Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal (2008)

Buenos días, soy el Jefe Dreyfus. ¿El templo del oro? ¿El tesoro de Sierra Madre? Maldita sea, que venga George Lucas y me atice con una espada láser de esas de juguete que venden en el Carrefour si no estamos frente a una semana temática dedicada a las pelis de aventuras (y aventureros) aquí en el Quesito Rosa. Y como colofón (¡no me digan que este final no se veía venir!), hoy: Indiana Jones y el reino de la Calavera de Cristal. Cojan su látigo, colóquense bien su sombrero, que empiece a sonar la música de John Williams, porque… ¡Empezamos!

Si algo queda claro, nada más empezar esta cuarta entrega de las aventuras de Indiana Jones, es que al final de la tercera el bueno de Indy, definitivamente, no bebió del cáliz sagrado que otorgaba la vida eterna, pues el hombre ya está un poco mayor (bueno, un poco bastante). No obstante, y como decía cierto anuncio, en el fondo no pesan los años, lo que pesan son los quilos, y Indiana demuestra que sigue hecho todo un chaval capaz de pelear, saltar (en numerosas ocasiones de vehículos en marcha), correr y montarte una persecución en menos que canta un gallo. Lamentablemente, y dado que la peli está ambientada en la segunda mitad de la década de los cincuenta, sus viejos enemigos, los nazis, han quedado algo pasados de moda y ahora lo que se lleva, el último grito en enemigos molones, son los comunistas, a las ordenes de un Stalin que, en el año en el que se sitúa la película, ya hacía tiempo que estaba criando malvas (¡eso es documentación y lo demás son tonterías, hostias!).

Pero entremos en la trama propiamente (o lo poco que se pueda sin contar demasiado). Indiana sigue con sus cosas de siempre, ya saben: sigue trabajando de profesor (no le quedará mucho para la jubilación) en la facultad y en sus ratos libres se pone a buscar tesoros perdidos y metiéndose en lios. Y en estas estamos cuando aparece un chaval que intenta ir de duro (el niño de los transformers) que acude a él para que le ayude a encontrar a su madre secuestrada en una selva perdida en el culo del mundo, que le ha mandado una carta donde le habla de una calavera de cristal. La madre del niño en cuestión es Marion, la mejor bebedora de chupitos que se conoce, tal y como hacía gala en la primera entrega, y vieja amiga de Indy. La aventura está servida y Indiana, junto con su joven compañero, no se lo van a pensar dos veces.

A la hora de la verdad, esto más que una película, parece una reunión de amigos. El productor, George Lucas (una auténtica máquina de fabricar dinero), el director, Steven Spielberg (una auténtica máquina de fabricar iconos cinematográficos, prueben a contarlos) y el prota Harrison Ford (una auténtica máquina de… bueno, un actor con más suerte y carisma que talento). A la santísima trinidad se les unen Karen Allen como Marion, ya vista en Indiana Jones en busca del arca perdida (sería como el hijo prodigo que vuelve al redil), Shia LaBeoulf, el jovencito de moda allá en Hollywood (que le debió resultar bastante frustrante cambiar a la Megan Fox de Transformers por el abuelete de Ford) y como malo oficial tenemos a Cate Blanchett, interpretando a Irina Spalko, una militar soviética con malas pulgas y afiladas espadas (es lo que tiene: con el pelo rubio y largo; reina de los elfos; con el pelo moreno y corto: comunista malvada).

La peli arranca con un homenaje al logo de la universal (como todas) y sigue con una larga escena de acción (como todas también) que, todo sea dicho, termina con una ida de pelota de las que hacen historia. Lo mejor de todo es que reconoces a Indiana Jones en este arranque. El hombre ha vuelto y la cosa promete. Pero lo cierto es que la cosa promete el rato que tarda el amigo Shia LaBeoulf en aparecer en pantalla (que tampoco es que sea culpa suya, él cumple bastante bien su función por mucho que se empeñe en hacer de Tarzán en sus ratos libres), momento en que la peli entra de lleno en una trama bastante floja tirando a mala, con fallos de guión (o eso me pareció) y, la verdad, poco inspirada y atrayente para el espectador. Y lo difícil de entender es que todos los ingredientes válidos en las otras entregas siguen aquí y son fácilmente reconocibles (aventuras, humor, viajes, persecuciones, enigmas, pistas, pasadizos, bichos, peleas, persecuciones…), pero a la hora de la verdad el resultado es mucho más simplón y descafeinado. Lo peor de todo se lo guardan (traicioneros ellos) para un final tirando a horroroso y un desenlace de vergüenza ajena. Es de agradecer, no obstante, que durante buena parte de la película estén haciendo continuas referencias a las tres entregas anteriores, lo que permite, junto con el personaje protagonista, conservar cierta nostalgia de la saga. Y es que diecinueve años entre la anterior entrega y ésta no son moco de pavo y uno tiene la sensación de que la película debería haber llegado mucho antes o, simplemente, no haber llegado, pero esperar tantos años para esto sabe a poco (¡y que durante todos estos años éste resulte ser el mejor guión que han encontrado es como para preocuparse!).

