Dentro del laberinto (I)

El secreto de sus ojos (2009)

Caso abierto.

Una de las categorías en la que saltaban más chispas de la pasada entrega de los premios Oscar, era la de mejor película de habla no inglesa, con dos potentes gallos en un mismo gallinero: la alemana "La cinta blanca" y la francesa "Un profeta". Todo parecía decantarse, pues, a que una de las dos películas se alzaría con el premio, aunque muchos eran quienes le otorgaban una pequeña ventaja a la cinta de Haneke. A la hora de la verdad, la ganadora resultó ser, contra todo pronóstico (el mio incluido), la tercera en discordia, a la que todo el mundo se empeñaba en augurar escasas posibilidades, la cinta argentina El secreto de sus ojos.

Y es que fuimos muchos los que no caímos en la cuenta de que, no nos engañemos, en esto de los Oscar muchas veces se vota más por coleguismo que otra cosa y el director de "El secreto de sus ojos", Juan José Campanella, es bastante conocido en Estados Unidos, especialmente, a raíz de su trabajo en televisión, donde ha colaborado en series tan populares como Ley y Orden, 30 Rock o, sobretodo, House. No obstante, no deja de ser curiosa la trayectoria como director del bueno de Campanella, pues al contrario que la gran mayoría de los directores importantes de cine no norteamericanos, que empiezan sus carreras en su país de origen para, más tarde, trasladarse a EEUU, Campanella siguió el camino contrario. Así pues, empezó realizando dos películas en Estados Unidos, El niño que gritó puta y ...Y llegó el amor, para trasladarse, desde entonces, a su Argentina natal para realizar el resto de su filmografía, donde dirigió películas tan conocidas como El mismo amor la misma lluvia, El hijo de la novia y Luna de Avellaneda, además de la serie co-producida entre España y Argentina llamada Vientos de agua.

El Secreto de sus ojos es una película fragmentada en dos tiempos: el presente y el pasado. La película empieza en el presente, donde conocemos a un agente de la justicia federal ya jubilado que decide emplear su recién adquirido tiempo libre para escribir una novela acerca de un caso que le dejó marcado veinticinco años atrás. Aquí es, justamente, donde entra en escena el pasado, que nos muestra al personaje cuando todavía trabajaba en el juzgado, junto con su inseparable compañero de profesión (al que le gusta empinar el codo más de lo aconsejable por el bien de su hígado) y su joven y atractiva superior. Así pues, estando en el pasado podremos conocer de primera mano el crimen que tanto marcó a nuestro protagonista, la violación y posterior asesinato de una joven en el interior de su propia casa. A partir de este momento, la trama se irá moviendo entre las dos épocas para contarnos los hechos sucedidos a raíz de la investigación y lo escurridizos que pueden llegar a resultar, en ocasiones, algunos criminales.

Lo cierto es que la película juega a muchas bandas a la vez y lo que en un principio pudiera parecer un simple thriller policíaco al estilo de "atrapa al malo" (que lo es), también se termina destapando como un film que analiza las relaciones personales (tanto afectivas como románticas) de sus protagonistas, radiografía una época especialmente combulsa de la historia Argentina (tanto a nivel social como político), e incluso se permite el lujo de mostrar un humor mordaz a través de unos diálogos tan ágiles como divertidos. Todo ello, por si fuera poco, con un empaque visual excelente, una gran dirección por parte de Campanella, unos actores en un constante estado de gracia y, en definitiva, una sensación de estar viendo cine en estado puro. Y todo ello para dejarnos con la moraleja final, que por sabida no resulta menos cierta, de que los asuntos sin resolver (véase un crimen, véase una historia de amor) terminan dejando una brecha que jamás termina de cerrar.

Para esta nueva película, Campanella vuelve a confiar en Ricardo Darín para el papel principal, actor con el que ya había trabajado en sus tres anteriores trabajos en Argentina y probablemente uno de los actores Argentinos de mayor tirada internacional. Darín borda su papel y acaba siendo tan efectivo y carismático que a uno, como espectador, le resulta prácticamente imposible no ponerse de su parte en todo momento, además de lograr resultar rematadamente convincente en las dos épocas distintas que narra la historia, algo que no siempre resulta ser todo lo fácil que en un principio podría parecer. A su lado, encontramos a la actriz y cantante Soledad Villamil (Goya a la mejor actriz revelación, a pesar de llevar actuando desde 1997), en el papel de la Jueza que investiga el crimen, que ya había colaborado con Campanella y Darín en El mismo amor la misma lluvia y también había aparecido en la comedia No sos vos, soy yo, junto a Diego Peretti.

La trama consigue enganchar al espectador con cierta facilidad a partir de una historia con un truculento crimen como punto de partida y unos personajes atrayentes, con mención aparte para el personaje secundario y compañero de trabajo del personaje de Darín como contrapunto cómico. Cabe destacar el espectacular ritmo narrativo de la película (si el arranque te engancha, el ritmo se encarga de no soltarte) que va hilando los sucesos de tal forma que no permite que baje la intensidad. Ya llegados a la mitad de la película, Campanella nos regala una escena que transcurre en un campo de fútbol con un plano secuencia de más de cinco minutos que provocó que mis huevos se desprendieran de mi cuerpo, se cayeran por el suelo y empezaran a rodar. Quizás lo único que se le pueda recriminar a la película es que el punto álgido de la cinta llega hacia la mitad de la misma, con lo cual, todavía nos queda por delante una hora más de metraje que, a pesar de resultar seguir siendo sobresaliente, ya sólo puede ir hacia abajo, incluido un final o epílogo alargado en exceso, por muy efectista que resulte.

Resumiendo: Desconozco si la película merecía el Oscar a mejor película de habla no inglesa o no. De hecho, me la suda un rato. De lo que si que estoy seguro es de que estamos frente a un peliculón como la copa de un pino.



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Grandes monólogos cine (VI)



Monólogo inicial de Annie Hall (1979), de Woody Allen.

