El desafío: Frost contra Nixon (2008)

Buenos días, soy el jefe Dreyfus con la resaca post-Oscars, que evidentemente no seguí en directo porque ni tengo el Canal +, ni tengo putas ganas de tragarme la gala entera a las tantas de la madrugada (aunque parece que todo el mundo coincide en que este año la elección de Lobezno para conducir la ceremonia ha sido de lo más acertada) y con una película de estreno reciente que, ha pesar de sus cinco nominaciones iniciales, se volvió para casa con una mano delante y otra detrás. Hoy: El desafío: Frost contra Nixon... ¡Empezamos!

Tres años después de que Richard Nixon tuviera que dejar la casa blanca por el escándalo del Watergate (que al parecer el hombre se dedicaba a espiar a la peña cosa mala, aunque lo malo no son las escuchas ilegales, lo malo es que te pillen), el hombre vive tranquilo en su soleado rancho de California, aislado de la vida pública, preparando sus memorias para intentar resarcir su mala imagen. Ha pesar de no haber concedido ninguna entrevista durante estos tres últimos años, David Frost, un presentador de televisión británico, más cerca de ser un showman que un periodista serio, intentará conseguir la ansiada entrevista tramando una sesuda táctica para convencer al ex-presidente: Poner dinero a porrillo encima de la mesa. Nixon acabará aceptando la entrevista con Frost, en parte por el dinero (a nadie le amarga un dulce) y en parte por ver en su adversario a un débil rival al que consideraba que no estaba a su altura, pensando que no lograría causarle demasiados quebraderos de cabeza.

La película es una adaptación de la obra teatral de un tal Peter Morgan, encargado también del guión de la peli, que, a su vez, estaba basada en los hechos reales transcurridos en 1977, que tuvieron gran impacto social en los Estados Unidos (recordemos que Nixon ha sido el único presidente de su país que tuvo que dimitir del cargo). Incluso se podría decir que Richard Nixon tiene una filmografía propia, ya que su figura ha inspirado títulos tan conocidos como: Todos los hombres del presidente (1976), Nixon (1995) o El asesinato de Richard Nixon (2004), aunque por si algo es recordado en los últimos tiempos, es por recuperar el poder en el año 3000, de la mano de los creadores de Futurama.

La peli está dirigida por el incombustible Ron Howard, un tipo con poco pelo y que empezó en esto del cine como actor juvenil, que como director tiene títulos tan jodidamente populares como: 1, 2, 3... Splash, Cocoon, Willow, Llamaradas, Un horizonte muy lejano, Apolo 13, Rescate, El Grinch, Una mente maravillosa, Cinderella Man o El código DaVinci, entre otras. La primera conclusión que se puede sacar viendo su filmografía es bastante clara: El hombre es una puta máquina de fabricar dinero y los grandes estudios se lo deben rifar. La demás conclusiones, prácticamente, también vienen por si solas: Hay puras mierdas en su carrera, es un director al uso con poco sello distintivo y creo que tiene un rollete raro con Tom Hanks.

Pero no nos desviemos del tema y vayamos con los actores, porque al frente del reparto encontramos a Frank Langella, como Nixon, recordado por encarnar a Dracula en una peli de finales de los setenta y por encarnar al mismísimo Skeletor en Masters del Universo (!!!) y a Michael Sheen, como Frost, que recientemente interpretó a Tony Blair en The Queen. Su duelo interpretativo es de lo merjorcito de la cinta y ambos demuestran estar a la altura de lo esperado, especialmente Frank Langella, con algunos momentos brillantes. Además, en la peli también podemos encontrar a Kevin Bacon, como una especie de guardaespaldas/consejero de Nixon y a Rebecca Hall (la Vicky de la película de Woody Allen), como la novia de Frost, en un papel algo raro, metido con calzador en la historia y que no acaba de aportar nada a la trama, más que el de ser la chica de la película.

¿El político es un género cinematográfico? En el caso de que lo sea confieso, desde ya, que me la suda más que a Camacho en una sauna. No obstante, y aquí radica el secreto de la película que hoy nos toca, El desafío: Frost contra Nixon es una película de lo más entretenida, fácil de tragar (no hace bola como un bistec de los baratos), con un ritmo narrativo que consigue que la peli apenas decaiga a lo lardo de su metraje y que te creas el falso suspense de la trama (digo lo de falso porque casi todo el mundo sabe ya como terminará mucho antes de empezar a verla), tremendamente efectiva y efectista. Y si alguien consigue (sea el soso de Ron Howard, personaje que no es precisamente santo de mi devoción) que durante dos horas pueda estar interesado en un acontecimiento tan tronado como el Watergate y el personaje de Richard Nixon, pues ole sus santos cojones, especialmente si, por el mismo precio, me sirven una interpretación tan interesante como de la Frank Langella, interpretando a un personaje tan siniestro y manipulador, aunque humillado ante la opinión pública, como el del ex-presidente de los Estados Unidos.

Resumiendo: Buena película, capaz de entretener a pesar de tratar un tema suficientemente gastado, con una gran interpretación de Frank Langella.



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Breve encuentro (1945)

Elprimerhombre ha visto Breve encuentro, de David Lean, una película que nos cuenta una historia de amor efímera pero intensa donde podemos ver ya una madurez cinematográfica de uno de los directores británicos más relevantes de la historia del cine.

