Battlestar Galactica. Serie completa.

El culebrón de las galaxias.

Antes de empezar conviene avisar de que no voy a soltar ningún maldito spoiler, que la intención no es joderle la serie a nadie.

Bien, por allá el año 2003, la Universal sacó a la luz el remake de una serie de televisión emitida a finales de los años '70, sobre las aventuras (y desventuras, en su mayoría) de un grupo de humanos a bordo de una nave de combate conocida con el nombre de Galáctica, que estaban en lucha contra unos robots, tirando a malos, a los que llamaban los Cylons. Pero mejor no adelantemos acontecimientos. Recientemente, la serie finalizó después de su cuarta temporada, así que parece un buen momento para detenernos un rato a hablar (largo y tendido, que cuatro temporadas dan para mucho), de Battlestar Galactica... ¡Empezamos!



La serie nos cuenta que, por un lado, tenemos a los humanos, que viven divididos en doce colonias, cada una de ellas asignada a uno de los signos zodiacales, que habitan en doce planetas independientes entre sí, pero en paz y armonía entre ellos, bajo una única bandera. Luego, por otro lado, están los Cylons. Los Cylons fueron creados por los humanos y son robots humanoides (androides si lo prefieren) que, en un primer momento, fueron diseñados para servir a los humanos. Claro está, luego pasa lo que pasa, y los Cylons, después de adquirir conciencia propia, terminan rebelándose contra sus creadores (ley de vida, supongo). Como bien pueden observar, la serie, en su punto de partida, no es que sea de lo más original que uno se pueda tirar a la cara, recordando a los libros de Isaac Asimov (Yo Robot y/o los libros de La fundación) y si, encima, tenemos en cuenta que la serie original era del año 1978, acabada de estrenar La guerra de las galaxias justamente un año antes... bueno, saquen ustedes mismos sus propias conclusiones.

La serie arranca cuarenta años después del final de las primeras guerras entre humanos y Cylons, justo en el momento en que los Cylons deciden volver a la carga, con un ataque sorpresa, llevándose por delante, prácticamente, la totalidad de la raza humana, quedando apenas poco más de 40,000 supervivientes (lo que en vocabulario militar se conoce como una auténtica escabechina). Entre los supervivientes, se encuentran los tripulantes de Galáctica, una nave de combate vieja y cascada que intentará guiar a los escasos supervivientes hacia lo que la “mitología” llama la decimotercera colonia, también conocida con el nombre de: La tierra. Evidentemente no lo van a tener nada fácil, debido a que: a) no tienen ni zorra idea de donde se encuentra el planeta tierra, ni siquiera si existe en realidad o es fruto de una leyenda; y porque b) los Cylons no van a permitir que se vayan de rositas, empeñados en darles caza y acabar, de una vez por todas, con lo poco que queda de la raza humana. Para añadir un punto de complicación al asunto, los Cylons, en estos últimos cuarenta años no se han estado rascando los bajos, ¡que va!, los tios han evolucionado de tal modo que algunos de ellos tienen apariencia humana lo que provocará que, entre los supervivientes, nadie se pueda fiar de quien tiene al lado, no vaya a resultar que sea, como ellos los llaman, una tostadora con malas pulgas y te la líe parda.

Battlestar Galactica gira en torno a tres factores: Ciencia ficción, política y religión. El primero resulta tan evidente que incluso da reparo hablar de ello: naves espaciales, el espacio infinito, robots asesinos, grandes batallas espaciales, científicos, planetas por explorar... todo lo encontrarán aquí. El segundo es palpable desde su inicio y a lo largo de sus cuatro temporadas. La serie plantea que cuando la humanidad sea prácticamente aniquilada en su totalidad, una de las prioridades de los supervivientes será nombrar un nuevo presidente del gobierno. ¿Porque? Fácil, porque a los humanos asustados nos encanta seguir a un líder y no soportaríamos el vacío de poder durante mucho tiempo. El problema es que en la serie hay dos poderes claros: el democrático y el militar, y ya les adelanto que no siempre se llevarán bien. Además, durante la serie asistiremos a algún que otro golpe de estado e, incluso, unas elecciones. El último, la religión, es la salsa que acaba de atarlo todo. Los humanos creen en la existencia de varios dioses mientras que los Cylon son monoteístas y solo creen en la existencia de un único Dios (ni en eso se ponen de acuerdo). De echo, la religión será un tema recurrente a lo largo de toda la serie, ganando fuerza a medida que avance la trama.

A continuación conozcamos a algunos de los personajes principales y/o habituales de la serie: El comandante Adama es la máxima autoridad a bordo de Galactica, un militar veterano que se encontraba a un paso de la jubilación en el momento en el que estalla la guerra; su mano derecha a bordo de la nave es El Coronel Tigh, un cascarrabias con malas pulgas y peores modales a quien le gusta en exceso empinar el codo; La presidenta Laura Roslin, que llega a la presidencia debido a su cargo como secretaria de educación y a quien le diagnostican un cáncer terminal justo antes del ataque Cylon; El capitan Lee Adama “Apollo”, experto piloto, obediente y disciplinado, e hijo del comandante; La jefe de pilotos Kara Thrace “Starbuck”, el piloto más brillante aunque experta en beber, fumar puros y meterse en broncas; La piloto Shannon Valerii “Boomer”, una hábil piloto que mantiene un romance en secreto con El jefe Tyrol, mecánico encargado de poner las naves a punto, Número seis, el único Cylon conocido al inicio de la serie, una exuberante rubia que utiliza su físico para engañar a los humanos; y por último, pero no menos importante (ni mucho menos), Gaius Baltar, científico de reconocimiento mundial, cobarde, mujeriego, ególatra y, sin lugar a dudas, mi personaje favorito (y, precisamente, a mi modo de ver, el personaje principal de la serie porque atravesará por los tres factores que anteriormente les comentaba y que terminan siendo la esencia de la serie). Lo que si que es cierto es que, ahora que repasaba los nombres, todos ellos comparten entre sí, la condición de no ser rematadamente buenos ni malos, ninguno de ellos es blanco o negro, digamos que se van moviendo en diferentes tonos de “gris”.