"(...) ¿Saben? Últimamente pasan cosas muy raras por mi cabeza, porque yo ya soy cuarentón; y supongo que estoy pasando por alguna crisis vital, no sé, no, no me preocupa la vejez, no, no soy de esos, aunque me estoy quedando calvo de la corinilla, y eso es lo peor que se puede decir de mí. Eh...Sin embargo creo que con la edad mejoraré, sí, creo que seré un ejemplar del tipo viril calvo, digamos lo contrario de un...distinguido canoso, a menos que...no sea ninguno de los dos, y acabe siendo uno de esos babeantes que con la bolsa de la compra al brazo entra en la cafetería predicando el Socialismo (...)"

Black Dynamite (2009)


Race Movie.

Si alguien se ha propuesto poner de moda la década de los 70’s ese es Quentin Tarantino, un cineasta que con cada nuevo proyecto que hace parece rendir tributo a este o aquel subgénero de dicha época. Si en Death Proof (2007) podemos ver un homenaje a las películas de persecución a alta velocidad y en Kill Bill (2003) una carta de amor a las cintas de artes marciales, también en Jackie Brown (1997) se aprecia una reivindicación del cine Blaxploitation, una empresa con la que se muestra afín la película que hoy nos ocupa, Black Dynamite, una disparatada comedia de acción que logra triunfar donde otros ejercicios de estilo parecidos, tales como Bitch Slap (2009) o Alien Trespass (2009), han fracasado, porque divierte, tiene la actitud adecuada y no se queda corta. Definitivamente los fans del revival Grindhouse están de enhorabuena.


La acción se sitúa en los violentos años 70’s, una buena época para los actores negros con bigote. Allí conocemos a Black Dynamite (Michael Jai White), un tipo con cuerpo de armario y peinado afro, que es más chulo que un ocho y tan duro como una roca. Ex agente de la CIA, ex comando de élite en la guerra del Vietnam y auténtico azote de las calles, este justiciero urbano usa métodos expeditivos al estilo Charles Bronson, es experto en Kung Fu como Bruce Lee, posee una Magnum del calibre 44 como Harry el sucio y tiene los cojones cuadrados de Chuck Norris. Tras el asesinato de Jimmy, su hermano pequeño, no dudará en poner el barrio patas arriba y teñir las calles de rojo clamando venganza.


Con la mirada puesta en el cine Blaxploitation en general y en la película Willie Dynamite (1974) en particular, la cinta elabora una disparatada sátira que comprende los habituales ingredientes de estas producciones, utilizados todos ellos sin freno ni medida. Hay mafiosos, chulos, panteras negras, orfanatos, camellos, megavixens negras, trabajadoras sociales de físico rotundo y hombres blancos sin escrúpulos, que campan a sus anchas en una trama que destapa un montaje del gobierno para empequeñecer el pene de los negros y cuyo colofón es el mismísimo presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, ejerciendo de villano en funciones. El clímax desemboca en una increíble lucha de Nunchakus entre Nixon y Black Dynamite, una ridícula contienda donde Rey Blanco y Rey Negro miden sus fuerzas y elevan al absurdo el trasfondo social del género.


El director Scott Sanders adopta una estética setentera y hortera, mezclando sin pudor cochazos, patillas y camisas de estampados imposibles, con una omnipresente banda sonora funky-soul y una puesta en escena repleta de gazapos premeditados, micros que se cuelan en el plano y un montaje abrupto que incluye alguna toma falsa. Michael Jai White está completamente entregado a su papel de supernegro vengador y en ningún momento dudamos de que el actor sepa pelear de verdad. White es un artista marcial profesional que se ha enfrentado en la pantalla a gente como Van Damme (Soldado Universal: El Retorno, 1999) o Steven Seagal (Herida abierta, 2001), y que ha participado en otras populares cintas de acción como The Dark Knight (2008), Kill Bill vol. 2 (2004) o Spawn (1997), aunque lo cierto es que sus escenas en Kill Bill fueron suprimidas del montaje final. Sally Richardson, por su parte, intenta emular en la medida de lo posible a Pam Grier, aquel icono sexual y racial de los 70’s, y el parecido es tan asombroso que cuesta notar el cambio.


Cuando parecía que películas como Scary Movie (2000) y demás sucedáneos habían dejado el género agotado y muerto, aparece este necesario soplo de aire fresco marcado por el machismo, la violencia exagerada, el lenguaje obsceno, la testosterona, los desnudos gratuitos y ciertas pinceladas gore. Black Dynamite es un divertido desgranamiento del cine de acción de la vieja escuela, una gamberrada cinéfaga que consigue devolver cierta chispa a la decaída parodia americana y que la aleja de los estridentes maniqueísmos adolescentes que había adquirido en la última década, contando para ello con un humor cafre pero casi siempre festejable. Y como apunte final para los más curiosos; señalar que el fenómeno Blaxploitation ya contaba con una alocada y semi desconocida revisión en clave cómica titulada I’m going git you Sucka (1988).



La frase: «Juro por el fantasma de Abraham Lincoln que voy a independizar y a proclamar… ¡sobre tu trasero!»

La frase 2: «Debería haber sabido que usted estaba detrás de esto, maléfico Dr. Wu. ¡Su conocimiento sobre transmogrificación biológica es sólo superado por su Kung Fu!»

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Estrenos TV

EL CLUB DEL CHISTE: Antena 3 llevaba ya tiempo buscando un acces-prime time que les diera buenos resultados de audiencia (desde “Al pie de la letra” que no lo lograban) y nada de lo que habían intentado hasta la fecha les había acabado de funcionar (especialmente terribles fueron los resultados de esa especie de sit-com llamada “padres”). En esta ocasión vuelven a la carga con un formato absolutamente novedoso, algo que jamás se había visto en televisión: un programa de gente contando chistes. Estos de Antena 3 son unos malditos genios (y figuras).

La cosa está presentada por Anabel Alonso que, no obstante, no cuenta chistes. De ello se encargan cinco personajes encargados de encarnar a cinco personalidades distintas: la rubia pija, la tímida, el andaluz gracioso, el tio bueno y el vividor carejillero (un veterano de la escena monologuista y, sin duda, el más gracioso de los cinco, de calle). Además de los chistes, propiamente, los personajes también interpretan una especie de teatrillo entre bambalinas. Precisamente el momento más extraño del programa es cuando los actores abandonan el escenario, el discjockey (si, hay un discjockey) sube la música y los seis se ven obligados a bailar unos segundos antes de poder desaparecer por fin.