Sin ser una superproducción como las que hizo a finales de los años 50 y durante los años 60, tan populares y tan reconocidas como El puente sobre el río Kwai, Lawrence de Arabia o Doctor Zhivago, David Lean, a partir del guión de Noel Coward, nos da una lección de precisión y de cordura a la hora de tocar un tema tan difícil como la pasión de un amor imposible. Sus intenciones están tan claramente direccionadas a plantearnos el sufrimiento de un amor que no puede o no debe existir, que somos absorbidos de manera absoluta por el personaje más cautivador y más importante de la película, Laura Jesson, la amante que está interpretada de forma impecable por Celia Johnson, que tiene la mala suerte, por decirlo de alguna forma, de conocer a un hombre en el bar de la estación de Milford, un humilde médico de cabecera llamado Alec Harvey, encarnado por Trevor Howard, conocido también por su papel en El tercer hombre. El encuentro de ambos es fortuito ya que antes de coger el tren ella se queja de que algo le ha entrado en el ojo y él le ayuda a quitárselo. Este primer y corto acercamiento no tiene la más mínima importancia para ella pero dos semanas después coincidirán en un restaurante y empezarán una relación que resultará ser agradable y dolorosa para los dos.

Precisamente, el viaje que hace ella cada jueves a Milford para comprar, para ir a la biblioteca o para ir al cine será crucial para la historia y a la vez será un día deseado para ambos. Y aunque están casados con sus respectivas parejas y tienen sendos hijos, el amor surgirá de forma imprevista cuando en uno de esos jueves Laura escucha a Alec, con delicadeza y atención, hablar de su trabajo y más en concreto de la medicina preventiva. Es en este momento cuando ella se da cuenta de que siente algo por ese hombre, plasmado de forma impecable con una frase: "De pronto, parece (usted) más joven". Junto con estas palabras, la música de Rachmaninov con su piano entra también en escena, algo de vital importancia para toda la película. Si a este acierto unimos la espeluznante fotografía de Robert Krasker, obtenemos escenas con una gran resolución y un fuerte sentimiento, dando pie a David Lean para realizar una obra maestra.

Algo que no había comentado aún es que la historia de este amor está contada con un flashback que comienza pasado el primer cuarto de hora de la película, o sea que desde el inicio sabemos que el idilio entre los dos protagonistas no es para siempre. A partir de aquí es Laura que sentada en un sillón delante de su marido Fred se convertirá en la narradora, explicando la historia como si fuera dirigida a él al no tener el valor de decírselo en persona. La voz en off que oímos de Laura se convertirá en un personaje más, siendo uno de los puntos importantes de la historia, porque es donde realmente percibimos el malestar y el dolor de ella. Este recurso es utilizado a la perfección por Lean. Pero no olvidemos que también son muy importantes los personajes secundarios que acompañan en algunas escenas a los dos protagonistas. Aparte de Fred, también está el personaje que trabaja en la estación de tren que no para de coquetear con la dueña del bar, ambos vitales para la historia, o Dolly, amiga de Laura, un tanto pesada porque no para de hablar y encima aparece en el momento crucial de la despedida de Laura y Alec.

Con este final inevitable dado por la marcha de Alec con su familia a Johannesburgo a causa de trabajo, David Lean consigue redondear la historia volviendo a la misma escena del inicio que representa el adiós de la pareja enamorada en el bar de la estación de Milford. Pero esta vez desde el punto de vista de Laura, remarcando esa sensación de pérdida, del temor por ver alejarse algo que le ha sido tan cercano por un tiempo. Ese sentimiento es acentuado cuando interrumpe el mencionado personaje de Dolly, que con su llegada la pareja no puede permitirse otra despedida que un simple apoyo de la mano de Alec en el hombro derecho de Laura, como un intento de transmitirle en ese pequeño gesto todo su aprecio hacia ella. Un terrible instante que permanecerá grabado por mucho tiempo en la mente de Laura y en la del espectador.

En definitiva, una historia de amor inteligente, eficaz, sugerente, con una construcción perfecta del personaje femenino que nos llegará a emocionar.

Un saludo!



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El hombre del traje blanco (1951)

Sydney Stratton es el típico científico visionario y despistado, aunque su campo no es la robótica, ni la física cuántica, ni la exploración espacial, sino la química textil. Tras perder una decena de empleos por culpa de sus alocados experimentos, Sydney entra de tapadillo en otra empresa, atraído por su moderno equipo de investigación. Allí dará con la fórmula de un revolucionario tejido que ni se ensucia ni se desgasta, lo que lo convierte en prácticamente irrompible. Tras la alegría inicial, el invento no tarda en llenar de temor los corazones de empresarios y empleados, que temerán por la frágil balanza comercial y por sus puestos de trabajo. Ambas agrupaciones pondrán todo su empeño en impedir la divulgación y la explotación de dicho tejido, amenazando incluso la vida del propio Sydney.


La trama recurre a varios convencionalismos de la serie B de la época, aunque convenientemente maquillados y descafeinados, de tal manera que la cinta nunca adquiere completamente su condición de cine de ciencia ficción, sino que mantiene un pie en la fábula moral y el otro en la comedia negra. Esto se debe al buen hacer de Alexander MacKendrick, un director que aun siendo estadounidense de origen Galés, representa la quintaesencia de la flema británica. Su obra más conocida es El quinteto de la muerte (1955), una divertidísima parodia del derrumbamiento del Impero Británico, pero visto lo visto, convendría revisar toda su filmografía, porque parece injustamente condenada al ostracismo (los designios de la industria son inescrutables).


