Transsiberian (2008)

Buenos días, soy el jefe Dreyfus, hoy es viernes, y como esta última semana ha hecho un frio de tres pares de narices, ¿que mejor que resaltar esta sensación con una película de estreno cuya acción transcurre encima de un legendario tren que recorre los nevados paisajes de Siberia? Pues eso, pasajeros al tren (joder, que bien lo he atado todo, que crack, madre mía), porque hoy: Transsiberian... ¡Empezamos!

La peli empieza con dos americanos, el tonto de Cheers y mi propia secretaria en la mierda de remake de la Pantera Rosa, que deciden viajar desde la China hasta Moscú con el ferrocarril Transiberiano. Lo cierto es que en avión se va de puta madre, pero es que el tonto de Cheers es un apasionado de los trenes o algo así y al hombre le hacía ilusión. Pues se va a cagar. En estas estamos, con los dos guiris cantando como almejas entre los demás pasajeros, cuando conocen a la pareja con la que compartirán departamento el resto de viaje, el malo de Tesis y una pelirroja con cara de empanada, pero que está un rato buena, y que además van más salidos que dos perros en celo. Rápidamente se harán coleguitas y se van de bebercio juntos al vagón comedor y esas cosas, a pesar de que los dos nuevos pasajeros tienen una pinta chunga y todo apunta a que esconden algo, pero a kilómetros, aunque, como el tonto de Cheers es tonto y la otra se deja tirar la caña por el malo de Tesis, pues ni puto caso a lo que resulta más que evidente. La cosa se complicará por momentos con la misteriosa desaparición del tonto de Cheers y la entrada en escena de Ghandi, como un policía ruso con muy malas pulgas. El misterio está servido.

El director de la peli es el señor Brad Anderson, que se dio a conocer el año 1998 con su primera peli, Próxima parada Wonderland, apuntó maneras con Sesión 9 (como no he visto ninguna de las dos mejor me callo) y conquistó a parte de crítica y público con El maquinista (que conste que a mi no me conquistó en absoluto porque aparte de una muy buena ambientación pocas virtudes le encontré a una peli donde el malo se afeitaba con un cuchillo al estilo Rambo). Lo cierto es que parece que el hombre se esté especializando en llevar a la gran pantalla auténticas pesadillas, rodadas en ambientes cerrados. Entre los actores encontramos a Woody Harrelson, un currante de esto de hacer pelis con una larga filmografía aunque nunca haya llegado a ser una gran estrella, Emily Mortimer, cuyo mayor logro radica en haber trabajado con Woody Allen en Match Point (era la novia despechada), Eduardo Noriega, que sigue empeñado en darse a conocer fuera de nuestras fronteras (ya lo intentó con Novo o, la más reciente, En el punto de mira) y Ben Kingsley, otro actor con gran filmografía y grandes títulos, cuyo cráneo lleva paseando por la gran pantalla desde principios de los ochenta, cuando se diera a conocer con la película que le dio la fama (y un Oscar), Ghandi. Además, la película, como ya ocurriera con la anterior, El maquinista, también tiene capital Español en la producción (supongo que por eso siempre acaba metiendo algún actor patrio entre el elenco).

Como ya he dicho, la peli es una pesadilla, con todas las letras y, ante todo, un thriller, con buena parte de lo que ello conlleva. La peli empieza bien, todo va viniendo rodado, fluido y con buen ritmo, aunque rápidamente se puede empezar a intuir por donde irán los tiros. Después de una hora de metraje (ya aviso que la peli dura casi dos horas) la película se empieza a acelerar y por fin consigue transmitir la tensión esperada, atrapando al espectador, sensación que nos acompañará durante unos buenos veinte minutos, sin duda, lo mejor de la película, coincidiendo con la entrada en escena de Ben Kingsley. Lamentablemente todo lo que sube, baja, y, pasado el subidón, la peli se precipita hacia un final bastante fallido, además de rockambolesco. En definitiva, tres fases de película: una correcta aunque previsible, otra álgida y de auténtico thiller y una tercera de bajón y, porque no decirlo, de cierto desengaño. Otro de los problemas es que la mayoría de los personajes están demasiado estereotipados, lo que ayuda a que el factor sorpresa no acabe de funcionar como debiera. No obstante, la sensación global, al acabar la película, es positiva, de haber entretenido y de no haber aburrido (a pesar de las dos horas, perdón que insista), aunque sabiendo que la película será fácilmente olvidada y que perdurará poco tiempo en el recuerdo.

Resumiendo: Pasable thriller que gusta pero que no entusiasma, con una trama que va en aumento, con veinte buenos minutos de tensión a mitad de película, pero con un fallido desenlace.



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Divorcio a la italiana (1961)

Elprimerhombre ha visto Divorcio a la italiana, de Pietro Germi, una película de humor negro, considerada por los críticos como una de las "comedias a la italiana" que se realizaron entre finales de los años 50 y finales de los 70.

La historia nos la cuenta en voz en off el Barón Don Fernando Cefalú (Marcello Mastroianni), que vuelve en tren a Agramonte (Sicilia) después de 3 años, recordando lo que sucedió en aquel verano tan importante para él. En aquel entonces, angustiado por su matrimonio con Rosalía (Daniela Rocca) después de 12 años de fidelidad, no hacía otra cosa que pensar en Angela (Stefania Sandrelli), una bella prima suya de 16 años que estudiaba en un convento de monjas llamado "los Siete Dolores" y que solía pasar los veranos en el palacio de los Cefalú, en el que desde hace tiempo viven por separado las dos familias enemistadas, la de Don Gaetano Cefalú, padre de Don Fernando, y la de Fifidda, hermana de Gaetano y casada con un tipo llamado Calogero, que se ha apoderado de gran parte de la riqueza de los Cefalú. A partir de aquí veremos cambios en el pensamiento de Fernando, que llega a imaginar el asesinato de su mujer para poder estar con su querida Angela.