Hagamos ahora un breve repaso a las cuatro temporadas, para acabar de ordenar un poco la parrafada anterior (o acabar de liarlo todavía más, como ustedes lo vean):

Miniserie y Primera temporada (13 episodios): La cosa empieza con una miniserie de dos episodios de hora y media cada uno donde asistimos al ataque Cylon. Resulta interesante y te coloca rápidamente en situación a la vez que van presentando a los personajes que nos acompañarán en el viaje. A la miniserie le sigue una primera temporada que si tuviera que describir con una palabra sería “decepcionante”. Porque después del potente arranque de la saga la cosa se queda bastante a medio gas,sin ofrecer lo esperado tras su introducción y con unos exteriores (en Caprica) tirando a pobres y con algún episodio que mejor olvidar. No obstante, resulta amena y sienta las bases de lo que vendrá después.

Segunda temporada (20 episodios): Vuelve a empezar renqueante pero rápidamente se saca de encima los malos vicios de la pasada temporada y le coge el pulso correcto a la trama, empezando a dar muestras de lo que terminará siendo la serie. Las sorpresas empiezan a sucederse y después de un gran episodio justo a mitad de temporada la cosa empieza a ir claramente hacia arriba llegando a un clímax final espectacular y a un último episodio de temporada, de más de una hora de duración, que, sencillamente, me dejó clavado a la butaca con ganas de empezar cuanto antes con la tercera temporada para ver como continuaba la historia. Sin duda alguna es la temporada que me gana definitivamente, donde las piezas empiezan a encajar y se le empieza a coger cariño a los personajes.

Tercera temporada (20 episodios): Empieza muy arriba porque viene de muy arriba, siguiendo la tónica en la que nos quedamos tras la temporada anterior. Esta temporada depara nuevas sorpresas y la serie gana en intensidad, a la vez que se va volviendo mucho más oscura y ganando en producción. Los personajes se verán obligados a tomar decisiones duras, trágicas en ocasiones, que cambiarán el rumbo de los acontecimientos de forma insospechada. Además, es la temporada en la que se nos permite conocer mejor a los Cylon, sus puntos fuertes y sus debidilades. El nivel sigue siendo muy alto.

Película Razor y Cuarta temporada (20 episodios): Entre la tercera y la cuarta temporada sacaron a la luz la película Razor. Al principio pensaba que sería un episodio independiente de los demás alargado en exceso. Me equivoqué. No es necesario su visionado para poder seguir la serie, pero es muy recomendable para entender algunas de las decisiones de los personajes principales. La cuarta temporada, por su parte, es la de la conclusión de la serie. La serie se vuelve más oscura si cabe y se adentra más en la espiritualidad de los personajes, ganando peso su sentido religioso. El listón sigue estando alto y las sorpresas están a la orden del día. Es el final del viaje y de la serie. El último episodio, de más de hora y media de duración ha traído mucha polémica con opiniones enfrentadas. Personalmente me dejó un regusto agridulce, no me parece lo brillante que debería haber sido, con algunas resoluciones excesivamente cogidas con pinzas, pero entraba dentro de lo relativamente esperable. Preferiría que juzgaran por ustedes mismos.

En definitiva, Battlestar Galactica, es una serie de ciencia ficció, cuyo mayor logro radica en la elección de sus personajes y la relación que mantienen entre ellos, muy centrada en sus creencias y en la religión en general, que va ganando en intensidad y empaque visual (supongo que el éxito de la serie ha provocado que se vaya invirtiendo más dinero) a medida que la trama avanza y se oscurece, empeñada en regalarnos sonoras sorpresas a cada mitad y final de temporada. Battlestar Galactica es una serie con grandes defectos y enormes virtudes, son ustedes quienes deciden cual de las dos opciones les compensa más, pero, en el caso de que se opte por entrar en su juego, puede llegar a crear adicción, habituándonos a las vidas de los personajes que, a lo largo de más de cuatro años, vemos evolucionar, sufrir, luchar, amar y, en definitiva, sobrevivir, en nuestras pantallas. Y, al final, Battlestar Galactica se ha terminado, después de cuatro temporadas, porque las series deben y tienen que terminar, porque si tienes una buena historia que contar, no vale la pena alargarla en exceso y repetir fórmulas que no llevan a ningún sitio por el simple hecho de seguir ofreciendo nuevos episodios (como ya ocurrió en la primera versión de Galactica, cancelada a mitad de una segunda temporada del todo innecesaria).

Pero, ¿hay vida después de Galactica? Pues, por extraño que pueda resultar, una vez finiquitada la serie, lo cierto es que si. Porque todavía nos queda pendiente de estreno la película “The Plan”, que aborda la misma historia aunque desde el punto de vista Cylon y que estará dirigida por el propio Edward James Olmos (el comandante Adama), que anteriormente ya había dirigido algún que otro episodio de la serie regular. Después de esta última película parece ser que si se podrá dar por finalizada Battlestar Galactica, pero, ¡oh sorpresa!, ya está a punto un spin-off titulado Caprica, en la que la historia transcurre en la colonia más importantes de las doce existentes (Caprica, de Capricornio, se entiende), 50 años antes de los acontecimientos de la serie Battlestar. Vamos, lo que viene siendo una precuela de las de toda la vida. Ya ha aparecido en dvd su episodio piloto y el estreno de la serie está previsto para el año que viene. Veremos que nos depara. Estaremos atentos.