En el protagónico principal tenemos a un actor de apellido cervecero y con pedigrí de caballero, sir Alec Guiness, que aparte de ser todo un icono cinematográfico y el maestro y mentor de Luke Skywalker, también posee un oscar por su interpretación en El puente sobre el río Kwai (1957). Ambos, director y actor, estaban por aquel entonces muy afincados a la productora Ealing, una compañía que realizó las mejores comedias clásicas del cine británico de los años 40 y 50, entre las que destacan Ocho sentencias de muerte (1949) y la que hoy nos ocupa. El reparto lo completan Joan Greenwood, Cecil Parker y Michael Gough, el mítico Alfred Pennyworth de la saga Batman (1989).


El hombre del traje blanco es, según palabras del propio director, “una película de dibujos animados politizada”, una crónica de su tiempo que utiliza el humor y la caricatura como panacea para tratar ciertos temas peliagudos. En este sentido la cinta funciona a dos niveles, por un lado critica la soledad del individuo enfrentado a la sociedad y por el otro muestra el poder destructivo de la bondad. El traje blanco del protagonista simboliza la pureza del alma y podemos ver en el filme como Sydney va superando todas las pruebas morales a las que se enfrenta sin mancharse, evitando caer en tentaciones tan arquetípicas como la codicia o el sexo. Hay una escena en que Sydney se ve obligado a improvisar una espada y un escudo con lo que tiene a mano, y así pone físicamente de manifiesto su condición de caballero andante del siglo XX, todo un don Quijote moderno luchando contra los molinos de viento de la era post industrial. El personaje de Joan Greenwood siente cierta atracción por él, pero esto se debe más a su rectitud moral que a otra cosa.


El personaje principal es probablemente el más caricaturizado de todos, el paradigma del genio despistado, con un físico, una actitud y una manera de rascarse la nuca, que reflejan la gran ingenuidad del protagonista. Al igual que ese tupé, parecido al que lleva Tim Robbins en El Gran Salto (1994), otro cartoon de carne y hueso. A decir verdad, este no es el único punto en común que se me ocurre entre ambas producciones, cosa nada extraña si tenemos en cuenta que los hermanos Coen también realizaron un remake de la ya mencionada El quinteto de la muerte, obra también de MacKendrick.


El hombre del traje blanco es, en definitiva, una parábola divertida, imaginativa, punzante y pesimista, un cuento moral dirigido magistralmente, repleto de buenos momentos y poseedor de un final desbocado y casi surrealista, en el que todos los personajes actúan encolerizados por un capitalismo caníbal, algo que remite de alguna manera al cierre de El perfume (1985), la novela de Patrick Süskind.



La frase: “Así parece un caballero embutido en brillante armadura, y eso es usted”.

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Slumdog millionaire (2008)

Buenos días, soy el Jefe Dreyfus y hoy vamos con otra peli de estreno que, por sorpresa, ha empezado a encadenar premios de una forma endiablada y se ha colado en los Oscars, nada menos que con diez nominaciones, incluyendo la de mejor película y director. Ahí es nada. Claro que a la gente de los Oscars siempre les ha gustado sentar a un pobre en su mesa (aparte de los de habla no inglesa), aunque, a veces, resulta que éstos son los que se acaban llevando el gato al agua. Hoy: Slumdog Millionaire... ¡Empezamos!

Resulta que en Bombay también tienen el popular concurso “Quien quiere ser millonario” aunque, por fortuna, ellos no tienen que sufrir los levantamientos de ceja de Carlos Sobera. En el concurso participa un adolescente, con cara de empanado y orejas de soplillo, que ha crecido en las calles de los barrios más pobres de la ciudad que, no obstante, consigue llegar hasta la pregunta final y optar al gran premio del programa. Con la ayuda de reiterados flashbacks veremos crecer al muchacho, a través de tres etapas distintas de su vida, desde que era un crío, y conoceremos su vida, unida a la de su hermano, hasta llegar al momento presente en el que se juega veinte millones de rupias (¿alguien sabe a cuanto está la rupia al cambio?). ¿Pero como es posible que un crio crecido en la calle, y sin apenas educación, pueda saberse las respuestas del concurso?

Lo de Danny Boyle, el director de la peli, debería ser digno de estudio. Se dio a conocer con la entretenida Tumba abierta e hizo saltar la banca con Trainspotting (nunca antes cuatro yonkis habían dado tanto juego). Con el éxito se decidió a dar el salto a Hollywood, donde encadenó hostia tras hostia, primero con Una historia diferente, peli con Ewan McGregor, su actor fetiche hasta el momento, y Cameron Diaz y luego con La playa, protagonizada por DiCaprio metido en una trama que en todo momento parecía que no llevaba a ningún lado. Después de los dos fiascos decidió regresar a su Reino Unido natal, donde recuperó enteros con la popular 28 días después (fallida al fin y al cabo), pero rápidamente volvió a caer en picado con Millones y Sunshine.

Llegados a este punto de su carrera, muchos ya lo debían dar por muerto, un servidor entre ellos, pero de pronto decide irse a la India a rodar una pequeña película, basada en el libro “Q and A”, codirigida por el autóctono Loveleen Tandan (muy conocido en su casa a la hora de la cena) y resulta que el hombre vuelve a dar en el clavo, ganando premios a porrillo y volviéndolo a situar en el mapa como un director a tener en cuenta. Esperemos que a partir de ahora no vuelva a cegarse con las luces de Hollywood y se le vuelva a ir la pinza.

