Balance del 2009



Los blogueros sufrimos un poco del síndrome de Rob Gordon y hacemos listas sobre cualquier cosa (las 5 mejores películas de todos los tiempos, las 5 mejores canciones de todos los tiempos, los 500 mejores posados de Megan Fox de todos los tiempos…), y cuando llega fin de año parece el momento adecuado para hacer balance, echar la vista atrás y considerar quién se ha portado bien y quién no. O lo que es lo mismo, quién se merece a Megan Fox bajo su árbol navideño y quién amargo y negro carbón.

Claro que nuestro criterio no va a ser a gusto de todos y nos habremos dejado varias películas en el tintero (como por ejemplo “Déjame entrar” que ya se coló en la lista de las mejores del año pasado), que es lo que pasa cuando no puedes ver todos los estrenos por razones económicas y psicológicas.

Lo más DESTACADO, las 10 películas que hay que ver este año. Sin duda ha sido un año muy grande para la animación:

10) Adventureland: Una comedia agridulce sobre un verano de esos en que te toca currar, donde duermes poco, conoces gente y te enamoras y alguien te suelta aquello de que la estás cagando y tu sabes que la estás cagando pero es verano y los días son más largos y en la playa tampoco es que se duerma tan mal después de todo. Pues eso, nostalgia, la película va sobre la nostalgia. Sobre una época de la vida por la que se tiene que pasar/sufrir/disfrutar porque una vez ha pasado sólo te queda el recuerdo que, películas tan sólidas como ésta, te ayudan a reavivar.

9) Ponyo en el acantilado: En el cine de Hayao Miyazaki hay ciertas secuencias que se comportan de manera expansiva y no parecen estar al servicio de la historia, sino que son lo que dan sentido al filme. La escena en que Ponyo, ya niña, corre por la superficie del mar embravecido cabalgando sobre gigantescos peces, es de una belleza arrebatadora y está más allá de toda explicación, existe por el mero placer de existir, y esta es la forma en que debe ser retratada la magia.

8) El luchador: El director Darren Aronofsky dio en el clavo al escoger a Mickey Rourke para el papel del luchador profesional de wrestling, ya que el actor norteamericano hace uno de los mejores papeles de su vida. La historia toca varios tópicos pero está llena de detalles que Aronofsky sabe dosificar con sabiduría. Rodada cámara en mano, la presencia de Rourke se impone ante nuestros ojos, y junto con la buena compañía de Marisa Tomei, sentiremos la auténtica soledad de ambos personajes.

7) Star Trek: J.J. Abrams se consagra como director consiguiendo renacer la franquicia y ofreciéndonos una peli de aventuras total, terriblemente entretenida y de alto ritmo narrativo, que además sirve para atestar una sonora bofetada en toda la cara de George Lucas. Y esto lo dice alguien que jamás fue ferviente seguidor de la saga.



6) Donde viven los monstruos: La última película de Spike Jonze gira en torno al angst infantil y retrata la niñez con sus propias armas, por lo que tiene la extraña virtud de parecer descuidada, y esto se debe a que se dedica más a describir sensaciones del tipo “el placer de destruir cosas”, que a explicarnos una historia razonable. No se asusten, aunque la película es original y valiente como pocas, resulta menos experimental de lo que pueda parecer en un principio y, afortunadamente, nunca le falta honestidad.

5) Vals con Bashir: Mezclando la técnica del Flash, la animación tradicional y el 3D, el director israelí Ari Folman consigue una de las películas más sorprendentes de este año, con una impactante puesta en escena, unas imágenes de facturación excelente y redondeado todo con una banda sonora que pone la carne de gallina.




4) Up: Pixar vuelve a acertar con su nuevo producto en la que encontramos unos diez primeros minutos de puro diez, una primera hora fantástica con una mezcla de humor y aventuras combinadas en su justa medida, y una recta final que, a pesar bajar varios enteros, sabe concluir la historia con un emotivo epílogo.




3) Los mundos de Coraline: Estamos viviendo una época dorada de la animación que parece no tener límite, y uno aprecia el increíble placer que resulta sentarse en una butaca del cine a ver una obra de este calibre. Henry Selick demuestra una pericia técnica asombrosa y una desbordante imaginación con este filme, su mejor trabajo hasta la fecha, donde perfecciona los hallazgos estéticos y estilísticos de sus anteriores películas y nos descubre un nuevo clásico de la literatura infantil más tenebrosa.

2) El Visitante: Una película conmovedora con una puesta en escena prácticamente perfecta, en la que se realza las pocas virtudes del ser humano, haciendo también una dura crítica al tema de la Inmigración en los Estados Unidos. Memorable la actuación de Richard Jenkins, igual que el respeto que se tienen los personajes principales.



