Hoy hace dos años que empezó el Quesito Rosa en el mundo fotologuil. Qué tiempos aquellos en el que el formato sólo nos permitía colgar una foto por actualización, con limitación de texto y con mucho cuidado de lo que se decía, no fuera que te lo cerraran sin más explicación. Al final nos lo acabaron cerrando, mira tú por donde, sin más explicación (era solo cuestión de tiempo), en parte debido a nuestra fijación por los pechos de Asia Argento (¡¡yum yum!!). Por suerte, antes de que nos lo chaparan (sin más explicación, ¿notan ya el rintintín?), trasladamos los muebles al blogspot, salvando así las críticas ya realizadas con anterioridad (nos fue del canto de un duro, oigan). En este nuevo formato empezó el libertinaje, el júbilo y la algarabía, alargando las críticas, colgando más fotos, e introduciendo videos y demás parafernalia. Más tarde nos animamos con el tema de las encuestas (de gran interés sociológico, como el Gran Hermano), hicimos varias semanas temáticas (como la reciente dedicada a los vampiros) y redescubrimos a ese gran actor y mejor persona que es nuestro gran admirado y nunca suficientemente bien ponderado Ray Liotta, siempre dispuesto a mostrar su mejor cara frente a su público (o sea, nosotros y su madre).
A todo esto, la página sigue en continua evolución, lo que viene a significar que seguimos añadiendo paridas (¿se han divertido ya con Ray?), ampliando nuestro horizonte más allá del blog y participando con nuestras chorradas en las páginas de Muchocine.net y en ese inefable fanzine que es Perra Metal. Durante este año, además, hemos visto cómo iba aumentando la lista de amigos que, en definitiva, son los que dan sentido a esto (no se me pongan palotes), ¡un brindis por vosotros!
Total, que llevamos ya dos años en Internet, uno en el blogspot… ¡y lo que te rondaré morena!
Esta es la historia de una niña de ojos azules y cabellos dorados, su nombre es Lila Lee y ha perdido recientemente a su madre asesinada a manos de su padre, un hombre violento que huye de las fuerzas de la ley. La pequeña ha sido acogida por el reverendo del pueblo e intenta llevar una vida devota cantando en el coro de la iglesia. Pero una noche, mientras todos duermen, recibe la extraña carta de una mujer llamada Lemora, en ella lee que su padre se encuentra convaleciente en su casa y que si lo cree oportuno, puede acudir a su lecho de muerte para despedirse y perdonar sus pecados. Tras hacer las maletas, la joven Lila sale a hurtadillas de casa del reverendo y empieza un oscuro viaje en el que se topará con todo tipo de peligros e insólitos personajes, y en el que su inocencia se verá puesta a prueba por el peor de los males: el vampirismo.
Aunque Richard Blackburn ha escrito junto a Paul Bartel¿Y si nos comemos a Raúl? y ha dirigido varios de los episodios de la serie Tales from the Darkside, este es el único trabajo que ha realizado como director para la gran pantalla, haciendo incluso las funciones de guionista y actor. Una corta carrera en el cine que, a la vista de los resultados, se hace de difícil comprensión para los amantes del género, ya que lo que tenemos entre manos es una indudable joya del cine fantástico que debe ser necesariamente reivindicada, una obra arrebatadora y sugerente como pocas, donde se plasma de forma ejemplar esa extraña atracción que siempre ha sentido el hombre por lo sobrenatural e irracional.
En el papel protagonista tenemos a Cheryl “Rainbeaux” Smith, actriz que se forjó una tímida fama dentro de la serie B al participar en subproductos como Drum, Massacre at Central High y The Incredible Melting Man, pero que vio lastrada su carrera por una irrefrenable adicción a las drogas, cosa que desembocó a finales del 2002 con su prematura muerte. Esta oscura parte de su biografía contrasta con la virginal e inocente caracterización que ella hace de Lila. Interpretando a la misteriosa Lemora, la bruja del cuento, tenemos a Lesley Gilb, actriz que solo se ha puesto ante las cámaras en esta ocasión (si a esto le sumas los diversos retrasos que por culpa de la censura sufrió el estreno de la cinta, creo que tenemos una obra maldita en toda regla), y que logra la composición de una de las vampiras más frías y perturbadoras que ha dado de si el séptimo arte, en parte por su actuación, en parte por el halo siniestro que la rodea en el filme y en parte por la malsana relación homo erótica que establece con la cándida Lila.
Lo que el señor Blackburn hace aquí por los vampiros es algo muy parecido a lo que Neil Jordan haría años más tarde por el hombre lobo, utilizando la simbología de los cuentos populares para narrarnos, en clave terrorífica, el despertar sexual de una adolescente. Si En compañía de lobos tiene muy presente la figura de caperucita roja, en el caso de Lemora se trata de la Alicia de Lewis Carroll, una Alicia en el país de las pesadillas. La joven Lila Lee se adentra en un mundo onírico donde el aura de fatalismo y misterio se extiende por los cuatro costados, y donde la acción avanza lentamente, siguiendo la extraña lógica del sueño. Los seres que lo habitan son estrafalarios y crueles, y buscan corromperla, ya sea ofreciéndole bombones o mordiéndole en el cuello. La impresión de noche perpetua se extiende en casi todo el metraje y Robert Caramico, el director de fotografía, utiliza una gama de colores fríos y contrastados para evocar un mundo simbólico e irreal, mezcla de misticismo y humanismo. Con una trama de estas características y un acabado visual de cromatismos tan extraños e intensos, se impone mencionar como claro referente a los maestros italianos, una relación que bien pudiera ser bidireccional, ya que es muy probable que el mismísimo Dario Argento tuviera la mirada puesta en esta cinta al crear a sus afamadas Suspiria y Phenomena.
Lemora es un terrorífico cuento de hadas rodado con originalidad, autenticidad y elegancia, una fascinante metáfora sobre la pérdida de la inocencia que ejerce un gran poder de sugestión sobre el espectador. Una película de modesto presupuesto pero sensual, inquietante y con un imaginario que se te mete dentro. Y ya para terminar, añadir que el clímax final está rodado de una forma un tanto peculiar y puede que no convenza a todo el mundo, pero que se salda con un oscuro desenlace que hará las delicias de los aficionados.