Al principio de la película empezaron a acecharme dudas acerca de la misma. No acababa de entrar en la historia y, además, me temía que me la podían estar dando con queso. No obstante, a medida que iba avanzando la trama me fui, poco a poco, enganchando más a una historia que me estaba regalando momentos ciertamente geniales (la escena en la que el niño corre a pedirle un autógrafo a su actor favorito es una buena muestra de ello). Y es que a pesar de mis dudas iniciales, el guión está muy logrado, fragmentado en tres espacios de tiempo, con mucha fuerza y con grandes dosis de drama, comedia, aventuras y... ah, si, ¡amor!. Porque al fin y al cabo lo que nos está contando la película no es ni más ni menos que una hermosa historia de amor, bien trabajada hasta que al final la cosa se acaba desbordando. Porque aquí llegamos a los “peros”: El final es, siendo suaves, poco creíble, por demasiados motivos (quien haya visto la película sabrá de que hablo), excesivamente previsible y con un punto de exceso de edulcoración. A pesar de todo, llegué a perdonarle los defectos debido al buen rato que me estaba haciendo pasar y al buen gusto de boca con el que salí de ver la peli.

Resumiendo: Muy buena película de un recuperado Danny Boyle plagada de un buen puñado de momentos para recordar, aunque con un tramo final que flaquea en exceso.



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Hannah y sus hermanas (1986)


Elprimerhombre ha quedado otra vez con Hannah y sus hermanas, y la verdad es que ha disfrutado con ellas y con todos los que están a su alrededor. Con el sello particular del señor Woody Allen, esta película es otra verdadera declaración de amor a la vida y al cine de este singular director.

Desde mi punto de vista humilde he de decir que considero esta película como de las mejores del señor Allen. Quizás sea por la aparición de la bella Barbara Hershey o del buen hacer del gran Michael Caine, pero es que la historia tiene un encanto tan especial que me atrapa. Aunque en principio el argumento de la película es bastante típico de este director, ya que mientras vamos viendo la vida de cada una de las tres hermanas también se incluye él mismo con un personaje hipocondríaco (un papel con el que nos tiene bastante acostumbrados), todo fluye de forma estupenda. La historia está tan bien contada y con la presencia de actores de tanto talento que no se puede pedir mucho más. Tenemos a la mencionada Barbara Hershey, como la hermana menor, llamada Lee, que vive con un pintor cascarrabias y bastante arisco, Frederick, interpretado por el perfecto Max von Sydow; al señor Michael Caine, que no me cansaría nunca de mencionar su gran actuación (se llevó el merecido Oscar), con un personaje que está muy enamorado de Lee, Elliot, un prestigioso consejero de finanzas que a su pesar no está casado con ella sino con su hermana mayor, Hannah, interpretada por Mia Farrow, que curiosamente estuvo casada con el personaje que interpreta el mismo Woody, Mickey (¿no les recuerda a su vida real?). La hermana que falta es Holly, interpretada fantásticamente por Dianne Wiest, papel que le sirvió también para ganar un Oscar.

Si ya la han visto, no me negarán que no puede tener un comienzo mejor. Si lo primero que vemos es un plano de Barbara Hershey mirando a la cámara y oímos la voz en off de Michael Caine pensando "Dios mío, pero qué hermosa es", por mi parte no puedo pedir mejor inicio para la película. Esta escena inicial podría resumir el placer que me produce esta historia, ya que por una parte está Barbara Hershey, una de las actrices más atractivas que he visto en el celuloide, y por otra me parece muy original que mire a cámara mientras oímos ese bello piropo y que después se la siga por la casa llena de gente y aún oigamos más palabras sinceras de amor hacia ella por un simpático y perfecto Michael Caine. Es una escena que me produce mucha satisfacción, igual que toda la relación entre estos dos personajes. Estoy seguro de que sin ellos dos la película no me convencería tanto. Por quedarme con algunas de sus escenas, destacaría la que él corre por la calle para cruzarse "disimuladamente" con ella o en la que está en su casa y va pensando que tiene que proceder con cautela y de repente se lanza a besarla.

Esto es una de las cosas que hace perfectamente Woody Allen, sorprendernos con alguien fuera de campo, igual que las voces de los diferentes personajes, un recurso que suele utilizar mucho y en esta película queda a la perfección. Cuando Elliot y Lee están en una biblioteca y él le recomienda un libro de E.E. Cummings, oímos la voz de los dos pero durante un momento sólo vemos a Elliot paseando por las estanterías, consiguiendo de esta forma una frescura y un misterio en la escena que me parece formidable, gracias sobre todo a un buen movimiento de la cámara. Esta forma de rodar escenas en las que no vemos a todos los personajes que dialogan me parece que es muy difícil de realizar y el señor Woody Allen es un maestro. Y si a esto unimos la nostalgia que reside en sus películas, un servidor no puede evitar dejarse caer en la tentación de volver a verlas las veces que hagan falta. Y si encima aparecen versos tan bellos como en esta película aún con más razón: "nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas".

Y sin entrar en lo que se dice en los últimos años de si Woody Allen ya no hace las pelis que hacía antes (que la verdad yo lo pienso desde hace mucho tiempo), me considero fan suyo por varias de sus creaciones que me han cautivado, desde las comedias más locas como La última noche de Boris Grushenko (1975), a comedias más serias como Annie Hall (1977), obras maestras como Manhattan (1979), otras tan inteligentes como La rosa púrpura del Cairo (1985), Septiembre (1987), Días de radio (1987), e interesantes y efectivas como El misterioso asesinato en Manhattan (1993) o Balas sobre Broadway (1994). Y un largo etc. Un dato más, Hannah y sus hermanas se llevó también el Oscar por el mejor guión original.