Personalmente el programa no me hace especial gracia, aunque siempre he creído que el lugar natural para contar chistes es en un bar a altas horas de la madrugada y medianamente cocido, pero jamás en televisión (no haría falta decir que, en este caso, Chiquito juega en una liga aparte y vendría a ser la excepción que confirma la regla). Además también buscan chistes entre su audiencia, que el espectador puede enviar al programa, y entre los famosos que se presten a ser grabados.

A pesar de todo la audiencia los está respetando bastante bien (por mucho que en ocasiones repitan programas ya emitidos sin ningún tipo de pudor).

MIRA QUIEN BAILA/MÁS QUE BAILE: El programa que emitían en TVE se ha pasado a Telecinco (parece ser que el hecho de no tener publicidad empieza a hacer daño a TVE que no pueden pagar a los nuevos famosos la pasta que le debían pagar a la nieta de Franco por menear las lorzas). Y como a Telecinco les gusta hacer las cosas a lo grande en el nuevo plató caben quinientas personas de público y, encima, se han pillado como presentadora a la escultural Pilar Rubio que también suele empezar los programas haciendo sus pinitos en el baile.

Ustedes ya saben de qué va esto. Hay unos famosos que intentan acompasar su cuerpo al ritmo de una música determinada y luego el que lo haga mejor gana unos dineros para la ONG que ellos elijan. En esta ocasión tenemos a ocho famosillos del calibre de: Belen Esteban (no podía faltar en los tiempos que corren), Edurne (la de Operación triunfo), Carmen Lomana (que con la pasta que aparenta tener no entiendo que rayos hace aquí), Helen Lindes (una ex-miss España), Victor Janeiro (el hermano del Jesulín), Miguel Ángel Rodriguez, el Sevilla (el cantante de los Mojinos Escozios), Juan Garcia (un ex-mister España) y Miquel Ángel Nadal (ex jugador del Barça y el que vendría a ser el Salinas de esta nueva temporada). Luego, también encontramos a un jurado que son los que deben valorar los bailes de toda esta gente, entre los que destacan: Victor Ullate (el de Fama: A bailar), Santi Rodríguez (el frutero de siete vidas) y Boris Izaguirre. Como pueden observar, todo muy apañadito.

Jamás he sido un apasionado del baile y siempre he sido mucho más de barra que de pista. No me gusta practicarlo ni mucho menos observarlo. Así pues, para un servidor, ver a la gente ésta bailando (algunos de los cuales como putos patos) es algo que me suda el nabo como de aquí a Lima. Para colmo, al acabar el programa vienen los del “Sálvame” con el Jorge Javier a la cabeza y hacen un show de los suyos, todo muy estilo Telecinco.

Además, ahora han tenido que cambiarle el nombre (de “Mira quien baila” a “Más que baile”), porque al parecer los de TVE han dicho que una cosa es el formato (adaptación del “Dancing with the stars” americano) y otra cosa es el nombre que con su sudor se habían currado. Pues eso. Pues nada.

I LOVE ESCASSI: Este programa es lo más parecido que haya visto yo jamás a un naufragio. La cosa va de encontrarle novia a Álvaro Muñoz Escassi, un jinete, ex de Lara Divildos, que, anteriormente, ya había participado en La selva de los famosos (algo parecido a lo que hicieron con Tila Tequila en la Mtv). Total, que a través de una serie de citas con las candidatas deberá elegir a su nueva pareja.

En el primer programa separaron a las pretendientes en dos grupos: las maduritas (de más de 31 años) y las jovencitas. Escassi primero conoció a las maduritas y el hombre se llevó una desilusión porque no vió suficiente nivel. Más tarde entrarán las jóvenes y el hombre ya se puso más contento y empezó a babear. Evidentemente, en el momento en el que aparecieron las jovencitas, el otro grupo se puso de uñas con ellas. En este primer programa, nada más llegar, una de las candidatas se puso en bikini y le ofreció un masaje al jinete. Ésa misma chica en el segundo programa ya enseñó las tetas. Como pueden observar es un programa muy fino y elegante.

Como el primer programa fue un desastre de audiencia, en el segundo telecinco preparó un plató para ir comentando la jugada con unos tertulianos de lujo: Bibi Andersen, Antonio David (ex de Rociito), Nani Gaitán, Mireia Canalda (ex del propio Escassi) y Rafa Mora (el de Hombre y mujeres y viceversa), como pueden observar, lo mejor de cada casa. Ya en el tercer programa, Jesús Vázquez, presentador de los dos primeros, abandonó el barco y fue sustituido por Joaquin Prat Jr, para que se comiera el solito el marrón.

Uno no debe creerse absolutamente nada de este programa. Todo es falso. Es televisión. Para ligar con Escassi no hace falta ir a un programa de televisión, hace falta ir a la barra de una discoteca y aprovechar que esté medio cocido. Evidentemente, las más jovencitas, tampoco creo yo que estén demasiado interesadas en el ex de Lara Divildos, más bien están interesadas en salir en televisión y, con ello, lograr alguna portada de Interviu.

La audiencia le ha dado la espalda de una forma tan descarada que en el tercer programa no pasó del 6,6% de share. Con ello, telecinco ya ha anunciado que relega el programa al late night del jueves (y no se lo cargan de inmediato porque la cosa ya está grabada, que si no...).

INVISIBLES: Otro churro, en este caso, de Antena 3, en el que cinco personajes famosillos deberán abandonar sus lujos por unos días y vivir en la calle como vagabundos. A pesar de que la cosa pueda recordar a los “21 días durmiendo entre cartones” de Samanta Villar, el formato es una adaptación de un programa de la BBC, que fue todo un éxito en Reino Unido. Aquí la cosa no corrió tanta suerte.