La frase:
“Si alguien lleva dentro quererme, me quiere nada más verme, aunque a veces no se den cuenta.”
Elprimerhombre ha visto Hierro 3 (bin-jip, que significa "hogares vacíos"), de Kim ki-duk, otra película que nos demuestra que el cine de este director no es para todo tipo de público.
La historia viene a ser una más de las ocurrencias un tanto cansinas del señor Ki-duk, que con gran fuerza visual y con una dirección más que aceptable nos cuenta una trama que se acerca más a lo onírico que a lo real. Esta vez el protagonista es un chico motorista que se dedica a colgar propaganda en las puertas de las casas para que después de un tiempo relativo, más bien corto, volver a ellas y observar si alguna persiste aún, queriendo decir (de manera absurda) que en ese preciso momento no habita nadie en ellas. De esta manera, el chico entra en los hogares donde se dedica a estar un día o dos, duchándose y lavando la ropa (¡a mano!) y regando las plantas de los propietarios (no hay que portarse tan mal), comprobando los contestadores por si hay grabado algún mensaje que demuestre que los inquilinos no van a volver en cierto tiempo. A raíz de esta atípica manera de vivir, dado que es obvio que este plan alguna vez le tiene que fallar, en uno de los hogares se encuentra a una chica a la que su pareja le ha pegado una paliza y con la que tendrá una relación íntima, muy a nuestro pesar.
Planteado el argumento, habría que comentar muchas cosas referidas a la historia que nos cuenta el señor Ki-duk. Como bien tiene acostumbrado al espectador, es muy interesante su manera de enfocar las escenas, sobre todo en sus inicios. Con una soltura sorprendente con la cámara y una forma de resumir las situaciones con pocos planos, este peculiar director intenta contar un tipo de cine bastante especial, con personajes atípicos y tramas que no se suelen ver en casi ninguna otra película. Hasta ahí está claro que hay mucho arte en su cine y que la capacidad de atracción de sus películas se basa en la fuerza visual de sus imágenes. Nadie me va a llevar la contraria de que Primavera, verano, otoño, invierno...y primavera (2003) o La Isla (2000) son dos claros ejemplos de films con bellísimos planos, y en el caso de la segunda hasta de planos contundentes que sorprenden al espectador. Sin embargo, las originales historias y las bellas imágenes no suelen ser suficientes para que el espectador se sienta motivado durante todo el largometraje. Si lo absurdo hace presencia, como ocurre en esta película, todo resulta ser un juego poco atrayente y hasta ridículo.
Me parece correcto, si está bien utilizado, que en su manera de hacer cine predomine el silencio entre sus personajes y no haya casi sitio para los diálogos, lo malo es que esto conlleva a aumentar el interés del espectador de alguna otra forma. Y en esta película, los pocos diálogos que hay son lo más irrisorio de la historia, con poca gracia y hasta consiguiendo soltar la risa del espectador (en una escena me reí a carcajadas). Y no creo que el humor de Kim ki-duk llegue a tal extremo. Toda la relación entre la pareja protagonista, dos perdidos que siguen con el absurdo método de vida del chico, provoca en ciertos espectadores un aburrimiento inevitable provocado por las miradas y gestos entre ellos que sin saber por qué no saben articular palabra alguna (hasta ella demuestra su amor poniendo su pie izquierdo encima del pie derecho de él, véase la foto anterior). Muchos dirán que es una manera de contar las historias muy original y que parte de una visión de la vida un tanto espiritual, alimentando el alma de una manera especial, pero hablemos alto y claro, no puede ser que durante una hora y pico se pueda aguantar esta historia. A partir de los veinte minutos se pregunta uno a dónde irá a parar todo lo que está viendo. Y en ningún momento se espera el espectador lo que el señor Kim-ki duk le reserva para la media hora final, totalmente un cambio en el giro de la historia que finaliza en un eficaz y bello final pero que no convence por todo su anterior planteamiento.
Lo más destacable de este director es que nunca estudió cine y empezó su carrera a la edad de 33 años como guionista y director, y con esta película logró el premio al mejor director en Venecia.
Con la excusa de su frase final en las letras de crédito, Kim ki-duk parece querer explicar el desarrollo de su historia: "Es difícil saber si el mundo en que vivimos es sueño o realidad". Ahí queda eso, una aclaratoria que no pinta nada y que por supuesto sobraba.
En definitiva, una película dramática y "romántica" que contiene imágenes interesantes y una buena dirección, pero que nos cuenta una historia absurda con un guión fallido lleno de diálogos simplones.
Buenos días, soy el jefe Dreyfus y hacía ya varios días que no hablaba de televisión (últimamente me ha dado por no seguir demasiado la programación), pero claro, todo esto cambia radicalmente en el preciso instante en que Gran Hermano vuelve a las parrillas televisivas (soy muy consciente de lo que piensan muchos de ustedes sobre este programa y la gente que lo ve, pero que quieren que les diga, mejor esto que estar por las calles delinquiendo)... venga, va, ¡Empezamos!
Total, que el domingo a eso de las nueve y media volvió a sonar la sintonía que todos conocemos desde hace ya diez ediciones, y apareció en pantalla Mercedes Milà, personaje que no es santo de mi devoción (ni mucho menos, se lo aseguro), pero que, reconozco, es esencial para el funcionamiento del programa (recuerden la experiencia de Pepe Navarro en la tercera edición), aunque solo sea por el hecho de que ella es de las pocas personas que sigue creyendo que esto tiene algún tipo de valor sociológico, o algo por el estilo, que es, al fin y al cabo, lo que nos vendieron en la primera edición (al resto de la población se la suda y tan solo le interesa como se gritan y hacen edredoning los concursantes, que es lo que mola).