1) Malditos bastardos: Tarantino ha vuelto y lo ha hecho por la puerta grande, encaramándose a lo más alto de la lista con una mezcla de peli de nazis, espaguetti western y vodevil, que empieza con una espectacular secuencia de cuarto de hora donde se nos presenta a un malo antológico y sigue con una historia plagada de altas dosis de violencia, una historia de amor imposible, personajes al límite, intriga, grandes escenas, ingeniosos diálogos y una dosis de humor mayor de la que nos tenía acostumbrados.

Y ahora lo más DECEPCIONANTE, la lista negra con las 10 películas que no hay que ver. Me temo que no ha sido un año muy fructífero para la ciencia ficción:

10) X-men Orígenes Lobezno: La película no tiene guión, o por lo menos no uno de más de tres páginas, y dudo mucho de que su intención fuera de que lo tuviera. Además todo el rollo que nos sueltan para que la trama que nos están vendiendo termine enlazando con el principio de la saga inicial es, como poco, bochornosa y absurda y un sonoro insulto para los seguidores de los cómics. ¡Que vuelva Bryan Singer ya!

9) ¿Hacemos una porno?: Se suponía que Persiguiendo a Amy (1997) iba a ser el punto y final a la trilogía de Nueva Jersey, pero Kevin Smith no ha sabido avanzar y ha seguido reciclando una y otra vez las mismas ideas. Así que en Zack and Miri Make a Porno volvemos a encontrarnos con las consabidas alusiones al universo de Star Wars, los dependientes, el hockey, el sexo, la pornografía, las apuestas sobre chuparse uno mismo el pene y la evidente limitación de miras del realizador. Y todo esto, para colmo de males, en un tono de lo más inadecuado. Qué rabia da ver al autor de la fresca Clerks realizando una entupidísima comedia americana.

8) Séraphine: La gran triunfadora de los premios César del año pasado es una película larga y fallida que nos cuenta, sin la suficiente emoción, la parte más importante de la vida de Séraphine de Senlis, una mujer extraña y solitaria, gran amante de la naturaleza, con un talento innato para la pintura. Destaca el enfoque que hace la actriz Yolande Moreau a la hora de plasmar los desvaríos de su personaje, que a veces la ayudan para crear sus pinturas.

7) Terminator Salvation: La idea de dar un vuelco radical a la saga y entrar de lleno en ese futuro del que tanto nos habían hablado, podía parecer un acierto a priori. Lamentablemente eso fue antes de que ficharan a McG como director y se olvidaran de meter una historia mínimamente sólida entre una escena de acción y las siguientes.




6) Avatar: El guión de Avatar es de manual y contiene el tanto por ciento justo de acción, romance y aventura, pero como las matemáticas y el arte nunca se han llevado demasiado bien, la película resulta desalmada y vacía. Por mucho maquillaje que lleve, Cameron quiere colarnos a la puta sifilítica más vieja del burdel.




5) Paranoid Park: Gus van Sant es un director de cine independiente que le gusta recrearse en imágenes lentas y con una buena fotografía, pero en esta película se pasa de la raya. Con una suma facilidad para distraerse en planos eternos que no llevan a ningún lado, el director nos regala una historia hecha simplemente para los que aman los skates y los que disfrutan de sus paranoias, siendo una lástima que la parte de la trama en la que se cuenta algo interesante sea lo que menos dure.

4) Señales del futuro: Parece confirmarse que el bueno de Alex Proyas sigue en caída libre y lo hace junto a Nicolas Cage y a una película que no parece saber hacia dónde va en ningún momento. La primera mitad de la cinta no representa ningún alarde de originalidad pero por lo menos logra interesar. Por el contrario, la segunda mitad de la peli, y especialmente su recta final, termina por cargarse cualquier atisbo de interés precipitándose hacia un sonoro batacazo final.

3) Watchmen: Cintas como ésta o Avatar son un claro ejemplo del mal endémico que asola el cine actual, donde resulta obsceno el peso que se otorga a lo visual en detrimento del resto de los elementos del filme. Aparte de evidenciar lo absurdo que resulta hacer una adaptación viñeta a viñeta, la película es un dibujo animado atroz y violento en que los excesos visuales interfieren en explicar bien la historia, lo único que ha logrado Zack Snyder es caer en la caricatura más ridícula y convertir el buen vino en calimocho.

2) Anticristo: De todos es sabido que a Lars Von Trier le gusta mirarse el ombligo y que su ego es bastante grande, algo que se confirma viendo esta película, además de cerciorarnos por completo de que le gusta provocar de lo lindo. Su manera de hacer un tipo de cine totalmente diferente e original ha sido a veces bastante acertada, como en el caso de Bailar en la oscuridad (2000) o Dogville (2003), pero con esta película uno no sabe si reírse o llorar. Los únicos actores de la historia, Willem Dafoe y Charlotte Gainsbourg, dan rienda suelta al universo propio del señor Lars. No apta para depresivos.

