Las invasiones bárbaras (2003)

Una emotiva historia

Aunque su primer largometraje sea de 1971, el director canadiense Denys Arcand se dio a conocer internacionalmente con El declive del imperio americano (1986), una película coral en la que hombres y mujeres hablan de sexo sin tapujos. Obtuvo la nominación al Oscar, el Premio Fipresci en Cannes, nueve Genie en Canadá y varios premios en festivales internacionales. Tres años más tarde, Steven Soderbergh también retrató experiencias sexuales en la famosa Sexo, mentiras y cintas de vídeo (1989).

En 2003, diecisiete años después de El declive del imperio americano, Arcand realizó Las invasiones bárbaras, que representa una continuación de aquella y con la que sí consiguió el Oscar, además del premio al mejor guión y mejor actriz en Cannes, tres César y también premios en todo el mundo. En 2007, con La edad de la ignorancia quiso cerrar esta trilogía en la que ha querido hacer una dura crítica a la sociedad, situándola en este último film al borde del caos, con una falta de comunicación, aunque llegando a ser extremadamente pretencioso, dejando demasiado claro su mensaje a la primera media hora de metraje.

En El declive del imperio americano sorprende ver hablar a las mujeres de sus propias relaciones sexuales mientras están en el gimnasio, como ver a los hombres hacer lo mismo pero desde la cocina, preparando la comida que luego se comerán todos juntos en una casa que uno de ellos tiene junto a un lago. Esta premisa resulta curiosa igual que sus diálogos inteligentes, aunque resulten por momentos un tanto pedantes, sabiendo Arcand manejar bien las situaciones jugando con los encuadres. Sin embargo, lo que realmente es inevitable pensar es que viéndola ahora, a causa de las imágenes o algunos otros recursos cinematográficos, la película parece más antigua de lo que es, estando más cerca de finales de los 70 que a mitad de los 80. En Las invasiones bárbaras todo cambia por completo. Esa espontaneidad que en El declive del imperio americano parece surgir de la forma de dirigir a los actores, pasa a una dirección mucho más meticulosa, con una cuidada imagen y con muchos más exteriores. Uno de los protagonistas de aquella historia, un profesor de universidad llamado Rémy (interpretado por Rémy Girard) tiene una enfermedad terminal y con la ayuda de su ex-mujer, su hijo Sebastián, con el que no tiene una muy buena relación, y sus grandes amigos, intentará pasar el tiempo que le queda de vida lo mejor posible.

Es casi patente la convicción de Denys Arcand de querer hacer una de las películas más emotivas de la última década, logrado sobre todo por la relación entre Sebastián y su padre, con un gran plano muy emocionante al final de la historia. Este hijo vive en Londres pero a causa de una llamada de su madre intenta hacer lo posible para que su padre se encuentre a gusto dentro de su situación. Por eso llamará a sus antiguos amigos y hasta pagará a unos alumnos para que le vayan a ver al hospital. También está el personaje de Natalie (premio en Cannes para Marie-Josée Croze), hija de una de las amigas y amantes del padre, que está metida en drogas y que ayudará a paliar el dolor de la enfermedad con algunas dosis de heroína. Las conversaciones de ella con Rémy son una parte importante de la historia.

Rodada con mucho talento, con una dirección más que correcta, Denys Arcand consigue un drama cuyo argumento no es muy original pero que sabe jugar muy bien con las formas, sin caer en lo superficial y logrando autenticidad con la construcción de unos buenos personajes junto con una narración casi perfecta. La película sigue su curso de manera brillante, emocionando a causa de sentir la muerte tan cerca.

"Las invasiones bárbaras es una historia llena de amor, amistad, dolor y ternura, rodada con brillantez por Denys Arcand"



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Preguntas frecuentes sobre el viaje en el tiempo (Frequently asked questions about time travel, 2009)



Una pinta de cerveza con taquiones.

Un par de nerds (o imaginadores, como ellos prefieren llamarse); un escéptico que no distingue entre Star Trek y Star Wars (aunque en una escena se declare fan de Las crónicas de Narnia); una chica sexy que viene del futuro; un pub londinense; una fisura temporal en el lavabo de caballeros; conversaciones freaks, cerveza y paradojas. Póngase todo junto y añádase unas gotas de humor inglés y unos gramos de inofensiva diversión y ya tenemos la combinación perfecta para una comedia de ciencia ficción.



La película empieza con una panorámica del espacio exterior y unos títulos de crédito que prometen ciencia ficción a raudales (muy al estilo de Superman), pero no tardamos en pisar con los pies en el suelo. Conocemos a Ray (Chris O’Dowd), un tipo que como cualquier personaje de Kevin Smith o Judd Apatow, sufre de un galopante síndrome de Peter Pan. Trabaja en una atracción futurista interpretando a un Ranger del Espacio y se toma demasiado en serio su papel, allí suelta tacos y vocifera entusiastamente mientras una clase de primaria queda traumatizada. Hay llantos, vómitos y un despido. A sus amigos no les va mejor, disfrazados de dinosaurios venden folletos de un lugar llamado Dinoburger. Pete (Dean Lennox Kelly), el más sensato de ambos, quiere hacer su trabajo e irse a casa, pero Tobe (Marc Wootton) no puede evitar plantearse lo erróneo que resulta un dinosaurio animando a la gente a comer más dinosaurios, lo lógico sería que fueran vestidos de cavernícolas.