Además del propio Pietro Germi, Ennio de Concini y Alfredo Giannetti también formaron parte de la creación del guión de la película, consiguiendo el Oscar al mejor guión original. Germi empezó su carrera como actor, pero en sus primeras películas como director contó con la colaboración, en el guión de varias de sus películas, de Mario Monicelli y sobre todo de Federico Fellini, de quien hace un guiño en esta película poniendo La Dolce Vita en el cine de Agramonte, revolucionando de esta manera a toda la gente del lugar, ya que según se comenta, sus imágenes son de alto contenido erótico. A raíz de la sugerente y sensual imagen de Anita Ekberg, el novio de la hermana de Don Fernando, después de que esta le eche una mirada recriminatoria, le dice que sólo es "un mamífero de lujo, sin alma".

Divorcio a la italiana pretende ser un claro ejemplo de la sociedad de aquella época, exagerando por supuesto con bastante humor el valor que se tenía por el honor de la persona, siendo el homicidio una culpa menor si era por algo de "cuernos". Ocasión que aprovecha Don Fernando para planear un encuentro con algún hombre que pueda llegar a ser el amante de su mujer, descubriendo poco tiempo después unas cartas dirigidas a su esposa por un tal Carmelo Patané.

Con una buena fotografía y sobre todo con la música de Carlo Rustichelli, Pietro Germi consigue entretener con una gran actuación del siempre interesante Marcello Mastroianni. Pero a partir de aquí, se le puede atribuir algún defecto. La dirección del film es bastante correcta pero algunos planos o quizás algunas escenas no están del todo bien resueltas, como el mismo final, poco creíble y bastante típico. Además, lo más destacable es que toda la trama que se idea Don Fernando para poder estar con Angela está bien planteada pero mal rematada. Es una lástima que no se vaya mucho más allá de lo que al principio pueda aparentar, siendo el comienzo del film lo más interesante, con una estupenda introducción del personaje de Mastroianni y una melodía preciosa evocando aún más la nostalgia del recuerdo. Es en esos primeros minutos cuando la acción de la película es mucho más ágil y más interesante, y realmente vemos a un Don Fernando angustiado, harto de su matrimonio, mostrando por sus caras y gestos esa falta de cariño hacia su esposa, caracterizada siempre con un poco de bigote y cejijunta.

Siendo una comedia satírica no llega a ser tan mordaz como podría haberlo sido, quedándose uno con las ganas de entretenerse más con la imaginación de Don Fernando y no tanto con la grabadora que utiliza para pillar in fraganti a su esposa con el amante, sin utilizar del todo el tono cómico del gran Mastroianni y ralentizando la acción de la película. Y para más inri, Mastroianni exagera demasiadas veces un tic que hace con la boca, normalmente ejecutado cuando las cosas siguen su cauce o cuando está nervioso, de ahí que roce por algún momento la parodia hacia sí mismo.

En definitiva, una comedia entretenida con un buen Mastroianni que sin embargo falla a la hora de desarrollar toda la trama planteada en sus primeros minutos.

Un saludo!



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Hidden (Oculto, 1987)


En la década de los 80 el cine palomitero vivió su época de máximo esplendor, y uno de los géneros más afortunados fue el cine de acción, que experimentó un boom sorprendente y estableció las bases que lo vendrían a definir hasta día de hoy. Depredador, Terminator, Mad Max, Desafío Total y Robocop, no solo corroboran este hecho, sino que además ponen de manifiesto que en aquellos días también estaban de moda los cócteles, tanto en las discotecas y en los bares de copas, como en los estudios cinematográficos. No, no estamos hablando del prematuro alcoholismo de Drew Barrymore, sino de una serie de producciones que combinaron con mayor o menor fortuna dos o más géneros cinematográficos. Un desenfadado ambiente que propició la aparición de Hidden, una cinta que casa el terror, la sci-fi, el thriller, las buddy movies y el cine de acción, en un acto de irreverente pero pícara poligamia.


La película empieza por todo lo alto, con un violento atraco y su consecuente persecución, una vertiginosa carrera automovilística que da cabida a un par de acontecimientos muy a tener en cuenta. Primero, el atropello de un pobre inválido en silla de ruedas (algo que remite directamente a La carrera de la muerte del año 2000) y segundo, la utilización del típico gag de los transportistas de cristal. Un recurso muy frecuente en el cine cómico (solo hay que echarle un ojo a ¿Qué me pasa doctor?) que aquí se salda con el violento atropello de los dos cargadores y la total destrucción de la superficie cristalina. Todo un alegato de intenciones, ¿no les parece? Pero no nos detengamos aun, el atracador cae en una emboscada en la que es cosido a balazos y volado por los aires, pero el tipo sobrevive milagrosamente, con el cuerpo malherido en algún punto entre pasado y muy hecho. A todo esto le sigue una cruenta escena en que la película se decide a mostrarnos sus cartas. Vemos como el criminal despierta en el hospital y un horrible insecto gigante sale de su boca para ocupar el cuerpo de su compañero de habitación. Llegados a este punto, el lector se dará cuenta de un hecho irrefutable. No estamos ante una mera cinta policíaca, aquí hay marciano encerrado. Benditos ochentas.


Jack Sholder, el realizador, probó suerte con esta mermelada de géneros tras el sonado fracaso que supuso Pesadilla en Elm Street II, su anterior filme. Una cinta muy infravalorada a mi parecer, que aun con sus desaciertos y disparates, se me antoja como la única digna seguidora de la primera parte, ya que consigue funcionar como película terrorífica sin caer en la caricatura y la auto parodia que se adueñaría de la saga a partir de la tercera entrega. Dicho esto, ahora ya pueden dirigir sus misiles hacia mi cabeza.