1) Dragonball Evolution: La primera vez que escuché hablar del proyecto me interesé por él; cuando añadieron “evolution” al título, la cosa ya no pintaba bien; cuando llegaron las primera imágenes me empecé a temer lo peor, cuando aparecieron los primeros trailers, se confirmaron mis temores; y cuando vi la película, de lo único que tenía ganas era de salir de casa y reunir por mi propia cuenta las siete bolas mágicas y pedirle al dragón que destruya la película y nos la borrara de nuestras memorias.

Como pueden ver nos hemos quedado descansados y por eso nos hemos ganado unas merecidas vacaciones. Volveremos pasadas las fiestas de navidad, mientras tanto pueden ustedes aprovechar para opinar sobre la lista, dejar sus preferencias, cabrearse con la inclusión o falta de tal o cual película y acordarse de nuestros ancestros.

Aprovechen estos días para comer y beber todo lo que puedan y, como siempre, nos leemos.

¡Un saludo!

Avatar (2009)



Pocahontas según James Cameron.

La parte más confusa de la película es el principio, cuando mediante la voz en off del protagonista (Sam Worthington), un marine confinado a una silla de ruedas, nos ponemos en situación y asistimos a su llegada al exótico mundo de Pandora, un lejano planeta donde los terrestres tienen intereses energéticos y económicos. Durante el primer acto presenciamos extraños experimentos genéticos, experiencias extracorpóreas al estilo Matrix, colonialismo espacial, robots gigantes, alienígenas azules de tres o cuatro metros de altura y diversas salidas de tono que pretenden otorgar carisma a los personajes, gran parte de ellas a mayor gloria del Coronel Quaritch (Stephen Lang) y de la doctora Grace (Sigourney Weaver), la directora del proyecto que da título al filme. La ofuscación también se acentúa porque la película hace gala de un exagerado uso de las tres dimensiones y el espectador siente inevitablemente una primera impresión de mareo y desorientación, así que al principio uno puede llegar a pensar que el filme es demasiado freak para gustar en las salas de cine, pero esta sensación se acaba cuando Pocahontas asoma la cabeza.




Después de una introducción extraña, complicada y excesiva, la película se asienta en una trama simplona, convencional y reconocible para cualquiera que sepa en qué mundo vive, ya que los referentes son muchos y variados. Desde tardíos westerns como Un hombre llamado caballo (1970) o Bailando con lobos (1990), pasando por películas ecológicas como Gorilas en la niebla (1988) y Los últimos días del Edén (1992), la ciencia ficción épica de Dune (1984), el romance inter-extraterrestre de la novela Una princesa de Marte (1912), o un sin fin de detalles que la emparientan con edulcorados dibujos animados como FernGully (1991) o la ya mencionada Pocahontas (1995).



En Días de cine, el programa de La 2, se aventuraron a afirmar que la película tendría la misma repercusión que Star Wars (1977) en su momento, y nada más lejos de la realidad. El único símil factible que se me ocurre con la saga apadrinada por George Lucas es que parece como si se hubieran gastado todo el dinero de aquella franquicia en rodar los dos capítulos de La batalla en el planeta de los Ewoks (1985), aquellas películas estrenadas directamente a video y que más de un aficionado ha olvidado convenientemente (me disculpo por reabrir tan dolorosa herida). Sí, es cierto que Star Wars también es un colage multireferencial, y lo mismo sucede con Matrix (1999), pero en aquellos filmes el viejo material aparece con una energía innovadora, mientras que aquí, tras la cortina de pirotecnia visual, se vislumbran los engranajes de una historia más vieja que el andar a pie. Ahora centrémonos un poco en los efectos especiales y en el popular uso de la simulación 3D que hace la película, ¿son tan innovadores como nos los están vendiendo?



Que el apartado visual es el plato fuerte del filme es una cosa indiscutible, porque Avatar por encima de todo es ESPECTACULAR. Paisajes virtuales, personajes generados por ordenador y actores reales, logran unificarse en perfecto equilibrio, donde nada en ningún momento desentona lo más mínimo. En este sentido la película es todo un hito. También hay que añadir un diseño artístico y conceptual elaborado y grandilocuente, repleto de paisajes y criaturas imposibles pero sorprendentemente reales. Alabar el gran trabajo que han hecho James Cameron y su troupe, por el que sin duda ganarán varios Oscar técnicos, es de justicia, aunque no todo sea de mi gusto, porque la paleta de colores se decanta demasiado hacia los tonos pastel y la estética tribal no me parece la elección más acertada.



Por primera vez se ha hecho un filme pensado íntegramente en 3D, y esto se traduce en que no solo hay objetos que aparentan tener volumen, sino que muchas de las escenas parecen tener profundidad y expandirse más allá de la pantalla, siendo recreadas totalmente en 3D. El efecto es indudablemente impactante, pero continúa siendo eso, solo un efecto. Cameron ha llevado al límite la tecnología actual y aunque puede que con ello gane mucha pasta en patentes, no ha inventado nada que repercuta directamente en el espectador ni en la forma actual de ver el cine. Lo revolucionario hubiera sido, por ejemplo, mantener la ilusión óptica eliminando las molestas gafas 3D, porque tras casi tres horas de película más de un espectador acabó con los ojos rojos y la vista cansada.



