Cada vez que un productor de Hollywood, por muy Robert Rodriguez que sea, asegura querer reflotar una antigua franquicia de gran popularidad en tiempos pasados, dándole un nuevo enfoque y adaptándola a nuestros tiempos, muere un hada en alguna parte. En Predators, se pretende seguir la historia donde se quedó después de la primera entrega (la de Schwarzenegger) obviando la secuela con Danny Glover que transcurre en la gran ciudad (como la mayoría de secuelas) y los dos posteriores crossovers junto a los Alien. Incluso en la película se hace una referencia a la primera película Depredador, cuando uno de los personajes asegura reconocer a los predators, contando a sus compañeros de grupo que un hombre logró vencer a uno de ellos en 1987 revolcándose en el fango. De hecho, no será la única referencia a la película original, ya que esta secuela se dedica a calcar literalmente alguna de sus escenas, como aquella en la que el indio decide sacrificarse luchando él solito contra el predator mientras sus compañeros huyen a través de la selva. Efectivamente amigos, esto vuelve a suceder tal cual, cambiando, simplemente, la raza del tipo en cuestión.
El personaje interpretado por Adrien Brody (pluriempleado este año hasta las trancas) se erigirá como líder del peculiar grupo compuesto, entre otros, por soldados, yakuzas, militares rusos, presidiarios y un doctor. El personaje del líder resulta especialmente odioso porque es de la clase de tipo que siempre quiere tener la última palabra, soltando demoledoras sentencias con la mirada fijada en el infinito, dando por acabada cualquier posibilidad de seguir con el diálogo que se estuviera manteniendo en ese momento (muy al estilo de Horatio en C.S.I. Miami o de algunos héroes de acción de la década de los ‘80). Personalmente, si hubiera sido uno de sus compañeros de batalla, en lugar de disparar a los predators me hubiera desahogado disparándole a él de la rabia que me llega a generar en ciertos momentos del film. Luego, por el contrario, está la figura del doctor, un patán absoluto entre tanta testosterona, al que le tienen que ir salvando la vida cada dos por tres. No obstante, cabe decir en su favor que el tipo es un absoluto genio, pues en la película se muestra capaz de reconocer el veneno que emite una planta existente en el planeta alienígena en el que, por supuesto, jamás había estado con anterioridad. Suponemos pues que su doctorado fue en horticultura extraterrestre, o algo por el estilo.
Los responsables del guión desvirtúan el aspecto cazador de los predators, incluyendo una lucha a espadas entre uno de los bichos, que renuncia a sus armas pesadas, contra una de sus víctimas. No me imagino yo a un cazador humano renunciando a su escopeta y entablando una lucha cuerpo a cuerpo contra una codorniz. Además, por si no bastara con los predators que ya conocemos, la película añade una nueva raza de predators a los que, a partir de este momento, pasaremos a llamar los super predators. Los super predators son cómo los predators que ya conocemos pero más grandes, más fuertes y con una mayor mandíbula. ¿Realmente lo que necesitaba la franquicia para resurgir de sus cenizas era una nueva raza de predators? Me limitaré a dejar la pregunta al aire.
La película Depredador de John McTiernan era una gran película de acción, con un sólido guión, grandes escenas de lucha, una tensión que iba en aumento y un diseño del predator que ha permanecido inamovible durante más de veinte años (¡hasta que llegaron los super predators!). Es evidente que las cosas, entonces, se hicieron bien. Predators, de Nimród Antal (Blindado) es justamente todo lo contrario. La acción cae en el ridículo en varias ocasiones (tenemos grandes armas, pero mejor usemos esta mierda de hacha para luchar contra los malos); la dirección es tirando a muy pobre y los efectos especiales no están a la altura; el guión es un coladero, lleno de frases estúpidas, diálogos vacíos y situaciones rocambolescas, con personajes que aparecen y desaparecen cuando a los guionistas les da la real gana; no hay misterio, no hay tensión, no hay ritmo y resulta francamente imposible que el espectador se solidarice con los protagonistas. Y ya puestos a rajar, debo advertirles que la imagen más promocionada de la película, la de Adrien Brody como blanco de varias mirillas de armas de predators, ni siquiera aparece en el película. ¡Toma ya!
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