El jefe Dreyfus.

-¡salto!-



El sol del membrillo (1992)


Un retrato del pintor Antonio López

La trayectoria del director español Víctor Erice representa un caso muy especial dentro de la cinematografía nacional e internacional. Con sólo cuatro cortos, tres largometrajes, dos historias, una para Los desafíos (1969) y otra para Ten minutes older: The Trumpet (2002), y un mediometraje, La morte rouge (2006), es considerado como uno de los grandes creadores dentro de lo que se llama "cine de autor". Desde que acaparara todas las miradas con el estreno de El espíritu de la colmena (1973), ganando la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián (la primera vez que la conseguía una producción española), y diez años más tarde consiguiera con El sur la nominación en el Festival de Cannes, culminó, en 1992, su hasta ahora corta carrera en largometrajes con El sol del membrillo, galardonado con el Hugo de Oro del Festival de Chicago (premio que consiguieron también los dos anteriores trabajos) y el Premio Especial del Jurado en Cannes, uniendo el documental con la ficción para adentrar al espectador en el laborioso proceso de trabajo del pintor hiperrealista Antonio López García, basándose en una idea original del mismo pintor y del propio Erice.


Desde el otoño de 1990 hasta la primavera del año siguiente, debido al deseo del pintor de retratar un membrillero que plantó tiempo atrás en una casa que le servía de estudio, el espectador será un privilegiado observador viendo la técnica tan precisa del gran pintor manchego. El desarrollo del retrato de ese árbol será el tema central de la historia, con la paciencia de su autor para plasmar la exactitud de la simetría en su lienzo, utilizando unos hilos, unos clavos en la tierra para colocar sus pies y unas marcas de pintura en las hojas y los frutos. Pero los problemas empezarán cuando el tiempo vaya empeorando y el sol sólo ilumine durante unas horas, algo que complicará mucho el trabajo tan meditado del pintor. De ahí que a causa de varios días de lluvia opte por dejar inacabada la obra pictórica pasando al dibujo, hasta que finalmente los frutos se caigan ya maduros.


Esta manera de representar la realidad de Antonio López con una paciencia casi interminable es similar a la manera de expresarse en el cine de Víctor Erice, ya que este utiliza el tiempo que haga falta para conseguir una buena fotografía y un sonido natural de las cosas, dando una magia especial a lo que quiere mostrar. Gracias a su cámara, en esta película somos partícipes de los preparativos de los lienzos y del enfoque crucial que decide dar el pintor al membrillero entre los varios puntos de vista que tiene a los que acogerse. Con los primeros planos del cuadro, del mismo rostro de Antonio y del árbol protagonista, uno parece encontrarse en aquel lugar, a veces sin una música que acompañe a la escena salvo las leves canciones que el pintor tararea. Pero aparte de Antonio López, también vemos a otros personajes que desfilan por aquel lugar, como a su mujer María Moreno, también pintora; a Enrique Gran, amigo y compañero de Antonio en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, que dará su opinión de la obra y habla con él de cosas del pasado; las dos hijas de Antonio, una curiosa pareja asiática, algunos amigos y hasta los tres paletas polacos que están haciendo obras en la casa. Y como un complemento más, Erice filma bellas imágenes de la ciudad de Madrid.


Y aunque todo tenga su razón de ser, la mirada poética de Erice no es agrado de todos. Su estilo pausado es alabado por unos cuantos y aborrecido por otros, con un frecuente recurso de aislar a sus personajes resaltando casi siempre el silencio. En el caso de El sol del membrillo, considerada como una película inclasificable más cercana al documental experimental, se alarga demasiado su duración jugando al final a dar un punto de ficción a la historia. Y lo más logrado es el interés que tiene el espectador en cuanto el pintor se encuentra solo, ya que la película pierde ritmo cuando se alargan las escenas con algunos personajes, como la pareja de asiáticos que no para de preguntar cosas al pintor, o alguna escena con su amigo Enrique que no tiene tanto interés como parece aparentar. Aún así, un servidor se siente muy atraído por esta manera tan contemplativa de representar la realidad que nos rodea.


"Un buen documental sobre la manera de trabajar del pintor Antonio López, logrando hipnotizar en los momentos en que el artista se encuentra solo en su tarea de representar un membrillero pero alargándose demasiado hacia el final"


elprimerhombre




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Valeria y su semana de las maravillas (Valerie a týden divů, 1970)


Infusión de valeriana.

Es imposible no sentirse fascinado por el laberinto semántico que representa Valeria y su semana de las maravillas, un filme por el que sobrevuelan ecos de Alicia en el país de las maravillas y que está basado en un relato del escritor surrealista Vítězslav Nezval. Checoslovaquia, por aquel entonces, se encontraba en plena resaca de la Nouvelle Vague y su cine daba cobijo a todo tipo de géneros, desde la ópera western hasta la comedia de ciencia ficción, pero esta película se desmarca de aquella peculiar filmografía al tocar dos temas que le son extraños; nos referimos al erotismo y al terror. Se trata, sin duda, de una rareza entre las rarezas y de un filme poco convencional que bien podría hacer las delicias de Luis Buñuel o Dario Argento.


Su historia sigue la enigmática lógica de un sueño preadolescente, el realizador Jaromil Jireš nos (des)coloca en el extraño universo de Valeria, una huérfana de 13 años que vive con su tétrica abuela en un ambiente de represión religiosa. La llegada al pueblo de un grupo de misioneros y artistas ambulantes iniciará una cadena de acontecimientos que provocarán que peligre su vida, su juventud y su inocencia, y en los que Valeria, con la ayuda de unos pendientes mágicos, deberá enfrentarse a un diabólico vampiro.