A pesar del extenso metraje y del plano guión, lo cierto es que el filme no aburre, y esto se debe al buen hacer de James Cameron. El director es un narrador excepcional que logra que en ningún momento decaiga el trepidante ritmo de esta aparatosa producción, que aunque pueda ser calificada como pura ciencia ficción, está más cercana a Titanic (1997) que a Aliens, el regreso (1986). En Avatar abundan los momentos espectaculares y el que se lleva la palma es la épica batalla final, una emocionante secuencia coreografiada  de manera brillante, aunque con diversos errores de lógica. Resulta inquietante cuando el villano, vistiendo un gigantesco traje robot al más puro estilo Teniente Ripley, desenfunda un enorme machete de su cinturón de robot. Que alguien me lo explique.



La frase: “Señoras y señores, ya no están en Kansas. Están en Pandora.”

Leer critica Avatar en Muchocine.net

Garbo, el espía (2009)


El espía que surgió para salvar el mundo

Los grandes héroes de la Segunda Guerra Mundial fueron los que decidieron poner su grano de arena para ayudar a salvar miles de vidas inocentes, como fueron entre otros el caso del español Ángel Sanz-Briz, el alemán Oskar Schindler, el sueco Raoul Gustav Wallenberg o el sacerdote irlandés Hugh O'Flaherty. Por eso, cuando se nos presenta la oportunidad de conocer a otros personajes casi desconocidos que con su actuación cambiaron el rumbo de la Historia, es preciso destacar la circunstancia que ha hecho posible tal suceso. El documental Garbo, el espía (2009) del productor Edmon Roch (El perfume, Siete años en el Tibet), ahora en su debut como director, nos presenta a Juan Pujol García, un personaje clave que se convirtió en espía para contribuir a acabar con la Alemania Nazi. La figura casi anónima de Pujol es reconstruida en la película como si se tratara de un thriller, utilizando entrevistas, material de archivo, noticiarios, películas de ficción y de propaganda, animaciones, elementos y reconstrucciones propias, todo enlazado de forma original y sin utilizar la voz en off, dando como resultado un documental muy interesante que logra que el espectador quiera saber más sobre este misterioso personaje.

Juan Pujol García nació en Barcelona en 1912 y después de desertar en la Guerra Civil, alrededor de 1940, por su profundo odio al Régimen Nazi y con la ayuda de su mujer Araceli González, decidió presentarse en la embajada británica de Madrid para ofrecer sus servicios como espía. Al ser rechazado, probó suerte con el Tercer Reich con la intención de servir como espía doble para los aliados. Los nazis le dieron un cursillo de espionaje durante una semana y después de un intervalo de tiempo, el servicio de inteligencia británico para la seguridad interna del país, el MI5, optó por tenerle en su bando después de haber vigilado sus pasos sin que él lo supiera. A partir de entonces, con una increíble capacidad de inventiva, Pujol se convirtió en uno de los mejores actores de la historia, por lo que los británicos lo bautizaron como Garbo, en clara referencia al papel de la actriz como Mata Hari. Su gran imaginación le ayudó a inventarse a unos veinte subagentes esparcidos por diferentes ciudades, logrando su credibilidad con su buen hacer. Pero siempre será recordado por su actuación en la Operación Overlord con el desembarco de Normandía, el día D. El punto fuerte de su historia es el engaño a Adolf Hitler y a todos sus colaboradores de que la invasión aliada iba a producirse por el Estrecho de Calais y que el desembarco era sólo una estrategia para distraer a las tropas alemanas. Hitler le creyó y siempre pensó que la invasión no iba en serio, pero cuando el Führer se dio cuenta de que la invasión sí era cierta ya fue demasiado tarde. Los alemanes quisieron respuestas concretas de Garbo sobre el motivo de que los aliados no hubieran atacado por Calais y él les respondió que la Batalla de Normandía había tenido tanto éxito que no les había hecho falta otro ataque y misteriosamente le volvieron a creer. Curiosamente, Garbo recibió una condecoración de cada bando: la Cruz de Hierro alemana y la Orden del Imperio Británico.

Edmon Roch ha escrito el guión de la película junto con María Hervera y el director Isaki Lacuesta (recientemente ha estrenado Los condenados), convenciendo en la búsqueda de información que le ha llevado unos cinco años, utilizando muy bien como método de narración las entrevistas que vemos en la película, como el escritor inglés de novelas de espías, Nigel West, que en 1984 decidió buscar a Pujol al no creerse que se le diera por muerto en Angola en 1949, encontrándolo en Venezuela, siendo la parte más emotiva de la historia; a un experto en Garbo como Mark Seaman, Oficial de Inteligencia del MI5; al periodista Xavier Vinader, o hasta una espía como Aline Griffith, conocida en España como la condesa viuda de Romanones. La música que acompaña muy bien a las imágenes es obra de Fernando Velázquez, compositor de la banda sonora de El Orfanato, con la que obtuvo una nominación a los Goya. Y hay que destacar el buen uso del director de imágenes de películas con la intención de situar y entretener al espectador, aunque en la primera parte del film sea un recurso demasiado repetido. Películas como Operación Cicerón (1952), de Joseph L. Mankiewicz, Patton (1970), de Franklin J. Schaffner o Nuestro hombre en La Habana (1959), de Carol Reed, esta última basada en la novela homónima de Graham Greene, de quien se dice que se basó en la figura de Garbo para su historia.

