No importa donde vayas, te encontraré
En el cine hay dramas que suelen retratar la cruel realidad que viven algunas personas, marcada la mayoría de las veces por su paupérrima situación económica o por las relaciones en su vida familiar. Pero si a esto le unimos que los protagonistas sean jóvenes nos acercamos mucho a las películas de los hermanos Luc y Jean-Pierre Dardenne, partidarios de un cine en el que casi no hay espacio para la alegría debido a su acercamiento al lado más pesimista de la vida. Sin una banda sonora que acompañe a sus historias y con cámara en mano, los Dardenne se basan en la entrega total de sus actores a los que parecen perseguir, consiguiendo de ellos unas interpretaciones brillantes y creíbles, logrando que el espectador tenga un choque emocional debido a la tensión y sentimientos que sus historias provocan. Desde su impresionante ópera prima, La promesa (1996), han ido cosechando premios, obteniendo casi en cada film un merecimiento en el Festival de Cannes, como la Palma de Oro que recibieron por Rosetta (1999) (en mi opinión un film sobrevalorado) y El niño (2005). Con su reciente trabajo, El niño de la bicicleta (2011), han conseguido el Gran Premio del Jurado de ese mismo festival y han recibido muy buenas críticas, y en esta ocasión han optado por contar la historia de un niño llamado Cyril, el personaje más joven de todas sus películas e increíblemente interpretado por Thomas Doret.
El chico se encuentra en un centro de acogida y quiere saber dónde está su padre (Jérémie Renier) para que le vaya a recoger. Y, a raíz de su huida del centro para poder localizarlo, descubrirá que él ya no vive en el piso donde estaban y que su bicicleta la llegó a vender. Durante esa búsqueda se colará en un consultorio médico que hay en el mismo edificio y se cruzará con una mujer a la que se agarra mientras los educadores del centro le encuentran y le obligan a irse con ellos. Más adelante veremos que la mujer, llamada Samantha (Cécile de France) se ha interesado por él y que le ha conseguido la bici. A partir de ahí empezarán una amistad y él irá los fines de semana a verla.
Con esta premisa, uno ya se da cuenta de que los hermanos Dardenne no cambian su visión de la vida y siguen con su interés por remarcar las situaciones más traumáticas de sus personajes y sin que el sentimentalismo haga acto de presencia. Desde el inicio ya intentan que el espectador se meta de lleno en la trama, sin dejar que tenga un momento de respiro. El carácter inestable del niño aumenta el drama de la película y ayuda a que la historia tenga algunos momentos sorprendentes, que es a lo que juegan también los hermanos Dardenne. El factor sorpresa es algo destacable en su cine, una característica que vemos también en el cine de Michael Haneke, y si no vean el gran final de esta película. Y en esta ocasión también utilizan muy bien el recurso de la elipsis de tiempo, consiguiendo una síntesis narrativa crucial para el buen resultado de la historia.
Sin embargo, es verdad que a veces da la sensación de que quieran remarcar demasiado la mala conducta del niño ante las adversidades que se va encontrando, pero en cambio, hay momentos duros en los que aciertan de lleno, como las sinceras y tremendas escenas que hay entre el niño y su padre. Hay también algunas novedades que introducen en la película que no desvirtúan para nada su manera de hacer cine ni perjudican a la historia, al contrario, saben acoplarlas perfectamente. Como por ejemplo: dejan más espacio entre la cámara y los personajes, no hay tanta sensación de estar siguiéndoles a todos los lados como hicieron en El hijo (2002). También hay más sensación de optimismo y esperanza en esta historia, y en tres ocasiones introducen un breve fragmento del adagio del Concierto para piano y orquesta nº 5 de Beethoven, algo que no es habitual en su cine, ya que sus películas carecen de banda sonora, otra cosa en común con Haneke.
Como curiosidad, Jean-Pierre Dardenne comentó en una entrevista que de 150 niños que estuvieron viendo Thomas Doret fue el quinto de la audición del primer día. En él vieron un poder de concentración y una presencia, y quizás por ello, por la madurez interpretativa de este joven actor, su compañera de reparto, Cécile de France, que también hace un buen papel, lo consideró como un colega, según sus propias palabras, a lo que también comentó que algo básico en el trabajo de los hermanos Dardenne es la gran cantidad de ensayos que les gusta hacer, algo comprensible viendo el resultado tan auténtico de sus películas.
"Un contundente drama social que no deja indiferente al espectador debido al crudo realismo del cine de los hermanos Dardenne y a las grandes interpretaciones de los actores, sobre todo de Cécile de France y del joven Thomas Doret"
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