La sombra de Alien, el octavo pasajero y La invasión de los ultracuerpos planea sobre esta película en la que un psychokiller intergaláctico hace de la tierra su patio de recreo mientras habita diferentes cuerpos humanos. El portador de este parásito alienígena sufre lo que yo llamo “el efecto ochentas”, que consiste en adquirir un gusto repentino por el rock duro y los cochazos (preferiblemente Ferraris). Los encargados de pararle los pies son un policía y un agente del FBI. El primero está interpretado por Michael Nouri, al que posiblemente recordarán por Flashdance si consiguieron apartar la vista en algún momento de la despampanante Jennifer Beals. Él interpreta al mejor agente de la ciudad, un tipo del que depende todo el departamento de policía, como bien se afana en comentar en voz alta su jefe. El segundo está interpretado por Kyle McLachlan en un claro precedente al papel que le haría famoso en Twin Peaks. La escena en que nos dan a entender que su personaje también es de origen extraterrestre está realmente bien planteada. Se encuentra frente al espejo y se toca el rostro de forma peculiar, emulando el mismo gesto que el portador del parásito ha hecho con anterioridad, un par de escenas atrás, en una situación similar. Sencillo, sutil y efectivo, un tipo de detalle que la cinta repetirá más adelante.


Juntando al poli terráqueo y al poli marciano tenemos otra película de colegas con personalidades opuestas. Claro que aquí se lleva este concepto hasta el extremo, algo que solo sería superado por Whoopie Goldberg, cuando protagonizó en 1995 una película policíaca junto a un tiranosaurio. La buena de Whoopie, siempre poniendo el listón tan alto.

En su violenta visita turística por nuestro planeta, el maligno ente alienígena hará todo lo que le de la gana y no se amilanará ante nada ni nadie. Sus cambios de cuerpo responderán a las circunstancias y a sus ansias de poder, y al ser consciente del efecto que produce entre los hombres, se meterá en las voluptuosas carnes de Claudia Christian. Una actriz que tuvo su momento de gloria televisiva con la serie de ciencia ficción Babylon 5 y que aquí interpreta a una bailarina de striptease. Como el lector bien sabrá, en Hollywoood existe un mandamiento que obliga a toda película con una investigación criminal a incluir una escena en un bar de striptease, quebrantar esta norma podría romper el continuo espacio tiempo cinematográfico y lo que es peor, obligar a los guionistas a buscar nuevos recursos argumentales.


La temática extraterrestre en Hidden sirve tan solo de mera excusa para desplegar todo un carrusel de fuego y balas. La película es básicamente una persecución de 97 minutos de duración que no nos deja ni un segundo de respiro, haciendo gala de un vigor narrativo que ya quisieran para sí actuales superproducciones como Wanted. Es puro cine de evasión, directo, violento y sin complejos, donde aun maravilla ver lo bien que se realizaban los tiroteos en los 80.


Ya en el último tercio de la película, cuando por fin se topan Kyle McLachlan y su némesis marciana, ambos mantienen una conversación llena de latiguillos extraterrestres que hoy en día pueden rechinar bastante, pero en general la cinta ha envejecido bien. No deja de sorprenderme que algunos críticos la acusen de tener un final demasiado sensiblero y tópico, nada más lejos de la realidad. La cinta concluye de una manera más negra y ácida de lo que puede parecer a simple vista, pero hay que saber leer entre líneas. Cuando vi la cinta por primera vez, en el cine de mi pueblo y acompañado por la trouppe del Quesito Rosa, a mí también se me escapó esta segunda lectura. Claro que yo tenía 10 años y estaba demasiado ocupando contando la numerosa cantidad de asesinatos que hay en la película.



La frase: “Mató a 12 personas e hirió a 23. Robó 6 coches, la mayoría Ferraris. Atracó 8 bancos, 6 supermercados, 4 joyerías y una pastelería. A 6 de las víctimas las degolló con un cuchillo, 2 eran unos chiquillos. Todo eso en una semana.”

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Quemar después de leer (2008)

Buenos días, soy el jefe Dreyfus, hoy es viernes y vuelvo con otra película de estreno, en esta ocasión, directamente sacada de la cabeza de los, últimamente demasiado irregulares, hermanos Coen. ¿Habrán acertado esta vez? Pues enseguida lo vemos, porque hoy: Quemar después de leer... ¡Empezamos!

Comedia de enredos muy enredados, a ver si me aclaro con la sinopsis. La cosa va de un agente de la CIA, el prota de las amistades peligrosas, al que ponen de patitas en la calle por darle a la botella más de la cuenta. Él, para vengarse, decide escribir unas memorias de sus años como agente, y de paso sacarse unos dineros, el problema es que el CD donde guarda toda la información acabará extraviado y en manos de Joe Black y la poli de Fargo, un par de patanes de gran calibre que trabajan en un gimnasio a las ordenes del padre fallecido de A dos metros bajo tierra. Los dos lumbreras no dudarán en sacar tajada del asunto intentando chantajear a su propietario. Además, la cosa todavía se complicará más cuando la poli de Fargo empiece a mantener una relación con Batman 4, que a su vez también se está beneficiando a la esposa, del ex-agente chantajeado y que, sin quererlo, se verá metido de lleno en toda esta historia. Total, que los Coen siempre la acaban liando, ya sea por un maletín lleno de fajos de billetes (Fargo, No es país para viejos), un bebé (Arizona Baby), una alfombra (El gran Lebowski) o, como en ésta, un CD.