En definitiva, una nostálgica película que nos explica una tierna y breve historia de amor junto con la vida de varios personajes, atrapándonos por completo con una más que digna dirección.

Un saludo!



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El Planeta de las Mujeres Invasoras (1966)


Como una clara vuelta de tuerca sexual a los viajes de Gulliver, una parte de la iconografía pulp más libidinosa trata sobre el intrépido explorador que tropieza con una sociedad dominada exclusivamente por curvilíneas féminas. Esta fantasía masculina nace en tono de selvática aventura, pero rápidamente se hace más popular en su variante espacial. “¡Tetudas de Marte!”, que dirían en Dr. Alien (1989). En esta onda se mueven títulos como Cat Women of the Moon (1953) o Queen of Outer Space (1958) por ejemplo, una serie de películas sexistas a las que, años más tarde, Futurama haría un divertido homenaje en uno de sus capítulos (aquel en que Fry y compañía viajan al planeta Amazonia y son sentenciados a la deliciosa muerte por kiki). El Planeta de las Mujeres Invasoras es la aportación mejicana al género, una especie de secuela o remake en tono picante de Gigantes Planetarios (1965), un filme rodado un año antes por el mismo equipo.


La película empieza cuando dos macizas del espacio exterior aparcan su platillo volante al lado de un parque de atracciones. Una vez en tierra firme, dos feriantes intentan ligar con ellas, pero las hembras del espacio se defienden con una especie de spray antiviolador intergaláctico. Por otro lado conocemos a Marcos, un valiente boxeador que celebra su último triunfo llevando a una chica del pueblo a la feria. Ambos suben a bordo de la nave espacial pensando que es una atracción más, y allí son abducidos junto a otros pasajeros, gente de buena familia y algunos gángsteres de tres al cuarto. Mientras tanto, en la tierra, el manager de Marcos y un científico que conoce todos los entresijos de la trama, siguen a la nave en su viaje gracias a un complicado sistema de cámaras de vigilancia (¡¿?!). El platillo llega a Sibila, el planeta de las mujeres invasoras, aunque no se ve ni nada ni a nadie, porque “es la hora del descanso” según dice una. El planeta está gobernado por un par de gemelas, la una buena y maciza, y la otra mala y más maciza aun. Aunque quien lleva la voz cantante es la última, que prepara un perverso plan contra los terrícolas y su planeta.


El principal causante de tanto mal cinematográfico es Alfredo B. Crevenna, un realizador mejicano con más de 140 películas a sus espaldas, todas tan buenas como ésta y algunas perpetradas a mayor gloria de Santo, “El enmascarado de plata” (¡qué grande es el cine, leñe!). Echarle un ojo a su filmografía es toda una experiencia, ya que en ella se encuentran producciones tan socarronas como Échenme al vampiro (1963), Neutrón contra el criminal sádico (1964), Los endemoniados del ring (1965), Las muñecas del King Kong (1981), De súper macho a súper hembra (1989), El mil abusos (1990) y Ni ángel ni demonio… un macho! (1992). Todas de obligado visionado, seguro.


Crevenna se rodea aquí de la flor y nata del cine charro; Rogelio Guerra, un actor muy dado a lo que llaman Enchilada Western y que salía en la emblemática telenovela Los ricos también lloran (1979). Lorena Velásquez, un icono de la ciencia ficción tex-mex y chica-Santo por excelencia, que ha trabajado en títulos tan llamativos como Las luchadoras contra la momia (1964), y Las lobas del ring (1965). Elizabeth Campbell, actriz y gladiadora que ha repartido leña en Las mujeres panteras (1967) y Peligro…! Mujeres en acción (1969). Y Maura Monti, actriz que ha puesto sus muslos al servicio de productos tan nocivos como SOS Conspiración bikini (1967), Minifaldas con espuelas (1969) y El misterio de los hongos alucinantes (1969). Bendita locura la del cine mejicano, vive Dios.


No resulta nada difícil hacer una lectura misógina de El planeta de las Mujeres Invasoras, ya que la película no se caracteriza ni por su sutileza ni por sus valores progresistas. Las habitantes de Sibila son tan bellas como desalmadas, mujeres guerreras con las curvas bien puestas en los sitios correctos, y todas en edades casaderas. ¿De donde salen? ¿Practican el sexo? ¿Las fabrican? La cinta pasa por alto temas tan controvertidos como la perpetuación de la especie y es un dato curioso que las mujeres invasoras tengan todas la misma edad y complexión. Ni demasiado jóvenes, ni demasiado viejas, en su punto. Se pone así de manifiesto que más que un ente extraterrestre real, con unas necesidades reales, son un concepto, el concepto nada favorable que tienen los autores de la nueva mujer liberada. En el filme, las marcianas quieren invadir nuestro planeta, pero la atmósfera de la Tierra les resulta dañina, por lo que planean secuestrar a niños para implantarse sus pulmones. Quizás, de alguna manera muy tosca, lo que nos quiere decir la película es que la liberación de la mujer será a costa de los niños.