La película elabora una inquietante metáfora sobre el despertar sexual de una niña, tomando como base elementos del folclore y de los cuentos infantiles, algo sospechosamente similar a lo que años más tarde realizarían Richard Blackburn con Lemora, un cuento sobrenatural (1975), y Neil Jordan con En compañía de lobos (1984). Lesbianismo, incesto, vampirismo e iconografía cristiana, se dan de la mano en un filme donde el contraste entre pureza y obscenidad está muy presente, y donde los exteriores bucólicos y la atmósfera de colores suaves, no hace más que intensificar una malsana corriente subterránea de maldad y vicio.


Jaroslava Schallerová, la joven actriz que da vida a Valeria, se nos presenta a través de un aura de afligida belleza y sinuoso erotismo, llegando incluso a protagonizar alguna escena de desnudo, un recurso que el director checo utiliza con naturalidad y sin afectaciones. Simbólica y onírica, la película parece en muchos momentos no querer darle ni la hora a la trama que la sustenta, logrando diversas escenas alegóricas que hacen de ella puro libertinaje plástico, como cuando nos muestra a cuatro chicas bañándose juguetonamente en un río, gente auto flagelándose por la calle o un vampiro acompañado por un caniche.


Lo que tenemos aquí es un oscuro cuento de hadas de atmósfera irreal y perturbadora, terror poético de extraordinaria belleza formal y duro visionado, por su alucinada gramática y sintaxis. Un filme de culto que destila onirismo y misterio por los cuatro costados, y que cuenta con una sugerente banda sonora. Como curiosidad añadir que recientemente ha surgido The Valerie Project, una grupo de música que re-interpreta los temas de la banda sonora mientras proyectan imágenes del largometraje.



La frase: “Buenas noches, mi dulce morena. Duerme apaciblemente esta noche y cuando despiertes, mi cielo, no reveles tu secreto.”


Cecil B. Demente
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Brüno (2009)

Cuando la provocación salió del armario.

Los conceptos comedia gamberra, falso documenta y cámara oculta, cambiaron, cinematográficamente hablando, el día en que Sacha Baron Cohen optó por hacer el salto de la pequeña a la gran pantalla, debido a sus ganas de colocar, en cada ocasión, el límite, un poco más alejado de lo que estaba (o, si prefieren, finiquitándolo sin más). Para ello se sirvió de unos personajes que ya utilizara en su show televisivo, expresamente dibujados para provocar al respetable, como Ali G (el rapero de barrio), Borat (el reportero de Kazakistán) y, el que ahora nos llega a las pantallas: Brüno... ¡Empezamos!



Y Brüno es un gay austriaco, conductor de su propio programa de modas y tendencias, que es toda una celebridad en su país. De echo, se podría decir que Brüno es lo más o, como dice él mismo, Brüno es chachi. Pero, después de un incidente en un desfile de moda de Agatha Ruiz de la Prada, conocerá el desprecio de los que, antes, le admiraban, cerrándole las puertas de todas las fiestas y desfiles en los que se movía como pez en el agua. Así pues, cancelado su programa, Brüno probará suerte dando el salto al gran charco y trasladándose a Los Angeles, con la única ayuda del que, hasta entonces, era el ayudante de su ayudante, para conseguir un nuevo programa en la televisión americana y convertirse en una estrella todavía más grande, incluso, a nivel mundial. El problema es que las “transgresoras” ideas del personaje chocarán, de manera frontal, con el estilo de vida de ciertos sectores de la sociedad norteamericana.

La película está rodada a modo de falso documental donde, además de un (fino) hilo conductor, se van intercalando escenas (presuntamente) rodadas con personas cotidianas que desconocen el hecho de que Brüno es en el fondo un personaje interpretado por un actor, con la finalidad de conseguir la sorpresa/indignación/repudia de los que están a su alrededor, ya sean estrellas de Hollywood, representantes de actores, productores, ministros israelíes y/o palestinos, rudos cazadores o personas anónimas asistente como público a un programa de talk-show. Brüno tiene para todos. De hecho, el formato, recordarán, era el mismo que ya utilizó con su anterior Borat, donde interpretando a un personaje situado en las antípodas de éste, conseguía el mismo efecto: provocar a diestro y siniestro. Además, en Borat, también interpretaba a un reportero que visitaba Estados Unidos, cuyas costumbres provocaba la sorpresa (eufemismo al canto) de la sociedad americana.

El protagonista absoluto y cabeza pensante del proyecto es Sacha Baron Cohen, actor que se dio a conocer en el programa de la televisión británica “The 11 O'clock Show” y, posteriormente en “Da Ali G Show” donde, además del personaje Ali G (que por aquel entonces era tan popular que incluso aparecía en el videoclip “Music” de Madonna conduciendo su limusina), ya intervenían Borat y Bruno. Los tres han acabado dando el salto a la gran pantalla: Ali G, me pareció un tostón terriblemente aburrido al que no le acabé de pillar el punto en ningún momento (el doblaje tampoco es que ayudara demasiado) y Borat, que confieso que me descolocó a la primera, me ganó, plenamente, al segundo visionado. Además, y ya lejos de sus “criaturas”, Sacha Baron Cohen también ha intervenido en películas como Pasado de vueltas, Sweeney Todd e, incluso, poniendo la voz al rey de los lemurs en la película de animación Madagascar y su secuela.