Más tarde, a la salida del cine, disfrutan quejándose de la poca imaginación que hay en Hollywood, Tobe saca su libreta de grandes ideas y menciona una sobre un Ninja-Tirolés. Se dirigen al pub, allí beben cerveza y escriben una carta de queja dirigida a la meca del cine. Si esto no fuera una peli de ciencia ficción Ray volvería a casa y a la mañana siguiente debería tomar una decisión: aceptar un empleo disfrazado de burbuja o trabajar en el negocio familiar, pero lo extraordinario irrumpe en sus vidas en forma de atractiva viajera del tiempo (Anna Faris).



El cine tiene la capacidad de evadirnos de nuestros problemas reales y la película sublima las insatisfacciones vitales de sus protagonistas a través de la fantasía. La situación se lo da todo; el rol de héroes, la posibilidad de poner en práctica ese conocimiento inútil que cualquier freak atesora, la confirmación de que en un futuro próximo serán admirados por el resto de la comunidad freak y por último, la chica. Un juego parecido, aunque a distinto nivel, se da en delirios ochenteros como Condorman (1981), Te pillé, ¡Gotcha! (1985) o sobre todo, El último Starfighter (1984), un cine de pocas luces, pero imaginativo y entretenido al fin y al cabo.



El crescendo hasta llegar a un clímax final de tebeo son una serie de viñetas que giran alrededor de un bucle temporal, una muerte inminente y un apocalíptico futuro alternativo. Nuestros protagonistas se enfrentan al peligro siguiendo tres reglas claves del viaje temporal: 1) No mates nada y no pises ni siquiera una mariposa, porque borrará tus descendientes y terminará con la raza humana. 2) No te folles a nadie porque resultará ser tu madre o tu abuela. Y 3) No te toques, no tropieces ni hables con otra versión de ti mismo porque causará una paradoja temporal y el fin de los tiempos.



El filme es una producción de la HBO y la BBC, el director Gareth Carrivick ha trabajado en series como Little Britain (2003) y The Smoking Room (2004), y los actores tienen mucha experiencia en televisión. Chris O’Dowd no se aleja demasiado de su papel en The It Crowd, aunque aquí busque las simpatías del público y su personaje resulte menos excedido y patético. Anna Faris por su parte, es una actriz que se ha hecho un hueco en la pequeña pantalla participando en series como Friends y El séquito. El metraje es de apenas 80 minutos y el tono y la forma concuerdan bastante con el de un capítulo piloto. La película parodia el cine de ciencia ficción con manifiesta inocencia y no tiene otra aspiración que la de hacerte pasar un buen rato, algo que queda muy patente con ese final abierto, un tipo de conclusión nostálgica que nos remite a otras épocas menos crípticas.

Que esté pendiente de título en España nos plantea la interesante cuestión de cómo la van a llamar, las posibilidades son infinitas: Regresa al futuro como puedas por pelotas, Los Crononerds, Sci-fi Movie, Star Geek, Quantum Party, Preguntas frecuentes sobre el viaje en el tiempo... No, la última no va en serio.



La frase: «Tu chica ideal eres tú con tetas.»

La frase 2: «Es un poco extraño, pero resulta que todos en el futuro son americanos.»

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Malditos bastardos (2009)

Más madera, es la guerra.

Cada vez que Tarantino entra por la puerta, mi objetividad salta por la ventana (el que avisa no es traidor). Porque Tarantino se ha ido convirtiendo con el tiempo en uno de mis directores vivos favoritos, así que cuando estrena una nueva película (indiferentemente de que su anterior trabajo me haya gustado o no) mi primer impulso siempre suele ser el de salir pitando hacia la sala de cine más cercana para comprobar que nos ha deparado el eterno "enfant terrible" (horrible etiqueta, por cierto) del cine americano. Su última perla cultivada lleva por título: Malditos Bastardos (Inglourius Basterds)... ¡Empezamos!

Situémonos. Segunda Guerra Mundial. Territorio francés bajo ocupación alemana. Shosanna. una joven judía huye de los nazis después de que éstos se hayan cargado a toda su familia ocultándose bajo una nueva identidad y regentando un pequeño cine en París. No muy lejos de allí, el teniente Aldo Raine, un macarra que encabeza un grupo de soldados judíos (a cual más chalado), con el objetivo de cargarse al mayor número de nazis posible, planea una nueva misión con la ayuda de Bridget Von Hammersmark, una famosa actriz alemana afín al régimen que trabaja como espía para los aliados pasando información. La misión, aprovechar el estreno de la película nazi “el orgullo de la nación”, basada en hechos reales (en las hazañas de un joven soldado nazi que se cargó él solito a trescientos espartanos aliados), para cepillarse a un buen puñado de mandamases del Tercer Reich. Y, por último pero no menos importante, un malo oficial, el coronel Hans Landa (nada que ver, que sepamos, con el popular actor español), conocido por sus enemigos con el sobrenombre de “el caza judíos”, un malo de altura, no lo duden ni por un momento.

Quentin Tarantino arrancó su carrera como director con una brutal opera prima, Reservoir dogs; se consagró con (tan solo) su segunda película, Pulp Fiction; se le infravaloró con Jackie Brown; se elevó hasta los altares con Kill Bill; e incluso se permitió el lujo de cagarla (eso si, sin perder sus señas de identidad) con Dead Proof. Además, entre peli y peli, se ha ido permitiendo el lujo de divertirse actuando en diferentes películas como Abierto hasta el amanecer, Desperado, Little Nicky o Planet Terror (aunque no sería precisamente su mejor virtud, ni mucho menos, por mucho que el hombre tiene toda la pinta de pasárselo bomba) y colaborando como director en diferentes proyectos (la horrible y coral Four Rooms o un episodio doble de C.S.I. Las Vegas).