Resumiendo: Película clásica de aventuras, entretenida a ratos, con alguna buena escena de acción, pero falta de la garra de la que pueden presumir sus antecesoras y, lo que es peor, una frustrante recta final.




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El tesoro de Sierra Madre (1948)


Elprimerhombre ha visto El tesoro de Sierra Madre, de John Huston, una película de aventuras que entretiene pero que le sobra cierta moraleja.

La historia empieza con un tal Dobbs (Humphrey Bogart), un norteamericano que está sin blanca en Tampico, una ciudad de México. Conoce a un tipo llamado Curtin (Tim Holt) con el que trabajará a las órdenes de un estafador, al que le darán una paliza reclamándole su parte del dinero ganado. Una noche, en una especie de albergue llamado “El oso negro”, conocen a Howard (Walter Huston, el padre de John Huston), un viejo que siempre tiene en mente la hazaña de conseguir oro en cualquier parte y al que le escuchan comentar que en una montaña no muy lejana se podría encontrar oro. Dobbs y Curtin, viendo que su futuro en Tampico es poco prometedor, proponen a Howard ir en busca de ese oro, reuniendo el dinero suficiente para la misión. Sin dudarlo un momento, se disponen para la conquista de ese gran tesoro.


El guión está basado en la novela homónima de B. Traven, un escritor de novelas de aventuras que vivió en México desde 1922 hasta su muerte, en 1969. Casi todas sus novelas están ambientadas en ese país y se convirtió en un gran conocedor de sus costumbres y de la cultura de los pueblos indígenas. Por eso, en esta película aparece gente de esas regiones, mostrando un poco su forma de vivir.

La película tiene el mérito de estar escrita y dirigida por el gran John Huston, al que no se le puede hacer mayor elogio que el que consiguió con su primera película como realizador, El halcón maltés, el film al que se le atribuye el nacimiento del cine negro, en 1942. Su manera de colocar la cámara en los comienzos de las escenas y los contrastes tan marcados del blanco y negro, son unos de los varios detalles de esta película y de su estupenda filmografía.



Humphrey Bogart, sin considerarlo un gran actor, consigue hacer una actuación realmente interesante, quizás lo más atrayente del film. Su personaje, totalmente distinto a lo que nos tiene acostumbrados, pasa de la resignación a la alegría y de la emoción a una cierta desconfianza, dejándose llevar al final por la locura. Es chocante verlo con barba, con una cara asustadiza y con unos ojos bien abiertos, hablando solo en voz alta, metiéndose con sus otros dos compañeros. Lo malo de esto es que esté planteado como una enseñanza moral, mostrando al espectador que el dinero cambia a las personas, transformándolas hasta convertirlas en seres despreciables y sin conciencia.


Esto es algo parecido a lo que ocurre con un cuarto personaje, también interesante pero que no tiene mucho protagonismo, ya que se lo cargan al cuarto de hora de aparecer en escena. Su nombre es Cody (Bruce Bennett) y aparece cuando Curtin va al pueblo a por víveres. Cody se interesa por las mulas y por lo que Curtin se trae entre manos, viéndolo comprar tanta comida. Esta charla entre ambos es un prodigio de puesta en escena, con una fotografía perfecta, viendo el brillo en los ojos de Curtin, mirando con cierto temor a Cody, al que quiere despistar cuando vuelve a la montaña, sin conseguirlo, siendo no muy bienvenido sobre todo por Dobbs. Cody se quiere unir a ellos repartiéndose el botín pero al día siguiente, cuando tienen un tiroteo con unos bandidos, él muere por un disparo en el cuello y en su chaqueta encuentran una carta de su mujer, intentando provocar tontamente que el espectador se emocione.


Los mencionados bandidos son los que ponen un poco de humor en la película, siendo sus caras y sus palabras lo más divertido, logrando que todas sus escenas sean buenas.

Para acabar, el personaje de Dobbs influyó en parte en el personaje de Indiana Jones, creado por George Lucas, aunque no sé si sería por su sombrero o por la tenacidad en su propósito (no se me ocurre otra cosa).


En definitiva, una película bien narrada y muy bien dirigida, con un Bogart totalmente diferente, a la que quitaría los momentos de moralidad, sobre todo con un diálogo final bastante absurdo y poco real.

Un saludo!