Los hermanos Coen son dos putos genios capaces de lo mejor (la mayoría de las veces) y de lo peor (las menos) con gran habilidad para hacer su trabajo, ya sea en géneros tan, a priori, opuestos como la comedia o el drama, que hace poco se merendaron a crítica y público con No es país para viejos, ganadora de cuatro Oscars (precisamente Quemar después de leer querían dirigirla antes que ésta, pero problemas con la agenda de sus estrellas se lo impidió). En cuanto a las comedias, que es lo que hoy toca repasar, encontramos grandes películas como Arizona Baby, El gran salto o El gran Lebowski y otras menos interesantes, para mi gusto, como las más recientes O brother, Crueldad intolerable y Ladykillers (esta última francamente lamentable).

Entre los protas encontramos un plantel de nombres que muchos ya quisieran para sus películas: Brad Pitt, en su primera colaboración con los Coen, interpretando a un hortera e infantil preparador físico que se verá arrastrado por su compañera de trabajo en un embrollo que se irá complicando por momentos; George Clooney, en su tercera colaboración con los Coen, que sigue interpretando, para ellos, el mismo papel de tontaina que ya interpretara en sus dos películas anteriores juntos, extremado y sobreactuado, buscando la caricatura sobre todas las cosas; Tilda Swinton, que interpreta a una mujer fría y calculadora con grandes dosis de mala leche, que será quien iniciará todo el jaleo; John Malkovich, actor casi de culto, de extensa carrera, que encarna al colérico y malhablado ex-agente de la CIA; y Frances McDormand, habitual actriz de los directores (aparte de esposa de Joel Coen), siempre fantástica, que ganó un Oscar como mejor actriz, precisamente, por Fargo.

Pero, vamos a lo que vamos, que ya iría siendo hora. Quemar después de leer me merece un aprobado raspadillo raspadillo, demasiado justo para lo que podría haber dado de si la película, con un guión que, en principio, les debería ir como anillo al dedo para desplegar todo su potencial (coño, como que se lo han hecho ellos mismos a partir de la novela Stansfield Turner) pero que no acaba de rematar la faena y un elenco de actores (y nombres propios) dispuestos a hacer el burro como pocas veces. Pero a la hora de la verdad, lo cierto es que a la película le cuesta horrores arrancar, con un inicio donde cada personaje va a su bola y, hasta que no empiezan a relacionarse entre si, uno no sabe muy bien hacia donde va la peli, con un humor brillante pero que apenas dejan ver a cuentagotas y algún que otro actor demasiado desaprovechado (personajes como los de John Malkovich o Tilda Swinton desaparecen durante buena parte de metraje, sin que el espectador entienda demasiado bien porque). En general la sensación es de que la cosa se acaba quedando a medio gas sin acabar de aprovechar todos los recursos que los Coen tenían a su disposición. A pesar de todo, los Coen, por suerte, no se han olvidado de dirigir y en esta peli dan buena muestra de ello, con algún momento realmente acertado y una trama que, demasiado lentamente por desgracia, va creciendo y mejorando a medida que se acerca el final.

Resumiendo: Aprobado justito para una película que disponía de todos los mimbres para ser mucho más, a pesar de que mejora a medida que avanza la trama.



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Trenes rigurosamente vigilados (1966)

Elprimerhombre se ha visto realmente sorprendido por Trenes rigurosamente vigilados, de Jiri Menzel, una película checa que nos cuenta una historia simpática, llena de humor y con un guión formidable.

La historia ocurre en Kostomlat (República Checa), durante la Segunda Guerra Mundial. Un chico, Milos Hrma (Vaclav Neckar), gracias a que ha hecho un curso ferroviario, empieza a trabajar en una estación de tren, y como han hecho todos sus antepasados, no piensa pegar golpe. A partir de aquí conoceremos al jefe de estación, Max (Vladimir Valenta), enamorado de sus palomas que quiere llegar a ser inspector de ferrocarriles pero que siempre lleva el uniforme lleno de cagadas, y a Ladislav Hubicka (Josef Somr), un mujeriego que flirtea hasta con su propia prima. Y en una noche, Milos intenta hacerlo por primera vez con su novia pero descubrirá que tiene eyaculación precoz (aunque él dice que se le queda "arrugadita"), entrando entonces en una crisis, intentando suicidarse.

Toda la película está tratada con un tono de humor inteligente y sutil, con un ritmo absolutamente correcto y unos protagonistas bien definidos. Tan bien rodada como explicada, Jiri Menzel da una lección de sobriedad con una dirección perfecta, repleta de planos bellos y eficaces. El guión es obra del mismo Menzel y de Bohumila Hrabala, basado en la novela homónima de este último, estando muy bien estructurado, con un comienzo hilarante y un sorprendente final, ensalzando aún más todo el film. La fotografía de Jaromir Sofr y la música de Jiri Sust, con esa gran canción que irrumpe en las letras de crédito, son otros aspectos a destacar porque ayudan mucho a reforzar y acompañar las diferentes situaciones que se presentan. Y la elección de los actores resulta idónea, con una gran actuación de todos ellos, como la de Vlastimil Brodsky, que hace de director de la comisión disciplinaria de los ferrocarriles, que con sus caras de asombro sin casi gesticular debido a su carácter serio, es de lo mejor de la película, al igual que Josef Somr, que brilla en su papel de vicioso empedernido, preguntando a cada momento al personaje de Vaclav cómo es su novia en la cama, dejándonos escenas tan brillantes como en la que aparece con la joven telegrafista, a la que pone dos sellos en una pierna y uno en una nalga, cuyo acto hará que hasta la madre de la chica interrumpa en los juzgados enmedio de un juicio, enseñando el trasero de su hija quejándose del hecho. Este personaje tiene frases tan curiosas como cuando se refiere a una bella condesa: "con esa hembra debajo, ya puede venir el fin del mundo".