"Un documental bien realizado, con una gran labor de investigación, que provoca en el espectador un sentimiento de misterio y a la vez de emoción ante la historia del personaje de Garbo, el espía que salvó el mundo"



Leer critica Garbo, el espía en Muchocine.net

Las malas lenguas (VI)



«¿Alguien sabe donde se hará el festival de Cannes de este año?»

Christina Aguilera dixit.

glee. 1ª Temporada

Cantad, cantad, malditos.

¿Una serie sobre unos adolescentes americanos, miembros del coro del instituto, que se dedican a cantar por los pasillos del centro a la vez que practican imposibles coreografías? Por el amor de Dios, ¡que venga alguien y me arranque el corazón con sus propias manos para evitarme tan magno sufrimiento! Algo tal que así debía ser lo primero que me pasó por la cabeza al oir hablar, de esta serie, por considerarla, en un primer momento, un intento a la desesperada de seguir exprimiendo la fórmula que tan buenos dividendos dio con High School Musical. Evidentemente, como suele ser costumbre en mi persona, una vez más, estaba equivocado porque esto es otra cosa. Esto es glee.

Y a pesar de todo, los paralelismos con High School Musical son tantos que resulta imposible pasarlos por alto. En glee también tenemos a una protagonista a la que le gusta más cantar que a un tonto un lápiz, al capitán del equipo de fútbol americano (en esta ocasión no es baloncesto) quien descubrirá que hacer gorgoritos con los miembros del coro le empezará a gustar más de lo que en un principio se hubiera imaginado, lo que, evidentemente, le comportará ciertos problemas con sus compañeros de deporte quienes no acabarán de entender su nueva vocación e intentarán sabotearla con la finalidad de que deje de hacer el moñas y vuelva al redil (en un diálogo sueltan frases como: “no veo a ninguno de mis chicos queriendo unirse al club glee, el mes pasado pillaron a un compañero de equipo y le afeitaron las cejas sólo porque ve Anatomía de Grey”). Si, el punto de partida de glee es el mismo que el del telefilm High School Musical, pero la diferencia radica, precisamente, en que glee, contra todo pronóstico, parece estar hecho por alguien con dos dedos de frente.

La serie arranca cuando el profesor de español del instituto se hace cargo de las riendas del club de canto al cual perteneció en su época de estudiante. A pesar del entusiasmo inicial, el tutor rápidamente se dará cuenta de que los tiempos han cambiado y que en lo que antaño era un club lleno de gente molona actualmente no pasa de ser un reducto de parias sociales. La cosa cambiará debido, en parte, a dos motivos esenciales: el ingreso del capitán del equipo de fútbol americano, el tipo más popular del instituto y pareja de la animadora jefe (que a su vez es la presidenta del club de castidad de la escuela) y el ingreso de tres de las animadoras, con la oscura misión de sabotear el club desde dentro obedeciendo órdenes de la entrenadora de animadoras, a quien le han quitado parte de la subvención anual en beneficio del club glee.
Precisamente el personaje de Sue, la malhumorada entrenadora de las animadoras, y probablemente el mejor de toda la serie, nos sirve para entender como funciona la creación de personajes, pues no deja de ser un personaje clásico y estereotipado hasta la médula, pero que, en este caso, han optado por exagerar hasta el extremo, lo que acabará provocando las situaciones más cómicas (especialmente potenciadas con su guerra particular contra el club glee en general y su tutor en particular). A partir de aquí se va completando el elenco: el capitán del equipo de fútbol de bueno es tonto, la estrella del club es una niña creída que se sabe una estrella en potencia (su concepción de la vida es: “hoy en día ser desconocido es peor que ser pobre”), la psicóloga de la escuela (perdidamente enamorada del profesor de español) tiene un evidente desorden obsesivo con la higiene, el entrenador de fútbol americano es lo más parecido que se pueden encontrar a un saco de patatas y, evidentemente, la jefa de las animadoras es terriblemente malvada y calculadora. Suma y sigue. Es cierto, nada nuevo bajo el sol, pero las caricaturas en las que se acaban convirtiendo funcionan, y mucho.