Los cinco famosos son: Blanca Fernández Ochoa (la esquiadora), Álvaro de Marichalar (el hermanísimo), Miguel Temprano (periodista del corazón), Yeyo Llagostera (uno forrado habitual de la farándula de Marbella) y Sofía Mazagatos. Además, la cosa está presentada por Jorge Fernández (el de la Ruleta de la fortuna y Esta casa era una ruina).

No haría falta ni decir que de este programa tampoco me creo nada en absoluto y que la cosa tiene un tufillo a falso que tira para atrás. Los famosos van a cara descubierta y no acostumbro a encontrarme a muchos vagabundos con cámaras a su alrededor. Además, el programa no deja de buscar la lágrima fácil del espectador en todo momento, algo que, por lo menos en mi caso, no consiguieron en ningún momento.

La audiencia también les ha dado la espalda y, a pesar de que todavía no los han cambiado de día de emisión, lo cierto es que cada vez empiezan más tarde.

CASTLE: La noche de los jueves empezó en Cuatro una nueva serie que vendría a ser una suma de: “Se ha escrito un crimen”, “Luz de luna” y “C.S.I.”.

Lo de Se ha escrito un crimen es porque el protagonista de la serie es un escritor de novelas de asesinatos que también investigará crímenes en la vida real; lo de Luz de luna es porque el hombre colaborará con la policía local, siendo su contacto una agente con la que, rápidamente, empezarán a saltar chispas, creándose una especie de tensión sexual no resuelta, a pesar de que ella no lo pueda ni ver; y lo de C.S.I. es básicamente por la estética de la serie, especialmente en las recreaciones de los crímenes y todo el rollo de la investigación policial.

En el primer episodio conocemos al protagonista, un autor de novelas de misterio que sufre el llamado bloqueo del escritor y que vive con su madre (una experta bebedora de cocktails) y su hija adolescente (mucho más madura que el propio Castle). Además, su agente literaria resulta ser su ex mujer, con quien no es que tenga una relación de lo más bucólica, precisamente. En estas estamos cuando resulta que aparece un asesino en serie que resulta que se carga a sus víctimas imitando los asesinatos de los libros de Castle y la policía le pedirá ayuda para dar con él. Una vez arrestado, el escritor pedirá ayuda al alcalde (un fan de sus libros) para poder seguir colaborando con la policía para buscar inspiración y documentarse para futuros libros. Su personalidad de niño grande, servirá de contrapunto perfecto para la relación que mantendrá con la agente de policía, mucho más recta y seria que él.

La serie resulta relativamente entretenida, a pesar de que el personaje del propio Castle en determinados momentos llega a rallarme bastante, por pesado y por intentar hacerse el graciosillo en todo momento. Los capítulos, hasta donde yo he visto, son de un misterio por episodio, sin continuidad, donde al final de cada capítulo el malo siempre termina confesando, algo que siempre ocurría en series tan antiguas como Perry Mason, Colombo o Se ha escrito un crimen.

La audiencia esta siendo pasable, aunque nada del otro mundo. Cuatro, de momento, deberá seguir buscando su nuevo House.

Un profeta (2009)


Máximo riesgo

Seguramente, si se hiciera una encuesta de cine a varias personas sobre qué drama carcelario recuerdan con más fuerza, muchas responderían películas tan conocidas como La gran evasión (1962), Fuga de Alcatraz (1979), Cadena Perpetua (1994), o, aunque no viniera a cuento, la serie Prison Break (2005), historias llenas de amistad en las que se unen dos factores que juegan a favor del entretenimiento del espectador: suspense y aventuras. Estas historias suelen tener como centro de atención el plan de fuga de los protagonistas, del que se sustrae la máxima tensión ya que el tiempo es vital para tenerlo todo controlado. Otros dramas carcelarios más clásicos son Fuerza bruta (1947), Un condenado a muerte se ha escapado (1956) o La evasión (1960), donde también la huida es la meta de los reclusos. Y el director Stuart Rosenberg acertó con creces con dos grandes películas sobre este subgénero, La leyenda del indomable (1967), con un punto más divertido con el personaje de Paul Newman (quién no recuerda la escena de los huevos) y Brubaker (1980), un vigoroso e inteligente film en el que destaca su brillante inicio y el personaje de Robert Redford.


Pero es en la última película del director Jacques Audiard, Un profeta, donde se consigue presenciar y percibir de manera impacable una de las tensiones más fuertes conseguidas en los últimos años. En este drama carcelario uno es plenamente consciente de la gravedad del asunto desde el inquietante inicio, introduciendo de lleno al espectador en una trama dura y realmente violenta, en la que no hay concesiones. Durante los primeros veinte minutos no hay tiempo para plantearse suposiciones de lo que vendrá en la siguiente escena, aunque pasado ese intervalo, realmente la cosa baja de nivel y parece caer en lo típico de otras historias. Pero aún así, Audiard sabe ir sonsacando detalles de la historia que irán metiendo al espectador en una espiral de violencia y de intriga que no olvidará jamás.


El protagonista es Malik El Djebena (Tahar Rahim), un chico árabe de diecinueve años, sin familia, que ha sido condenado a seis años de cárcel por atacar a unos policías con un arma blanca. Su entrada en la prisión será para él una terrible pesadilla en la que pronto se verá expuesto a múltiples adversidades. Se pondrá a trabajar en un taller de costura para pagarse la comida y se meterá sin quererlo en un caso llamado Faraldo, donde una familia mafiosa, los Corso, querrá utilizarlo para que se haga amigo de un árabe llamado Reyeb, al que querrán que mate para que no testifique contra ellos. Aquí es donde entra en escena César Luigiani (Niels Arestrup), el jefe de esta banda, un personaje muy importante en la historia que mantendrá una relación crucial con Malik. Este tendrá que apañárselas para sobrevivir en la prisión el tiempo que tiene como condena, poniéndose en apuros cuando menos se lo espere.