La película es un elaborado ejercicio de mal gusto, políticamente incorrecta, soez, burda, grosera, hilarante, ofensiva, ordinaria, zafia, de broma fácil, de humor burro, vulgar y chabacana hasta niveles pocas veces vistos en una pantalla grande. Hasta aquí, un servidor, encantado de la vida (como mucho solo queda aplaudir el valor que demuestra Sacha Baron Cohen en algunos momentos de cámara oculta). Pero, lamentablemente, la película no me acabó de ganar como sí lo hiciera su antecesora (quizás con un segundo visionado...) porque el experimento me resultó fallido. Y lo hizo debido a que después de un punto de partida arrollador mientras el personaje sigue en su Austria natal, la película no consiguió arrancarme el número de carcajadas esperado en un principio, debido a que el personaje me sobrecargó en varios momentos, a que algunas escenas se alargan excesivamente consiguiendo el resultado contrario al esperado y a que algunas escenas, directamente, me parecieron aburridas y sin sentido ni pizca de gracia (ejemplo de ello es cuando se entrevista con dos rubias que le dicen que para conseguir popularidad debería buscar una causa social para defender). La película sufre de demasiados altibajos, resultando poco constante, con momentos ciertamente brillantes de auténtica mala leche y humor burro, pero excesivamente inconexos entre sí, como toda la peli en general, que termina perdiéndose dentro de su propia provocación.

Resumiendo: Comedia gamberra, más gamberra que comedia, con algún gag desternillante, que se queda a medio gas, más por falta de cohesión que por falta de ganas de provocar.

El jefe Dreyfus



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Harold and Maude (1971)

El amor no tiene edad

El movimiento hippie influenció bastante en la cultura de los años 60 en Estados Unidos, tanto en el arte, la música, la literatura o el cine, y, precisamente, la liberación sexual supuso un contrapunto en el pensamiento moral norteamericano de aquella época y permitió que surgieran historias como la de El graduado, publicada en 1963 y adaptada para el cine en 1967 de la mano de Mike Nichols, siendo probablemente la pionera de ese cambio que se generalizó en los años 70 en la industria cinematográfica, convirtiendo el personaje de la señora Robinson en un icono de la cultura norteamericana. Cuatro años más tarde, la segunda película del director norteamericano Hal Ashby, Harold and Maude, narraba una simpática relación de amistad entre un joven y una mujer mayor, a punto de cumplir los ochenta, cuyo desenlace resultaba ser una entrañable historia de amor, planteando otro de los temas de la filosofía de aquel movimiento contracultural, el amor libre.



En esta película, el espectador, ante una inusual relación, se simpatiza con los sentimientos encontrados entre estos dos peculiares personajes. Harold (Bud Cort), hijo de familia adinerada, tiene una atracción morbosa por la muerte, ejecutando siempre diferentes maneras de suicidarse como punto de diversión, siendo su mayor hobbie los entierros y los funerales, llegándose a comprar un coche fúnebre. Esto es algo que irrita a su madre aunque, en cierta manera, ya está acostumbrada a los espectáculos de su hijo. Ella se empeña en buscarle novia para quitarle esas horribles obsesiones y él no para de frustrar todos sus planes muriendo teatralmente delante de ellas. Ni el psicólogo al que acude saca nada en concreto de su destino en la vida, ni tampoco su tío general que no consigue alistarlo. En cambio, el personaje de Maude (Ruth Gordon) es de una vitalidad apabullante, viviendo la vida con plena intensidad, robando coches o cogiéndolos prestados, sin temer a la policía ni a nadie en particular. Ella también ronda por los cementerios y se encuentra por primera vez con Harold en un entierro. Ambos se irán conociendo y vivirán situaciones curiosas.


Sin embargo, de la misma forma que también hizo ocho años después con el personaje de Peter Sellers como jardinero analfabeto en Bienvenido Mr.Chance, Ashby consigue retratar unos personajes interesantes que intentan dejar huella en el espectador pero que, a la vez, se repiten demasiado en cuanto a sus consignas y a su forma de representarse. Ashby juega a recalcar unos aspectos de ellos de los que luego no sabe salir con soltura, provocando, en cierta manera, unos altibajos en la historia. En el caso de Harold and Maude, el humor negro de las muertes de él, aumentado con su buena caracterización, y las sorprendentes aventuras de ella, escapándose de la policía con todo su ingenioso descaro, provocan una simpatía en el espectador que no va más allá de un simple entretenimiento, aunque con las canciones de Cat Stevens y el emotivo final, el resultado es bastante correcto, aunque no llega a ser la película de culto como algunos la consideran.


"Harold and Maude es una simpática película con una historia de amor inusual entre un chico y una anciana que se conocen debido a su atracción morbosa por la muerte"

elprimerhombre



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La historia que nunca ocurrió (Az prijde kocour/The Cassandra Cat, 1963)

Praga a todo color.

Es difícil describir el gran placer, la maravillosa sensación que le embarga a uno, al descubrir una joya tan grande de la cinematografía checoslovaca, y tan injustamente desconocida. La película sorprende por su visible esfuerzo de producción, por la belleza de su narrativa lírica y por el espíritu autóctono de su trama, aunque se desmarca de la pléyade de comedias surrealistas de la Nueva Ola checa para desarrollar una extraordinaria fábula moral, no exenta de ciertas pinceladas de humor.


La historia nos cuenta como un mago, una bella trapecista, una banda de músicos y un gato con gafas, traen un fabuloso espectáculo de ilusionismo a un pequeño pueblo. El gato, además, tiene una particularidad; cuando se quita las gafas la gente cambia de color según su naturaleza y acciones. Los mentirosos y farsantes se vuelven violetas, los infieles amarillos como el azufre, los tramposos y ladrones grises y los enamorados rojos. Esta extraña habilidad no tardará en incomodar a algunos, que querrán deshacerse de él a toda costa.