La serie es una absoluta memez, un culebrón para adolescentes que no pierde la oportunidad de buscar situaciones en las que sus protagonistas deban ponerse a cantar. Pero, lo cierto, es que, además, resulta terriblemente entretenida, colorista, con diálogos ágiles (excesivamente en algunos casos, lo que provoca que vayas de culo leyendo los subtítulos) cargados de mala baba (a pesar de que pueda resultar algo blanda a simple vista), con unos personajes protagonistas que a pesar de no salirse de los clichés típicos de este tipo de productos resultan entrañables y provocan una sensación de amor/odio con el espectador, a la vez que se encargan de inyectar un chute de buenrollismo generalizado.

Pocos hubieran apostado de entrada por esta serie, lo que le ha valido para convertirse en una de las sorpresas del año (rápidamente renovada para una segunda temporada) y le ha servido para hacer saltar la banca y convertirse en una de las favoritas de cara a la próxima entrega de los globos de oro al conseguir las nominaciones de mejor comedia, actor (el profesor de español), actriz (la estudiante que aspira al estrellato) y actriz secundaria (la entrenadora de las animadoras) y hacerse, ya de paso, con el título de serie más nominada del año. En España, recientemente, Antena 3 se ha echo con los derechos de su emisión al llegar con un acuerdo con la Fox, así que se tendrá que estar atentos a ver de que forma se encargan de maltratarla. Se admiten apuestas.

Resumiendo: Un culebrón donde los adolescentes se ponen a cantar a la mínima insinuación de nota musical, tan divertida y entretenida como vacía de intenciones (y que conste que esto último no lo digo como algo malo).

El gabinete del Dr. Caligari (1920)

La noche es para los sonámbulos

Dentro de las vanguardias históricas, el Expresionismo se desarrolló plenamente en Alemania en la primera década del siglo XX, plasmándose en varios campos, surgiendo primero en la pintura en contraposición con el Impresionismo, basándose en un arte más subjetivo ("expresión"), sin contar tanto con la realidad ("impresión"). Su nacimiento en el cine se produjo en 1920 con El gabinete del doctor Caligari, una película muda del director alemán Robert Wiene, que contó con unos sugerentes e inolvidables decorados realizados por el director de arte Hermann Warm y los pintores Walter Reimann y Walter Röhrig, que volvieron a trabajar juntos en Las tres luces (1921), de Fritz Lang. Este mismo gran director iba a ser el responsable de llevar a la pantalla el guión de esta película pero aún no había finalizado el rodaje de la segunda parte de su película de aventuras Las arañas (1919-1920). Aún así opinó sobre el proyecto y sugirió incluir un prólogo y un epílogo a la historia como justificación del relato narrado por el protagonista, como si fuera explicado por un demente. Este personaje principal llamado Francis cuenta a otra persona que tiempo atrás llegó a Holstenwall (en realidad es el nombre de un hotel de Hamburgo) un doctor llamado Caligari para mostrar su espectáculo en la feria que se celebraba en la ciudad durante unos días. El misterio del doctor radicaba en la presencia de un sonámbulo llamado Cesare, al que tenía metido en una especie de ataúd y al que despertaba para que adivinara el pasado y el futuro de cualquier individuo. Sorprendentemente, a raíz de su llegada, en la ciudad empezaron a producirse sospechosos asesinatos.

El guión fue escrito al finalizar la Primera Guerra Mundial por el poeta checo Hans Janowitz y el guionista austriaco Carl Mayer, introduciendo algún detalle autobiográfico, ya que ambos perdieron a alguien querido en la guerra y Mayer presenció un asesinato en un parque detrás del Holstenwall, nombre dado a la ciudad ficticia de la película. El gran poder visual de la historia radica en los magistrales decorados y en la marcada caracterización del doctor y sobre todo de Cesare, el sonámbulo, conectando de forma acertada con la atmósfera tenebrosa de la historia. Los primeros planos de este oscuro personaje son los más acertados, como su forma de moverse en las calles estrechas de la ciudad. Los edificios abigarrados o las formas geométricas tan distorsionadas de los interiores de las casas influyen también de forma considerable en los sentimientos de todos los personajes, haciendo un papel fundamental para la historia. Habría que decir también que la trama pierde interés en algún punto pero no quita ningún mérito a la originalidad de la puesta en escena y al resultado en general.

Esta película se ha convertido en un clásico del terror y fue la pieza clave para el comienzo del cine expresionista alemán, influyendo en títulos como El Golem (1921), de Paul Wegener; Nosferatu (1922), de F.W. Murnau; El hombre de las figuras de cera (1924), de Paul Leni o Metrópolis (1926), de Fritz Lang.

"Una película que confirma el apogeo del cine alemán introduciendo el expresionismo con una dirección artística envidiable"



Leer critica El gabinete del doctor Caligari en Muchocine.net

Los coches que devoraron París (1974)



Carmaggedon.

