El próximo año a la misma hora (1978)


La última vez que me sentí así, acabé enamorándome

La infidelidad se ha visto muchas veces plasmada en el cine pero cuando es tratada de manera distinta en una historia de amor fortuita, contada hasta con simpatía y encanto, puede dar lugar a que nos encontremos con películas tan curiosas e interesantes como El próximo año a la misma hora (1978), de Robert Mulligan, con Alan Alda y Ellen Burstyn como la pareja protagonista, cuyo amor apasionado será disfrutado por el espectador durante casi toda la película.


Y es, precisamente, tan palpable este amor idílico desde el magnífico y sorprendente comienzo del film que uno se queda boquiabierto por la sencilla razón de que no se espera lo que va a ver en ese momento. En esa secuencia inicial les vemos llegar, casi a la vez, a una posada llamada Sea Shadows (situada en Little River, del condado de Mendocino, California), justo a la hora de cenar. Son situados en mesas algo separadas pero se pueden ver perfectamente. Es más, él se fija en ella y cuando ella capta su interés le mira y él le sonríe enseñándole el tenedor con un trozo de comida, un gesto que ella también se lo devuelve. Luego él decide ir hacia ella y es aceptado para que tome el té en su mesa. A partir de ahí empiezan una conversación que les llevará a conocerse e intimar más después de la cena. Todo esto resulta un momento algo cursi, pero a la vez extrañamente glorioso y hasta con un punto nostálgico, sobre todo por el paisaje mostrado al principio, por la manera exagerada en que se miran y sonríen y por los grandes movimientos de cámara del director, sumándole la canción de amor que oímos de fondo llamada "The Last Time I Felt Like This", compuesta por el autor de la música de la película, Marvin Hamlisch, con letra de Marilyn y Alan Bergman y cantada apasionadamente por Johnny Mathis y Jane Olivor, que fue nominada al Oscar, igual que también lo fue la actriz, la fotografía y el guión adaptado (el vídeo que he puesto es justamente esa secuencia inicial).


Antes de seguir con el comienzo, hay que decir que esta historia está basada en la obra de teatro homónima de Bernard Slade de 1975, que fue una producción de Broadway y en la que también Ellen Burstyn hizo su papel, y que el mismo autor fue el responsable de adaptarla para la película. Los nombres de los protagonistas son Doris y George, de Oakland y Nueva Jersey, respectivamente, y están casados y tienen tres hijos cada uno. Él es contable y cada año va a ese sitio a ayudar a un amigo suyo en las cuentas de su negocio y ella, cuando su marido va a ver a su madre por su cumpleaños, va a un retiro espiritual cerca de allí ya que su suegra la odia porque se quedó embarazada muy pronto. Ellos serán los únicos personajes de la película, salvo la aparición de vez en cuando del dueño de la posada y algunos extras.

Y después de esa increíble secuencia introductoria, en la siguiente escena vemos que él se despierta en una cama y al darse cuenta de que ella está a su lado parece arrepentirse de lo sucedido. Es ahí cuando empieza todo el entramado que llevan consigo los buenísimos diálogos que hay entre ellos, dándose cuenta el espectador que la historia también tiene bastante humor y que la construcción de sus personajes está muy conseguida, sobre todo a la hora de diferenciar su manera de ser, de pensar y de actuar. Por eso este primer encuentro es lo mejor de la película, y es que resulta que, por todo lo que se han dicho y han sentido en la noche anterior, decidirán verse una vez cada año en ese mismo lugar. Desde 1951 hasta 1977 se muestran seis encuentros, siendo los mejores momentos en los tres primeros, porque a medida que va pasando el tiempo esa relación entre ellos ya no será para el espectador tan prodigiosa como al inicio.


Eso es una verdadera lástima porque está bien conseguida la evolución de su amor, alentada por sus ganas de volver a coincidir cada año para darse a conocer nuevas noticias, y para decirse siempre las cosas buenas y malas de sus respectivas parejas como para tenerles en su recuerdo y no sentirse tan culpables de lo que hacen. Sin embargo, en cuanto a lo negativo hay que decir que, aunque es también muy acertado enlazar esos intervalos de tiempo con imágenes en blanco y negro de músicos, políticos, películas o momentos importantes de la historia de su país, cada vez la relación de ambos parece perderse en temas que no interesan, queriendo establecer demasiado los cambios de ideas que fueron apareciendo en la sociedad a causa de sucesos como la guerra de Vietnam, y trasladándolos a los personajes. El ejemplo más claro lo vemos en el encuentro de 1966, apareciendo ella totalmente hippie y hablando de forma liberal, algo que contrasta con el porte serio y conservador de él, chocando la forma de pensar de ambos. Aunque es verdad que en las dos horas de metraje es difícil conseguir que una relación anual se aguante sin meter algo más de consistencia a la historia, la película pierde ese carisma inicial, logrado con gracia y ternura.


"Una historia de amor tratada con algo de humor y con momentos dramáticos, que resulta ser simpática pero que pierde fuerza y frescura a medida que avanza la relación de la pareja protagonista"

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