La película emparienta en espíritu con los cuento de hadas, algo que queda acentuado por la presencia de un animal mágico y de un narrador, el señor Oliva (Jan Werich), un personaje que hace de maestro de ceremonias y que contempla la acción desde una posición privilegiada (no por casualidad es el guardián de la torre). Hay que señalar que el mismo actor también interpreta a otro de los personajes claves de la historia, el mago, en lo que es un recurso cinematográfico poco habitual y que siempre me ha llamado la atención (¿recuerdan el Peter Sellers de Teléfono rojo? ¿Y el Jack Nicholson de Mars Attacks?). Esta economía de actores aumenta el tono fantástico y humorístico de la narración.


La película se permite examinar la condición humana desde el marco sencillo que proporciona un cuento, y enfatiza el papel del arte como espejo de la realidad. En el número de prestidigitación que lleva a cabo el mago, los espectadores se ven reflejados a sí mismos, y en un par de escenas el señor Oliva comenta “¿Realidad o fantasía? Parece más realidad que fantasía”, una frase que nos habla de la condición de parábola del filme.


Vojtěch Jasný, el director, aprovecha muy bien los espacios cinematográficos, mediante abundantes picados, planos generales y aéreos. Una de las piezas claves del filme es su banda sonora y el aura de irrealidad que desprende la película, recuerda mucho al de los grandes musicales de Hollywood. La partitura principal la interpreta una flauta, dándole un toque nostálgico y bucólico a unas imágenes ya de por sí ensoñadoras.


Bella, poética, divertida y evocadora, Az prijde kocour es una fábula costumbrista con una puesta en escena impecable, un relato simbólico y surrealista con sentido para el detalle y que bien podría tener cierto afán exportador, idea que queda reforzada por el hecho de que la película ganara ex-aqueo el premio especial del jurado en Cannes. Finalmente, y como nota amarga, comentar que durante la década de los setenta, y a raíz de los hechos ocurridos tras la Primavera de Praga, Vojtěch Jasný se vio obligado a abandonar el país, alternando su carrera entre Austria, la ex-Yugoslavia y Alemania.



La frase: « Yo era todavía joven y atractivo. Ya no soy joven, solamente atractivo. »

La frase 2: « Con los disfraces pasa lo mismo que con los universos, ¿qué universo preferiría, uno finito o infinito? »

La frase 3: « ¿Qué está pasando aquí? ¿Es un simposio de dobles o la aproximación de la materia y la antimateria? Lo cual yo no recomendaría, porque podría conducir a la aniquilación, y eso a la creación de un poder desconocido, y ya tenemos bastante con los conocidos… »


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Mi enemigo íntimo (1999)

Klaus Kinski, la cólera de Dios


Elprimerhombre conoció el universo de Werner Herzog hace ya unos cuantos años, justamente con su segunda película, También los enanos empezaron pequeños (1970), una de las más raras que haya visto nunca. Y es que este director alemán tiene una peculiar filmografía donde podemos encontrar casi veinte películas, varios documentales y también algunos trabajos para la televisión. Y entre lo más interesante de toda esa carrera es el documental que hizo en 1999, Mi enemigo íntimo, en el que deja constancia, de forma sincera y respetuosa, su compleja relación con el actor alemán de origen polaco, Klaus Kinski, fallecido en 1991, con el que dirigió cinco de sus películas, algunas de ellas las más relevantes de su trayectoria.


Perteneciente a una época en que, junto con otros realizadores compatriotas suyos y de su misma época, de la talla de Volker Schlöndorff, el fallecido tan joven Rainer Wender Fassbinder o Wim Wenders, y ubicados todos ellos en el tipo de cine alemán que se hizo desde los finales años 60 hasta los 80 llamado "Nuevo cine alemán", Werner Herzog ha creado un mundo tan propio que ha sido capaz de mostrar la vida de una anciana ciega y sorda en El país del silencio y de la oscuridad (1971), o de contar parte de los logros del saltador suizo Walter Steiner, apasionado también de la madera, en El gran éxtasis del escultor de madera Steiner (1974). También en 2005, obtuvo mucho éxito con la interesante Grizzly Man, en la que cuenta parte de la historia de un tipo que pasó catorce veranos con los osos grizzlies en Alaska, y hace dos años, su último documental, Encuentros en el fin del mundo, nos adentraba en el mundo subacuático de la Antártida, presentándonos también a peculiares personajes de una base estadounidense. Aunque para tipos extraños y especiales hay que destacar el que nos presenta en Mi enemigo íntimo, el señor Klaus Kinski, cuyo comportamiento tan visceral y su rostro tan penetrante hacen de él un personaje temible y desconcertante.


Por cosas del destino, el primer encuentro entre estos dos autores fue en los años 50, cuando Herzog tenía solamente trece años y vivía en una pensión pequeña de Munich con su madre y sus dos hermanos. Allí coincidió con Kinski durante tres meses y pudo observar, en uno de los arrebatos del histriónico actor, cómo se encerraba en el baño durante dos días y lo destrozaba por completo. En aquel momento, ninguno de los dos llegaría a pensar que diecisiete años después sus vidas se cruzarían nuevamente. Durante las cinco películas que hicieron juntos creció el amor-odio que se tenían y por muchos momentos se quisieron matar, pero, en definitiva, siempre se impuso un respeto mutuo muy grande. La misma presencia de Kinski en las películas de Herzog da una gran fuerza a las escenas debido a su manera de actuar y a la fuerte expresión de su rostro. Precisamente, él mismo se veía siempre soberbio en sus actuaciones. Hasta directores tan reputados como Fellini o Truffaut quisieron tenerle en sus películas, aunque él les negara su participación.