Como les decía, confieso que me gusta Tarantino. Y me gusta, precisamente, porque me gana con tres de sus, digamos, principales habilidades: a) porque me gustan sus diálogos. La fuerza de sus diálogos suele ser arrolladora y reconozco que suelen provocar un efecto hipnótico en mi persona que me atrapan y no me sueltan hasta que los personajes dejan de hablar. Para muestra un botón: el glorioso y magnífico diálogo final de Kill Bill 2; b) porque me gusta que sea una esponja. Es más que evidente que el bueno de Tarantino se ha chupado cine hasta aburrir y que lo ha ido absorbiendo, cual esponja, para vomitarlo todo mezclado, sin filtro aparente, dentro de sus trabajos consiguiendo algo que considero esencial en su cine, la continua mezcla de géneros y estilos como si de un batiburrillo se tratara pero que, no obstante, ha ido convirtiéndose en seña de identidad (algunos no estarán de acuerdo conmigo y dirán que a esto se le llama plagiar, bueno, todo son opiniones supongo); c) porque sigue siendo un niño grande. Su ganas de provocar y un cierto espíritu gamberro siguen estando vigentes en sus películas a pesar de haberse consagrado, ya hace tiempo, en la meca del cine. A todo ésto súmenle el hecho de que el hombre sigue mejorando en la dirección con cada nuevo film y uno ya empieza a pensar hasta donde puede llegar.

Además, Tarantino se está convirtiendo (por méritos propios) en uno de esos directores por el que los actores bajan sus pretensiones económicas a cambio de poder trabajar en una de sus películas (y eso que el hombre siempre se ha especializado por recuperar viejas glorias venidas a menos). Así pues en esta peli encontramos nombres tan populares como los de Brad Pitt (El curioso caso de Benjamin Button), Diane Kruger (esposa de Freddy Troya), Daniel Brühl (Salvador Puig Antich), Mélanie Laurent (De latir mi corazón se ha parado), Eli Roth (coleguilla de Tarantino y director de Hostel, metido a actor para la ocasión) o Myke Miers (Austin Powers), entre muchos otros menos conocidos por un servidor, debido a que se trata de un cast muy internacional (en esta película los alemanes tienen que hablar alemán, algo que parece una obviedad pero que no siempre lo es), entre los que destaca la interpretación del austriaco Christoph Waltz como el malo de la función, que borda su papel (gran papel) de forma magnífica. Además, en la versión original se puede disfrutar de las voces de Samuel L. Jackson (narrador) y Harvey Keitel (conversación telefónica).

La película empieza con una brillante secuencia de unos quince minutos que sirve para presentarnos al que será el malo de la peli y para sacar las dudas de encima a los que (como un servidor) les defraudó su anterior trabajo como director. Lo que viene después es una especie de mezcla entre peli de nazis, spaguetti western y vodevil. En la película encontramos violencia (gratuita, por supuesto), una historia de amor imposible, personajes al límite (Hitler incluido), intriga, grandes escenas, ingeniosos diálogos y una dosis de humor mayor de la que nos tenía acostumbrados el bueno de Tarantino, que tampoco pierde la oportunidad de reivindicar el papel del cine dentro de la historia. La película me atrapó desde su principio y luego solo tuve que dejarme llevar por la trama hasta su rotundo final. Puestos a decir algo malo de la película (y siempre en lucha constante con mi subjetividad), reconocer que en algún momento se pierde algo de fuerza debido a un bajón en la intensidad narrativa (aunque negaré haberlo dicho). Y a todo aquel que tenga la intención de cargarse la cinta por su falta de rigor histórico, decirles aquello de: ¡a mamarla!

Resumiendo: Vuelve Tarantino, por todo lo alto, con una clase magistral de buen cine. No se la pierdan, ¡es un bingo!



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The devil and Daniel Johnston (2005)

Un fenómeno en toda regla

Para la gente que no conozca a Daniel Johnston es muy recomendable que vea el magnífico documental The devil and Daniel Johnston, en el que uno se sorprende del universo tan atrayente de este peculiar personaje, un artista norteamericano totalmente autodidacta que desde hace casi tres décadas divulga sus más íntimos sentimientos a través de la música y de la creación de cientos de dibujos. Debido a una enfermedad mental que desde la adolescencia le provoca crisis nerviosas su vida ha estado llena de miserias, aunque también se ha convertido en un icono para muchos músicos, como lo fue para Kurt Cobain, que llevó puesta durante bastante tiempo una camiseta con el dibujo de la portada de uno de sus primeros trabajos, Hi, How are you? (1983). Ha sido versionado por más de ciento cincuenta artistas, entre ellos Tom Waits, Pearl Jam, Beck, Wilco o Yo la tengo; hasta tuvo alguna pequeña colaboración con los Sonic Youth, como se ve en el documental.

Quizás todos ellos se vieran eclipsados por su forma tan sincera y emotiva de expresarse. En el documental le vemos tocar en conciertos donde realmente la gente le vitorea y es que sus canciones, aunque muchas de ellas no estén bien tocadas ni cantadas, tienen algo de especial en sus melodías, a causa seguramente de su manera de echar afuera los sentimientos guardados, con toda la naturalidad del mundo, aporreando la guitarra o el piano si hace falta. La última canción del documental con las letras de crédito, Some things last a long time, es un ejemplo de la emoción que puebla en su interior, escrita por él y Jad Fair, de Half Japanese.