Pues eso, que tenemos a la Milà en medio del plató, vestida como una cabaretera (pero con chaqueta, no lo acabé de entender muy bien), soltando un rollazo de los suyos, con antiguos Grandes Hermanos de la primera edición al fondo (entre los que se encuentran el gran Iñigo y el de la pierna encima, que volvió a repetir su coletilla para gusto y disfrute del público) y nos comenta la primera sorpresa de la noche: uno de los concursantes será Ismael, ganador del primer año, disfrazado para que no lo reconozcan, una buena idea, en principio, si no fuera porque lo maquilló el que ya lo hiciera con Jane March en "el calor de la noche" y se notaba un huevo y medio que era él, aparte que con los piños postizos que le habían puesto apenas se entendía una mierda de lo que decía. A pesar de todo, la gente estaba convencida que no lo descubrirían. A la hora de la verdad, tardaron dos putos segundos en descubrirlo. Olé sus santos huevos, dos segundos y todo el plan y el currele a la mierda. ¡Así va el país!
Antes del momento humillante del "seguro que no lo pillan", empezaron a presentar a los concursantes de este año, así que mejor hacemos un repaso, que este año tenemos un poco de todo: Almudena, para los que siempre han pensado en que Gran Hermano en el fondo era un circo, enhorabuena, ya tienen a su enano (la chica es enana pero se vendía como que tiene mucha fuerza y que consigue lo que quiere y esas cosas); Gisela, la que se acabará llevando el título de miss calientapollas, que quiere ser presentadora (como mucho llegará al nivel de Fresita) y que le gusta jugar al poker, en definitiva, carne de Interviu; German, un pesado de las narices que no se calla ni que le metan un balón Nivea en su bocaza, que tio más plasta, además de fan incondicional de Jim Carrey (que con esto ya está diciendo mucho, a la puta calle); Mirentxu, la superabuela, que nos mostró como se retorcía en un gimnasio, levantando la pierna hasta lugares que yo ni siquiera he soñado poder alcanzar; Carlos, un Madelman que trabaja de consultor financiero, que busca a la mujer de su vida y que me cae como el culo por ir de sobradillo, a la calle este también; Loli, la Barbie despechada, siendo abandonada por su novio a veinte días de su boda vía mensaje en el móvil (además tiene una tienda de cosméticos y está estudiando biología o nosequé, todo como muy raro); Ivan, el típico modelo que trabaja en una tienda de electrodomésticos (jaja) y al que también lo abandonaron en el altar (lo que son las cosas, cuantas casualidades juntas, vaya por Dios); Ana, la zumbada, está como una regadera y se empeña en diseñarse su propia ropa (mejor no hablar de los resultados), dará juego, pero mucho me temo que se hará muy pesada; Javier, otro que tal anda, un colgado (al que lo atacan los avestruces) que tiene un ramalazo cosa bestia, aunque el jura y perjura que no solo no es gay, sino que además tiene novia y se casará con ella al salir de la casa (este llegará lejos en el programa, se lo digo yo, donde no llegará lejos va a ser con la novia); Li, la hermana malvada de Usun Yoon (de el informal) o algo por el estilo, una china que, confiesa, le da miedo el pelo de los españoles (!!!): Orlando, un tio a una dentadura pegada, que trabaja de feriante en una atracción de autos de choque (a este lo metía yo en Carnivale y se enteraba de lo que es ser feriante); Raquel, una azafata de vuelo del avión del Madrid, muy poco interesante, la verdad; Julito, un canario, cachitas, surfero, deboto de nosequé virgen a la que le lleva flores y cosas raras de estas, también poquito interesante; Eva, una ganadera que los fines de semana sirve cañas en un bar (y nos la venden como que tiene una doble vida, en plan: del campo a la ciudad y esas cosas); y, por último, Gema y Carlos, un matrimonio que entran juntos en la casa, ella pijilla y fan de Camarón y el un soso perdido, que tienen que ocultar a los demás que son marido y mujer. ¡Toma rollo que he soltado! ¿Soy yo o este año la gente es muy poco interesante?
Y así quedaron las cosas en una primera gala bastante flojilla (no hubo ni vaquilla ni nada), donde, como siempre volvieron a fallar las conexiones de audio con la casa (un clásico que no puede faltar, al igual que el correspondiente puteo de la Milà, cantándole las cuarenta a su pinganillo), con el "pisha" descubierto a las primeras de cambio y con la novedad de tener dos casas: una la del primer año hecha una puta pocilga (que evidentemente van a tener que limpiar) donde todo el mundo está nominado y la segunda, super de diseño, donde al final de la primera noche solo estaban el matrimonio a la espera de que vaya entrando gente (el mecanismo de este año es tan complicado que no me acabé de enterar demasiado bien como funcionaba la cosa, así que ya iremos viendo). Lo que si que ha quedado claro, una vez más, es que a este programa no le pesan los años, pues saldó la noche del domingo siendo líder de audiencia y rozando el 30% de share. ¡Y lo que te rondaré morena!
Pero, ¡No se vayan todavía, aún hay más! (lo siento). Porque resulta que ayer mismo ya hubo la primera gala de normal y eso, con sus nominaciones, sus expulsiones, sus primeros videos resúmenes viendo quien le ha comido la boca a quien o quien ha hablado mal de el del lado, quien ha enseñado el culo a la peña y demás. ¡Y todo esto habiendo pasado tan solo dos días dentro de la casa! Madre mía, madre mía... Al final se fue a la puta calle el Germán, más por pesado que otra cosa (con tan solo dos días para votar, que quieren..) y, la verdad, es que le sentó como si le hubieran cruzado la cara allí mismo y en directo, porque no se lo esperaba para nada. Por otro lado, el menos votado, el feriante, se fue a la casa modernilla con el matrimonio (que tiene que hacer creer a todo el mundo que no se conocen de nada) a la espera de que siga entrando gente. Ya dije que este año es como muy complicado todo, pero en fin. Reinventarse o morir, y esta gente, a lo tonto a lo tonto, ya llevan diez ediciones. Por algo será. Seguiremos informando. O no, según por donde nos de.