Pero dejando a un lado turbios e inconscientes mensajes sociales, esta sopa espacial le debe mucho a seriales televisivos como Flash Gordon (1936-1940), hasta el punto que la estética pulp de los cohetes e incluso los uniformes de las invasoras, recuerdan los de aquella añeja producción. La dirección es plana, los decorados de todo a un euro, los diálogos folletinescos y la trama más inconsistente que una pompa de jabón. El Planeta de las Mujeres Invasoras es una caspa espacial de fuerte sabor mejicano y con un entendimiento psicotrónico y pop de la acción. La película plantea situaciones que no sabe resolver y se haga larga en demasía, pero tiene una atmósfera de festiva inocencia que simpatiza con el espectador. Es una huída hacia delante en la que nadie se detiene a hacer preguntas, querían una película de ciencia ficción con muchas tías buenas, la querían rápido, y pese a quien pese, la tuvieron. Vaya si la tuvieron.


La frase: “¡Espero que nadie más desafíe mis lanzas necrolumínicas!”


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El curioso caso de Benjamin Button (2008)

Buenos días, soy el jefe Dreyfus y hoy analizamos una nueva película de estreno que, además, es una de las claras favoritas para la noche de los Oscars con trece candidaturas ni más ni menos (me juego el huevo derecho de elprimerhombre a que el de mejor maquillaje se lo llevan de calle), y que, encima, está arrasando en las taquillas de nuestro país. Hoy: El curioso caso de Benjamin Button... ¡Empezamos!

La peli nos cuenta la historia de Benjamin Button, un tio que va hacia atrás como los cangrejos. Así que el hombre nace siendo un abuelete, a la edad de ochenta años, en la Nueva Orleans de finales de la I Guerra Mundial, y que, a medida que va creciendo, va rejuveneciendo en lugar de envejecer. Pues si. La verdad es que visto así, la cosa, como mínimo, resulta de lo más curiosa. La peli nos va mostrando su vida, en sus diferentes etapas, de modo que vamos conociendo al personaje y a la gente que le rodea a lo largo de su “curiosa” existencia, haciendo hincapié en su duradera relación con una muchacha pelirroja, desde que son niños (bueno, ella más) pasando por la gran mayoría de las fases de la vida, solo que, en sentido opuesto el uno del otro.

El curioso caso de David Fincher: Resulta francamente curioso que haya visto la gran mayoría de las películas de un director del que ninguno de sus trabajos me haya entusiasmado. Más bien todo lo contrario. En su filmografía encontramos títulos tan conocidos como: Alien 3, claro ejemplo de que no siempre a la tercera va la vencida, aunque tampoco creo que fuera todo culpa suya, ni mucho menos; Seven, muy popular y que gustó mucho, pero que a un servidor le dejó más frío que el clima de la peli; The Game, peli con la que me dormí a la mitad y que jamás recuperé (por algo será); El club de la lucha, un salto mortal de brutal arranque pero que a medida que avanzaba se iba diluyendo hasta quedarse en nada; La habitación del pánico, película que jamás me llamó la atención y que no he visto; y Zodiac, una de las películas más sobrevaloradas de los últimos años, mal narrada y que jugaba descaradamente con espectador.

No obstante, y a pesar de tantos desengaños y sinsabores, sigo creyendo en las cualidades del sr. Fincher (llámenme masoquista), porque es innegable que al hombre le sale el talento por las orejas, aunque no siempre sepa como usarlo. Sus arranques suelen ser prometedores (lo que suele provocar que el desengaño sea todavía mayor) pero sus historias suelen avanzar por derroteros que no me acaban de interesar. Además, suele impregnar sus películas de un sello personal bastante fuerte, atractivo visualmente, con atmósferas claustrofóbicas y ambientes irrespirables que atrapan al espectador, aunque suela ser algo “tramposillo”. Quizás, pensándolo bien, El curioso caso de Benjamin Button sea la película menos Fincher, del señor Fincher.

La peli está protagonizada por Brad Pitt, que empezó como un forracarpetas de adolescentes, de los de toda la vida, y que se ha esforzado por labrarse una carrera firme dentro de la industria. A pesar de todo, la mayoría lo seguimos viendo como el cabrón que se tira a Angelina Jolie. Esta es su tercera película a las ordenes de David Fincher, después de Seven y El club de la lucha. Además, el sr. Pitt, ya había coincidido con las tres chicas de la película, con la fantástica Cate Blanchett en Babel, con Tilda Swinton en Quemar después de leer y con Julia Ormond en Leyendas de pasión. Muchos han alabado la interpretación de Brad Pitt en esta película, pero no seré yo quien les de la razón. Para mi Brad Pitt tiene dos registros: El alocado y el neutro. Su interpretación en esta película pertenece a su segundo registro. No está mejor que en otras ocasiones, como mucho lo que está es más maquillado.

El punto de partida apunta muy alto: ¡un tipo que vive su vida al revés! La hostia, ¡esto puede ser muy grande!. Si amigos, me las prometía muy felices, pero pasada la primera media hora de película (de sus tres putas horas menos cuarto) no podía evitar preguntarme una y otra vez a donde nos llevaba todo esto. Por cierto, que no acabé de entender muy bien la evolución del personaje, porque ¿si siendo un abuelete se comporta como un crio, porque siendo un crio vuelve a comportarse como tal? Supongo que el juego de la película está en que la historia consiga atrapar y emocionar al espectador, pero lamentablemente, en mi caso, ni una cosa ni la otra. Y así, durante su largo metraje asistimos a las vivencias del peculiar personaje y su trayectoria por algunos de los acontecimientos históricos de los Estados Unidos (dicen que las comparaciones son odiosas, pero no pude evitar recordar Forrest Gump en alguna que otra ocasión, aunque supongo yo que el hecho de que compartan guionista algo tendrá que ver). El punto fuerte de la película, no obstante, está en el apartado técnico. David Fincher hace un buen trabajo, aunque arriesga mucho menos de lo que suele hacerlo (y así es más facil no cagarla), acercándose más hacia un tipo de cine más clásico. Además, la caracterización del Brad “abuelete” Pitt, ciertamente, es muy de admirar, por mucho que ya se haya dicho sobradamente.