Gran trabajo del director, Jeff Feuerzeig, que con una buena realización y un buen montaje ha sabido mostrar toda esa admiración y ese gran respeto de la gente, con las virtudes y los problemas de una de las personas más increíbles que se hayan podido ver en la gran pantalla. Fue en 1990 cuando decidió hacer una película sobre la vida de Daniel, después de escucharle en la radio a la que llamó desde un hospital mental, donde promocionó uno de sus discos entrevistándose a sí mismo cambiando las voces. Jeff estuvo cuatro años recopilando las cintas de vídeo y cassettes que el mismo Daniel grabó desde que era un crío, llegando a escenificar y a grabar las riñas de su madre, disfrazándose de ella. Cualquier momento le valía para coger la cámara y ponerse a filmar lo que ocurría a su alrededor, algo que recuerda inevitablemente al documental Capturing the Friedmans.

La historia de Daniel es capaz de enganchar a cualquier tipo de público, tanto a los que ya lo conocían como a los que lo ven por primera vez y eso es uno de las grandes aciertos del director. El relato de su vida es emocionante y triste, lleno de fuerza, en el que su experiencia personal con el amor le servirá para componer canciones dirigidas a una chica llamada Laurie Allen, a la que filmó en muchas ocasiones debido a su obsesión por ella, aunque acabó casándose con un trabajador de una funeraria. Aparecen entrevistas de las personas que le han acompañado en su vida explicando los momentos vividos con él, como sus padres, visiblemente emocionados, o sus hermanos; también el manáger que fue despedido por Daniel en un momento importante de su carrera, aunque después volvieron a juntarse. Precisamente, hace más de veinte años que este manager fundó Stress Records para que la gente conociera a Daniel; graba las cintas él mismo y las distribuye, poniéndolas en internet y cogiendo pedidos. Daniel sigue viviendo con sus padres a causa de su enfermedad y sigue componiendo, haciendo conciertos en varios países, y hasta expone sus dibujos en galerías.

"Un documental excepcional que emociona con destellos de la vida de Daniel Johnston, un maníaco-depresivo con delirios de grandeza"



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Dune (1984)



David Lynch vs Dino de Laurentiis.

Allá por los años 70’s la adaptación de Dune, la famosa novela de ciencia ficción de Frank Herbert, cayó en manos de Alejandro Jodorowsky, un cineasta, guionista de comics y psicomago, que pretendía hacer un filme transgresor y esotérico en compañía de los que él proclamaba sus cinco samuráis; grandes hombres de arte como Orson Welles, Salvador Dalí, Chris Foss, la banda de rock Pink Floyd y H. R. Giger, que trabajarían bajo la batuta de Moebius. La productora, ante lo que prometía ser un libertinaje artístico de órdago, se acobardó y abandonó el barco.


 A Kyle MacLachlan tampoco le sale el saludo vulcaniano.

Años más tarde el proyecto fue retomado por la compañía Dino de Laurentiis, que pretendía aprovechar el filón abierto por La guerra de las galaxias (1977), el director elegido para la tarea, tras la previa negativa de Ridley Scott, fue David Lynch (que no es Jodorowsky, pero poco le falta). La decisión resulta algo chocante vista hoy en día, pero hay que recordar que por aquel entonces Lynch acababa de marcarse un buen tanto con El hombre elefante (1980), una cinta nominada a ocho Oscar y cuyo éxito comercial propició que le ofrecieran la realización de El retorno del Jedi (1983), película que finalmente rechazó.


 Sean Young, una de las alegrías del filme.

El presupuesto contaba con 40 millones de dólares, el equipo técnico era brutal (Carlo Rambaldi entre otros) y la idea era realizar una adaptación muy rigurosa de la novela. La cosa podía haber salido muy bien, pero no fue así. Tras el duro rodaje en Méjico los productores quedaron muy descontentos con la larga duración del metraje (más de tres horas), por lo que se decidieron a desarmar el invento, eliminando varias escenas e incluyendo otras nuevas que simplificaran la trama. Hubo mucho intervencionismo por parte de Dino de Laurentiis y de su hija Raffaella, cierto material no llegó nunca a postproducción y finalmente la película se quedó en los 137 minutos que todos conocemos. El resto, como suele decirse, es historia; el fracaso en taquilla fue absoluto y el crítico Roger Ebert la calificó como la peor película del año, y eso que en 1984 también se estrenó Rhinestone, cinta en la que Dolly Parton da clases de canto a Sylvester Stallone.


 Personajes como este son los que pululan por la película.

Ya han pasado más de veinte años y Dune aun sigue buscando su sitio, reivindicada por unos y vilipendiada por otros. Es una de esos filmes difíciles de catalogar, se debate entre las excesivas explicaciones que necesita la historia para funcionar y la fascinación que siente la película por explicarse mal. Pensemos, por ejemplo, en el uso abusivo que hace de la voz en off. Algo que el cine normalmente relega a personajes principales aquí es de dominio público, y aunque al principio parece formar parte de la atmósfera enrarecida del filme, a la larga se convierte en un tic totalmente irritante. Sumemos a esto dudosas elipsis argumentales, subtramas explicadas a medias, sobreentendidos inexcusables y un considerable exceso de información, ¿qué tenemos? Una patata de más de 40 millones de dólares.


 Mamá, papá, Pulgoso y Paul.

Hay paralelismos entre ella y el Watchmen (2009) de Zack Snyder, ambas no son efectivas a nivel narrativo, intentan comprimir una obra monumental de manera equivocada y significan más para los que ya están familiarizados con el universo del que provienen.