Italia, 1962. La pequeña editorial Astorina busca un nuevo personaje con el que atraer a los lectores cuando Angela Giussani, la esposa del editor, hace un largo trayecto en tren en el que casualmente cae en sus manos una vieja novela policíaca de Fantomas, el famoso criminal francés. Ya en casa no tarda en reunirse con su hermana Lucianna para crear al que sería el personaje estrella de la editorial, un carismático villano llamado Diabolik. Tras el éxito de Diabolik, le seguirían también Kriminal, Satanik, Gesebel, Goldface, Superargo y muchos más, es el nacimiento del Fumetti Nero, la línea italiana de comics para adultos.
Los comics de este período se caracterizan por tomar prestados muchos de los códigos genéricos de los superhéroes americanos, como son la identidad secreta, el disfraz y el nombre rimbombante, pero al mismo tiempo se alejan de ellos al contener altas dosis de violencia y sadismo. Diabolik y compañía no se dedican precisamente a salvar a damiselas en apuros o a bajar gatos de los árboles, ellos buscan el lucro personal y pillarse a la rubia (como todo buen hijo de vecino), y si alguien se interpone en su camino, no dudan en coserle a balazos o lo que se tercie.
Toda esta amoralidad provocó numerosos secuestros judiciales y demás mandingas (¡ah, la maldita censura otra vez!), que supusieron el fin de la línea editorial a mediados de los 70, con la excepción de la revista Diabolik, que logró salvar el culo al convertir a su personaje principal en una especie de Robin Hood moderno que solo azota a ricos y criminales. Por fortuna fue antes de la caída del género cuando Mario Bava tomó las riendas de una producción cinematográfica basada en el personaje.
La cinta cuenta como Diabolik y Eva Kant son un matrimonio de sofisticados ladrones que llevan de cabeza a la policía italiana, el pobre inspector Ginko se las ingenia todas para intentar capturarlos, pero sus trampas le salen rana, y es que a este par de ladronzuelos de guante blanco no hay quien los pare. En un intento desesperado, Ginko consigue que se reinstaure temporalmente la pena de muerte y recibe poderes extraordinarios, algo que disgusta en sobremanera a la mafia local, que ve peligrar sus negocios y trapicheos. El capo del lugar, un tal Valmont, hará un pacto con la poli para capturar a nuestros dos antihéroes favoritos, por lo que Diabolik y Eva deberán enfrentarse a una doble amenaza, ¿les ayudarán su ingenio e irresistible sex appeal a salirse con la suya?
No solo de terror y giallos vivió el maestro Bava, en el transcurso de su carrera tocó géneros tan dispares como el western, el peplum, la ciencia ficción o como es el caso, las pelis de acción a lo James Bond, porque no cabe duda de que si James Bond fuera malo sería Diabolik. En el papel protagonista e interpretando al villano más cool del planeta tenemos al recientemente fallecido John Phillip Law, actor de culto que ha puesto cara y ojos a varios héroes del fantástico como son Simbad, el Barón Rojo y Pygar, el ángel ciego con miedo a volar de la mítica Barbarella. Eva Kant, su partenaire femenina, corre a cargo de Marisa Mell, actriz de filmografía discreta cuya carrera tocó techo con este filme, y que aquí se dedica básicamente a salir lo más arrebatadora posible, cosa que consigue con creces. La verdad es que la chica está tremenda y ese viejo zorro de Mario Bava se ocupa personalmente de que nos demos cuenta, mostrándonos con detalle cada una de sus despampanantes curvas. Michel Piccoli, actor que ha trabajado con directores del calibre de Buñuel, Berlanga, Sautet y Hitchcock, hace del infatigable inspector Ginko, Ennio Morricone firma la psicodélica banda sonora y Dino de Laurentiis se ocupa de la producción.
Mario Bava despliega aquí todo el arsenal y la inventiva visual que le ha hecho famoso, consiguiendo con ello una película impactante, sensual, divertida y que se mueve fácilmente entre dos aguas; el pulp francés e italiano y el pop americano. Colores llamativos, zooms imposibles e imaginativos planos, se unen para crear una atmósfera de comic donde todo es posible, y donde tienen cabida un sin fin de cochazos, diamantes y minifaldas. Aunque carezca de superpoderes, las habilidades de Diabolik parecen de otro mundo, y ya sea enfundado en su ajustado traje de látex negro o a los mandos de su jaguar, él se nos muestra bajo una estela mitificadora, sin perder nunca el tono glamouroso y sexy que sirve como contrapunto al amplio desfile de chicas ligeras de ropa y con modelitos de infarto. La estética disco y sesentera del filme queda reflejada en ese vestuario y en los decorados, como sucede con la guarida subterránea del protagonista, una caverna secreta que podría muy bien ser la batcueva de Batman si bajo la máscara estuviera Tony Manero. El guión funciona como una sucesión de sketches y da la sensación de que han adaptado tres comics distintos del personaje, de los que sin duda el mejor es el capítulo inicial, uno de los más llamativos e interesantes principios del cine pop de todos los tiempos.
La frase:“Con este traje podría andar incluso por el centro del sol.”
¡A estas alturas de septiembre y todavía recuperando cosas que nos quedaron colgadas del verano! Pero lo cierto es que el documento se lo merece, ¡ya lo creo que se lo merece!
Este verano Cristopher Lambert entró de nuevo en nuestras vidas a través de un anuncio de Renault y el shock entre los miembros del Quesito rosa fue tal que merecía una actualización como Dios manda. Hay tres versiones del anuncio, a cual más lamentable y humillante para el personaje que, antaño, fuera una estrella de Hollywood. En el primero "el inmortal" se cuela directamente en un concesionario, asustando a los posibles clientes más que como reclamo, en el segundo, podemos verlo podando un seto con su mítica espada y en el tercero, en una cocina cortando patatas, también con el arma que en las películas usaba para cortar cabezas. Sin duda alguna todo un hito en el mundo de la publicidad que trascenderá a los anales de la historia.