Mención especial aparte, quiero destacar a Vaclav Neckar, que con su rostro tan peculiar, enfoca de manera acertada el personaje, marcando sus posturas y gestos para acentuar ese aspecto que muestra de chico bonachón y a la vez un poco pasmarote, consiguiendo una actuación estelar, haciéndonos reír en algunas situaciones por su ingenuidad, como cuando busca a una mujer con experiencia que le ayude con su "enfermedad" (según sus palabras) y encontrar así el camino correcto para su recuperación (esto se lo recomienda un joven médico). Lo curioso de este actor es que es también un reconocido cantante que alrededor de aquella época empezó su carrera musical. Con Menzel volvió a trabajar en Alondras en el alambre (1990), que ganó el Oso de oro en Berlín.

Jiri Menzel inició su carrera profesional con este film, así que no se puede pedir más que este gran comienzo. En varios de sus posteriores trabajos también se basó en relatos de Bohumila Hrabala, como en Mi dulce pueblecito (1985), con la que obtuvo la nominación al Oscar, o en la comedia Yo serví al Rey de Inglaterra (2006), recibiendo el Premio FIPRESCI en el Festival de Berlín. Con Trenes rigurosamente vigilados logró merecidamente el Oscar a la mejor película de habla no inglesa.

Partiendo de grandes escenas como en la del maquinista que pinta y muestra sus obras en el tren, el visionado de este film es tan distraído y tan lleno de matices que es casi imposible no querer volverla a ver. Dulce, cómica y a la vez dramática en algunos momentos, es totalmente recomendable a cualquier amante del cine, del humor y de la belleza en general. Sencillamente adorable.

En definitiva, una película redonda que con un ritmo muy bien marcado y unos diálogos perfectos de sus personajes tan originales, nos cuenta una historia llena de escenas interesantes.

Un saludo!




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TerrorVisión (1986)


En 1983 los hermanos Band fundaron la que sería una de las productoras cinematográficas más desvergonzadas de los años 80 y un sello bajo el cual se ampararían todo tipo de subproductos de bajo presupuesto, hablamos de la mítica Empire International Pictures. Una productora que hasta 1985 no daría el sí quiero a las salas de cine con la película Ghoulies, un filme sobre pequeños espíritus macarras que obtuvo un cierto éxito de público. Pero sería Re-animator, esa modernización en clave gore del Frankenstein de toda la vida, la que se llevaría el gato al agua proporcionándole a la Empire el mayor taquillazo de toda su vida. Tras éstos dos filmes, la productora siguió coqueteando alegremente con el terror, lo sobrenatural, la ciencia ficción y el gore más zafio, mediante inefables títulos como Troll, Re-sonator, Dolls, Crepozoides, El morador de las tinieblas, Arena, el ring de las galaxias, La venganza de los muñecos, TerrorVisión y muchos más. Una serie de películas que el aficionado vería con mejor o peor ojos, pero que no darían dinero, que en definitiva, es de lo que se trataba, por lo que en 1989 Charles Band y compañía tuvieron que cerrar puertas. Claro que de las cenizas de la Empire resurgió cual ave fénix la productora Full Moon Entertainment, que con una filosofía similar a la de aquella se sumergió en las pantanosas aguas del directo a video, pero esa es otra historia. Corramos un estúpido velo y centrémonos en lo que hoy nos interesa: TerrorVisión.


La historia empieza en Plutón, cosa que sabes porque lo pone en letras bien gordas, porque si no pensarías que esa maqueta acartonada que sale en pantalla solo puede ser un pesebre futurista que el hijo de alguien ha hecho para el cole. En fin, que estamos en Plutón, en el departamento de sanidad (unidad de tratamiento de seres mutantes para más señas), cuando un rayo de energía cósmica sale disparado, hace una carambola interplanetaria y cae por error en la Tierra, concretamente en la nueva y flamante antena de televisión de una familia de chungo americanos de los 80. A dicha familia la componen el chungo padre (un tipo hortera y bastante viciosillo), la chunga madre (una tipa hortera, viciosilla y que hace aeróbic para más inri), el chungo abuelo (un pirado de las conspiraciones que vive en un bunker y come colas de lagarto), el chungo hijo (un Macaulay Culkin de la era Reagan. O sea, en plan Rambo), la chunga hija (una fashion victim con el mismo fondo de armario que Cindy Lauper) y el chungo novio de la hija (un jeviata con peluca). Sus vidas correrán peligro cuando el televisor empiece a sintonizar canales extraños, emita luces parpadeantes y un chucho extraterrestre y algo mutante emerja de la pantalla para merendarse al personal.


No son pocas las ocasiones en que la industria del cine (muy predispuesta ella siempre a mirarse el ombligo), ha fantaseado con la idea de que sus creaciones traspasaran las fronteras físicas del celuloide (circunstancia que aquí no deja de ser una mera anécdota o excusa argumental). Sin ir más lejos, el mismo año del estreno de la cinta también llegaba a nuestras pantallas Demons 2 de Lamberto Bava (filme donde este concepto cogía más relevancia) y solo hay que trasladarnos un año atrás en el tiempo para encontrar en las salas de cine dos películas tan distantes, pero al mismo tiempo tan próximas (no me maten por ello, por favor), como la primera entrega de Demons y La rosa púrpura de El Cairo de Woody Allen. Es obvio que algo había en el ambiente (cocaína muy probablemente) que propiciaba esta moda, y la Empire se subió al carro.