La historia nos habla de una rebelión, es el típico enfrentamiento entre el bien y el mal aderezado con intrigas palaciegas, reminiscencias bíblicas y un protagonista a lo Lawrence de Arabia. La acción se sitúa en un trasfondo galáctico muy concreto, una especie de Edad Media espacial donde se barajan conceptos tan extravagantes como la cofradía, el Kwisatz Haderach, la Jihad, las Bene Gesserit, los Fremen y la especia. Hay una leyenda, un elegido, dos clanes rivales y mucha confusión.


 Si es malo, feo y pelirrojo, es un Harkonnen.

Dune es sobre todo una película atmosférica donde lo mejor es la puesta en escena, personajes extraños se pasean por colosales naves espaciales de aspecto majestuoso e inhumano, a su alrededor se expande el universo, un lugar frío, oscuro y abisal. El único mundo que visitamos es Arrakis, el Dune del título, un planeta desértico habitado por monstruosos gusanos gigantes. Todo es irreal y Lynch lo filma de manera lenta y contemplativa, acompañado por el inolvidable tema principal de la banda sonora compuesta por Toto, aunque parte del tono se pierde en las escenas de acción.


 ¡Que me aspen! ¿No es este David Lynch?

Recuerdo haberla visto en varias ocasiones, algunas con extrañeza y otras con aburrimiento. Ahora la trama está bastante clara en mi cabeza, pero no siempre fue así, sin embargo hay varios momentos que se me quedaron grabados desde el primer instante, como la increíble sensación de cabalgar un gusano gigante o la malévola risa de un gordo flotante empapado en sangre. Sin duda ha calado hondo en el imaginario colectivo y esto se nota en películas como Bitelchús (1988), Temblores (1990) o Southland Tales (2006).


 Sting luciendo palmito.

Se ha creado mucha leyenda alrededor del filme, pero Lynch nunca ha hecho declaraciones al respecto. Actualmente existen al menos cinco versiones distintas, todas ellas de variado metraje y contenido. Una en concreto fue realizada para la televisión estadounidense y dura aproximadamente tres horas, en ella Lynch pidió ser eliminado de los títulos de crédito, por lo que la dirección es atribuida a Alan Smithee y el guión a Judas Booth. Los más cinéfilos ya sabrán de donde proviene el primer nombre. El segundo es una combinación entre Judas, el traidor de Cristo, y John Wilkes Booth, el asesino de Lincoln. Que cada uno saque sus conclusiones.



La frase: “La especia debe manar.”

La frase 2: “Dios creó Arrakis para adiestrar a los creyentes, nadie puede ir contra la palabra de Dios.”

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Distrito 9 (2009)

Gambas a la parrilla.

Cuando en el cartel de una película se intenta potenciar más el nombre del productor que el nombre del director, lo primero en lo que piensa uno es en echarse a temblar. Cuando, encima, el productor es un director de reconocimiento mundial y el director de la película es un recién llegado muy conocido en su casa a eso de la hora de la cena, pero poco más, la cosa huele a amiguismo y a “toma unos dineros para que te pases el rato entretenido dirigiendo una película porque yo confío mucho en ti y creo que vas a llegar lejos porque eres la polla en vinagreta y me río una hartá contigo en las cenas con los colegas”. De este modo, hasta la fecha, nos hemos tragado diferentes “productos” de colegas de Tarantino, de Raimi, de Spielberg e incluso de Santiago Segura, entre muchos muchos otros. Recientemente, el bueno de Peter Jackson se ha apuntado a la moda con Distrito 9... ¡Empezamos!

Peter Jackson y Neil Blomkasp, el director de este fregao, ya se conocían de cuando trabajaron juntos en el proyecto de llevar a la gran pantalla el videojuego Halo (proyecto que nunca vio la luz). Como la cosa no acabó de cuajar, Blomkasp, animado por Jackson, se centró en adaptar un corto suyo titulado Alive in Joburg, donde, a modo de falso documental, nos narraba la llegada a la tierra de un grupo de alienígenas y los problemas que ello comportaba para la población. El señor Blomkasp, sudafricano aunque residente en Canadá, además de realizar algún cortometraje más, también ha trabajado en publicidad y suyo era el spot donde podíamos ver a un Citroen C4 convirtiéndose en una especie de transformer y bailar al ritmo de la música. Lo cierto es que la cosa no tendría más relevancia si no fuera porque hacia el final de la película aparece una especie de robot que, a pesar de no bailar, me lo hizo recordar vivamente.

La película nos cuenta que en 1990 una nave alienígena la hostia de grande se quedó suspendida en el aire encima de la ciudad de Johannesburgo (el parecer los extraterrestres se han hartado de aterrizar en territorio americano). Lo cierto es que la elección de la fecha y el lugar no es nada gratuito (además de que ya les he comentado que el director era sudafricano), porque en esa época y en ese lugar todavía existía una cosa llamada apartheid. Veinte años después de su llegada, los extraterrestres viven en chabolas, a las afueras de la ciudad, en precarias condiciones, confinados en una especie de campo de concentración conocido con el nombre de distrito 9. Uno de los empleados del gobierno destinado a controlar la población extraterrestre se verá infectado por un extraño líquido, lo que acarreará sorprendentes consecuencias y lo convertirá, automáticamente, en objeto de deseo de los militares e incluso de las mafias que se han ido formando alrededor del campamento alienígena.

La película empieza a modo de falso documental, con cámara en mano, siguiendo el trabajo del empleado del gobierno dentro del ghetto extraterrestre, mientras se van intercalando opiniones de supuestos expertos que se encargan de poner al día al espectador de como se encuentra todo el tema de los alienígenas. A pesar de estar paseándose continuamente, por delante de la pantalla, un puñado de bichejos extraterrestres feos de cagarse (en la peli les llaman "gambas" de forma despectiva), la película intenta resultar, en sus inicios, lo más realista y veraz posible. Y lo cierto es que, por momentos, lo consigue. Al parecer la moda del falso documental sigue generando nuevos adeptos, especialmente en géneros tan distantes como la comedia (Very important perros, Borat) y el terror (El proyecto de la bruja de Blair, Rec) e incluso triunfando en la televisión con la divertida The office.