¡Pero cuidado! Para todos aquellos que después de ver esto puedan llegar a pensar que el amigo Lambert está acabado y que definitivamente ha tocado fondo, vean a que se dedicaba el actor de compleja mirada en su momento de mayor apogeo y popularidad. Ciertamente el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra (mucha atención a la cara que pone justo después de quitarse las gafas de sol, impagable).
Desde el Quesito Rosa proponemos que para el año que viene fichen a Ray Liotta que, seguro, también se rebajará gustosamente a cambio de una módica suma de dinero.
Elprimerhombre ha visto El salario del miedo, de Henri-Georges Clouzot, una película de máxima tensión cuya mejor baza es la creación de unos personajes interesantes y una dirección realmente admirable.
La historia comienza en un pequeño pueblo de Sudamérica donde el calor es asfixiante, donde algunos habitantes, como los franceses e italianos que aparecen en esta película, no tienen el visado para volver a su país ni tampoco el suficiente dinero para conseguir uno falso. Es entonces cuando entra en escena una importante empresa petrolífera que les ofrece un empleo a cambio de 2.000 dólares, con la peligrosa tarea de transportar una gran cantidad de nitroglicerina en dos grandes camiones cisterna, para poder volar de raíz un pozo de petróleo que se ha incendiado en otro lugar del país. Los cuatro escogidos deberán conducir los camiones a poca velocidad porque la carga que llevan podría explotar en cuanto se produjera un choque o un movimiento brusco.
Antes de realizar su otra gran obra, Las diabólicas (1955), Clouzot nos regala este suspense cargado de buenas escenas, donde demuestra un gran dominio de la cámara y de la puesta en escena, con buenos encuadres y un buen montaje para presentar un entorno poco favorable para los protagonistas, aumentado a causa de un calor agobiante que provoca en ellos un carácter austero y a veces desconfiado. Clouzot nos presenta a estos personajes de manera escalonada, siendo el personaje principal un tal Mario, interpretado por un fabuloso Yves Montand, junto con su compañero Jo, interpretado por Charles Vanel, quien logró el premio en Cannes, al igual que la Palma de Oro para la película.
Aunque la historia está bien planteada, la primera hora se hace un poco larga, por eso, a partir del arranque de la segunda mitad, el interés del espectador se equilibra, habiéndose perdido un poco por el camino de la primera.
La tensión de la segunda parte viene condicionada por el temor a la explosión de la carga que tienen que transportar los cuatro elegidos, y para dividir el tiempo en condiciones el guión se resuelve bien en este tramo del argumento, con paradas que tienen que hacer nuestros protagonistas, unidas a los peligros que se encuentran durante el maldito recorrido.
Habría que destacar varias escenas de esta parte del film, sobre todo por la manera que tiene Clouzot de contar lo que sucede y por la credibilidad de los personajes, cada uno con una personalidad bien definida, unido a un tempo calculado al milímetro, aumentando la tensión del espectador a cada momento. Sin embargo, lo que no tiene sentido y además destruye todo lo realizado antes, (quizás sea el mismo final que la novela de Georges Arnaud en la que está basado el guión), son los tres minutos finales totalmente inútiles que sorprenden por su ilógica creación e inoportuna aparición en un film que casi se podría considerar de obra maestra.
En definitiva, una película muy bien dirigida, con buenas actuaciones, con un clímax muy bien conseguido, pero cuya tensión e interés conseguido durante el film se desintegra totalmente en sus intolerables minutos finales.
Un saludo! (Hay que verla en Versión Original Subtitulada ya que el doblaje es malo)
Falso documental que narra las aventuras y desventuras de Daisato, un recién divorciado de cuarenta y pocos años que lleva una vida retraída y patética. Un pobre diablo que nunca ha salido de su país y que tiene poco que contarle al mundo, salvo el hecho, claro está, de que mediante una ancestral ceremonia de transformación (compuesta básicamente por fuertes descargas eléctricas en sus sensibles pezones), Daisato se convierte en un superhéroe del tamaño de un rascacielos, un gigantesco paladín que con la ayuda de un palo, un peinado estrafalario y unos calzones morados, lucha contra todo tipo de ridículos monstruos posnucleares con el propósito de defender la verdad, la justicia y los tallarines instantáneos con sabor a pollo.
El cómico japonés Hitoshi Matsumoto escribe, dirige y protagoniza esta original vuelta de tuerca al manido tema de los Kaiju eiga, una cinta en clave de comedia que nos cuenta el día a día de un superhéroe nipón a la antigua usanza. Las gigantescas sombras de Ultraman, Godzilla y Mazinger Z, sobrevuelan un filme más oscuro de lo que parece a simple vista, ya que la cinta funciona a dos niveles: como delirio pop y como ácida crítica sociopolítica al Japón actual, llevándose también lo suyo China, Estados Unidos y la sociedad de consumo en general.
Hitoshi Matsumoto ejerce de protagonista absoluto de un mockumentary que combina lo cotidiano con lo fantástico y que hace un nada amable ejercicio de desmitificación de la figura del héroe. El aburrido y obtuso Daisato, en su papel de hombre de a pié, se nos presenta como un personaje tan poético como patético, una mezcla de Quijote y molino de viento, dos en uno, con unos diálogos de lo más banales e intrascendentes, faltos de interés y llenos de fastidiosos silencios. Es un individuo que da lástima y no cae bien, pero con el que uno puede reírse de su desgracia. El Daisato superhéroe tampoco mejora, resulta caduco, una figura decadente que ha perdido la conexión con las actuales generaciones y que recuerda con nostalgia pasados mejores, cuando los superhéroes gigantes estaban en la cresta de la ola y eran lo más.
Big Man Japan es una obra de culto instantánea, cargada de imaginería visual y con unos efectos especiales de lo más resultones. Una cinta que puede presumir de tener la trouppe de monstruos con el diseño más delirante jamás visto, una obra extraña, gamberra, bizarra, patética, absurda, lenta y con un insólito sentido del humor, características estas dos últimas que pueden provocar en el espectador occidental un extraño complejo de vaca mirando pasar los trenes, ya que lo cafre de su protagonista, sumado a las características formales y el ritmo rematadamente pausado de la cinta, pueden dificultar que se establezca una complicidad con lo que se está viendo (a no ser que usted sea un otaku salido de madre, que entonces se lo va a pasar de aúpa). Mención a parte se merece el tramo final de la cinta, quince demenciales minutos con tintes de pesadilla gondriana que dejan completamente perplejo al espectador, una ida de olla de las que hacen época y que al asimilar rasgos característicos del Kaiju eiga más casposo y hortera, rompe completamente con el resto del metraje y otorga al filme de una extraña profundidad y tristeza.