Resumiendo: Curiosa si, pero no extraordinaria. Correcta película con un buen punto de partida, en la que me falló el componente emocional, que no me llegó a cautivar.



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La gran evasión (1962)

Elprimerhombre ha vuelto a pasar un buen rato con La gran evasión, de John Sturges, una entretenidísima película con una banda sonora que se hizo muy popular.

La historia ocurre en la Segunda Guerra Mundial donde los protagonistas son prisioneros de guerra expertos en fugas que son llevados a un campo de concentración nazi más sofisticado en cuanto a medidas de seguridad. La mayoría de estos prisioneros son oficiales británicos pertenecientes casi todos a lo que era "la organización X", que con la llegada del jefe de escuadrón Roger Barlet (Richard Attenborough), creador de aquella organización, empezarán a poner en marcha otro plan. Este oficial de aviación pretende hacer tres túneles planeando una fuga de doscientos cincuenta prisioneros para ridiculizar al Tercer Reich o a los "monos", como ellos los llaman. Cada uno será el encargado de hacer su trabajo en cuestión, como el responsable de los túneles (Charles Bronson), el de carpintería o mecánica (James Coburn), el proveedor (James Garner), el de servicio de información (Gordon Jackson) o el falsificador (Donald Pleasance). Steve McQueen será la estrella de todo este grupo, aunque al inicio vaya un poco por su cuenta, siendo uno de los tres norteamericanos que hay en el campo (el personaje de James Garner también lo es). Al poco de empezar la película, su personaje ya es enviado a la "nevera", un tipo de calabozo donde está totalmente incomunicado. Allí le enviarán otra vez a causa de un intento de fuga con otro compañero, al que más adelante tirotearán cuando salte desesperadamente la alambrada al ver que los alemanes descubren uno de los túneles. Al siguiente intento, esta vez en solitario, el personaje de McQueen conseguirá escapar pero se dejará coger para volver con la información necesaria para los demás, con la manera de llegar hasta la estación de ferrocarriles.

Toda esta aventura está dirigida prodigiosamente, aunque de sus casi tres horas de duración me quedo con las dos primeras horas. En los restantes tres cuartos de hora, cuando los setenta y seis que consiguen huir intentan llegar a un destino óptimo, baja un poco la calidad de la película, sobre todo por algún que otro arreglo bastante forzado en el guión. Eso sí, todo lo que ocurre anteriormente dentro del campo de concentración es puro cine, sin ningún atisbo de aburrimiento. La gran banda sonora de Elmer Bernstein es una ayuda considerable para dar aún más esa sensación de diversión más que de dramatismo, hasta de burla hacia los nazis, con un tema central más que estupendo, archiconocido para la mayoría de la gente. Hay un buen equilibrio entre el drama de la guerra y la comicidad de algunas escenas, provocadas también por el personaje de McQueen. Y la dirección de John Sturges es perfecta, con unas escenas dentro de los tuneles que ponen nervioso hasta a los no claustrofóbicos. La cámara se mueve con una claridad apabullante y el montaje de las escenas con dicha banda sonora es casi milimetrado, como en la gran escena inicial en la que entran al campo de concentración los recién llegados y van mirando la situación de las torres y las composiciones de Bernstein se van intercalando con los planos, sugiriendo la difícil tarea que va a ser escaparse de allí.

Muchos considerarán esta película como la más conocida entre las películas de fugas de cárceles, pero me gustaría también resaltar algunas como Fuga de Alcatraz (1979), de Don Siegel, Cadena Perpetua (1994), de Frank Darabont, o cómo no, también la famosa serie Prison Break. Pero de todos los dramas carcelarios que haya visto me quedo, aparte de la película presente, con La evasión, de Jacques Becker, realizada dos años antes que la de Sturges y contada con brillantez, con muchos menos planos que esta. Sobre todo la recordaré siempre por el largo plano cenital de las manos de los presos mientras van haciendo el agujero de la fuga, que engancha de manera sorprendente debido a su simplicidad tan aplastante.

Para terminar, habría que decir que John Sturges ya era bastante conocido antes de rodar La gran evasión, con películas tan importantes como Conspiración de silencio (1955), con Spencer Tracy, o Duelo de titanes (1957), con Burt Lancaster y Kirk Douglas. Y hasta tuvo el valor de hacer una especie de remake de Los siete samurais, de Kurosawa, llamándolo Los siete magníficos (1960), donde también aparecían Steve McQueen, Charles Bronson y James Coburn. Pero seguramente que La gran evasión fue su última gran película y con la que será más recordado.

En definitiva, una gran aventura durante la Segunda Guerra Mundial que entretiene sin parar durante sus casi tres horas de duración, con una pequeña bajada de calidad en sus últimos tres cuartos de hora.

Un saludo!