Para llevar acabo tal proyecto, Charles Band eligió a un realizador asiduo de la casa, Ted Nicolaou, director que con la saga Subespecies sería uno de los principales culpables del revival vampírico de los 90. Para los papeles protagonistas se optaron por actores con una fuerte bis cómica, Mary Woronov (La carrera de la muerte del año 2000, ¿Y si nos comemos a Raúl?, La noche del cometa) se puso el delantal y asumió el papel de madraza, Gerrit Graham (El fantasma del paraíso, Frenos rotos coches locos, Loca academia de policía 6) asumió el rol de padre, Chad Allen (al que los más puretas recordaran por ser el amigo de Webster en la mítica serie) cogió un subfusil de asalto para interpretar al pequeño de la casa, Diane Franklin (El último americano virgen, Amityville II: La Posesión, Las alucinantes aventuras de Bill Y Ted) se hizo un guardarropa con todos los males de la época y dio vida a la hija punky, y Jon Gries (Noche de miedo 2, Una pandilla alucinante, Napoleón Dynamite) bañó su pelo en petróleo para encarnar al novio macarra. Los efectos especiales corrieron a cargo de John Carl Buechler.

TerrorVisión es una comedia de horror marciano, con un espíritu canalla y una estética irrepetible, consecuencia directa de su tiempo. Una película que muestra poco respeto por el género al que pertenece y que se marca un paso de tango en favor de chistes sangrientos y numerosa casquería. Todo en ella es exagerado y caricaturesco, desde los sets (donde no encontrarán ni un solo exterior) hasta las interpretaciones, y se palpa en el metraje que está rodada con más entusiasmo que talento o presupuesto. Cinematográficamente no hay por donde cogerla, pero destila mucha magia y encanto, sobretodo por una serie de detalles que si ya resultaban chocantes en los 80, hoy en día serían totalmente impensables. Como el diseño del monstruín plutoniano (una enorme bola de carne y babas), o el personaje de la presentadora de programas de terror (una tetuda siniestra que sigue la estela de gente como Elvira o Vampirela), o ese gusto tan kitsch que la familia siente por el arte (decorando cada rincón de su casa con obras de fuerte carga sadomasoquista). Lo erótico y lo sangriento siempre están ahí, pero presentados de forma un tanto pudorosa, algo que sorprendentemente ayuda a ver con buenos ojos el filme. Una joya de casposa serie B ochentera y un clásico del videoclub, con una portada mítica de aquellas estanterías a las que nos enfrentábamos con mirada inquisitiva muchas tardes de domingo. Una nostálgica cinta solo apta para irreducibles cinéfagos con el paladar ya acostumbrado a este tipo de ensaladas. Cutre, entretenida, divertida, bizarra, ingenua y salida de madre.



La frase: “Son adorables antes de mutarse.”

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King Kong (1933)

Elprimerhombre pudo disfrutar en Sitges de cuatro películas verdaderamente aceptables (unas más que otras), y para acabar la semana dedicada a este festival, no habría que olvidar a uno de los clásicos por antonomasia, King Kong, de Merian C. Copper y Ernest B. Schoedsack, al que se homenajeó este año por su 75 Aniversario (después de todo es el emblema del festival).

La historia está basada en una idea del mismo Merian C. Copper y del novelista Edgar Wallace. Un director de cine, Carl Denham (Robert Armstrong), quiere una actriz para su nueva película y el lugar donde quiere dirigir se encuentra en un sitio remoto que no aparece ni en los mapas, una isla perdida por el suroeste de Sumatra donde hay un muro construido por los nativos que los separa de algo horrible y monstruoso. Denham quiere ir allí a toda costa y a causa de la desconfianza de su agente, se dispone a buscar él mismo a una actriz que le valga. A partir de su encuentro con Ann Darrow (Fay Wray), todo el equipo, junto con la tripulación de un barco, iniciarán una aventura que se convertirá en una odisea plagada de peligros y de hallazgos realmente sorprendentes.

Toda la secuencia de la isla en la que se disponen a filmar resulta bastante interesante, destacando el momento en que la tribu que sacrifica a mujeres entregándoselas al gran Kong descubre a Carl Denham y sus aliados y se acerca a ellos el gran jefe, estando muy bien encuadrado en un plano abierto y general, resultando cómico el resultado final de la escena en la que el jefe pide a Denham que le entregue a Darrow y al negarse éste se marcha con los demás silbando, como para no alterar más la situación y querer pasar desapercibidos. Todo lo que viene a continuación, el rapto de Darrow por los nativos con el posterior rescate por parte del equipo está llevado a cabo con buen ritmo.

Pero lo mejor sin duda es la deliciosa secuencia final que tiene un valor intrínseco en el desarrollo del film, siendo para siempre imborrable en la mente del espectador, viendo al mismísimo Kong (que es así cómo se llama, sólo aparece el nombre de King Kong en las letras de crédito del principio y del final) subir por la fachada del Empire State Building, acabando su huida en la cima, luchando por su vida y por la de su bella dama, recibiendo terribles disparos por aviones de combate, siendo finalmente derrotado chocando con el duro asfalto. Como dice Denham en una frase mítica pero poco consecuente, ya que el culpable es él, "no fueron los aviones, fue la bella quien mató a la bestia".

Sabiendo que el paso del tiempo nos hace ver con gracia y simpatía los efectos especiales de esta película (véanse esas caídas de los personajes que se ve a la legua que son muñecos de trapo), es inevitable sentir una cierta adoración por varias de las secuencias que abundan en este gran film. La animación de los monstruos gigantescos que aparecen (que iban a ser muchos más pero el mismo Cooper los eliminó) está lograda con la técnica del Stop-Motion, inventada por Wills O'Brien para el largometraje El Mundo Perdido (1925), siendo él mismo el encargado de animar a Kong, cuyo modelo tenía un esqueleto de acero, rellenado de algodón y cubierto de látex para moverse con cierta naturalidad. El gran Ray Harryhausen se maravilló con estas dos películas y tendría unos 12 años cuando se estrenó King Kong. Años más tarde se convirtió en el maestro de esta técnica.