Todo era bien distinto detrás de las cámaras. Los técnicos debían de soportar a veces sus ataques de ira por cualquier cosa que le molestara. En este documental, vemos a Kinski en acción en películas como Aguirre, la cólera de Dios (1972) o Fitzcarraldo (1982), ambas rodadas en Perú, en parte de la selva Amazónica. Y es en Fitzcarraldo donde se ve una bronca monumental de Kinski al ayudante de producción por la comida basura que les dan. Lo curioso es que al final del rodaje, el jefe de las tribus indígenas que aparecen de extras en la película le preguntó a Herzog si quería que mataran a Kinski. Si hubiera respondido afirmativamente quizás se lo hubieran cargado. Pero, a pesar de tener ese lado tan oscuro, Kinski tenía su lado afable y tierno, cualidades que destacan de él las dos únicas actrices que aparecen en el documental: Eva Mattes, que en 1978 rodó Woyzeck con Kinski, del que recuerda su amabilidad y la buena conexión que tuvieron juntos; y Claudia Cardinale, que le tuvo de pareja en Fitzcarraldo, recordando también el cariño que le tuvo. Es emocionante la honestidad de ambas mujeres a la hora de describir la figura de Kinski, resaltando su lado más apacible y respetuoso. De ahí el merecedor plano final para contrarrestar con lo visto de su fuerte carácter, en el que vemos a Kinski jugando sorprendentemente con una mariposa. Realmente digno de ver.


"Werner Herzog logra un poderoso documental sincerándose ante las cámaras y describiendo con pasión su perturbadora relación con el controvertido Klaus Kinski"



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Ángeles y demonios (2009)

Con la iglesia hemos topado.

Buenos días, soy el jefe Dreyfus. Verán, hubo un tiempo en que, en Hollywood, para hacer una película que funcionara bien en taquilla se necesitaba un buen guión. Hoy en día, al parecer, lo único que se necesita es un Best-Seller que haya vendido un huevo y medio de ejemplares, para asegurarse bien el tanto. Un nuevo ejemplo de ello, es: Ángeles y demonios... ¡Empezamos!

Vamos con la trama. La historia empieza con la muerte del Papa y el consabido proceso para encontrar su sustituto en el cargo, que pasa por el cónclave, el Camerlengo, la fumata blanca y demás parafernalia. Pero, resulta que, en pleno proceso, y ante la expectación de medio mundo por saber quien será el elegido, resulta que una secta conocida con el nombre de Illuminati (que al parecer están más cercanos a la ciencia que a lo divino) han puesto una bomba antimateria (si, si, como suena) en el mismísimo Vaticano, que detonará en un plazo de veinticuatro horas. Además, la gente ésta, como no tiene suficiente con lo de la bomba, ha secuestrado a los cuatro Cardenales que arrancaban primeros en las apuestas para convertirse en Papa y han amenazado con cargárselos uno a uno, cada hora, a partir de las ocho de la tarde (al parecer cargárselos con la bomba antimateria que habían colocado en el Vaticano no resultaba suficientemente plástico). Pero los Illuminati, que en el fondo no son tan malos, han ido dejando pistas para que la iglesia pueda dar con el paradero de los Cardenales secuestrados (no vaya a ser que su plan tenga éxito y consigan sus objetivos). Pues eso, que como la cosa está jodida, la Iglesia Católica tendrá que pedir ayuda a un especialista en simbología, con el que tuvieron algún que otro encontronazo en el pasado y que, como son las cosas, resulta que, además, es un experto en Illuminatis: Robert Langdon. ¿Les suena el nombre? Pues efectivamente, era el prota de El código DaVinci, que regresa en una nueva aventura aunque, gracias a Dios, en esta ocasión ha optado por arreglarse el pelo y alejarse de las horrorosas greñas que lucía en la anterior entrega. Amen.

Y, como todo vuelve, también vuelve el equipo que se encargó de El Código DaVinci, con el director Ron Howard a la cabeza, un tipo sin apenas personalidad en su dirección (pese a sus numerosos éxitos de taquilla) que, no obstante, el año pasado dirigió la muy interesante Frost contra Nixon. Además repite como protagonista el actor Tom Hanks (que anteriormente ya había trabajado en varias ocasiones a las órdenes de Ron Howard), aunque, en esta ocasión, le han cambiado la partenere femenina, pasando de Audrey Tatou a Ayelet Zurer (ni idea, al parecer aparecía brevemente en Munich, pero poco más se de ella). Sin duda alguna el bueno de Tom ha perdido con el cambio. Además, añadan un actor de renombre más en el reparto, pues en el papel de Camerlengo (el que encierra a los Cardenales para que debatan sobre quien será el nuevo Papa) encontramos a Ewan McGregor, quien, a pesar de haber intervenido en numerosas películas, todos le recordamos por ser el yonki de Trainspotting y el Obi Wan de la nueva trilogía galáctica.

Bien, a continuación, si me permiten, empezaré contando las virtudes de la película: no me dormí. Y no lo hice porque la peli tiene un ritmo bastante alto, a pesar de sus más de dos horas de duración, en la que se van encadenando las situaciones límite, contadas con el, habitual, toque impersonal de Ron Howard, donde, al igual que su antecesora, invierten las tornas y convierten en héroe a un erudito sabelotodo en lugar de al típico hombre/músculo que nos tienen acostumbrados. Comparándola con El Código DaVinci, se podría decir que Ángeles y demonios es mejor película, pero con un peor guión. Y es, justamente aquí, donde voy a empezar mi, elaborado, proceso de rajada: la peli es una memez. Si amigos, y lo es porque la trama es muy mala y no se sostiene por ningún lado, construida sobre el típico: prota tiene que ir pista tras pista hasta encontrar su objetivo final, aunque, en esta entrega, algunas de las deducciones, de Robert Langdon, no se pueden coger ni con pinzas (vaya, la mano de esa escultura señala hacia el Oeste, umm, seguro que la siguiente pista se encuentra en esa dirección... to-ca-me-la). Y luego está lo del malo, que no es que se vea venir a la legua de quien se trata, no, que va, lo que pasa es que sólo le falta llevar un cartelito colgando del cuello que diga: “soy el malo de la función” para lograr que todavía nos quede más claro. Además, algunas de las situaciones resultan irrisorias (¿una bomba antimateria en el Vaticano? ¿Y porque no una bomba atómica?¿Y porque no una morsa radioactiva?¿Y porque no un Predator?) y, confieso, que en algún momento de los llamados “de máxima tensión” se me escapó alguna risa maliciosa.