La frase:“Si se le ignora, acaba recuperando su tamaño.”
Buenos días, soy el jefe Dreyus, hoy es viernes y me toca cerrar esta semana temática dedicada a los chupasangres con una peli de actualidad. Y aquí precisamente es donde está el problema, porque de pelis de vampiros hay como para aburrir, pero últimamente la cosa está algo jodida y, como paso olimpicamente de ver la de Jóvenes Ocultos 2, el otro día me puse a ver, sin demasiadas expectativas todo sea dicho, una de las últimas que nos llegó y que, además, hace poco salió en dvd: 30 días de oscuridad. Vampiros, vampiros y más vampiros... ¡Empezamos!
Esto de vivir en un pueblo donde durante treinta días seguidos no se tengan noticias de la luz del sol está muy bien en el supuesto de que se trate de un sitio con buen clima, lleno de discotecas, marchita y superpoblado de suecas. Pero, si por el contrario, se trata de un pueblo perdido en el culo del mundo, con un frío de tres pares de narices y que, además, en lugar de suecas, lo invada una orda de putos vampiros, lo cierto es que la cosa se complica cosa mala y pierde encanto de cara al turista de bien. Pues de eso va la trama, en un pueblecito de mierda de Alaska se pasan treinta días cada año sin ver el sol y aislados del resto del mundo por la nieve. Eso, no hace falta que se diga, se convertirá en una invitación formal para que un grupo de vampiros sedientos de sangre, decidan irse a dar una vuelta por allí, a ver como está el patio, y darse un festín con los pueblerinos. Los vecinos del lugar intentarán sobrevivir a la invasión como puedan, capitaneados por un joven jefe de policía que no tardará en verse superado por la situación. A partir de aquí, mordiscos, sangre, potaje de tripas, situaciones límite y demás tópicos de este tipo de películas... ustedes ya saben de que va esto.
El dire de la peli es el señor David Slade, conocido básicamente por haber dirigido anteriormente Hard Candy (peli que consiguió cierta notoriedad basicamente por dar la vuelta a la tortilla al género del thriller) y poca cosa más, pues esta es tan solo su segunda película. Entre los protas encontramos a Josh Hartnett, uno de los peores actores de su generación, con una capacidad interpretativa parecida a la de un pomelo, capaz de mantener la misma expresión ya esté ante unos vampiros que estén a punto de papeárselo o mirando una puesta de sol, y cuyo mayor logro en Hollywood durante toda su carrera fué el de ligarse a Scarlett Johansson (y es simplemente por eso por lo que le guardo cierto respeto). Y como prota femenina tenemos a Melissa George, cuyo mejor trabajo hasta la fecha fué un reportaje para la revista Playboy, y que además ha aparecido en pelis como Dark City, la Morada del miedo, Turistas o Waz, además de su trabajo en la serie Alias. Por cierto, que la peli ésta, como tantas otras últimamente, está sacada de una novela gráfica de mismo nombre, escrita por un tal Steve Niles e ilustrada por un cual Ben Templesmith.
Lo dicho, empecé a ver la peli sin demasiadas expectativas, bastante convencido de que sería un truñaco como una catedral, pero lo cierto es que la peli me tuvo bastante entretenido y es que, entendámonos, a pesar de que no sea nada del otro mundo (que no lo es) y a pesar de que el guión hace aguas en muchos momentos de la trama y que las interpretaciones son bastante torpes (por no decir otra cosa) la peli se va medio aguantando a lo que ayudan unos vampiros bastante resultones (uno de los auténticos puntos fuertes del film) y algún que otro momento de tensión bastante conseguido. Pero el principal problema de la película son, precisamente, esos treinta días de oscuridad, porque lo cierto es que no cuelan por ningún lado ya que más que días, lo que parece que estén pasando sean horas (¡que casi parece que la peli esté hecha a tiempo real!). Y por otro lado están los vampiros, que si, que estéticamente molan bastante, pero que en todo momento estás esperando a que hagan algo como mucho más espectacular que lo que están haciendo, aunque eso no acaba de llegar jamás. Total, que nos encontramos con un punto de partida bastante interesante, con un arranque prometedor, con unos vampiros super de tendencia, con un ritmo tranquilo, con alguna buena escena y con un tramo final bastante chungo y petardillo que no me acabó de convencer demasiado.
Resumiendo: Como película de vampiros es del montón, aunque bastante salvable, pero mucho me temo que no era la intención de su director que, supongo, pretendía hacer algo mucho más novedoso e interesante.
Elprimerhombre ha vuelto a entretenerse con El baile de los vampiros, de Roman Polanski, una película que se basa plenamente en su carismática pareja protagonista, consiguiendo inteligentes gags con sus buenas interpretaciones.
La historia se desarrolla en las tierras de Transilvania, donde el profesor Abronsius (Jack Mac Gowran) y su ayudante Alfred (Roman Polanski), pasarán una aventura que nunca olvidarán. El tal Abronsius, a quien sus colegas de la universidad lo llamaban "el chiflado", basándose en sus investigaciones y estudios de maestros, cree que va por buen camino en la búsqueda de vampiros, unos seres que no se reflejan en los espejos, como bien dice la teoría de un tal Alivori. Entonces, a partir de su llegada a una taberna, nuestros protagonistas se verán inmersos en un camino sin retorno, consiguiendo entrar en el castillo del Conde Von Krolock (Ferdy Mayne), el día después de que este hincara los colmillos a la bella e inocente Sarah (Sharon Tate), la hija del propietario de la taberna, Shagal (Alfie Bass).