El filme abre con un prólogo que juega con los convencionalismos de los spots televisivos. En él presenciamos como una joven pareja, acompañada por un perrito, conduce un descapotable blanco a través de una idílica carretera campestre. Hay un prado de color verde intenso y un rebaño de ovejas y un campesino que agita la mano a modo de saludo. Es un momento de gran felicidad y la marca del auto, Datsun 1600, es visible en más de una ocasión. Más tarde la pareja enciende un cigarrillo y en un primer plano totalmente gratuito vemos el distintivo de la marca de tabaco, lo mismo sucede cuando comparten una Coca-cola y ambos la sostienen de manera que nos sea fácil identificar el refresco. Esta situación llega a su fin cuando hay un pinchazo y el conductor pierde el control del automóvil. El coche se estrella mientras el refresco y el paquete de tabaco quedan completamente aplastados y suponemos que los ocupantes han muerto.



Este principio, más que presentarnos una trama o unos personajes, sirve para poner sobre el tapete las intenciones de un filme que lanza una mirada desesperanzadora y cínica a la sociedad, al mismo tiempo que efectúa una parábola sobre el declive de nuestra civilización automovilística/industrial. La historia se sitúa en una Australia sumida en una gran crisis económica, contexto en el que conocemos a Arthur y George, un par de hermanos que deambulan en coche por carreteras secundarias mientras buscan empleo o lo que surja. Al tomar un desvío hacia un pueblo llamado París, George es deslumbrado por unas extrañas luces y el coche se estrella. George muere en el acto y Arthur es acogido por la peculiar comunidad de París, donde recibe alojamiento y empleo, pero esta fachada de supuesta amabilidad oculta un terrible secreto.



Explicar la película y verla son dos cosas distintas, porque en ningún momento se tiene la sensación de estar viendo un largometraje con científicos locos o gobernantes megalómanos, y sin embargo ahí están. Kevin Miles interpreta a un doctor con un enfermizo interés por las víctimas de accidentes mientras que John Meillon da vida al alcalde, un hipócrita capaz de hacer cualquier cosa por mantener el status quo de la torcida comunidad de París y cuyo personaje canaliza el podrido barómetro moral de la historia. Terry Camilleri, por otro lado, es Arthur, un vagabundo que camina entre la barbarie con la mirada baja y las maneras inofensivas de un cordero, debido a que se siente culpable por la muerte de su hermano, ya que en otro tiempo él también fue conductor, pero tras un atropello perdió el carnet y le cogió un miedo atroz a ponerse detrás del volante. También hay una trama paralela protagonizada por los jóvenes salvajes del pueblo, aficionados al tuning extremo, que resultará crucial para el desarrollo de la historia.



Con una puesta en escena sobria y austera, la película no muestra ningún apego por sus personajes, pero sí cierta fascinación por los automóviles, algo que la vincula a Crash (1996) y en general a toda la filmografía de Cronenberg, ya que juntas comparten el interés por la fusión de lo físico, lo mental y lo tecnológico. El filme se comporta básicamente como una fábula, satírica y oscura, pero nunca acaba de asumir completamente su condición de comedia de horror, ya que desafía constantemente los cánones, juega con el cine conspirativo y paranoide y en más de una ocasión evoca los violentos westerns de Sam Peckinpah y la ciencia ficción, esto último sobre todo por el diseño de algunos coches que sirven de antesala a Mad Max, salvajes de la autopista (1979).



Peter Weir forma parte de una generación de cineastas australianos atraídos por lo extraño, lo sobrenatural y lo sórdido, el denominado fantástico de las antípodas, y Los coches que devoraron París es la primera entrega de una trilogía que el director consagró a lo onírico, una saga que completan Picnic en Hanging Rock (1975) y La última ola (1977), dos filmes elusivos y llenos de misterio. La película, de manera violenta, abstracta y subversiva, elabora una alegoría a la que no le importa ensuciarse las manos cuando conviene ni ir más allá de los límites que se le suponen a un filme de estas características, algo que probablemente producirá rechazo entre gran parte del público. Sorprende lo gráfico de ciertas imágenes, pero también lo retorcido de una historia que se vuelve más brutal a medida que avanza y donde el humor, si lo hay, resulta cruel y seco.



La frase 1: “Los viejos peatones son siempre un problema.”

La frase 2: “La mayoría de los pacientes son víctimas de accidentes, están aquí porque los accidentes han sido tan fuertes que se les han revuelto los sesos y los tienen como si fueran huevos revueltos, ¿lo entiendes? También hay locos del todo, pero dudo que nunca llegues a verlos, no se puede hacer mucho por ellos. Después hay los medio locos y los locos un cuarto.”

Leer critica Los coches que devoraron parís en Muchocine.net

Adventureland (2009)

Aquel excitante curso del 87.

A veces uno ve películas de las que, no obstante, tampoco es que se espere gran cosa (a menudo por haber leído que estaba bien por algún lado). La película que hoy nos toca era uno de estos casos. Empecé a verla sin excesivas ganas y, de repente, cuando ya empezaba a afilar mis colmillos dispuesto para atacar directo a la yugular, tuve que acabar tragándome mi propia bilis ante la grata sorpresa que termina resultando ser Adventureland (quien nos lo iba a decir)... ¡Empezamos!