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El templo del oro (Firewalker, 1986)


La saga de Indiana Jones se convirtió rápidamente en un revienta taquillas a principio de los 80’s, así que a nuestro arqueólogo favorito le salieron todo tipo de hijos bastardos e imitadores y empezaron a abundar en los videoclubes películas que transcurrían en selvas exóticas o rutas inhóspitas, y donde el héroe de turno, acompañado por la habitual chica florero de armas tomar, se metía de lleno en berenjenales mitológicos o bíblicos. Entre estas claras explotaciones de dicha franquicia se encuentran películas como Tras el corazón verde de Robert Zemeckis o Las Minas del Rey Salomón de J. Lee Thompson. Director este último que merece una mención especial al tener en su currículo obras tan dispares como Los cañones de Navarone (mítica cinta bélica), El cabo del terror (clásico en mayúsculas del que Scorsese hizo un remake), La conquista del planeta de los simios y La batalla por el planeta de los simios (dos de las absurdas secuelas de la apocalíptica saga), Cumpleaños mortal (el clásico slasher ochentero), un sin fin de cintas con Charles Bronson haciendo de justiciero vengador y El templo del oro, la peli que hoy nos ocupa y que también viene a ser uno de esos remedos de Indiana Jones de los que antes hablábamos, pero con un aliciente añadido: aquí se sustituye a la permanente barba de dos días de Harrison Ford por la mucho más tupida y nada despreciable barba de Chuck Norris.

Chuck Norris descifrando un jeroglífico.

La cinta nos cuenta la historia de Max Donigan y Leo Porter, dos tipos que se toman la muerte a guasa, mean colonia y cagan melones. Un par de bravucones con los huevos cuadrados y más chulos que Ray Liotta bailando un chotis, que se dedican a esto de la caza de tesoros y el saqueo de tumbas, pero que tras una serie de percances están pensando en dejarlo, claro que todo cambia cuando una rubia buenorra y el mapa de un tesoro azteca caen en sus manos. Durante el camino hacia el preciado botín situado en alguna parte de la jungla centroamericana, se las tendrán que ver con una arcana y vengativa entidad espiritual que ha decido ponerles las cosas muy difíciles.

Chuck Norris exterminando una arcana y vengativa entidad espiritual.


Otro producto de la Cannon encabezado por el incombustible Chuck Norris, que aquí demuestra tener una gran química con Louis Gosset Jr., ya que juntos, siguiendo la extensa tradición de las buddy movies americanas, añaden mucho humor y comedia a las escenas de acción y aventura. Ambos se mueven con desparpajo y arrojo entre cementerios aztecas y antros de mala muerte, acompañados por la bella Melody Anderson, actriz jamona que se ha hecho con un pequeño hueco en mi corazón por haber interpretado a Dale Arden en la mítica adaptación cinematográfica de Flash Gordon.

Chuck Norris cogiendo por los huevos a Louis Gosset Jr.


Esta es una cinta entretenida y simpática, que tiene buen ritmo, alguna que otra pelea para que Chuck se luzca y mucho humor. Un divertimento menor y bastante inofensivo, pero altamente disfrutable para cinéfagos sin prejuicios ni monomanías. Una película de aventuras para toda la familia, con tintes casi paródicos y la inocencia que la época conlleva.

Chuck Norris was here.


La frase: “El hombre que quiere el mapa no parece un hombre. Es más como un cíclope, un cíclope rojo de largas melenas.”


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Dexter. 2ª Temporada

Buenos días, soy el Jefe Dreyfus, hoy es viernes y vuelvo a la crítica de televisión con la segunda temporada de una serie de la que hace poco ya se criticó su primera temporada aquí en el quesito rosa: Dexter, ese entrañable serial killer… ¡Empezamos!

Y empezamos, justamente, donde lo dejamos, un mes después del final de la primera temporada, para ser más exactos. El amigo Dexter (Michael C. Hall) está atravesando una pequeña crisis a nivel personal que lo llevará a replantearse ciertas cosas, cuando alguien encuentra un buen montón de bolsas de basura con restos de cuerpos humanos mutilados en el fondo del océano. La cosa está clara, hay un nuevo asesino en serie en Miami, aunque, a diferencia de la primera parte donde era “el asesino de hielo” a quién buscaban, esta vez a quien deberán dar caza será al propio Dexter. Si eres un asesino múltiple, el hecho de que te esté buscando todo el cuerpo de policía de tu ciudad junto con el F.B.I. no deja de ser un engorro y una molestia para seguir realizando tu “cruzada” personal. Todos estos problemas llevarán a Dexter a entablar amistad con Lila una enigmática mujer (Jamie Murray), quién será su punto de apoyo en los momentos más críticos (no hace falta que diga que eso a su novia, ya vista en la primera temporada, le sentará como una auténtica patada en la boca).

En esta temporada recuperamos la gran mayoría de los personajes de la primera: la hermana de Dexter, sus compañeros en el cuerpo de policía, su pareja… y se suman a la serie un par más de personajes importantes: El agente especial Lundy, encargado de dar caza al nuevo asesino que a aparecido en la ciudad de Miami y que resulta ser el propio Dexter y la ya dicha Lila, una excéntrica artista que poco a poco se irá introduciendo en la vida de nuestro protagonista.

