Con el sonido en los talones
Los homenajes al cine siempre son bien recibidos y si se hacen con talento, respeto y simpatía pues aún con más razón. Quizás por eso ha sido tan bien acogida por crítica y público la película The Artist, dirigida por el desconocido director francés Michel Hazanavicius, que ha logrado estrenar, con mucho mérito, una película casi totalmente muda y en blanco y negro que ensalza la época en que el cine estaba a punto de presenciar la aparición del sonido en sus historias.
Aunque tenga una corta carrera cinematográfica en la que no haya ningún título destacable, con esta película Hazanavicius ha recibido elogios de todo el mundo y obtenido varios premios, igual que 6 nominaciones para los próximos Globos de Oro, a la espera de los Oscars. Y es que ha sabido enfrascarse en una historia sencilla en la que ha intentado meter todos los tópicos de las películas mudas y ha elogiado con toda su intención al cine de aquella época. Sin embargo, lo que ocurre es que una historia tan simple provoca que el espectador se espere casi todo y que por momentos resulte un tanto aburrida aunque sus intenciones sean todo lo contrario.
La historia nos presenta a un actor de cine mudo, George Valentin (Jean Dujardin), que es considerado una estrella de la gran pantalla, junto con su perro que le acompaña hasta en los aplausos del público que le adora. Su fama es tan grande que varios fotógrafos y fans le esperan a la salida del estreno de su última película, momento crucial en el que inesperadamente conocerá a una mujer que se sale de la valla para coger algo que se le ha caído y sin querer choca con él. Con ella se volverá a cruzar debido a que probará suerte en cástings de alguna productora de cine. Entre ambos surjirá una relación especial, aunque él está casado. Y debido a la llegada del cine sonoro, la carrera de ella, llamada Peppy Miller (Bérénice Bejo), subirá como la espuma, al contrario que la de él, que caerá en el olvido aunque intente seguir a flote con sus propios proyectos.
Lo mejor de la película es la elección de la pareja protagonista: Bérénice Bejo es muy guapa y con una mirada y una sonrisa que encandilan a cualquiera y muy útiles para esta película, y Jean Dujardin es un soberbio galán que lleva el peso de la trama y que destaca por todo lo alto. A ella no le habrá ido nada mal hacer esta película ya que su carrera cinematográfica es muy corta, y a él ya le vimos no hace mucho en Pequeñas mentiras sin importancia (2010) y trabajó como proganista en los dos anteriores trabajos del director, OSS 117: El cairo, nido de espías (2006), en la que también aparecía Bérénice Bejo, y OSS 117: Perdido en Río (2009), algo que choca aún más con el gran cambio de Hazanavicius después de estas parodias de espionaje a lo Austin Powers a la francesa.
Y uno de los mejores aciertos de la película es la virtud de Hazanavicius de saber resaltar el carisma de su protagonista masculino. El espectador se cree totalmente que Jean Dujardin sea un actor de películas mudas y sea considerado un verdadero galán. Su fisonomía es perfecta para esta película, debido también al fino bigote que lleva, junto con su gran sonrisa, formando un buen personaje. Y desde el mismo inicio de la película, es notable la entrega del director por querer demostrar un amor incondicional por el cine, tratando las escenas con mucho esmero y sumo cuidado, teniendo en cuenta todo detalle que le sirva para resaltar la brillantez de aquella época del cine, pero no puede evitar que la historia caiga en un leve sopor a causa de un argumento tan quemado y tan previsible, salvado por algunas escenas bien resueltas y unos grandes minutos finales, llegando a la genial escena final.
Y uno de los mejores aciertos de la película es la virtud de Hazanavicius de saber resaltar el carisma de su protagonista masculino. El espectador se cree totalmente que Jean Dujardin sea un actor de películas mudas y sea considerado un verdadero galán. Su fisonomía es perfecta para esta película, debido también al fino bigote que lleva, junto con su gran sonrisa, formando un buen personaje. Y desde el mismo inicio de la película, es notable la entrega del director por querer demostrar un amor incondicional por el cine, tratando las escenas con mucho esmero y sumo cuidado, teniendo en cuenta todo detalle que le sirva para resaltar la brillantez de aquella época del cine, pero no puede evitar que la historia caiga en un leve sopor a causa de un argumento tan quemado y tan previsible, salvado por algunas escenas bien resueltas y unos grandes minutos finales, llegando a la genial escena final.
"Una simpática sorpresa muy cuidada que homenajea la época muda del cine, pero cuya historia tan simple y tan trillada hace que el espectador se espere casi todo y se pueda llegar a aburrir en algunos momentos"
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