King Kong, que al principio se iba a llamar La octava maravilla, se convirtió en el primer film donde aparecía un monstruo gigante entre la civilización (Godzilla apareció por primera vez en 1954), teniendo mucho éxito en taquilla en el momento de su estreno, con varios reestrenos en los años 40, siendo el más importante el que se produjo en 1952, convirtiéndose en uno de los acontecimientos de ese año, recaudando más dinero que en 1933. Merian C. Cooper guionizó varias películas pero sólo fue el responsable de la dirección de King Kong y de algunos documentales, estando al mando, allá por los años 30 y 40, de la compañía cinematográfica RKO Radio Picture. Ernest B. Schoedsack sí que dirigió otras películas, como la continuación de esta, El hijo de Kong (1933) o El gran gorila (1949).


Fay Wray fue una importante actriz en esos años, trabajando con gente de la talla de Erich Von Stroheim, y en este film, en el que tuvo que usar una peluca rubia para ocultar su cabello oscuro, está perfecta en el papel de la bella Ann Darrow que deja conmocionado al gran Kong. A raíz de esto, debo resaltar una escena memorable en el barco, cuando Denham quiere filmarla sola, como ensayando para prepararla ante algo monstruoso que apareciera delante suyo. Es entonces cuando vemos cómo debe asustarse una actriz y resulta ser uno de los planos mejor resueltos de la película.

Como curiosidad, Fay Wray iba a hacer un cameo en King Kong (2005), de Peter Jackson, y conoció a Naomi Watts que hizo su mismo papel de Ann Darrow. Pero Wray falleció antes de iniciarse el rodaje y tras su muerte se anunció que las luces del Edificio Empire State se apagarían 15 minutos en su memoria. No sé si se produjo tal hecho pero es bonito imaginárselo.

En definitiva, un clásico que a pesar del paso del tiempo simpatiza con el espectador por su querido simio gigante, con el que gracias a unos efectos especiales realmente sorprendentes llegamos a emocionarnos y a sentir lástima por él en una escena final inolvidable.

Un saludo!




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JCVD (2008)

Buenos días, soy el Jefe Dreyfus, hoy es miercoles y toca seguir con la semana dedicada al Festival Internacional de Cinema Fantástico de Catalunya (Sitges para los amigos). Y es que verán, cuando uno se encuentra haciendo cola (un huevo y medio de cola para ser más exactos) pasadas las once de la noche, frente a un cine para entrar a ver la cuarta película de la tarde/noche, o es que le gusta mucho el cine o es que se aburre una barbaridad. Si además la película que está a punto de degustar está protagonizada por Jean Claude Van Damme, la pregunta todavía se hace mucho más difícil de responder. Así que hoy: JCVD (que vienen a ser las siglas de Jean Claude Van Damme, mismamente)... ¡Empezamos!

Jean Claude Van Damme (actor y personaje, todo en uno) llega a su Bélgica natal donde es considerado un héroe nacional, para intentar recomponer lo poco que queda de su vida y recuperarse, después de un duro juicio por la custodia de su hija, los malos resultados de sus últimas películas, la falta de proyectos, una grave situación económica y un, más que público, problema con las drogas. Nada más llegar, para colmo, se verá metido de lleno en el atraco a una oficina postal del que, la policía, le considerará responsable. Todos sabemos como actuaría cualquiera de sus personajes en este tipo de situaciones (para empezar, cualquiera de sus personajes no dudaría en presentarse en una oficina postal armado hasta los dientes para rematar la faena con una plástica patada voladora en el aire), pero la duda está en ver como podría actuar el Van Damme de carne (músculos) y huesos.

Jean Claude Van Damme empezó en esto del cine (por llamarlo de alguna manera) en el año 1986 con una cosa titulada Retroceder nunca, rendirse jamás (anteriormente había participado en un par de películas con papeles menores), y desde entonces ha ido encadenando películas de patadas y puñetazos a un ritmo francamente endiablado, logrando sobrevivir, con mayor o menor fortuna, hasta el día de hoy (precisamente este mismo año ya estrenó un churro titulado El patrullero: Patrulla fronteriza), llegando también a trabajar con directores de renombre como Roland Emmerich (Soldado Universal) y John Woo (Blanco humano). Incluso él mismo probó suerte dirigiéndose a sí mismo en The Quest: En busca de la ciudad perdida. No obstante, el director de este experimento es un tal Mabrouk el Mechri, muy conocido por su familia y algún que otro vecino del barrio, pero con poco nombre en la industria cinematográfica, siendo este su primer trabajo, donde ya deja bastante claro que a él, lo de "corten", no le va, dando buena muestra de ello en el plano secuencia que se curra el hombre nada más empezar la película.

Jean Claude Van Damme es la estrella absoluta de esta película, donde aprovecha para reírse de si mismo, de su profesión y del peso de la fama. La película funciona perfectamente desde el principio, combinando con gran maestría humor y drama (creo que a esto se le llama tragicomedia), con una dirección bastante lograda que ayuda a dar fuerza y veracidad a las imágenes y con una actuación de su protagonista que, indudablemente, quedará ya como la mejor de su carrera (había poca competencia), interpretándose a sí mismo, como anteriormente ya hicieran John Malkovich (Como ser John Malkovich) o Takeshi Kitano (Takeshi's). Incluso en la película encontramos un momento de "sinceridad total" donde un Van Damme, soltando una lágrima, se confiesa, directamente, al espectador. A todo esto, la peli, estructurada en diferentes fragmentos de tiempo, pasa bastante rápido a lo que ayudan ciertos momentos hilarantes (muy grandes esos fans del actor), con divertidos y ágiles diálogos y alguna que otra pulla a algunos de sus compañeros de profesión.