Sin duda alguna estos primeros minutos de la película y su concepción inicial, son lo mejor del film. El problema es que tal y como está escrita la historia no permitía rodar toda la película a modo de falso documental, género al que vuelve en algún momento sin demasiado sentido aparente, y el global se resiente en exceso. Después de los primeros veinte minutos la película empieza a centrarse más en su protagonista, una especie de Jeff Goldblum en La mosca, y su particular lucha por la sobrevivencia lo que hace que la película vaya perdiendo fuelle. A pesar de todo, el punto enfermizo que se respira durante estos momentos consigue mantener a flote la película, aunque hacia su tramo final, cuando la acción pura y dura se apodera del metraje, con la inclusión de varios militares e incluso un robot gigante se termina por hundir la flota.

Además, es más que evidente que en la película se respira una gran crítica social. Nos cuenta, por si no lo sabíamos ya (o se nos hubiera olvidado) que los humanos somos especialmente crueles con todo aquello que nos resulta nuevo o, simplemente, diferente. Lo apartamos, lo confinamos y, a poder ser, nos olvidamos de ello. Pero la mierda siempre termina por salir a flote y nos termina salpicando. Quizás por eso, el director, tiene esa extraña manía de salpicar la cámara de sangre (fuera falso documental o no) cada vez que la palmaba alguno de los personajes de la película. Debía ser algún tipo de metáfora que, lamentablemente, no acabé de pillar.

Resumiendo: Prometedor arranque de una película de ciencia ficción que, a medida que avanza en su trama, va perdiendo parte de la fuerza que atesoraba en su brillante planteamiento inicial.



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Malas tierras (1973)

Una huida para recordar

Con sólo cuatro películas en su haber, Terrence Malick es considerado como uno de los directores norteamericanos más importantes de su generación y de los más atípicos por sus pocas apariciones públicas. A la espera de su nueva película, The tree of life, que parece ser que se estrenará el año que viene, Malick ha sabido dotar a sus películas, aunque con bastante irregularidad, de una visión pesimista de la vida, utilizando una cuidada imagen y una voz en off en todas ellas.

Los veinte años en los que no rodó Malick no sólo suponen un tiempo en el que pareció retirarse del cine, con su negativa a rodar El hombre elefante y yéndose a vivir a Francia, sino que también significan un evidente cambio en la temática de sus argumentos. Mientras la magnífica Malas tierras (1973) y la insustancial Días del cielo (1978) se sitúan en paisajes austeros y desérticos (Dakota del Sur y Texas), cuyos protagonistas eligen su destino decidiendo caminos acertados o equivocados, en la segunda etapa, con la interesante pero larguísima La delgada línea roja (1998) y la aborrecible El nuevo mundo (2005), los personajes encuentran su destino sin tener elección, ubicados en sucesos importantes de la historia norteamericana (la Segunda Guerra Mundial y la conquista de la colonia Jamestown en 1607, con la historia de amor entre John Smith y Pocahontas). Esta última etapa vendrá marcada también por utilizar la voz en off con demasiada frecuencia para difundir pensamientos metafísicos y existencialistas, con un profundo sentimiento de amor hacia la naturaleza y un gran respeto hacia los indígenas que habitan en ella.

Pero sin lugar a dudas, su ópera prima Malas tierras es su obra maestra, donde Martin Sheen y Sissy Spacek crearon dos personajes antológicos, basados en la historia real de uno de los asesinos en serie más famosos de los Estados Unidos, Charles Starkweather y de la chica que le acompañó durante sus crímenes, Carol Anne Fugate, a finales de los años 50. En la película ella se llama Holly y será la narradora de la historia. Su madre murió de neumonía cuando era una cría y a la edad de quince años se traslada con su padre de Texas a Fort Dupree (Dakota del Sur). Allí conoce a Kit, un chico diez años mayor que ella que trabaja recogiendo basura aunque pronto será despedido, y con el que tendrá una historia de amor con terribles consecuencias. Ante la negativa del padre de Holly (interpretado por Warren Oates) a que esa relación lleve su curso, Kit se la querrá llevar consigo a la fuerza, entrando en su casa para recoger sus cosas y disparando a su padre provocándole la muerte. Apartir de este suceso, Kit y Holly iniciarán una huida en la que habrán más asesinatos perpretados por Kit, pasando por bellos paisajes como el desierto de Montana.

Terrence Malick escribe, produce y dirige este relato sobrecogedor y fascinante, en el que sorprende sobre todo la terrible frialdad con la que Kit ejecuta a sus víctimas, con una prodigiosa actuación de Martin Sheen que consigue uno de los mejores asesinos en serie que se hayan interpretado en el cine, con un parecido intencionado a James Dean, el mismo referente que tuvo el personaje real. Y qué decir de la actitud tan extraña de Holly, de una mezcla de ingenuidad y a la vez de falta de remordimientos, simplificada en la espléndida escena en que Kit dispara a un antiguo compañero de trabajo por temor a que avise a la policía y mientras este permanece herido en su casa ella le pregunta a Kit si se habrá enfadado por haberle disparado y le va a hacer compañía mientras agoniza. Otro momento glorioso es la secuencia de su instalación al lado de un río en una alameda, construyendo una casa en los árboles, donde Kit disparará a tres cazarecompensas.