Jacques Audiard ha realizado solamente cinco películas en toda su carrera cinematográfica, pero todas ellas han tenido su recompensa. Su primera película, Mira a los hombres caer (1994), obtuvo 3 premios César: mejor ópera prima, mejor montaje y actor más prometedor, Mathieu Kassovitz, con el que volvió a trabajar en su siguiente trabajo, Un héroe muy discreto (1996), película que consiguió el mejor guión en Cannes y la Espiga de Plata en Valladolid. En 2001, Lee mis labios tuvo 8 nominaciones a los premios César, recibiendo tres, el de mejor actriz, mejor guión original y mejor sonido. Su anterior film, De latir mi corazón se ha parado (2005), una historia que, la verdad, no tiene mucho interés, con un protagonista, por momentos, bastante desagradable, que representa un remake de una película de 1978, Melodía para un asesino (con Harvey Keitel), tuvo otras 10 nominaciones, consiguiendo 8, entre ellas mejor película y mejor director. Y recientemente ha vuelto a dar en la diana con esta película, galardonada con 9 premios César, en los que se incluye mejor película, director y actor, aparte de ser premiada con el Gran Premio del Jurado en Cannes y ser nominada como mejor película de habla no inglesa en los Globos de Oro y en los Oscar.

Y es que estamos ante una gloriosa propuesta en la que durante sus dos horas y treinta minutos de duración uno no se pregunta en ningún momento cuánto queda para llegar a su final. El director conduce todos los hechos de forma muy inteligente, introduciendo diferentes niveles de tensión en la historia. Pero no hay que olvidar lo comentado anteriormente sobre algunas cuestiones del argumento que suenan a ya visto anteriormente, aunque eso es algo que se olvida fácilmente cuando Audiard consigue sorprender con algún que otro recurso, como la presentación de diferentes personajes, muy bien construidos, que tienen un papel importante en la película o como la increíble y magnífica escena casi al final, en la que un servidor se quedó boquiabierto por la calidad de lo que estaba presenciando. Una escena rodada de manera impecable, llena de energía y fuerza, que permanecerá en mi retina para siempre.


"Un profeta es un drama carcelario que casi no te deja respirar, consiguiendo que el espectador se quede pegado en la butaca; y aunque caiga en lo típico en algún momento, la tensión se mantiene en casi toda la película, con una dirección formidable de Jacques Audiard"



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Las malas lenguas (XII)


Cuando en una ocasión le preguntaron a Cecil B. Demille, el director de Rey de reyes y Los diez mandamientos, por qué hacía películas bíblicas, el cineasta contestó con pasmosa sinceridad:

«Hombre, no voy a tirar yo ahora a la basura dos mil años de publicidad.»

En tierra hostil (2009)

Bombas, bombas, ¿Que pasa?


Resulta curioso, como mínimo, que una película que no logró gran repercusión en su preestreno en el festival de Venecia, que pasó por el festival de Toronto sin gran aclamación, que se estrenó en abril del año pasado en Estados Unidos sin conseguir que funcionara el boca-oreja entre los espectadores o que se ha estrenado en distintos países apareciendo directamente en dvd, resulte que, a la hora de conceder premios a lo mejor del año, se alce como la gran vencedora, logrando, entre otros, nada más y nada menos que seis premios Oscars, entre los que se incluyen los de mejor película y mejor dirección. Ante tal trayectoria, uno ya no sabe si creer que En tierra hostil es una gran película o, por el contrario, una película con una gran campaña de marketing, que se ha sabido vender muy bien.

La película nos cuenta el día a día de una brigada de artificieros norteamericanos intentando desempeñar lo mejor posible su trabajo (o lo que viene a siendo lo mismo, intentando sobrevivir) en pleno conflicto bélico en Irak. La película empieza con el grupo en acción, analizando un paquete más que sospechoso colocado en medio de la calzada. Los soldados mandan uno de sus robots a inspeccionar el paquete bomba, pero la cosa no funciona así que el jefe de la división se verá obligado a actuar en persona. Al poco, la bomba detonará provocando un bonito plano en cámara lenta donde vemos la explosión del artefacto justamente a la espalda del soldado que intenta huir del lugar lo más rápido que le permite la pesada carga de su traje acolchado. Realmente el plano es muy plástico y efectivo (probablemente es el que todo el mundo habrá visto en el trailer de la película y en televisión), lamentablemente el soldado quedará hecho trizas en medio de una gran nube de polvo.

Como en esto del ejercito, al parecer, son de la teoría de “a rey muerto, rey puesto”, pronto llegará a la brigada un nuevo mando con un estilo radicalmente opuesto al del fallecido. El sargento William James, se mostrará como un temerario ante el resto de sus compañeros, un tipo sin “aparente” miedo a la muerte y de actitud chulesca ante las adversidades, que no dudará en rehusar el casco y el traje acolchado para poder trabajar mejor en desarmar un explosivo. El problema está en que su temeridad (o valentía según el cargo que ocupe cada cual dentro del ejército) terminará afectando al resto de su grupo, no demasiado felices de arriesgar en exceso sus pellejos a poco más de un mes para volver a casa. Pero su jefe está enganchado a la adrenalina que le provoca el riesgo, lo que ligará directamente con la frase “la guerra es una droga” con que se abre la película.

El género bélico es uno de los clásicos del séptimo arte. Cada guerra ha tenido su buen número de películas, especialmente la I y II Guerra Mundial y la de Vietnam, por algún motivo en concreto, las más cinematográficas. En cuanto a la guerra de Irak la cosa ha sido más bien pobre, viniéndome a la cabeza títulos como Redacted (Brian de Palma), Jarhead (Sam Mendes) o En el valle de Elah (Paul Haggis), pero poco más. Y es que resulta bastante difícil posicionarse a favor de un bando en una guerra como la de Irak, en la que cuesta saber quien son los buenos y los malos o, simplemente, saber quienes son las víctimas. Claro que siempre se puede hacer como en En tierra hostil, no posicionándose y ya está, que a grandes males, grandes remedios.

