Elprimerhombre ha recordado Celebración, una película de Thomas Vinterberg, la primera que se realizó bajo las normas del Manifiesto Dogma 95, creado en 1995 por los directores daneses Lars Von Trier (Los idiotas), el mismo Thomas Vinterberg, Kristian Levring y Soren Kragh-Jacobsen (Mifune), con la intención de hacer un cine basado más en marcar el dramatismo de las escenas, utilizando luz natural, cámara en mano y unas cuantas reglas más, que curiosamente, no se suelen seguir a raja tabla.
Pero sin prestar aún toda la atención a la manera de rodar de este tipo de películas, hay que destacar el interés que despierta en concreto esta historia. La celebración de los sesenta años del patriarca de una rica familia burguesa nunca dio para tanto jugo. Los tres hijos de este acaudalado señor, Michael, Helene y Christian, serán los principales protagonistas de esta gran reunión. Helene y Christian no se veían desde el funeral de su otra hermana, Linda, al que no acudió el maleducado Michael. Christian aún está bastante afectado por la muerte de su querida hermana, a la que dos meses atrás encontraron muerta en la bañera, y el plan urdido por él no sólo producirá un choque en los invitados, sino también en el espectador, totalmente interesado para lo que pueda suceder después de su intervención a la hora de decir unas "dulces" palabras sobre su querido padre.
Este personaje, Christian, interpretado muy bien por Ulrich Thomsen, es sin duda lo mejor de esta película y uno de los papeles más interesantes que se haya visto en la gran pantalla. Sus palabras contienen tal veneno y tanta verdad que hieren y golpean a todo ser viviente que le escuche. Sus intervenciones son secretos sacados a la luz que no tienen ningún desperdicio, elevando la tensión a un gran nivel. Y la verdad es que esta manera de filmar con cámara en mano, en esta ocasión es idónea, luciendo con un alto nivel la decadente celebración. Su hermano Michael también es un personaje interesante, aunque a veces irritante, provocando un poco de humor en alguna de las escenas en que participa.
Y aunque el montaje de la película esté bastante logrado, hay un plano que queda extrañamente unido a la escena en que pertenece, hasta con falta de raccord; es el plano corto en cámara lenta cuando Helene y el recepcionista se encuentran en la habitación de la difunta hermana y se disponen a quitar las sábanas que tapan los muebles. Por lo demás, Vinterberg consigue con esta película transmitir verdaderamente sus intenciones, gracias sobre todo a un guión bastante premeditado y a una localización bastante acertada. La gran mansión donde ocurre todo es el mejor lugar para contar esta historia, principalmente por el momento en que Christian abre todas las puertas que se cierran a su paso para volver a entrar al comedor donde está el resto de la familia y amigos. También es un buen lugar para contar los líos amorosos entre las camareras y los dos hermanos.
Pero volviendo al Dogma, es absurdo todo lo que incluye y significa este manifiesto. No sólo se tienen que seguir unas reglas en principio estrictas, sino que cada obra tiene que pasar por un comité de jueces que valoran la película para cerciorarse de que cumple con los requisitos para obtener el certificado de autenticidad del proyecto. Esto no es únicamente absurdo sino también innecesario. Si lo importante es que una historia esté bien planteada o el espectador se sienta conmovido, da igual la forma en la que se haga, hasta de los recursos que se utilicen. Yo no me fijo si el director ha utilizado luz natural o ha introducido decorados, y me da igual si utiliza música o filma en 35 mm. Lo que me importa es que me motive todo lo que vaya observando y que nada de lo que vea me moleste. Y sorprendentemente, ni esta película ni Los idiotas respetan completamente las reglas si tenemos en cuenta que se rodaron en vídeo digital y no en 35 mm., como rigen las reglas.
En definitiva, una película dogma que basa su acierto tanto en la forma de rodar la historia como en las palabras sinceras de uno de los protagonistas.Un saludo!
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Los dos agentes del FBI son Julia Ormond y Bill Pullman. A ella la conocemos por sus papeles románticos en la terrible Leyendas de Pasión, la floja El primer caballero o el horrible remake de Sabrina (y sus amores). Siempre me ha parecido una buena actriz con pésimo gusto para elegir papeles. En esta película está estupenda y da gusto ver como sonríe y se le marcan las arrugas de expresión en su rostro. No es fácil encontrar actrices de su edad en el Hollywood actual que hayan sabido encajar tan bien el paso de la edad (la mayoría parecen salidas, directamente, del museo de cera). A él, siempre lo recordaré como el prota de La loca historia de las galaxias y, además, era el presidente de los EE.UU en Independance Day, entre muchas otras. Éste ya no ha envejecido tan bien (no pesan los años, pesan los quilos) y actúa durante toda la película como si se acabara de levantar de la siesta, voz ronca incluida. La verdad es que ninguno de los dos estaba pasando por su mejor momento profesional, así que quizás esta película ayude a relanzar un poco sus carreras. Personalmente, lo dudo.









Sin duda alguna, viendo el planteamiento de la trama, lo que queda claro a simple vista, es que la película quizás llega un pelín tarde. Y es que lo que nos viene a contar es que, hoy en día, si uno se quiere llenar los bolsillos y hacer negocio, lo mejor que puede hacer es trapichear con el boom inmobiliario, pero, lo que sucede, es que el boom inmobiliario, la burbuja y todo lo demás, hace ya algún tiempo que saltó por los aires (habrá que volver a los cerdos y a los diamantes). La peli empieza con un millonario ruso instalado en Londres, propietario de un equipo de futbol (¿a alguien le viene algún nombre a la cabeza?¿pura coincidencia?), que tiene planeado edificar sobre unos terrenos, para los que necesitará una serie de permisos, de los que no dispone, que intentará conseguir recurriendo a un mafioso local con contactos en las altas esferas. Lo que pasa es que el negocio se irá complicando por momentos debido a que muchos más querrán meterse en el ajo y pillar parte del pastel, desde una contable de buen ver, dos chorizos de poca monta, una estrella del rock al que dan por muerto o un par de secuaces rusos con muy malas pulgas, aderezado todo ello con la desaparición de un misterioso cuadro, propiedad del ruso millonario, que todo el mundo empezará a buscar como locos.
Se hace muy complicado hablar de la nueva película de Guy Ritchie sin tener en cuenta sus anteriores trabajos (evidentemente la de Barridos por la marea nos la vamos a pasar por el forro de los cojones). Y es que hay muchos elementos que nos hacen recordar, como la voz en off, como los personajes (delincuentes de poca monta pillados hasta las trancas ante una gran oportunidad), como los escenarios, el ritmo frenético, las historias cruzadas, la violencia, las cuentas pendientes, los diálogos absurdos o las situaciones al límite. Todo eso vuelve a estar aquí y se hace muy difícil no echar la vista atrás. Algunos pueden pensar que el señor Ritchie imprime un sello personal muy fuerte en sus trabajos. Otros, no obstante, pensarán que se repite más que el ajo.