Al final de la reseña de la primera temporada de Dexter, nos preguntábamos si en la segunda la serie conseguiría mantener el nivel. La respuesta es evidente: no. No obstante es justo decir que tampoco es que sea un rotundo naufragio, ni mucho menos, como ha sucedido con otras series. La cosa no es así. Esta segunda temporada conserva muchas de las cosas buenas que tenía la primera y consigue enganchar al espectador con fuerza, consiguiendo una trama con puntos muy altos de tensión, con buenas interpretaciones y, en general, con un nivel bastante por encima de la media. Pero uno no puede evitar tener la sensación de que el éxito de la primera les ha podido a los responsables y está segunda temporada parece hecha sin tanto cariño ni minuciosidad, pero si con muchas más prisas y ligereza.

Uno de los problemas principales que tiene esta segunda temporada es que de las dos incorporaciones nuevas, una no está mal (tiene buenos momentos), pero es que la otra está terriblemente fuera de lugar (vamos, que le he cogido manía y que me jode cada vez que asoma el careto por el televisor). Además a este Dexter nos lo han cambiado un poco, porque me cuesta entender que un personaje tan absolutamente vacío y falto de sentimientos y humanidad como el que nos presentaban en la primera temporada, se pueda llegar a comportar como se comporta en ciertas ocasiones en esta segunda temporada. Vamos, que no cuela. Además, la temporada empieza renqueante y le cuesta arrancar, cuando arranca no lo hace apretando el pedal a fondo, más bien a medio gas, y cuando por fin se pone las pilas, la cosa ya está en su recta final.

No obstante, insisto, no está todo perdido ni es momento de prender fuego a las naves. Ésta segunda temporada sigue siendo altamente recomendable y muy por encima de la media (y si lo comparamos con el panorama nacional ya es como para flipar). Esperemos que la tercera temporada (que en principio ya está confirmada) vuelva más a la esencia de la primera y podamos recuperar a un Dexter en plena forma.

Bonnie and Clyde (1967)



Elprimerhombre ha visto Bonnie and Clyde, de Arthur Penn, una película ambientada durante la Depresión Americana, allá por 1931, cuyos protagonistas son la entrañable pareja de gángsters Bonnie Parker y Clyde Barrow.



La historia comienza con un encuentro fortuito de la famosa pareja. Ella (Bonnie) vive con su madre y la vemos en su habitación preparándose para ir a trabajar de camarera, asqueada de la vida que lleva. Pero al mirar por la ventana ve a un tipo (Clyde) que observa el coche de su madre y ella le grita desde su ventana que se aparte de ahí y baja rápidamente. Cuando se encuentran afuera hay un interesante diálogo entre ambos y Bonnie, aún sabiendo que Clyde le acaba de decir que ha estado dos años en la cárcel por robo a mano armada, da una vuelta con él y poco después huyen porque él le demuestra que es un ladrón robando en una tienda de ultramarinos.

A partir de aquí empieza una terrible y romántica historia de amor en la que el espectador no puede evitar sentirse atraído por Bonnie y Clyde. Las escenas en las que están juntos, en las que se miran y hablan, son de una gran belleza estética. Bonnie (Faye Dunaway) tiene un impecable peinado que le hace resaltar su bello rostro, cuyos ojos denotan durante toda la película una cierta esperanza y a la vez una temible angustia. Y Clyde (Warren Beatty) tiene una simpática sonrisa y un traje que le queda a la perfección, siendo el vestuario de ambos exquisitamente impecable, resaltando sobre todo los sombreros y las camisas blancas de él y los bellos vestidos de ella.



Aunque no sólo sobresalen ellos dos, sino que también están bien acompañados por personajes que se les van uniendo durante la historia, como el chico llamado C.W. Moss (Michael J. Pollard) que conocen en una gasolinera y al que ven capaz de acompañarles ya que sabe bastante de coches, o el hermano de Clyde, Buck (Gene Hackman), que también ha estado en prisión y al final se les une también, aunque su mujer, Blanche (Estelle Parsons, que ganó el Oscar), no esté nada de acuerdo y a la que vemos durante toda la película enemistada con Bonnie y gritando histérica en las escenas de violencia.

Lo único que se le puede reprochar a esta película son los primeros planos del comienzo de Faye Dunaway que parecen estar rodados torpemente, con un montaje no muy bien conseguido, además de la secuencia en la que visitan a la madre de Bonnie, un tanto extraña por planos en cámara lenta, con una fotografía más apagada, quizás hecho a propósito para presagiar el final. Por lo demás, esta película, producida por Warren Beatty, es una obra maestra de Arthur Penn, rodada magistralmente con bellísimos encuadres, cuya escena final es una de las más conocidas de la historia del Cine.