La directora de la película (primera mujer en lograr un Oscar a la mejor dirección) es Kathryn Bigelow, conocida por: 1. Ser la ex mujer de James Cameron, el tio con la mayor flor jamás vista metida en un culo (algo que también le ha ido bien a la señora para que se hablara de la película en ámbitos que jamás hablarían de una película independiente de estas características); y 2. Ser una experta, o algo, en cine de acción, habiéndonos dejado títulos tan conocidos como Acero azul (la de Jamie Lee Curtis luciendo pistolón), Le llaman Bodhi (la de los atracadores surfistas con máscaras de ex-presidentes), Días extraños (la de Ralph Fiennes donde se traficaba con vivencias humanas como si fuera droga, en plan futuro imposible) y K-19: The Widowmaker (la del submarino y Harrison Ford haciendo de ruso).

En En tierra hostil, Kathryn Bigelow sigue la acción como si de una reportera de guerra se tratara, con continuos y bruscos movimientos de cámara, estando muy encima de sus protagonistas, intentando incrementar con ello la sensación de realismo, cercano casi al documental, con la finalidad de lograr transmitir el mayor grado de tensión posible al espectador al que, prácticamente, se podría decir que sitúa en medio de Bagdad.

La película, como les contaba, empieza de lo más potente, resultando más que interesante y atrapando fácilmente al espectador dentro de la tensión que viven sus protagonistas. Personalmente, confieso que la peli me tuvo enganchado a su trama hasta el preciso instante en que me di cuenta de algo básico: que no había trama. O sea, los tipos empiezan desactivando una bomba, más tarde desactivan otras bombas, luego hay un coche bomba e incluso asistiremos a un hombre bomba. Todo esto está muy bien, pero uno no puede evitar preguntarse, ¿y que?. Porque se acaba teniendo la sensación de que los responsables de la película disponían del escenario perfecto (la guerra de Irak) y del estilo que encajaba (cámara en mano), pero que les faltaba una buena historia que contar que uniera todo lo que en la cinta va sucediendo. Para ser justos hay que decir que hay un intento por parte del guión de unir las diferentes secuencias, pero resulta tan poca cosa que no termina de resultar efectiva.

Resumiendo: Intensa cinta bélica que, lamentablemente, se olvidó de buscar una buena historia que uniera las diferentes secuencias de tensión que viven sus protagonistas.



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Las malas lenguas (XI)


“Ben Affleck es a la buena interpretación lo que un pepinillo cocido a la alta cocina.”

“Se estrena estos días la película El último samurái, protagonizada por el ex-marido de Nicole Kidman, único dato destacable de este actor llamado Tom Cruise.”

“Veamos el reportaje de Mar adentro que ha realizado mi compañero y amigo Alberto Bermejo, el único de todo el equipo al que le ha gustado la película.”

“Y ahora, si nos perdonan, vamos a hablar de cine español.”

“Aprovechen la pausa para revisar su agenda de amigos, encontrarán que han malgastado su preciado tiempo y paciencia en conocer a un montón de ineptos, no se corten, cojan un boli y táchenlos.”

“Nos vamos con la esperanza de que ninguno se deje llevar por los fanatismos religiosos, políticos o sexuales: los primeros por no llevar a nada, los segundos porque el objeto de deseo suele ser un idiota de renombre y los últimos por las continuas frustraciones.”

“Llego la hora de la pausa... espero que puedan contener durante unos minutos los impulsos sexuales de vuestras parejas... si no puede ser, no puede ser... en cualquier caso volveremos después de la publicidad con el sector más casto de la audiencia.”

“Hasta el próximo programa. No sabemos ni qué día ni a qué hora nos pondrán, de modo que estén atentos.”

Frases de Antonio Gasset, presentador del programa 'Días de Cine' en La 2.

Shutter Island (2010)


Scorsese voló sobre el nido del cuco.

"Nadie que viva y respire cine debería siquiera ni soñar con perdérsela" escribe Peter Travers para la revista Rolling Stone. "No es una simple lección de cine, es el cine convertido en lección y misterio" nos cuenta Luis Martínez del Diario El Mundo. Sin duda Shutter Island, la última película de Martin Scorsese, ha recibido buenas críticas y ha creado gran expectación, y frases como "deslumbra y provoca" son las que hemos podido leer en la prensa especializada. Sí, el filme posee varios elementos para hacer de él una obra de interés, pero lo cierto es que le faltan un par de semanas más de rodaje y otras tantas en la sala de montaje. La película funciona bien como boceto, pero no como obra completa y finalizada.


Hay una escena, por ejemplo, en que una paciente del psiquiátrico donde transcurre la acción pide un vaso de agua y alguien se lo trae. En el siguiente plano hace el gesto de beber pero… tiene la mano vacía. Así que no bebe realmente, solo lo finge y toda la sala de cine se puede percatar de ello. Este error en la continuidad cinematográfica rompe la ilusión de la secuencia y te saca inmediatamente de la película, además de resultar incomprensible porque no estamos hablando de un costoso efecto especial, sino de un simple vaso. La escena se alarga un poco más y el vaso vuelve a aparecer, pero en ocasiones está lleno y en otras vacío.


El montaje de Shutter Island está repleto de fallos de raccord, de cortes bruscos que cambian la gestualidad de los personajes, de cadáveres a los que vemos mover sus extremidades o variar su posición según la cámara que los enfoque, en este sentido el filme es una auténtica calamidad. El despropósito es tal que uno duda de si está hecho deliberadamente o no, porque claro, estamos hablando de Martin Scorsese, el autor de Taxi Driver (1976), y estamos hablando también de su habitual montadora, Thelma Schoonmaker, nominada a los Oscar en seis ocasiones y premiada en tres. Pero lo cierto es que si es intencionado o no es lo de menos, porque resulta molesto y distrae de la acción, y la forma nunca debería interponerse en el contenido.


Hay un momento en Chinatown (1974), ese genial homenaje al cine negro de Roman Polanski, que transcurre en el interior de una casa en el que observamos el exterior a través de la puerta, si no recuerdo mal. La cámara permanece quieta mientras vemos un coche aparcando a fuera, John Huston baja del vehículo y finalmente entra en el domicilio. Polanski nos muestra la acción sin cortes ni movimientos innecesarios, todo ello en un solo plano, no hay duda de que Huston conducía el coche y de que lo que el espectador ha visto es lo que ha sucedido realmente. Esto, amigos míos, sí es CINE.


