audio para introducirla en nuestros propios sueños y conseguir, con ello, lograr una nueva capa donde uno se fusionase definitivamente con la trama logrando que la película se infiltrara en el subconsciente de la misma forma que los protagonistas se infiltran en los sueños de sus objetivos. Sinceramente espero que mi subconsciente fuera lo suficientemente espabilado como para dejar pasar a Marion Cotillard (más guapa que nunca) y prohibirle el paso a Tom Berenger (quien le iba a decir a este hombre hace poco tiempo que volvería a aparecer en un blockbuster de estas características).
La película, que empieza siendo un complejo thriller de ciencia ficción con aires de grandilocuencia y perdurabilidad (no lo entiendan como una crítica negativa, de entrada) en su primera mitad de metraje, termina convirtiéndose en una gran y espectacular ensalada de tiros muy amena y terriblemente entretenida que consigue tener al espectador en tensión viendo una peli de acción global, aliñada por el valor añadido del mundo de los sueños, lo cual permite que un tren entre en escena en medio de una gran avenida llena de coches o que los protagonistas deban luchar contra sus enemigos en un escenario de ingravidez. El problema vendría a ser que no es lo que uno se esperaba viendo la primera mitad de la película, convirtiendo la trama en algo excesivamente predecible y domesticada, francamente disfrutable pero sin la capacidad de trascendencia que se le esperaba. Mas allá de esto, personalmente, me chirrió algún que otro aspecto de la película, como el personaje de Marion Cotillard y sus consecuencias o ese lugar conocido como “el limbo” un lugar del que nadie vuelve, pero al que sólo falta que se organicen visitas guiadas como destino turístico.
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2 piquitos de oro:
A mi me parecio espantosa, pretenciosa y enrevesada. Y mira que me gustan las buenas pelis de viajes espacio-tiempo (Regreso al futuro, Los cronocrimenes) o jode-mentes (Desafio Total) pero aqui a Nolan se le va la olla a Camboya...
Yo me aburrí soberanamente. Me esperaba algo original y al final solo hay un truco de guión para meter la ensalada de tiros de siempre. El bodrio del año.
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