Elprimerhombre ha visto A vida o muerte, la quinta película dirigida por la pareja formada por Michael Powell y Emeric Pressburger, el primero inglés y el segundo de origen húngaro, cuya asociación durante quince años dio pie a formar una productora llamada THE ARCHERS, con la que realizaron interesantes películas británicas durante las décadas de los 40 y 50, como Las zapatillas rojas (1948), basada en el cuento de Hans Christian Andersen.
En esta ocasión, nos quieren dejar bien claro, con un texto preliminar, que la historia que vamos a presenciar procede de "dos mundos, el que conocemos y el que existe sólo en la mente de un joven piloto, cuya vida e imaginación han sido violentamente transformadas por la guerra. Cualquier parecido con otro mundo conocido o desconocido es pura coincidencia". A partir de aquí, entramos de lleno en la película con una breve descripción del universo por una voz en off, hasta que aparece el planeta Tierra en pantalla y la cámara desciende mientras se produce un fundido; es entonces cuando la trama entra en acción.
Nos situamos en el 2 de Mayo de 1945, en el final de la Batalla de Berlín, que significa el final de la Segunda Guerra Mundial. Un avión inglés que ha sido atacado sobrevuela el Atlántico y en él se encuentra un capitán de escuadrón, Peter D. Carter (David Niven), al que no le queda mucho tiempo de vida ya que no tiene en buenas condiciones ningún paracaidas. Una tal June (Kim Hunter) intenta localizar su posición desde una torre de control y la conversación entre ambos por radio resulta ser cómica y romántica a la vez, contándose parte de sus vidas. Tras la inevitable caída, lo siguiente que pasará será una sorpresa para Peter y para el espectador ya que sigue con vida, y además, por cosas del azar o del amor, se encuentra en tierras americanas, concretamente en Manchester, en la zona donde vive June, en Lee Woodhouse. El encuentro entre ambos no tardará en producirse, pero lo que también descubrimos es que ha habido un incidente en el otro mundo. Por culpa del responsable de la vida de Carter, algo parecido a un arcángel (Marius Goring), hay un registro menos de los enviados al Cielo. El acompañante 71, que es como lo llaman a dicho arcángel, un francés que murió cuando la Revolución Francesa, pone de excusa por su descuido una densa niebla (hecha de forma magistral) que dificultó mucho su visibilidad a la hora de cazar al vuelo al piloto. Ahora debe ir rápidamente a la Tierra para explicar su error a Carter, llevándole con él al mundo de los muertos. Pero hay un gran inconveniente, Carter se ha enamorado y no resultará fácil que quiera irse del mundo de los vivos.
Aunque la historia así contada parece un poco pastelera, su planteamiento es muy inteligente, al igual que su puesta en escena. Lo peor es su desarrollo. Si el inicio es brillante y prometedor, a partir de la mitad la cosa va cayendo en su propia trampa, conduciendo la historia casi por el único camino que puede proseguir. A partir de la primera aparición del arcángel en la Tierra, en la que Peter utiliza el amor y el descuido de este como motivo de apelación, entra en escena el doctor del pueblo, Frank Reeves (Roger Livesey), amigo de June, que tendrá un gran interés en seguir el extraño comportamiento de Peter cuando dice ver a un "mensajero celestial". El doctor y June llegarán a estar con él todo el tiempo posible para poder compartir el momento de las apariciones, pero el enviado juega con el tiempo para que no sean molestados. Al final Peter tendrá la oportunidad de apelar ante el Tribunal Supremo, escena final que corresponde a un juicio celestial demasiado largo y encima con temas nacionalistas como pruebas irrefutables para influenciar en el veredicto. El fiscal es un americano que murió por una bala británica en la Guerra de la Independencia y el abogado defensor es el mismo Frank, que ocasionalmente (se veía venir que ocurriría) tiene un accidente con la moto y llega al cielo con la intención de defender a Peter, un truco demasiado poco premeditado. A todo esto, mientras se produce el juicio, Peter es operado de la cabeza ya que Frank consideraba que sus alucinaciones se debían a unas conmociones producidas por un fallo del cerebro.
De esta manera, Powell y Pressburger, que se podrían considerar como los Coen de aquella época, ya que Pressburger se dedicaba más a escribir y Powell a la dirección, juegan con la vida y la muerte, con el gran Technicolor para las escenas de la Tierra y con el blanco y negro para las escenas del Cielo. Y la verdad es que resulta ser lo mejor de la película. Jack Cardiff es el director de fotografía y consigue así un resultado muy eficiente, con colores muy vivos y contrastados. Pero es una lástima que todo esto no sea bien aprovechado, con un David Niven muy correcto en su papel y con escenas tan interesantes como cuando ascienden por la gran escalera Peter y el enviado, pensando en qué genio o personaje importante podría defenderle, antes de que Frank tenga el desgraciado accidente, o la misma escena en que vemos por primera vez al tal Frank, que con una especie de aparato óptico refleja lo que pasa en la calle en una pantalla ovalada. Y para acabar, uno de los ejemplos que hacen que el final me parezca tan soso y sensiblero es que Frank utiliza por dos veces el recurso de una lágrima de June para defender a Peter como prueba definitiva de su amor hacia él, y será la prueba con la que se decidirá el Tribunal.
En definitiva, una película con un comienzo excelente que va decayendo a partir de la mitad, con un final demasiado largo y de poco interés.
Un saludo!
Leer critica A vida o muerte en Muchocine.net
3 piquitos de oro:
Bueno, por si acaso, la apunto. Saludos
He visto esta película hace poco por casualidad, desconocía por completo que existía, y la verdad es que resulta agradable de ver, y las imágenes oníricas están muy bien conseguidas.
Saludos,
Aun así sin duda es un film destacable como rareza. ¡Y encima sale David Niven!
Saludos!!
Publicar un comentario