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Zack and Miri Make a Porno (2008)


Kevin Smith es un cerdo, pero no un cerdo muy trasgresor que digamos. El tipo nos vende la película de que va de liberal e irreverente, pero en realidad es la cosa más conservadora que hay en el mundo. Le gusta hablar abiertamente de temas polémicos y controvertidos, como la religión y la homosexualidad, pero nunca lo hace de forma natural y honesta, sino que deja patente una serie de prejuicios. Su opera prima Clerks (1994) es la risa, Mallrats (1995) divierte, Dogma (1999) entretiene y Clerks II (2006) aguanta bien el tipo, pero el resto de su filmografía incomoda y aburre. Se suponía que Persiguiendo a Amy (1997) iba a ser el punto y final a la trilogía de Nueva Jersey, pero Smith no ha sabido avanzar y ha seguido reciclando una y otra vez las mismas ideas. Así que en Zack and Miri Make a Porno volvemos a encontrarnos con las consabidas alusiones al universo de Star Wars, los dependientes, el hockey, el sexo, la pornografía, las apuestas sobre chuparse uno mismo el pene y la evidente limitación de miras del realizador. Y todo esto, para colmo de males, en un tono de lo más inadecuado. Qué rabia da ver al autor de la fresca Clerks realizando una entupidísima comedia americana.


La historia se centra en Zack y Miri, dos amigos que comparten apartamento y se han gastado sus últimos ahorros en la compra de chismes eróticos por Internet, así que están en la ruina. Cuando les cortan el agua y la luz, el siguiente paso lógico en su situación es meterse en el negocio del porno (¡!!). Por lo que se ponen manos a la obra con Star Whores, una versión erótica de La Guerra de las Galaxias (1977), pero una serie de inconvenientes les obliga a cambiar de proyecto. ¿Por qué? No tengo ni idea. Sin duda Kevin Smith sería muy capaz de lograr escenas erótico festivas de gran calibre con el tema de La Guarra de las Galaxias. Probablemente La Guarra de las Galaxias sería una película más interesante y digna que Zack and Miri Make a Porno, pero tras un par de chistes fáciles y una cutre sesión de fotos, el filme deshecha la idea y se va por otros derroteros. Los derroteros de un baboso romance.


Teniendo en cuenta el título tan explícito que tiene la película, y tras ver un par de minutos del filme, al espectador no le resulta nada difícil adivinar qué va a suceder durante el resto del metraje. Y cuando a media película la chica suelta aquello de: “Prometamos que no va a cambiar nada entre nosotros, ¿de acuerdo?”, uno no puede más que suspirar con resignación y empezar a mirar el reloj. Resulta encomiable la labor de la pareja protagonista entre tanta mediocridad, Seth Rogen, un popular cómico americano salido de la cantera de la televisión y que ha rodado varias comedias a las órdenes de Judd Apatow, como SuperSalidos (2007) y Lío embarazoso (2007), y la guapa Elizabeth Banks, una actriz con una gran bis cómica que solo ha hecho pequeños papeles, como el de Betty Brant en la saga Spider-Man, son lo más creíble del filme, cosa bastante curiosa si tenemos en cuenta que Smith nunca ha sobresalido como director de actores. A la pareja protagonista se les une la habitual seguidilla de cameos y el amiguismo que ya es moneda común en el cine de este realizador (Smith es algo así como el Santiago Segura americano). De entre ellos destaca la presencia de Tom Savini (el mago de los efectos especiales), Traci Lords (la estrella del porno) y Brandon Routh (el puto Superman). Puede que este último personifique el mejor chiste del filme al interpretar a una famosa estrella del porno gay (¡toma!). Y en efecto, en esta ocasión no sale Stan Lee, gracias a Dios.



El tema pornográfico está cogido por el gancho fácil, ya que apenas tiene profundidad en la trama. Podría haber sido utilizado para ridiculizar la industria, o para enaltecerla, o para enseñar sus miserias y entresijos, pero no hay nada de eso en el filme. Lo porno sería fácilmente intercambiable por cualquier cosa, Kevin Smith podría haber rodado una película titulada Zack and Miri Make a Peplum y el resultado sería casi el mismo, solo que el recibimiento en el videoclub sería más frío. Sin duda el director, al idear el filme, ha dado rienda suelta a una fantasía típicamente masculina, pero le han faltado huevos y no se ha tirado a la piscina.



Por otro lado, los diálogos desternillantes siguen estando allí y la película nos brinda unos buenos chistes a lo “caca, culo, pedo, pis”, y es que si de algo saben los personajes es de soltar tacos e insultar. Smith es un verdadero experto en este sentido, el Miguel Ángel de la materia, pero aquí se lía en un guión encorsetado y una trama incompetente. Personalmente creo que cuantas menos cosas pasen en sus películas mejor. Zack and Miri Make a Porno tiene algunos buenos momentos, pero otros muy, pero que muy malos. Smith es un buen retratista de la camarería masculina, pero no sabe como plasmar las relaciones de pareja. Y si lo que quería era demostrar que el amor no tiene cabida dentro de una peli porno, fracasa, porque lo que demuestra, sin lugar a dudas, es que el amor no tiene cabida en esta comedia.



La frase: “Ahora el cine porno está establecido, es como la Caco-cola o la Pepsi pero con penes.”

La frase 2: Todos quieren ver follar a cualquiera. Odio a Rosie O’Donnell pero si alguien dijera: “Tengo una cinta de Rosie O’Donell follando”. Yo diría: ¿Porqué coño no estamos viendo eso ahora mismo?”

La frase 3: “Solo quería ver tetas gratis. Eso es todo. Pero las tetas gratis no existen, ¿verdad Zack?”


Leer critica Zack y miri hacen una porno en Muchocine.net

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