Pero hay una escena en los diez primeros minutos que me encanta por su precisión y sobre todo por la actuación de Beatty y Dunaway. Antes de robar en la tienda de ultramarinos, Bonnie y Clyde están bebiendo coca-cola y él además tiene una cerilla en la boca. Y al no creerse ella que él haya robado a mano armada, Clyde le enseña el arma. Bonnie la toca y le dice que no le cree capaz de utilizarla. Entonces él le dice que se espere ahí. Cuando huyen con el dinero, mientras suben a un coche, se dan a conocer sus nombres. Los primeros planos de ambos mientras beben coca-cola son de una gran belleza, con una mirada y unos gestos de Dunaway realmente sensuales y creíbles y el movimiento de la cerilla en la boca de Beatty, cuando le enseña el arma, es muy acertado. Todo esto, unido a una gran fotografía de Burnett Guffey (que ganó el Oscar) llega a ser una escena memorable.

Como curiosidad, la historia está basada en la banda de los Barrow, que así era conocida en aquella época, como bien dice Bonnie en un bello poema que escribe titulado “La historia de Bonnie y Clyde”, el cual es publicado en los periódicos. Y la película se rodó durante diez semanas en el Noreste de Texas, en las ciudades donde actuó esta banda, y cuya zona aún es llamada “Clyde Barrow Country”.


En definitiva, una obra maestra muy bien rodada, con una buena fotografía y con unas actuaciones estelares de Warren Beatty y Faye Dunaway, cuya historia de amor nos llega a emocionar, hasta llegar al conocido trágico final en una escena impresionante por su extremada violencia.

Un saludo!



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Resultado encuesta

¡Encuesta cerrada!

Parece que Silvester Stallone ha vuelto con fuerza a las pantallas grandes con las secuelas de Rocky y Rambo, por eso estos últimos días os hemos preguntado: ¿Con qué película nos sorprenderá este año Stallone tras el éxito de “Rocky Balboa” y “John Rambo? Analicemos los resultados:



Robert Rocky Balboa. 1 Voto. La primera entrega de Rocky data del año 1976 y sorprendentemente logró el Oscar a la mejor película por delante, incluso, de Taxi Driver. No obstante la gente después de seis partes y de ver como Stallone se partía la cara en numerosas ocasiones contra rivales de todo tipo (incluyendo a Mr. T y el ruso de la cuarta que le sacaba dos cabezas), prefiere que la franquicia se quedé como está.


James John Rambo. 2 Votos. Otra que hace poco que ha vuelto y, quizás por eso y a pesar de las buenas críticas de la última entrega, ustedes han preferido que siga como está. El primer Rambo (Acorralado) es del año 1982 y por aquel entonces el amigo Stallone debía buscar nuevos retos después de haber protagonizado el año anterior “Evasión o victoria” y “Rocky III”. A destacar Rambo III, con 108 muertos en 101 minutos de película y donde al final de la misma se puede leer la frase: “Esta película está dedicada al galante pueblo de Afganistán”.

John Spartan. 2 Votos. Eso, eso, que no vuelva ni él, ni Wesley Snipes con ese horroroso pelo amarillo chillón, ni la Sandra Bullock de las narices. Demolition Man, peli del año 1993, nos presenta una sociedad futurista aparentemente perfecta donde el amigo Stallone no acabará de encajar del todo bien (¿alguien aclaró el tema de las tres conchas para ir a cagar?). La gente no quiere una segunda parte y, no duden ni por un momento, que yo apoyo la moción, ¡que le den!

Gave Walker. 3 Votos. En Máximo riesgo, también película del año 1993 (¡joder, que gran año!), Stallone nos enseñaba que teníamos que hacer si alguna vez nos encontrábamos en plena montaña nevada con un maletín lleno de dinero: 1. Quitarse la ropa de cintura para arriba y quedarse en manga corta; 2. Tirar todo el dinero montaña abajo. ¡Este hombre es un lumbreras! Total, que hay unos malos que le persiguen y la tia de “doctor en Alaska” como aliada. Un peñazo. Memorable la escena del principio donde Stallone conduce paralelo a otro coche con el que habla, sin mirar durante un buen rato la carretera ni por asomo.

Lincoln Hawk. 3 Votos. Aquí si que me esperaba yo un poquito más de soporte popular, porque esta película si que es mítica con mayúsculas. Yo el halcón, película del año 1987 que iba de la relación padre-hijo entre un camionero y su joven poyuelo y de un campeonato de hacer pulsos (suena absolutamente surrealista, pero es que los ochenta es lo que tenían). ¡No me digan que nunca han echado un pulso girándose la gorra como el protagonista de la peli!