Ya desde el inicio nos damos cuenta de que Polanski tiene claras sus intenciones, cambiando el león de la Metro por un dibujo de un vampiro (un poco cutre a decir verdad), seguido de unas letras de crédito escritas a mano, estilizadas con un cierto tenebrismo (las podría firmar el mismo Tim Burton), mientras una gota de sangre va cayendo entre los diferentes nombres que completan la película. Todo esto con una música de coros de lamento, idea del compositor polaco Krzysztof Komeda, que logra durante el desarrollo del film varios ambientes con composiciones originales, tanto para los momentos cómicos como para los "terroríficos". Komeda ya había trabajado con Polanski en varios cortos y en el Cuchillo en el agua (1962), Cul-de-Sac (aquí Callejón sin salida, 1966), y posteriormente repitió en La semilla del diablo (1968). El vestuario es otro gran punto a favor, consiguiendo grandes contrastes como el de la ropa del profesor y su discípulo, y la decoración que aparece en la película da un valor considerable a la historia. No es de menospreciar que se ha llegado a decir que el ambiente realizado en este film supera a varios facturados por la Hammer.
Y llegado a este punto, queda por resaltar la pareja protagonista, con ese Jack Mac Gowran, clavado a Einstein, que parece ser un portento de la comedia, siendo poco aprovechable su talento en esta película, junto con un Polanski que no se queda para nada corto (y quién diría que en aquel tiempo tenía 34 años), cuya creación del personaje es realmente portentosa, con gags tan memorables como el que se produce en la escena en la que huye del hijo del Conde.
Pero mi decepción al volver a ver este film se ha producido a causa de un ritmo demasiado pausado, con silencios bastante largos por momentos, añadiéndole el no saber rematar la jugada en las escenas vampíricas del castillo, convirtiéndose realmente en lo más pobre de la película. El personaje del Conde está bastante logrado pero casi no parece tener importancia en la última parte del film, con un baile de vampiros que obtiene su mayor interés en el gag donde aparecen Ambrosius y Alfred vestidos de época. Y aunque el hacer esta película es un hecho admirable, ya que en esos momentos era una época gloriosa para la Hammer, es una lástima que el objetivo para mí no resulte del todo convincente.
En definitiva, una película que consigue ser una comedia seria sobre vampiros sin caer en el absurdo, con muy buenas intenciones, pero que se queda a medio camino, faltándole algo más de miga en su contenido.
¡Santo Peter Vincent! Preparen sus dientes de ajo y afilen sus estacas, que aquí en el blog viene una semanita repleta de esos seres a los que se les ponen los dientes largos con cuellos como el de un servidor, estoy hablando de los moradores de la noche, los no-muertos, los nosferatus, los chupasangres, los… ¡vampiros! ¡Semana vampírica en el Quesito Rosa! Y tarareando alegremente la melodía de Transilvania 65000 nos metemos de lleno en faena con… ¡El Club de los Vampiros!
Entre los años 40 y 50 la editorial estadounidense EC Comics hacía las delicias de grandes y pequeños con historietas repletas de monstruos, asesinos, soldados, naves espaciales y sugerentes mujeres, ¡qué época más gloriosa! Las estanterías de los quioscos se llenaban con títulos tan pintorescos como La Bóveda de los Horrores, Combate en el frente o Ciencia Rara, publicaciones donde trabajaban grandes artistas del medio, tipos como Harvey Kurtzman, Jack Davis, Frank Frazetta o Basil Wolverton, que gracias a la gran libertad creativa que les otorgaba trabajar con William Gaines, dejaron una gran impronta en el imaginario colectivo. El gobierno no tardó mucho en ver con malos ojos todo ese exceso de libertinaje artístico, así que se creó un comité y se impuso la censura, había nacido el Comics Code Authority. En breve, Gaines cerraría todas sus editoriales con la excepción de la revista MAD.
Una de las muchas publicaciones que perecieron por aquel entonces fue Historias de la Cripta, el popular comic de terror que tenía como narrador de excepción al Guardián de la Cripta, un bastardo cadavérico de negrísimo sentido del humor y que relataba historias sin dejar títere con cabeza (hasta el lector se llevaba lo suyo). Tras el cese de la revista, este cuenta cuentos tan particular quedó en el olvido hasta finales de los 80, cuando fue rescatado por la HBO para presentar la exitosa serie de televisión de mismo nombre. Metidos en el ajo estaban Richard Donner, David Giler, Walter Hill, Joel Silver y Robert Zemeckis, casi nada. La serie permaneció siete temporadas en antena y dio origen a dos películas, El Club de los Vampiros es la segunda de ellas.
La historia cuenta que durante una expedición por Tierra de Fuego, un cazatesoros de baja estatura devuelve a la vida a la poderosa vampiresa Lilith, reina de la lujuria. Ya en los USA regenta un burdel clandestino con un mortuorio como tapadera, todas las chicas del local son vampiresas semidesnudas de toma pan y moja, por lo que el negocio va viento en popa a toda vela. Tras la desaparición de su putero hermano, Katherine, una chica muy beata que trabaja para un telepredicador rockero, no tendrá más remedio que contratar a un detective privado. Éste descubrirá todo el tinglado y no parará hasta acabar con todas esas sexis chupasangres.
Aunque Gilbert Adler es más dado a las tareas de guión y producción, aquí se pone tras la cámara, como ya hiciera en El Caballero del Diablo, la anterior película basada en los comics de Historias de la Cripta. El libreto lo escriben Robert Zemeckis y Bob Gale, dúo que ya habían trabajado juntos en la trilogía de Regreso al futuro. En el apartado artístico y haciendo de niño malo tenemos a Corey Feldman, trasnochado ídolo ochenteno cuya carrera acabó de forma fulminante durante su adolescencia, y que tras protagonizar indiscutibles clásicos de videoclub como son Los Goonies, Jóvenes Ocultos o Cuenta conmigo, ha acabado buceando en las cloacas de la serie B más casposa y participando en dudosas producciones de la Troma o la Full Moon. En el papel femenino y haciendo de niña requetebuena tenemos a Erika Eleniak, neumática actriz que achicharró la juventud de la mayor parte de la población masculina de este planeta con sus posados como Shauni, la vigilanta de la playa más cañón de California (con perdón de Pamela Anderson, claro). Complementan el reparto Dennis Miller (un cómico salido de la cantera del Saturday Night Live que aquí hace de detective privado y macho alfa), Chris Sarandon (el malo de La princesa prometida y Noche de miedo) y Angie Everhart (playmate buenorra y ex de Sylvester Stallone).