Resumiendo: La película acaba resultando bastante más entretenida que El Código DaVinci (el listón no estaba muy alto que digamos), a pesar de contarnos una historia mucho más estúpida.



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Las malas lenguas (IV)


«Me encanta Brasil, soy un amante de esta tierra. Lo mejor es el tango.»

Comentario de Tom Cruise durante una rueda de prensa en Brasil para la promoción de la película Valkiria. En la entrevista también repitió "gracias" y "hola" en perfecto español, sin percatarse de que allí lo que se habla es portugués.

Pagafantas (2009)

Amigos para siempre.


Buenos días, soy el jefe Dreyfus, regresando con una comedia española que trata uno de los temas más importantes que afectan al país. No estoy hablando del paro, del precio de las viviendas o del coste de la vida... mamarrachadas, estoy hablando de algo más serio que todo esto y que nos afecta a todos por igual. Estoy hablando: ¡del arte de ligar!. Porque, como si de un experimento sociológico se tratara, pudiéramos analizarnos a nosotros mismos, vistos desde fuera, quizás más de uno se sorprendería viéndose como un auténtico: Pagafantas... ¡Empezamos!

La película está protagonizada por Chema, un muchacho que se encuentra en esa difícil edad en la que uno debe abandonar la adolescencia para convertirse en un hombre y empezar a tomar decisiones que puedan acabar afectando al resto de su vida. El problema es que el tio se encuentra en plena fase de negación y después de cortar con su novia de toda la vida se traslada, nuevamente, a casa de su madre para empezar de cero. Una noche conocerá a Claudia, una guapa argentina con la que entablará una bonita amistad, excepto por un pequeño detalle: él quiere tema, pero ella sólo lo ve como un amigo, sin darse cuenta de que él busca algo más. A esto, hoy en día, se le llama ser un pagafantas. Ay, amigos, que complicadas son las relaciones entre hombres y mujeres...

La película está dirigida por Borja Cobeaga, que da el salto al largo después de haberse dado a conocer en televisión con el programa de sketches de humor de la ETB, Vaya semanita y, especialmente, en el mundo del cortometraje donde, entre muchos otros, dirigió el corto titulado Éramos pocos, con el que consiguió una nominación a los Oscar en el 2007. Pagafantas es su opera prima, estrenada en el Festival de Málaga de este mismo año, donde consiguió el premio especial de la crítica. Además, como protagonista encontramos a Gorka Otxoa, actor que coincidió con el director en el programa Vaya semanita y, posteriormente, a participado en la serie Cuestión de Sexo, donde también intervenía la protagonista femenina, Sabrina Garciarena, y en la adaptación española del programa Saturday Night Live.

La película es una comedia que huye como alma que lleva el diablo de esta nueva forma de hacer comedias que, recientemente, colapsa las pantallas de cine (aunque un cierto regusto al cine Apatow se le tiene que reconocer). Y digo lo de que se aleja de las comedias de última generación porque, la película, no utiliza ninguno de los “sobados” recursos a los que, lamentablemente, en los últimos años nos tienen acostumbrados este tipo de películas y de los que, un servidor, ya empieza a estar hasta el gorro. Así pues: a) en ningún momento, ninguno de los personajes de la película suelta sonoras ventosidades; b) en ningún momento, ninguno de los personajes de la película orina/eyacula por error encima de ninguno de los demás personajes; y porque c) en ningún momento, ninguno de los personajes de la película provoca “divertidos” daños físicos a ningún tipo de animal.

La película es divertida y confieso que, a pesar de las pocas expectativas depositadas en un principio, me hizo pasar un buen rato y reirme a gusto debido a la suma de dos factores clave: 1) La proximidad de los acontecimientos. Todos hemos llevado dentro un pagafantas en alguna ocasión, y quien esté libre de pecado que tire la primera piedra, consiguiendo que el protagonista disponga del cariño del público, y las situaciones que se plantean en la película nos puedan resultar cercanas, ya sean en primera o en tercera persona. Y 2) La extravagancia de los acontecimientos. Además de las situaciones más afines, la película dispone de otras más distantes y alocadas para potenciar el humor (como una pintoresca persecución por las calles de Bilbao) y la participación de personajes únicamente pensados para provocar la risa en el espectador (me declaro públicamente fan de la señora Begoña).

Así pues, el objetivo está más que cumplido, ya que la película resulta simpática, de corta duración, sin alargar la agonía de su protagonista más de la cuenta (que es todo un perdedor y que tan bien encarna el actor Gorka Otxoa, aunque con el consabido peligro de encasillarse, y que caerá una y otra vez en los cantos de sirena de la protagonista), tremendamente eficaz, divertida y de rápida digestión. Aunque, y ya puestos a buscar pegas al asunto, su máxima carencia radica en su apartado visual, dando la sensación de estar, en muchos momentos, más cerca del telefilm que de un largometraje destinado a pantalla grande.

Resumiendo: Recomendable comedia con la que reir y pasar un buen rato, muy entretenida, aunque con alguna que otra carencia en su apartado visual.



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