Ray Tango y Gabe Cash. 4 Votos. A finales de los ochenta las buddie movies estaban de moda y Stallone provó suerte junto con Kurt Russell en Tango y Cash, película del año 1989, donde intentaron hacer una de polis al estilo “la extraña pareja”, con algún que otro toque cómico. Sorprendentemente Stallone era el poli serio y trajeado que junto a su compañero perseguían a un narcotraficante. Memorable ese momento en que Stallone se hace el héroe o nosequé y uno de los secundarios le pregunta: “¿Quien te crees que eres, Rambo?” (todo el cine se petó de la risa, que tiempos aquellos).

Ray Liotta. 5 Votos. ¿Qué decir? Ray Liotta siempre será nuestro caballo ganador aquí en el Quesito y, sin duda alguna, si alguna vez le dedicaran un biopic rememorando las grandes obras y gestas de este actor/enviado de Dios, la de Stallone sería una opción más que digna y a tener en cuenta. Parece ser que esta idea también gusta a nuestros visitantes que ¡han colocado esta opción como la segunda mejor! Además, ya trabajaron juntos en Cop Land y me gusta pensar que desde entonces son buenos amigos y quedan todos los martes por las tardes para jugar al mus hablar de sus cosas y contarse sus proyectos.

Mario Cobretti. 13 Votos. Cobra es un abusón y en esta encuesta ha vuelto a quedar más que demostrado, ganando con un 39% de los votos. ¡Que paliza a metido a todos los demás! Stallone, con el mismo director con el que ya había trabajado el año anterior en la segunda entrega de Rambo, protagonizaba en 1986 está película que trataba sobre un agente de policía que tenía que proteger a una testigo del llamado “Carnicero”. El personaje pasará a los anales de la historia cinematográfica por sus gafas de sol, por sus guantes de cuero, por esa cerilla que lleva en la boca y por frases del tipo: “No trato con psicópatas. Yo me los cargo”, “Aquí es donde termina la ley, y empiezo yo” o “El crimen es una plaga, y yo soy el remedio”. Sin duda alguna un más que digno ganador.

Hasta aquí los resultados de la encuesta, mañana más. Como siempre esperamos sus votos y ¡gracias a todos por participar!

Arena, el ring de las Galaxias (1989)


¡Ah! Como me fascinan esos híbridos que cruzan dos ideas a las que el sentido común ha impuesto una orden de alejamiento, ideas tontas y descabelladas que solo tienen cabida dentro de una comprensión Friki Heavy Metal del séptimo arte. Películas como El grandioso hombre de Pekín, que juntan Tarzán y King Kong, o la más reciente Fido, que mezcla el mondo zombie de Romero con la comedia familiar americana. Algo parecido a lo que sucede en Arena (El ring de las Galaxias), experimento fílmico que pretende meter en el mismo saco a Sylvester Stallone y George Lucas, situando un personaje creado a imagen y semejanza de Rocky Balboa en medio de un contexto de fantasía espacial a lo Star Wars… ¡Vaya tela! Como mezclar agua con aceite, el tocino con la velocidad, o el pan dulce con el culo de Ray Liotta. Chocante, ridículo y a ratos, divertido.

La misma cara de gaznápiro se le queda al Jefe Dreyfus después de un par de copas.

Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana… Una estación espacial surca el cosmos habitada por criaturas de todas las formas y colores, entre ellas Steve Armstrong, un pobre mindundi sin oficio ni beneficio que solo aspira a poder conseguir la pasta suficiente para pagarse el billete de regreso a la Tierra. Tras una redada en un casino se ve involucrado en un lío de deudas con la mafia espacial, por lo que necesitará reunir rápidamente una cuantiosa suma de dinero. Para conseguirlo se alistará como luchador en la Arena, el mayor espectáculo de la galaxia, una especie de Pressing Catch intergaláctico donde gladiadores de todos los planetas se meten unos sopapos de aúpa. Como hace 50 años que ningún terrestre participa en ninguno, ni mucho menos gana, Steve se irá convirtiendo, combate tras combate, victoria tras victoria, en la gran esperanza de la raza humana.

He-Man en una de sus fugaces apariciones en el show televisivo de Humor Amarillo.

La peli cumple lo que promete, unos malos muy malos, unos buenos muy buenos, bichos feos, chicas jamonas, rayos láser y diversas peleas de boxeo entre humanos y monstruos, monstruos y robots, o incluso humanos contra insectos gigantes del espacio exterior (¡bravo!). En el rol protagonista tenemos a un sosaina con el cuerpo de He-Man y la misma mala uva que Mary Poppins, un paleto rubiales al que desde la primera escena estás deseando que alguien le parta su carita de niño bueno. La ambientación es salchichera pero resultona, se palpa en el ambiente que dos años antes habían estrenado Masters del Universo, porque parece que la rodaron con disfraces y escenarios desechados de aquella producción, cosa que se hace muy evidente en el look cutre pero entrañable de los monstruitos. Entre las chicas macizas de rigor destacamos la estimulante presencia de Claudia Christian, actriz que se dedicó a enseñar cacho en la década de los 80’s y que algunos recordarán por su papel en Hidden (Oculto) o por salir en la popular serie Babylon 5, ganadora de los premios Emy y Hugo.