Parte muy importante de la película es su bella fotografía y las composiciones para la banda sonora por parte de George Pinton, utilizando la canción Música poética de Carl Off y Gunild Keetman para su tema central, como la versión que hizo Hans Zimmer para Amor a quemarropa, de Tony Scott, como homenaje a esta película.

"Rodada hace treinta y seis años, Malas tierras sigue siendo una película admirable en la que encontramos hallazgos formidables en la narración, con una gran calidad tanto de los diálogos como de la voz en off de Holly"




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Mañana me levantaré y me quemaré con té (Zítra vstanu a oparím se cajem, 1977)


Cualquier tiempo pasado… fue anterior.

Estamos en el futuro, concretamente en la década de los 90’s del siglo XX, donde Praga es la sede mundial de los viajes en el tiempo. Allí la agencia Universum ha puesto en marcha un negocio de turismo temporal con el que se puede ir de vacaciones a la edad de piedra, la antigüedad clásica o cualquier otra época que esté de oferta esta semana. Por otro lado conocemos a un grupo de oficiales nazis que gozan de muy buena salud para ser octogenarios, el caso es que toman pastillas anti-envejecimiento y todavía están resentidos por aquello de perder la guerra en los años 40’s (los nazis no son famosos por su indulgencia). Este destacamento planea secuestrar un cohete temporal y viajar a la Alemania de la Segunda Guerra Mundial, el objetivo es entregar una bomba atómica a Hitler y así cambiar el transcurso de la historia.

Jubilación playera para el Tercer Reich.

El argumento es de lo más rocambolesco sin duda, esta comedia de equívocos temporales resulta tan desconcertante como Regreso al futuro II (1989) y casi tan nebulosa como Primer (2004). Lo primero que llama la atención es que mete dobles hasta en la sopa, yo calculo que los hay a cuatro niveles diferentes. Primero tenemos la versión joven de los soldados nazis, que como no han envejecido son iguales en apariencia. Luego resulta que regresan del crucero temporal con un día de antelación, así que hay que sumar otra copia de ellos correteando por Praga. Y como más tarde repiten el viaje, la cantidad de dobles se multiplica de nuevo. ¿Os salen las cuentas? Tranquilos, porque aun no divisamos la luz al final del túnel (del tiempo), para rematar la faena los protagonistas son… ¡un par de gemelos! Qué bien puestos, señores.

Praga, tenemos un problema.

¿Era esto último necesario? Supongo que no, pero a los checos les va la marcha y la verdad es que salen bastante airosos del galimatías, y lo logran sin demasiadas complicaciones, lo que sí es un problema. Porque aunque la propuesta resulta esquizofrénica y disparatada, la trama se va domesticando a medida que avanza la acción, hasta llegar a una resolución esquemática y simplona. Parece ser que el Universo es muy listo y restablece el statu quo antes de lo que se tarda en decir paradoja temporal, futuro alternativo, o cualquier otro concepto que los guionistas se pasan por el forro de los cojones.

Si te gustan los nazis, espera a ver los nazis verdes.

La película repite la misma fórmula que la genial Maté a Einstein, caballeros (1969), pero sin su espíritu transgresor ni su ingenio, aunque manteniendo grandes dosis de humor absurdo, porque divertida lo es un rato. Ahí queda ese loro haciendo el saludo nazi, o ese aeropuerto que parece salido de cualquier gag de los Monthy Phyton, con soldados napoleónicos y hembras cavernícolas correteando por los pasillos. Y aunque la peli carece de ácidas segundas lecturas, la verdad es que trata la figura de Adolf Hitler de manera muy irreverente ya desde los mismos títulos de crédito, donde el divertido montaje hace que baile al ritmo de una música funky.

Hitler y su trouppe hablando checo, tremendo.

Mañana me levantaré y me quemaré con té es, en definitiva, una pueril comedia de situación con trasfondo futurista, donde el hecho científico es maltratado de manera impúdica y el humor absurdo es empujado hasta el infinito y más allá. Algunas risas para una trama muy complicada, pero nada compleja. Comentar que Jindrich Polák, el director, también es el realizador de Voyage to the End of the Universe (Ikarie XB 1, 1963), cinta de ciencia ficción que algunos catalogan como el eslabón perdido entre Forbidden Planet y 2001: Una odisea del espacio.



La frase: «Pedimos disculpas a nuestros pasajeros, el vuelo a Alejandro Magno lleva tres segundos de retraso. »

La frase 2: «Helena la azafata se va a enamorar de mí aproximadamente a las tres de esta tarde. »

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Terminator salvation (2009)

El futuro, esa gran chatarrería.


Alguien dijo en cierta ocasión que segundas partes nunca fueron buenas. Al parecer el creador de tan popular frase no llegó jamás a manifestarse acerca de las cuartas entregas, aunque se podría llegar a presuponer su opinión al respecto con cierta facilidad. En lo que a cine se refiere, muchas de las cuartas partes que nos han ido llegando durante los últimos años correspondían a sagas empezadas durante la década de los ochenta, un signo inequívoco más de que no corren buenos tiempos en Hollywood en lo que a nuevas ideas se refiere y que les resulta bastante más económico rebuscar en el baúl de los recuerdos, a ver que encuentran, en lugar de enfrentarse a algo totalmente nuevo. Una de las últimas que nos ha llegado, para probar suerte e intentar reventar taquillas es: Terminator salvation... ¡Empezamos!