Pero prosigamos con Shutter Island. El filme, al menos en apariencia, trata sobre dos agentes federales (Leonardo DiCaprio y Mark Ruffalo) que son destinados a una remota isla para investigar la desaparición de una peligrosa asesina recluida en un hospital psiquiátrico (Emily Mortimer), un centro penitenciario para criminales perturbados dirigido por un siniestro doctor (Ben Kingsley). La intención y el estilo nos remiten a un filme noir de facturación barata, mientras que la trama elabora una complicada tela de araña de tintes góticos y paranoicos. En este sentido no resulta fortuito que la acción se sitúe en el verano de 1954, la época de la Guerra Fría, la paranoia comunista, la famosa caza de brujas del senador McCarthy y la ciencia ficción de cartón piedra.


Basada en una novela de Dennis Lehane, la premisa es sugerente y debo admitir cierta debilidad por las historias que intentan minar la cordura de sus protagonistas. La semilla del diablo (1968, otra vez de Polanski) y La invasión de los ladrones de cuerpos (1956), por ejemplo, son dos grandes películas sobre el tema. Pero la cinta de Scorsese canaliza todo este material hacia algo más que un thriller psicológico, hay una parte de la historia que se nos oculta estratégicamente y la trama contiene un espinoso giro argumental.


Shutter Island es una de esas elaboradas trampas cinematográficas a las que Shyamalan nos tiene tan acostumbrados, un galimatías lingüístico donde las piezas encajan, pero cuyo artificio se demuestra innecesario en una obra principalmente atmosférica, sin contar que eso del “enemigo interior” es un recurso demasiado manido en los tiempos que corren. Pensemos, por ejemplo, en El club de la lucha (1999), Alta Tensión (2003), Identity (2003), El escondite (2005) o como no, en La novena puerta (1999) con Polanski de nuevo tras la cámara. La película provoca desapego y decepción, y hacia el final, en la sala de cine, podías oír a algunos espectadores preguntarse en voz baja qué había sido de la cinta de intriga que habían venido a ver.



La frase: «Este lugar me hace pensar en si quiero vivir como un monstruo o morir como un hombre bueno.»

Leer critica Shutter island en Muchocine.net

Al límite (2010)

Yo soy la ley.

Que Mel Gibson regrese al cine, sin duda, es noticia (de hecho no lo hacía desde Apocalypto, película que dirigió en 2006); que lo haga como actor, colocándose nuevamente delante de las cámaras, también (su última aparición había sido, como secundario, en El detective cantante del 2003, y, anteriormente, como protagonista en Señales del 2002), pero que, encima, lo haga regresando al género de acción que le dio la fama, ya convierte el film, como mínimo, en algo a tener en cuenta (su última incursión fue con Payback, en el año 1999). A pesar de todo, algunos podrían llegar a pensar que poder ver a Gibson sereno durante más de hora y media ya es, en si mismo, todo un acontecimiento para su nuevo trabajo como actor: Al límite.

Gibson interpreta a Thomas Craven un agente de la policía de Boston que recibirá la visita de su hija de veinticuatro años a la que no veía desde hacía tiempo. La distancia ha causado mella en su relación, aunque rápidamente intentaran ponerse al día de sus respectivas vidas. De repente, la hija empezará a sentirse indispuesta, lo que provocará que le pida a su padre que la lleve a un hospital, pero nada más salir por la puerta un tipo enmascarado vaciará la munición de la escopeta en el cuerpo de la chica provocándole la muerte.

Pero pongámonos por un momento en la piel del sicario encargado de cargarse a la joven. Desde que la chica y su padre salen por la puerta y el asesino, frente a ellos, dispara, transcurren aproximadamente dos segundos, lo cual nos vendría a decir que el tio debía estar más que en situación. Ahora, imagínense al hombre, de noche, con pasamontañas, escopeta en mano, al lado de un arbusto, frente al porche de la casa de un agente de policía, con la mirada fija en su puerta y pensando, -no, si es que al final voy a tener que entrar yo-. La cosa no tendría más relevancia si no fuera porque, en otro momento de la película, alguien es asesinado al ser arrollado, nada más poner un pie en la calle, por un coche que circula a gran velocidad. O los asesinos conocían perfectamente el momento en que la víctima pondría el pie en la calzada (cosa que resulta imposible) o el coche iba dando vueltas a toda hostia y quemando rueda por la calle una y otra vez confiando en que, por gracia divina, en algún momento coincidieran con su objetivo. Demasiadas casualidades para mi gusto.

Volviendo a la trama, el padre, desolado, verá como sus compañeros de profesión empezarán a investigar lo sucedido, llegando a la conclusión de que debía tratarse de un error por parte del asesino (encima) y que, en el fondo, el plomo que se comió la hija debía ir destinado al padre, presuponiendo que debía tratarse de algún caso policial pendiente. El padre, con la mirada perdida, irá asimilando las explicaciones de los demás agentes, e incluso hay un momento en que uno de los detectives que lleva el caso intentará animar al padre invitándolo a un trago de whisky, ofrecimiento que no provocará ningún tipo de reacción en el personaje de Gibson, confirmando el gran trabajo de contención del actor.

A pesar de las explicaciones de los demás agentes, Thomas Craven empezará a indagar por su cuenta, siguiendo sus propias pistas (empezando por el móvil de su hija fallecida) para encontrar a los culpables y comprobando que nada es lo que parecía ser en un principio.

Para la dirección, la película cuenta con el británico Martin Campbell, todo un profesional del género de acción, que anteriormente había realizado trabajos tan conocidos como Escape de Absolom (con el gran Ray Liotta como estrella principal), La máscara del zorro y secuela, Límite vertical y los Bonds Goldeneye y Casino Royale (que ayudó a relanzar la franquicia con Daniel Craig interpretando al agente secreto). La película, además, es la adaptación de una miniserie para la BBC que en 1985 el propio Campbell se encargó de dirigir.