Horn, el hijo bastardo de Chewbacca y Mr. T.


Que nadie espere encontrar aquí luchas titánicas y coreografías de otro mundo, la peli carece de toda épica y el director utiliza alegremente el primer plano para evitar que se haga demasiado evidente lo ridículo de algunos combates. Esta caspa espacial es tan bizarra como modesta, uno de esos clásicos de videoclub que se ven más por nostalgia y vicio que por otra cosa. Aish, los 80’s, ¡qué época! Parecía que todo era posible…



La frase: “Ve a darte un baño de iones para fortalecer tus músculos.”

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Iron man (2008)

¡Lo que yo me se de la Paltrow está que echa chispas!

Buenos días, soy el jefe Dreyfus, hoy es viernes y cierro esta semana dedicada a las películas basadas en personajes de cómic (por si todavía no lo habían notado) con uno de los bombazos del año, que sirve además para inaugurar la temporada de blockbusters, hoy: Iron Man… ¡Empezamos!

Tony Stark es un sol, multimillonario, putero y tirando a borrachín, está al frente de la más importante empresa armamentística del planeta, cuando es capturado por un comando terrorista en Afganistán para que les construya un pepino de misil con el que poder ser la envidia de los malhechores de medio mundo. Tony, que además de ser un vividor resulta que también es un genio, se fabricará una armadura con la que poder escapar. Una vez de vuelta a casa potenciará el traje para convertirse en un superhéroe de los de toma pan i moja y hacer de éste mundo un lugar mejor.

Nuevo personaje de la Marvel, que al parecer a encontrado la verdadera gallina de los huevos de oro, que da el salto a la gran pantalla después de que ya lo hicieran anteriormente otros como los X-Men (bravo por las dos primeras partes especialmente), Los cuatro fantásticos (la primera aún era entretenida), Spiderman (auténtica máquina de fabricar dinero con Sam Raimi a la cabeza), Hulk (que no me acabó de convencer y de la que está a punto de llegarnos la segunda parte), Blade (un churro), Daredevil (otro churro mayor si cabe), Elektra (mismo director que Daredevil, nada más que decir), El motorista fantasma (¡otra vez el director de Daredevil, que deje a los superhéroes en paz y al cine en general!) o El castigador (churrete con Travolta haciendo de malo). No se si me he dejado alguno… Además de los que quedan todavía por venir, pues ya están preparando más películas sobre sus cómics y si a ello le sumamos los personajes de otras editoriales, está claro que los superhéroes están de moda en el cine. A este paso el amigo Stan Lee va a acabar hasta los huevos de hacer cameos (en ésta ya debió decir que o lo ponían con un par de rubias buenorras o ya pasaba del tema).

El director de la peli es un tal Jon Favreau (a mi no me miren, ni zorra idea), que al parecer antes de dirigir se había dedicado a hacer de actor (dicen que incluso salía en Daredevil el pobre) y que antes de Iron Man había dirigido Elf y Satura, una aventura espacial (auténticos hitos en el mundo del séptimo arte). Como Iron Man encontramos a Robert Downey Jr, que parece que definitivamente ha vuelto al cine, y que encarna a un más que logrado Tony Stark (la verdad es que no le cuesta mucho hacer creíble a su personaje, pues le va como anillo al dedo, ustedes ya me entienden) y junto a él encontramos a Gwyneth Paltrow, que su papel sería básicamente el que en el mundo del cine se conoce como “la chica” de la película, porque es público y notorio que en este tipo de producciones siempre tiene que haber un personaje que asuma el papel de “la chica” de la película i/o del héroe y a Jeff Bridges (“el nota” para los amigos), con algunos quilos de más, el cráneo rapado y barba canosa, que interpreta a uno de los altos ejecutivos de la empresa Stark.

¿Eso que está encima de la mesa de Tony es el escudo del Capitán América?

Cuando de pequeño leía los cómics de los vengadores soñaba, entre otras cosas, con tener la armadura de Iron Man… hoy, básicamente, me conformaría con tener su coche (la pasta que se debe haber dejado Audi en esta peli llena de publicidad subliminal/descarada).

