Hit-girl.
A Joe Wright, el director de la peli, lo descubrí en Orgullo y prejuicio, su primer trabajo, una película de la que no me esperaba prácticamente nada y me terminó ganando de calle. Más tarde llegó Expiación, película con una primera parte brutal y una segunda más floja, que estuvo nominada al Oscar como mejor película, pero que, incomprensiblemente, no estuvo nominada en el apartado de mejor director, y en la que encontrábamos un larguísimo plano secuencia que terminaría convirtiéndose en marca de la casa. Su tercer trabajo, El solista, fue un bonito mojón, tenía buen aspecto pero olía francamente mal, a pesar de lo cual incluía en su haber alguna plástica, aunque breve, filigrana que daba buena muestra del talento de su director. Y antes de volver de nuevo al cine de época con Ana Karenina, Wright nos presenta a Hanna, que viene a confirmar algo que ya me llevaba yo temiendo hace tiempo. Me gusta Joe Wrigth, pero existe un problema de base, siempre me termina gustando más él, como director, que sus películas.
A Joe Wright, el director de la peli, lo descubrí en Orgullo y prejuicio, su primer trabajo, una película de la que no me esperaba prácticamente nada y me terminó ganando de calle. Más tarde llegó Expiación, película con una primera parte brutal y una segunda más floja, que estuvo nominada al Oscar como mejor película, pero que, incomprensiblemente, no estuvo nominada en el apartado de mejor director, y en la que encontrábamos un larguísimo plano secuencia que terminaría convirtiéndose en marca de la casa. Su tercer trabajo, El solista, fue un bonito mojón, tenía buen aspecto pero olía francamente mal, a pesar de lo cual incluía en su haber alguna plástica, aunque breve, filigrana que daba buena muestra del talento de su director. Y antes de volver de nuevo al cine de época con Ana Karenina, Wright nos presenta a Hanna, que viene a confirmar algo que ya me llevaba yo temiendo hace tiempo. Me gusta Joe Wrigth, pero existe un problema de base, siempre me termina gustando más él, como director, que sus películas.
Wright se pasa ahora al género de la acción con un thriller que dispone de un guión que, francamente, no es nada del otro mundo y un punto de partida que ya nos suena haber visto en más de una ocasión (supongo yo que a estas alturas ya nadie se sorprenderá por ver a una enclenque adolescente patear el culo de aguerridos militares). De hecho el guión está tan lleno de tópicos que cuando la acción pasa por España la visión que ofrecen del país es la misma que puede ofrecer un guiri de borrachera de fin de semana: muestran un toro de Osborne y un grupo de gitanos bailando sevillanas. ¡Y olé! Se nota que aquí ha habido un profundo trabajo de investigación por parte de los responsables de la película. De hecho solo falta que Hanna se coma una paella en un chiringuito de playa y se hinche a meterse sangrías entre pecho y espalda mientras de fondo suena “la Macarena” para acabar de rizar el rizo. Por lo demás el guión está lleno de errores de nivel básico (incluyendo a una adolescente que jamás ha visto la electricidad y que dos días después ya está navegando por internet con total soltura, entre otros) pero que, no obstante, no pueden impedirnos ver el bosque. Porque uno no debe tomarse la película demasiado en serio para poder disfrutarla.
Hanna es una adolescente de catorce años que vive junto con su padre en una cabaña perdida en el culo del mundo, sin luz, ni agua corriente, ni nada que se le parezca. El padre de la chica la ha estado entrenando durante toda su vida para convertir a su hija en una especie de “soldado universal” capaz de sobrevivir en las circunstancias más adversas. Un día Hanna se cansa del temita Boy Scout y le comunica a su padre que está preparada para volver a la civilización, que ya vale de frío, de tener que cazar animales para poder comer y de cagar en un hoyo, a lo que el padre le dice que bueno, que vale, que apretando un botón rojo que tiene el hombre se plantan allí la hostia de soldados en menos que canta un gallo pero que, ya si eso, él se va marchando y que ya se encontrarán por Berlín un día de estos (no, no tiene mucho sentido, lo sé). Total, que el padre todavía está hablando que la niña ya ha apretado el botón con más ganas que cabeza, lo que pondrá en alerta a los servicios secretos que llevaban buscando a la chica y su padre desde hace años, empezando la caza y captura de la muchacha. (He estado un buen rato dándole vueltas a la cabeza intentando buscar una manera de contar el punto de partida del film sin que sonara demasiado absurdo. No lo he logrado).