Resumiendo: Divertida y trágica por igual, la película sorprenderá a los fans y a los no fans del actor, descubriendo a un Van Damme que todavía no conocíamos. Sin duda alguna, muy recomendable.



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Déjame entrar (Let the Right One In, 2008)


Bueno, bueno, bueno. Pues la sede de Quesito Rosa al completo también se metió en ese fregado de camisetas molonas y gente gótica que es el Festival Internacional de Cinema Fantástico de Catalunya, faltaría más. Nuestra apretada agenda solo nos permitió codearnos con la créme de la créme de lo freak por una tarde, ¡pero lo que dio de sí, amigos! Visitamos la exposición que conmemora los 75 años del gorila gigante por excelencia, ese simio con cara de bonachón y corazón de poeta que es King Kong. Mucho chiste fácil había en la muestra, la verdad, pero también auténticas joyitas como esa gran ilustración de Javier Olivares, ¡menudo crack! Visitamos los stands e hicimos alguna compra, el DVD que ha editado Asian Trash Cinema sobre casposas versiones cinematográficas no autorizadas de Batman era todo un caramelito. Nos empapamos del ambiente, hay que ver lo suelto que está el público de este evento, aplaudiendo y riendo en el patio de butacas tanto si se está viendo una cochinada gore como una sobria película sueca sobre vampiros, y también hay que ver lo hasta los cojones que están los camareros de la ciudad a estas alturas. Yo creo que a ellos más que a nadie, este festival les saca el monstruo que llevan dentro. Y bueno, ya que estábamos por la zona, también vimos cuatro películas, así que… ¡paren las rotativas! Dejamos en el tintero las críticas que estábamos preparando para meternos de lleno en una… ¡Semana especial Sitges!


Abrimos la veda con Déjame entrar, producción sueca que transcurre en el pálido y frío Estocolmo de principio de los 80, y que cuenta la historia de Oskar, un niño de 12 años que colecciona recortes de prensa sobre asesinatos violentos, no tiene ningún amigo y es víctima de los maltratos de sus compañeros de clase. Una noche conoce a Eli, su nueva vecina, una misteriosa niña que huele raro y es inmune al frío, y con la que entablará amistad y algo más. Los dos pequeños se hacen inseparables mientras en el barrio ocurren una serie de crímenes y sucesos extraños en los que se verán involucrados, ya que la nueva amiga de Oskar es en realidad un ser sobrenatural y sediento de sangre (que conocemos como vampiro).


Una sencilla y eficaz premisa sacada de un libro de John Ajvide Lindqvist, escritor sueco de novelas de horror que también ha hecho sus pinitos como guionista, cómico y mago, y que está algo obsesionado con la muerte. El encargado de llevar la ficción a la gran pantalla es Tomas Alfredson, un realizador formado en la cantera de la televisión que ha logrado cierto éxito con el pase de sus películas en festivales. El protagonismo recae en Kare Hedebrant y Lina Leandersson, dos jóvenes intérpretes que bordan sus personajes. El primero con un porte que recuerda al pequeño Tadzio de Muerte en Venecia, y la segunda dando vida a una enigmática vampira preadolescente que uno no sabe si temer o amar, ya que su presencia es tan amenazadora e implacable, como frágil y entrañable, un sugestivo personaje que constituye una de las mejores bazas del filme. Depende del espectador decidir si la niña es una completa romántica o una demoníaca manipuladora, porque la cuestión ahí queda.



La cinta está rodada de forma preciosista y pausada, sacándole mucho jugo a esos desolados parajes nevados y jugando hábilmente con lo que sucede fuera de campo. Una forma muy auteur y muy europea de hacer cine, que al principio puede chocar con ese fondo de armario tan clásico que tiene la trama (lo de la vecina vampiro recuerda Noche de miedo, y lo de los matones de cole recuerda tropecientas películas más), pero la verdad es que la cosa funciona y el espectador se siente absorbido por la belleza de las imágenes en cada momento. Entre escenas de lo más triviales se van depositando con cuentagotas elementos violentos y sobrenaturales, consiguiendo con ello que brillen con una fuerza inusual, hasta llegar a un festín final donde el director carga las tintas de rojo sin caer en los típicos excesos, realizando una última pirueta magistral, rodada con mucho humor negro y haciendo que el público de Sitges irrumpiera entre aplausos y vítores.



Cada vez que oigo a la crítica especializada mencionar que una película es una buena modernización y reinterpretación del mito vampírico, algo que ocurre más a menudo de lo que me gustaría, empiezo a temblar, pero la verdad es que la propuesta de Tomas Alfredson es todo un festival para los sentidos. Las virtudes de la historia están ahí, eso no lo pongo en tela de juicio, pero también es cierto que su trama circular, sumado a otros factores, podrían hacer que la película resultara muy inferior en otras manos, porque, ¿qué aspecto tendría la cinta en un tono más desenfadado y no tan comedido? Pero dejando a un lado elucubraciones que quizás no vengan al caso, este cuento de hadas gótico con trasfondo romántico resulta tan original como fascinante, una extraordinaria película de atmósfera inquietante que deja un buen poso en el espectador, de tal manera que tras su visionado, uno se descubre pensando en ella, encontrándole más encantos de los que ya había visto y repasando ciertos diálogos de alcoba que se hacen irremediablemente memorables.




La frase: “Tengo doce años, pero desde hace mucho tiempo.”


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