¡Ya estamos con lo de siempre! Podría poner la peli a parir y eso, pero es que no me viene bien. Porque a pesar de que la trama en general está sobadilla y te la vienes oliendo a la legua, lo cierto es que la jodida entretiene (que a estas alturas ya es mucho) y entre que Robert Downey Jr. está en su salsa, que los efectos especiales molan, que mantiene un ritmo alto, que no hay apenas momentos coñazos de esos que mandarías la película a tomar por el culo (bastante típico en las producciones de superhéroes, todo sea dicho) y que es minimamente coherente, a la hora de la verdad, y a pesar de que dura casi dos horas, el tiempo pasa bastante rápido y uno se acaba dándose cuenta de que se ha divertido bastante. La primera mitad de peli está bastante bien hasta que aparece el malo de turno (¿acaso dudaban que habría un malo de turno?) algo ido de la pelota (¿acaso dudaban que al malo oficioso se le iría la pelota?) que nos devuelve a la “frágil” realidad de este tipo de pelis (ya saben lucha de titanes y esas cosas). Por cierto, les recomiendo que si van al cine no se las piren a las primeras de cambio y se queden hasta el final, donde podrán ver una última escena de medio minuto donde se apunta que la cosa va para largo.

Resumiendo: La película ofrece lo que promete e incluso un poquito más, lo que viene a significar que no decepciona, pero que tampoco sorprende.





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American Splendor (2003)

Elprimerhombre ha visto American Splendor, de Shari Springer Berman y Robert Pulcini, una interesante película que une la comedia con el documental, basándose en los cómics de Harvey Pekar que se editaron a partir de 1975, con ilustraciones de dibujantes tan importantes como el reputado Robert Crumb.

El señor Harvey Pekar es un tipo aburrido que no parece tener estimación por nada salvo por su obsesión por coleccionar discos y cómics, y lleva una vida tan ordinaria que su segunda mujer también le abandona. Aún así, harto de trabajar en el archivo de un hospital de Cleveland, un día decide compaginar su rutinario empleo con escribir sus vivencias en viñetas, y al no saber dibujar se las muestra a su amigo Robert Crumb, al que conoció unos años atrás. Este se las lleva a su casa para ilustrarlas y un tiempo después se empiezan a editar las historias en un cómic llamado American Splendor (Maravillas Americanas). Gracias a su popularidad, una fan que no ha podido conseguir el último número se pone en contacto con Harvey para que se lo envíe. Y tras unas cuantas cartas y unas llamadas quedan para conocerse, y la verdad es que casi son tal para cual.

Paul Giamatti es el actor elegido para el papel de Harvey Pekar y es la mejor elección que se podría haber hecho. Tanto por sus caras como por sus gestos, recuerda mucho al personaje de los cómics. Hace un buen retrato del tipo que siempre parece estar asqueado de la vida por su modo tan pesimista de verla. Este actor es también conocido por sus papeles en Entre copas y por La joven del agua y obtuvo nominaciones en los Oscars y en los Globos de Oro por sus actuaciones en la mencionada Entre copas y en Cinderella Man.

La película está bien contada y empieza muy bien, con unos niños disfrazados de superhéroes pidiendo caramelos en las puertas de las casas (salvo Harvey que no va disfrazado, sino que va de sí mismo) y las letras de crédito son planos enmarcados como si fueran viñetas, un recurso (el del cómic) que será utilizado durante toda la película para ubicarnos en el tiempo o para saber en qué está pensando el personaje. Sin embargo, este sistema se usa equivocadamente en algunos momentos, como los dibujos animados de Harvey en el supermercado o cuando la chica va a la estación donde ha quedado y se imagina a él como diferentes tipos también animados.

El tono de documental viene dado por la presencia del propio Harvey Pekar que con su peculiar voz, un tanto afónica, narra casi todos los momentos importantes de la película, dando credibilidad a lo que vemos. De esta manera, los guionistas y directores Shari Springer y Robert Pulcini mezclan, con cierta soltura, realidad, cine y cómic, mostrando un buen ejercicio de estilo que a veces intenta unir al personaje real con el actor que le representa, metiendo entrevistas que tuvo Harvey Pekar en programas de televisión (donde se mofaban de él) o cortando una escena de la película donde el verdadero Pekar se pone a hablar de su vida ante la cámara. También oímos la voz de Shari entrevistando a Harvey en la película, en decorados austeros, con fondos en blanco, donde resaltan los personajes y los objetos.

Sin embargo, mientras vas viendo la película te vas dando cuenta de que le falta algo a la historia sin saber por qué, ya que está bien dirigida, la música de jazz es sugerente y tiene una muy buena fotografía, pero quizás sea el modo de ser del personaje lo que va haciendo que caiga el interés que al principio se tenía sobre él, siendo al final un poco cansino. Y donde también se hecha de menos al personaje de Crumb, porque las pocas escenas en las que aparecen los dos juntos son las que más llaman la atención, al verlos tan inmersos en su peculiar mundo.

En definitiva, una película independiente bien rodada, con una buena actuación de Paul Giamatti en el papel del raro Harvey Pekar, en la que quizás le hubiera faltado algo más de ritmo, ya que siendo de corta duración, llega a decaer el interés por el personaje.

Un saludo!




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