La peli está ambientada en el año 1987, donde nos encontramos a James Brennan, un joven acabado de graduarse en el instituto, al que la mala salud económica de su familia le frustrará su esperado viaje por Europa con sus amigotes. Total, que es verano (como toda buena película de adolescentes que se precie) y el muchacho no sólo se perderá el viaje (tanto en sentido real como en sentido figurado/iniciático) sino que, para colmo de sus desdichas, se verá obligado a emplear su verano trabajando en un parque de atracciones local que lleva por nombre Adventureland. Allí hará nuevos amigos entre los que se encontrará Em, una chica que logrará que se olvide del viejo continente y le hará ver que, quizás, trabajar en verano no sea tan mal negocio al fin y al cabo.

Una de las máxima virtudes que demuestra la película es lo acertado de sus personajes. Todos ellos resultan imperfectos (algunos incluso a gran escala) pero, no obstante, están construidos de manera que el espectador pueda quedarse prendado de ellos. Cojamos a nuestro protagonista como ejemplo: James es una mierda de tio asustadizo y pedante que va de sobrado y merece todo lo que le pasa por pringado y gilipollas. Estaremos de acuerdo en que su personalidad es de lo más abofeteable que se ha visto en lustros y, no obstante, sorpendentemente el espectador no puede evitar acabar situándose de su parte. Lo mismo nos irá sucediendo con el resto de los personajes, como Joel, su compañero de trabajo (quien fuma en pipa porque se supone que le imprime carácter), Connel, el de mantenimiento (quien, se rumorea, llegó a tocar una vez con Lou Reed), la sexy Lisa P. (que baila la canción de “Amadeus” como nadie), o la propia Em (tan impredecible que, a la larga, ya se la ve venir de lejos).

Sigamos con las sorpresas. El director de la peli es Greg Mottola, conocido por haber dirigido algún capítulo de la serie de culto Arrested Development y, especialmente, por haber dirigido una de las, a mi entender, películas más sobrevaloradas de los últimos tiempos, Supersalidos. En esta ocasión, el hombre ha optado por cambiar de todo menos de género, porque a pesar de seguir siendo una comedia adolescente, lo cierto es que ni el tono, ni el humor, ni los diálogos, ni los personajes tienen nada que ver con su anterior trabajo. Gracias a Dios. La explicación resulta obvia, en Adventureland, además de el director, el hombre también está acreditado como guionista, no como en la anterior. Ya si eso, terminaríamos el apartado sorpresas diciendo que la música de la peli corre a cargo del mítico grupo “Yo la tengo”, a los que se suman los lógicos clásicos de la época.

Entre los actores destacan tres nombres: Jesse Eisenberg, el prota de cara empanada que este mismo año también ha estrenado Zombieland (Adventureland, Zombieland... ¿que serà lo próximo? Hagan sus apuestas); Kristen Stewart, la Bella de la saga Crepúsculo que empezó en esto del cine siendo una niña al lado de Jodie Foster en La habitación del pánico (y que nada más aparecer en pantalla me puse a pensar “¿que hace una chica como tú en un sitio como éste?”) y, por último, Ryan Reynolds, uno de los actores de moda de Hollywood que este mismo año ha estrenado cosas como La proposición (con Sandra Bullock) y Lobezno, y que encarna a uno de los personajes más atrayentes de la película que, además, le queda que ni pintado (quien nos lo iba a decir, one more time).

En el año 1987 se estrenaron películas como Robocop, Arma letal, Jovenes ocultos, El imperio del sol, Aventuras en la gran ciudad, El chip prodigioso, Dirty Dancing, Depredador, Nuestros maravillosos aliados, Pesadilla en Elm Street 3 o Sufre mamón. Digo ésto porque realmente es importante situarnos bien, porque la ambientación de la película no resulta algo gratuito. Más bien todo lo contrario, ayuda a entender mejor la historia que nos están contando. Y lo que nos cuentan, ni más ni menos, es un verano de esos que te toca currar, donde duermes poco, donde conoces gente, donde de repente tienes dinero para gastar (por mucho que te digan que hay que ahorrar para la universidad), donde se toman decisiones y más del 90% suelen ser equivocadas pero te ríes una barbaridad, donde te creas tu independencia a base de depender de tus amigos, donde te comes hamburguesas a la salida del sol, donde te enamoras y alguien te suelta aquello de que la estás cagando y tu sabes que la estás cagando pero es verano y los días son más largos y en la playa tampoco es que se duerma tan mal después de todo. Pues eso, nostalgia, la película va sobre la nostalgia. Sobre una época de la vida por la que se tiene que pasar/sufrir/disfrutar porque una vez ha pasado sólo te queda el recuerdo que, película tan sólidas como ésta, te ayudan a reavivar.

Resumiendo: Comedia astutamente construida sobre unos sólidos personajes que te van ganando a la vez el espectador se va adentrando en la segunda mitad de los '80.



Leer critica Adventureland en Muchocine.net

Mientras tanto, en Twitter...

Free counter and web stats