Cautivos del mal (1952)


Hollywood al desnudo

Hollywood, "la fábrica de sueños", ha sido retratado muchas veces en la gran pantalla y uno de los mejores ejemplos se puede ver en el clásico Cautivos del mal, de Vincente Minnelli, un drama que representa con detalle lo difícil que es hacerse un hueco en la famosa industria del cine estadounidense. En esta película, la ilusión de tres personajes por trabajar con un productor se esfuma por completo al ser traicionados por él mismo. La ilusión de sus nuevos proyectos se desmorona por completo, igual que alcanzar el ansiado sueño de Hollywood.


La película comienza con las llamadas del productor Jonathan Shields (Kirk Douglas) a un director de cine llamado Fred Amiel (Barry Sullivan), una actriz llamada Georgia Lorrison (Lana Turner) y un escritor llamado James Lee Bartlow (Dick Powell), respondiendo los tres con evasivas, haciendo caso omiso de su inesperado interés por ellos. Pero al final decidirán acudir a la productora de Shields a causa de la llamada del productor ejecutivo que trabaja con él, Harry Pebbel (Walter Pidgeon) ya que, después de dos años, Jonathan quiere producir un filme y quiere que James sea el guionista, Georgia la estrella y Fred el director. Actualmente, ellos tienen bastante éxito y aún recuerdan con enfado la desfachatez del señor Shields, aunque les diera su primera oportunidad en el mundo del cine. Y, mientras Harry conecta con París para hablar con Jonathan, ellos tendrán tiempo de pensar su definitiva respuesta a la oferta, y será una excusa para que cada uno de ellos cuente su relación con Jonathan y cómo lo conocieron, yendo al pasado mediante flashbacks.


De esta forma, el espectador será partícipe de tres historias unidas por un mismo personaje en las que se puede ver la manera de trabajar de los estudios de Hollywood, el tipo de fiestas que se conciertan en esos ámbitos y lo que hay que hacer para obtener dinero para hacer una película o el empeño que hay que poner para llegar a ser una gran estrella. En el primer episodio, el director Fred Amiel y Jonathan Shields deciden trabajar juntos ya que ambos se necesitan: el primero por no encontrar a nadie que le contrate como director y el segundo por la reciente muerte de su padre, el importante productor Hugo Shields, del que no hereda más que el apellido ya que no ha quedado nada de dinero al morir antes de abrir un nuevo estudio para su hijo. Empezarán a trabajar en películas baratas de indios y vaqueros, y de terror, para luego intentar emprender algún proyecto más importante y de más calidad. En el capítulo de Georgia se mezclan muchos sentimientos y es mucho más dramático. Jonathan la contrata por su presencia y no por sus dotes interpretativas, y cree que aunque no sea una buena actriz el público irá a ver sus películas. Pero la adicción a la bebida de ella y la relación amorosa entre ambos conllevará a que sea la historia más dramática del film. Por último, la manera en que Jonathan se gana la colaboración de un desconfiado Bartlow es invitándole a quedarse en el mismo Hollywood, llevándole todo lo que necesita de su estudio para que se sienta como en su casa y haciendo también feliz a su ingenua esposa.


Y durante el desarrollo de estos tres episodios el espectador disfrutará (como casi siempre) de la gran interpretación de Kirk Douglas, que crea un personaje astuto y, a la vez, mezquino, utilizando cualquier tipo de invención para lograr sus objetivos. Su supuesta buena fe y sus ganas de conseguir dinero hacen que estos tres personajes crean en su ambición, aunque al final decida darles la espalda o engañarles pensando únicamente en su preciado éxito. Pero no todo es drama y confusión en este formidable film, también hay espacio para algo de humor, como en el episodio de Fred Amiel, cuando el estudio les encarga realizar una película de terror llamada "La maldición de los hombres pantera" y, en una escena impagable, tanto Jonathan como Fred se quedan estupefactos al ver lo penosos que son los trajes que llevan puestos unos extras (bastante mayores y serios).


Aunque lo que más se le quedará grabado al espectador en la retina es el brillante talento que desborda por todo el celuloide el señor Vincente Minnelli, que curiosamente realizó esta película enmedio de sus más famosos musicales, Un americano en París (1951) y Melodías de Broadway 1955 (1953). En toda la película demuestra su virtuosismo a la hora de abrir los planos, de mover la cámara consiguiendo unos travellings formidables, y de una exquisita puesta en escena. Pero hay que destacar, por encima de todo, la escena realizada con un solo plano en la que Jonathan y Fred, junto con dos amigos, acuden a una fiesta en la que les han invitado, y el plano que se rodó en el estudio en el que vemos a Georgia en el coche conduciendo totalmente desesperada por algo que le ha ocurrido. Y si a la dirección de Minnelli le unimos la fantástica fotografía en blanco y negro de Robert Surtees, que consigue unos claroscuros impactantes y muy sugerentes, solo falta decir que estamos ante uno de los films más redondos de la historia del cine.


"Un clásico inolvidable que muestra muchos detalles de la manera de trabajar en Hollywood, en el que destaca un portentoso Kirk Douglas y el gran talento de Vincente Minnelli"

2 piquitos de oro:

Möbius el Crononauta dijo...

No se puede ser más clásico que esto. Probablemente la mejor película de Hollywood sobre Hollywood de la historia.

Grande.

Ramón Ramos dijo...

Genial película, sin duda. Buena reseña.
Saludos,

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