Cuarta película como director de Andrew Niccol (suyo era también el guión de El show de Truman), quien debutara tras las cámaras con la interesante Gattaca. En esta ocasión vuelve al futuro y a la ciencia ficción, temas ya tratados en su opera prima, para mostrarnos una peculiar sociedad en la que el dinero ha sido sustituido por el tiempo, que se utiliza como moneda de cambio para conseguir bienes y servicios, hecho que acentúa claramente las divisiones entre clases sociales, convirtiendo a los millonarios en seres prácticamente inmortales y a los pobres, sin recursos, en cadáveres ambulantes pendientes constantemente del tiempo de vida que les resta, viéndose obligados a mendigar a cambio de unos pocos minutos más. Al igual de lo que ya sucedía con Gattaca, la sociedad que dibuja Andrew Niccol funciona a la perfección, a la vez que nos muestra un futuro terrible. El problema es que, a diferencia de su anterior trabajo, en esta ocasión, una vez presentada la sociedad sobre la que transcurrirá la historia, el resto del guión termina resultando ser de lo más estúpido que se le puede arrojar a un espectador a la cara.
En esta sociedad que nos presenta la película, los humanos envejecen hasta los veinticinco años de edad, momento en que se les pone en marcha una especie de reloj digital fluorescente en la muñeca, sobre la misma piel (algo de debe molestar lo suyo a la hora de irse a dormir), a partir de cuyo momento solo les queda un año para lograr adquirir más tiempo (trabajando, apostando, robando...) y así poder seguir con vida. Resulta que el prota de la peli es un tipo de clase baja que vive en los suburbios de una gran ciudad pero que, un buen día, por accidente, recibirá un cuantioso ingreso de tiempo en su cuenta particular, convirtiéndolo al instante en un millonario, asegurándole una longeva existencia. Para definir a nuestro personaje protagonista diremos que es un tipo que, nada más empezar la cinta, suelta la frase: "tranquilo, no voy a correr ningún riesgo" y, automáticamente, a partir de ese preciso instante, todo el mundo parece tener unas ganas enormes de cargárselo, lo que le obligará a estar huyendo durante el resto de metraje.
Así pues, con todo el tiempo del mundo a su favor, el tipo, en lugar de disfrutar de todo su caudal, se erigirá como cabecilla de los oprimidos dirigiéndose hacia el centro de la ciudad, donde viven los ricos, buscando vengarse de las clases altas. Por desgracia, nuestro héroe, debería haber empleado algo del tiempo del que dispone para trazar un plan válido, porque en menos que canta un gallo ya nos lo volvemos a encontrar de vuelta en su antiguo barrio, con la poli pisándole los talones y con una rica heredera como rehén. ¡Si es que así no se hacen las cosas, hombre!. Total, que a partir de ese momento la pareja se convertirá en objeto de deseo de todo el mundo (ricos, pobres, polis, mafiosos...) que disponga de algo de tiempo para darles caza.
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Así pues, con todo el tiempo del mundo a su favor, el tipo, en lugar de disfrutar de todo su caudal, se erigirá como cabecilla de los oprimidos dirigiéndose hacia el centro de la ciudad, donde viven los ricos, buscando vengarse de las clases altas. Por desgracia, nuestro héroe, debería haber empleado algo del tiempo del que dispone para trazar un plan válido, porque en menos que canta un gallo ya nos lo volvemos a encontrar de vuelta en su antiguo barrio, con la poli pisándole los talones y con una rica heredera como rehén. ¡Si es que así no se hacen las cosas, hombre!. Total, que a partir de ese momento la pareja se convertirá en objeto de deseo de todo el mundo (ricos, pobres, polis, mafiosos...) que disponga de algo de tiempo para darles caza.
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1 piquitos de oro:
Buff, paso totalmente de verla. Además es que no soporto al Justin Timberlake. ¿Olivia Wilde haciendo de madre de Justin? Qué curioso teniendo en cuenta que él tiene 30 años y ella 27.
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