El trio protagonista de la película es de esos que podríamos llamar de excepción. Hanna es Saoirse Ronan (Expiación, City of Ember, The lovely bones), una joven promesa que vuelve a bordar su papel confirmando, una vez más, que tiene un presente espectacular y un futuro de cagarse pata abajo; su padre es Eric Bana (Hulk, Troya, Munich) un tipo que ha demostrado ser buen actor aunque de carrera excesivamente irregular; y la mala de turno es Catte Blanchett (El curioso caso de Benjamin Button, Robin Hood), una debilidad personal y gran actriz. Los tres están fantásticos, especialmente la joven Saoirse Ronan, capaces de dar verosimilitud a una historia que, en el fondo, es una soberana tontería. Blanchett, además, vuelve a hacer de mala malísima, en un rol que podría recordar a su personaje en Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal.
Hanna es un thriller raro, irregular, hiperbólico y muy europeo que juega de una forma constante a despistar al espectador. Y es que justo cuando uno empieza a entender que la cosa será una soberana ensalada de hostias, de acción trepidante, persecuciones imposibles y frenéticos movimientos de cámara, la cosa opta por calmarse y convertirse en un drama sobre una adolescente que intenta encontrar su lugar en el mundo, emprendiendo un viaje tanto interior como exterior hacia la libertad, a la vez que empieza a descubrir todas aquellas maravillas que, hasta ese momento, le eran desconocidas, consiguiendo un valioso respaldo en una nueva amiga (la primera en realidad) que le ayudará en su fase de adaptación. Y cuando el espectador se encuentra todavía asimilando esta nueva condición, nos golpea de nuevo la acción burra, las patadas imposibles en los rostros de sicarios skins neo-nazis con ganas de sangre a ritmo de The Chemical Brothers, que termina provocando que el espectador tenga la constante sensación de que siempre va un paso por detrás del film.
La película dispone de un arranque fulgurante, las escenas de acción resultan trepidantes y aunque hacia la mitad de la cinta la cosa pierda intensidad (preferimos a Saoirse Ronan repartiendo cera en lugar de estar de cháchara con su amiga para ver cómo se lo montan para ligarse a unos poligoneros de tres al cuarto) hacia el final la cosa vuelve a subir en intensidad logrando cerrar el círculo con una gran secuencia final. Todo esto con una dirección de Joe Wright que vuelve a hacer de las sucias, ofreciendo largos planos secuencia, y unos actores que ayudan a que todo el conjunto gane en cohesión, a pesar de enfrentarnos a una trama tan absurda como disfrutable, salvando los tópicos que sobrevuelan el guión.
La película dispone de un arranque fulgurante, las escenas de acción resultan trepidantes y aunque hacia la mitad de la cinta la cosa pierda intensidad (preferimos a Saoirse Ronan repartiendo cera en lugar de estar de cháchara con su amiga para ver cómo se lo montan para ligarse a unos poligoneros de tres al cuarto) hacia el final la cosa vuelve a subir en intensidad logrando cerrar el círculo con una gran secuencia final. Todo esto con una dirección de Joe Wright que vuelve a hacer de las sucias, ofreciendo largos planos secuencia, y unos actores que ayudan a que todo el conjunto gane en cohesión, a pesar de enfrentarnos a una trama tan absurda como disfrutable, salvando los tópicos que sobrevuelan el guión.
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