La película empieza de forma abrupta y en el minuto seis, sin apenas tiempo para asimilar que la cosa ya está en pleno funcionamiento, ya tenemos un cadáver y un padre que quiere respuestas. La estructura de la película, por su parte, resulta la clásica de un thriller de estas características, en la que nuestro protagonista tendrá que seguir el hilo pista tras pista, hasta destapar todo el fregao, mostrando, en general, tan pocas virtudes como defectos. Entre las virtudes destaca el hecho de comprobar que Gibson sigue en plena forma y la crudeza que demuestra el film en algunos de sus pasajes. Entre sus defectos lo inverosímil de algunas de sus secuencias (la gente siempre muere justo después de haber entregado la información necesaria al prota para que pueda seguir con su investigación, nunca antes), que la resolución te la ves venir de una hora lejos y que el final no termina de ser todo lo efectivo que uno hubiera deseado.

Resumiendo: Se trata de un thriller tan correcto como fácilmente digerible y olvidable. No me pregunten por la película dentro de un par de semanas porque, probablemente, no recordaré ni su título.



Leer critica Al limite (edge of darkness) en Muchocine.net

I'm not there (2007)


¿De dónde vengo o de dónde soy?

En el biopic o película biográfica se intentan destacar los rasgos más importantes del personaje que se quiere mostrar, centrándose en las partes más relevantes de su vida. Y el éxito de lo expuesto se ve reflejado en la emoción del espectador, contagiándose, en gran medida, por la misma motivación que ha influido al autor de la película, el carisma del personaje. Pero no nos engañemos, influye mucho la manera de enfocar el desarrollo de su historia, ocupando más tiempo ciertas etapas de la vida del personaje que el mismo autor ha elegido. Todo esto es lo que el director Todd Haynes ha querido cogérselo a su manera, cambiando radicalmente el concepto de biografía en I'm not there, utilizando a seis actores para encarnar a seis personajes distintos que personifican de alguna forma la manera de ser y de pensar del legendario músico, cantante y poeta estadounidense, Bob Dylan. El problema grave de este proyecto es que las escenas de esos personajes se entrecruzan tanto, mezclando ficción y documental y compaginando imágenes en blanco y negro y color, que el resultado es un experimento desconcertante y muy extraño, llegando a ser lastimosamente soporífero mientras va avanzando la historia.


Hay que decir que la idea es bastante original y que se puede apreciar el interés de Haynes por hacer algo fuera de lo convencional, intentando respetar la figura de Dylan (recibiendo la aprobación de él mismo, quizás sorprendido por el planteamiento de la historia), pero la cosa falla por la extensa duración y por el aburrimiento que provoca. Al inicio, el director quiere atrapar al espectador con sugerentes planos en blanco y negro, presentando a los seis actores que van a interpretar a Dylan: Ben Whishaw es un tipo que se llama Arthur Rimbaud, presentando la faceta de poeta del cantante; Marcus Carl Franklin es un niño negro fugitivo acompañado siempre de una guitarra, que se hace llamar Woody Guthrie, en referencia al nombre de un conocido e influyente músico folk estadounidense; Christian Bale es un cantante de música folk llamado Jack Rollins; Heath Ledger es un actor rebelde llamado Robbie; Richard Gere es Billy, haciendo el papel de Billy the Kid (la banda sonora de la película de Sam Peckinpah la compuso Bob Dylan); y Cate Blanchett es Jude Quinn, el cantante andrógino que cambia la música folk por otra más guitarrera y eléctrica. A estos personajes hay que añadir la voz en off, en la versión original, del también cantante (y actor) Kris Kristofferson; y a Julianne Moore, que interpreta a una tal Alice Fabian, una cantante de folk y activista (clara alusión a Joan Baez) a la que entrevistan en la película, como si fuera un documental, para que hable sobre Jack Rollins. De todos estos, el personaje mejor conseguido y el que tiene más protagonismo es el de Cate Blanchett, cuya caracterización e interpretación son de lo mejor de la película. Aunque la aparición de su personaje da lugar a la parte más lenta y con más diálogos, algo que repercute mucho al ritmo de la historia.


Quizás sea verdad aquello de que si no eres fan de Bob Dylan no te gustará esta película, aunque a un servidor, sin ser un seguidor suyo, le ha interesado bastante la banda sonora, formada por composiciones de Dylan y elegida por componentes de Sonic Youth y Calexico, con algunas versiones, como la de Knocking' on heaven's door a cargo de Antony & the Johnsons en las letras de crédito del final. Otras canciones a destacar son Tombstone blues, versionada por el mismo Marcus Carl Franklin y Richie Havens, o Blind Willie McTell, con Dylan al piano y Mark Knopfler a la guitarra acústica. Y lo que permanecerá en mi memoria, destacando por encima de todo, es la impresionante fotografía de Edward Lachman, con el que Todd Haynes también trabajó en su anterior película, Lejos del cielo (2002). Y en cuanto al resto de su filmografía, encontramos otros trabajos musicales, como su ópera prima, Superstar: The Karen Carpenter Story (1987), un mediometraje de animación en el que se retrata, con muñecas de Barbie y Ken, la influencia de la música de The Carpenters en los años 70 y la pelea de la cantante contra la anorexia; y Velvet Goldmine (1998), sobre el glam rock de los 70. Pero en el caso de I'm not there, exponer parte de la biografía de Bob Dylan de una manera anodina es un reto tan grande que es difícil descifrar todas sus incógnitas. Haynes ha querido escenificar los cambios personales y artísticos de Dylan creando historias (reales o no) y personajes diferentes, pero lo único que ha conseguido es meter al espectador en un embrollo tras otro, provocándole el hastío absoluto.


"Un biopic, totalmente diferente de cualquier otro, sobre la figura de Bob Dylan, en el que uno se pierde y se aburre por completo, disfrutando únicamente con las canciones de Dylan y con las imágenes preciosas creadas por la cámara de Edward Lachman"
 



Leer critica Im not there en Muchocine.net

Las malas lenguas (X)


«Realmente odio las vaginas, soy alérgico a ellas.»

Comentario de Robert Pattinson, protagonista de la saga Crepúsculo, tras pasar 12 horas en una sesión fotográfica rodeado de mujeres.

Mientras tanto, en Twitter...

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