El Club de los Vampiros es una comedia de terror gamberra, repleta de desnudos y con un lenguaje muy subido de tono, una cinta sin pretensiones y que sorprende por la facilidad con la que va al grano, a lo entretenido, sin andarse con chiquitas ni tonterías. Los tópicos se hacen evidentes (el detective impertinente, la chica mojigata, el hombre de fe que oculta algo…), pero se nos presentan con tanta garra y en un tono tan desenfadado, que a uno se le hacen entrañables desde el primer instante. Humor, acción, gore, colmillos y grandes tetas, son las bases que constituyen un filme que apuesta siempre por la diversión y por que el aficionado no quepa de contento en su butaca, una cinta que se pasa en un abrir y cerrar de ojos y que no comete los mismos errores que otras tantas producciones de la misma calaña: no aburre, no es ñoña, no es romántica, no acaba bien y no le falta sexo, sangre, ni casi de nada. Un simple divertimento que, en definitiva, no se queda a medias. Hínquenle el diente.
La frase:“El camino más rápido hacia el corazón de un hombre, es a través de su caja torácica.”
La frase 2:“Se acabó la charla, cosita linda, primero voy a arrancarte la polla y luego voy a convertir tus huevos en cocacola.”
Buenos días, soy el jefe Dreyfus, hoy es viernes, y vuelvo a esto del blog, todavía con el síndrome post-vacacional mordisqueándome los zapatos. ¿Que tal las vacaciones?, ¿Que tal la playa?, ¿Que tal las suecas? Espero que todo haya ido genial, yo, por mi parte, vuelvo con una nueva película, quizás no tan de novedad como mis compañeros, pero es que es una de las que se me quedó colgada por aquello de las vacaciones, pero es que no quería perder la oportunidad de cargarme como es debido: Hancock... ¡Empezamos!
Pues la historia va de que el principe de Bel Air es un superhéroe (que puede volar, con superfuerza y esas cositas) al que se la suda gota gorda la gente y que va a lo suyo, soplándole a una botella y tocando el culo a las niñas guapas. Además, cada vez que intenta intervenir "para hacer el bien" monta un pollo de la hostia causando daños por valor incalculable. Total, que la población de a pie está hasta las narices del tipejo y le abuchea por la calle y no pierden ocasión de insultarle en sus mismas narices cada vez que se lo cruzan (¿no les recuerda la reacción del tipo éste cada vez que le llaman "idiota" a la que tenía Michael J. en Regreso al futuro cada vez que le llamaban "gallina"?) Pues en estas estamos, cuando un buen día le salva la vida a Teen Wolf 2, que resulta ser un relaciones públicas que se empeñará en limpiar la imagen de Hanckok frente a la opinión pública, lo que acabará alterando su vida familiar, pues a su mujer (la rubia buenorra que se hacía amiga del gorila feo ese en Mi gran amigo Joe) no le hará ni pizca de gracia las nuevas amistades de su marido.
Dos cosas han quedado bastante claras este verano: Los superhéroes siguen estando de moda (y si no que se lo digan a los productores de El caballero oscuro) y que hay vida para los superhéroes fuera de la Marvel (y si no que se lo digan a los productores de El caballero oscuro).
El director de este despropósito es un tal Peter Berg (que por el nombre lo más seguro es que lo conozca su madre y poca gente más), que se dió a conocer hace ya unos años con Very Bad Things (esa con Cameron Diaz en que se cargaban una puta) y después también dirigió (porque aparte de director el hombre también es actor) la peli Tesoro del Amazonas (con The Rock) y el año pasado La sombra del Reino (con Jamie Foxx). Y hasta aquí puedo leer porque no hay más. Entre los protas encontramos a Will Smith (que está recaudando pasta hasta aburrir pero que me decepciona película tras película), Jason Bateman (que parece empeñado en resurgir de sus cenizas y que desde que participara en la serie Arrested Development no para de encadenar pelis) y Charlize Theron (que tampoco es que tenga una filmografía como para mear y no echar gota pero es que a ella se le perdona todo, bueno, menos en la peli esa donde salía fea).
No dudo yo que al principio del proyecto la cosa pudiera pintar interesante, pero está claro que algo falló porque lo cierto es que a la hora de la verdad la peli no cumple con las expectativas creadas. La peli está dividida en dos partes facilmente diferenciables (entre medias hay un giro argumental bastante radical), dejando una primera mitad que es un "quiero y no puedo" que se queda a medio camino entre lo que podría haber sido y lo que realmente es (como si de un cruce entre "la sirenita" y un cómic de "Lobo" se tratara) quedándose en tierra de nadie sin acabar de decantarse hacia ninguno de los dos lados. A pesar de todo esta primera parte es facilmente digerible y no se hace pesada. Es entonces donde entra en escena la segunda mitad de la película, donde la cosa termina, definitivamente, por desmoronarse de mala manera, intentando bucear en la propia existencia del personaje y sacándose de la manga explicaciones tan estúpidas como innecesarias, conduciendo la película hacia una resolución de risa (de risa no provocada, se entiende). Además, los efectos especiales tampoco es que sean nada del otro mundo (¿vuela como un poco chungo éste héroe o me lo parece a mi?) especialmente comparándolos con otras producciones del género. Se podrían haber estirado un poquito más, ¿no?. Aunque por lo menos en esta Will Smith no hace la banda sonora, que eso siempre es un punto a favor.
Resumiendo: Peli con dos partes, una primera medianamente pasable aunque le falte más riesgo y una segunda horrible y olvidable que se lo acaba de cargar todo.