Además, los resultados de estas cuartas entregas acostumbran a estar muy por debajo de la media de las tres partes anteriores (la excepción que confirma la regla, en este caso, vendría a ser Rambo IV). Así pues, ¿que puede motivar a realizar una cuarta entrega de una saga que, en principio, hacía ya tiempo que debería estar finiquitada? La respuesta es tan evidentes que incluso me sonrojo al responder: los fajos de dinero como puños. Analizando la situación, he podido comprobar que existen, por norma, tres formas de afrontar una cuarta entrega: a) cuando están concebidas como un episodio independiente dentro de una saga pensada desde un principio como un global (ex. los Harry Potters); b) cuando alargan la trama de las entregas anteriores, como si de un chicle se tratara, sin importar en exceso el resultado final ni su impacto dentro de la saga (dicha fórmula acostumbra a comportar dinero a tutiplén y el cabreo generalizado de los seguidores que, a pesar de todo, asistirán a los cines si se rodara una posible quinta parte); y c) cuando se enfoca la nueva entrega como si de un nuevo comienzo se tratara, respetando el material anterior al cual se le podrá hacer algún guiño durante la nueva película, pero por lo general pasando bastante de lo que ya existía e intentando dar a la trama un nuevo enfoque, lo que acostumbra a comportar un rotundo cambio en el reparto. Terminator salvation, como habrán adivinado, responde a esta tercera forma.

La peli empieza en el presente, con un tal Marcus Wright, un condenado a muerte al que se cepillan vía inyección letal en un pis pas. En el siguiente plano ya estamos metidos de lleno en un futuro post-apocalíptico (exactamente en el año 2018), habiendo superado el llamado "Día del juicio final", y donde los humanos las están pasando putas, obligados a esconderse de los malvados robots que se han echo con el control del planeta (de gran variedad de tamaños y formas, para que ustedes puedan elegir cual les resulta más molón), dirigidos por una especie de ordenador central conocido con el nombre de Skynet. Pero los humanos no se rinden a su suerte y un grupo de aguerridos muchachos formarán la "resistencia", donde podremos encontrar entre sus filas a la última gran esperanza blanca de la humanidad: Batman... digo, ¡John Connor!, el que en la primera entrega todavía corría por los cojones de su padre, en la segunda ya era un adolescente tirando a conflictivo y en la tercera un mozalbete que empezaba a darse cuenta de lo que el destino le había deparado.

Pues bien, en estas estamos cuando aparece en pantalla, dándose un garbeo, el Marcus Wright ese que les comentaba al principio, vivito y coleando y con una amnesia de tres pares de narices. Como el hombre no recuerda nada el tio flipa lo suyo al ver como se le van tirando a la yugular toda clase de robots varios, así que, con la ayuda de un chaval que sueña con ingresar en la resistencia y una niña muda (muy de moda en este tipo de productos, solo tienen que recordar Mad Max 2 o Aliens) emprenderá un viaje hacia el escondite de la resistencia para ver si logra entender algo de lo que le ha sucedido. ¿Me lo parece a mi o cada vez cuento peor los argumentos de la pelis?

Cuando me enteré de que pretendían hacer una cuarta entrega de Terminator confieso que me temí lo peor. Había disfrutado mucho con la primera y me divirtió la segunda, pero me aburrió soberanamente la tercera y no tenía pinta de que la cosa pudiera remontar. Luego se comentó que la intención era dar un vuelco total a la saga y empezar con un John Connor adulto en continua guerra contra las máquinas y poco a poco me volví a interesar más por el proyecto a medida que se iban sabiendo nuevas cosas, como que el prota sería Christian Bale, un tipo más que eficiente y de buen hacer (aunque para muchos siempre seguirá siendo el niño de El imperio del sol). Más tarde se conoció el nombre del director, el elegido era McG, el que fuera responsable de los dos truñacos de entregas de Los ángeles de Charlie (que si, que vale, que mucha acción, pero es que no había por donde cogerlas). Total, que se me volvió a desvanecer el interés de nuevo y ni con la confirmación del resto de nombres del reparto, como Sam Worthington (uno de los chicos de moda de Hollywood y que estará en Avatar de Cameron), Bryce Dallas Howard (cuyo sueldo se podrían haber ahorrado porque apenas aparece en pantalla) o Helena Bonham Carter (otra que es un visto y no visto), no me acabé de animar.

La peli tiene un fallo de concepto: la historia que nos están contando es un enorme mojón que, además, huele a que ya nos lo sabemos. Es cierto que se han gastado los dineros en efectos especiales, en “vibrantes” escenas de acción, en persecuciones imposibles, en actores de cierto renombre y en una ambientación post-apocalíptica dura y estéril. Pero, al parecer, se han olvidado en invertir en una historia atrayente para el espectador. Porque entiendo que en este tipo de película deba predominar las escenas de acción, pero estaría bien que entre toma y toma de lucha/persecución nos contaran algo, pasara algo, nos descubrieran algo... pero no. La peli empieza plomiza y hacia la mitad parece que se recupera un poco y consigue crear algo de interés, pero es un espejismo y el final vuelve a ser de malo para arriba. Lo dicho, has estado dos horas menos cuarto frente a la pantalla y al final uno tiene la sensación que no ha ocurrido gran cosa, bueno, salvo acción, mucha acción, eso si. Luego están lo de los guiños a la trilogía inicial, porque la canción que suena en la furgoneta parada en la carretera, no es por casualidad y uno de los escenarios escogidos para que transcurra parte de la escena final, tampoco lo es. ¡Ah!, y luego está lo del “cameo”, claro.

Resumiendo: Fallido intento de dar una vuelta de tuerca más a una saga que hace ya tiempo que deberían haber dejado como estaba. Eso si, escenas de acción y persecuciones, a puñados.



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