All That Jazz (Empieza el espectáculo) (1979)


The Show must go on

Si en una película el protagonista no tiene nada de carisma es obvio que el espectador pierda casi todo su interés en verla pero, por suerte, en la historia del cine hay varios ejemplos en los que una buena película tiene un gran protagonista, y uno muy claro es el personaje de Joe Gideon (muy bien interpretado por Roy Scheider) en All that Jazz (Empieza el espectáculo) (1979), film dirigido por Bob Fosse, coreógrafo y director norteamericano, que, siendo el cuarto de los cinco que rodó, e influenciado por Fellini, ocho y medio (1963) de Federico Fellini, representa parte de su vida, justamente cuando estaba acabando de montar su film Lenny (biopic sobre el controvertido cómico Lenny Bruce) y, a la vez, preparaba el musical Chicago para Broadway. Con esta historia, Fosse consiguió la Palma de Oro en Cannes (ex aequo) y 9 nominaciones a los Oscars, de las que únicamente obtuvo premio en las categorías de mejor canción original, dirección artística, vestuario y montaje. El premio en la categoría de mejor película, a la que también estaba nominada, fue a parar a Kramer contra Kramer, y ocurrió lo mismo en la categoría de mejor actor que en vez de dárselo merecidamente a Roy Scheider lo recibió Dustin Hoffmann por dicho film. Y esto es algo que deja entrever lo previsible que es casi siempre la Academia de Hollywood.


Con guión del mismo Fosse junto con un tal Robert Alan Aurthur (que murió antes de que se estrenara la película), la historia es más que un interesante musical, es una inmersión absoluta en la vida de un personaje que vive al límite de sus posibilidades, que habla con un ser imaginario (interpretado por Jessica Lange y del que el espectador pronto descubrirá su importancia y su razón de ser) al que cuenta su vida, sus intimidades y al que se sincera definiéndose a sí mismo como "mentiroso, infiel y mujeriego". El espectador podrá disfrutar de la intensidad con que está hecha la película, resultando un musical realizado con garra, observando mientras todos los excesos de Gideon, sus aventuras con algunas bailarinas (tiene una ex-esposa y una hija), su entrega para llevar a cabo sus coreografías, y, sobre todo, su adicción al tabaco. Después de ver la película uno no puede imaginarse al protagonista sin un cigarro en la boca; y como ritual diario, cada mañana se toma una aspirina, se ducha, se pone colirio en los ojos, se toma anfetaminas y, mientras se mira al espejo, dice: "Es hora del espectáculo, amigos".


Por eso se podría decir que no solo estamos ante el espectáculo de una película sino también del tipo de vida de un personaje que durante el proceso de trabajo del musical tiene que ser hospitalizado por una angina de pecho, y aún así sus intenciones son seguir trabajando ya que no tiene tiempo para curarse. Y, aunque al final será ingresado por su empeoramiento, él seguirá con su forma de ser: fumando y pasándoselo lo mejor posible, sobre todo desde que es trasladado a una habitación privada en la que recibirá las visitas de los amigos y de algunas enfermeras que le harán de lo más feliz. Y para que resulte de lo más creíble, Roy Scheider crea un personaje formidable, que cae bien al espectador por su manera de ser tan irónica y tan sincera, sobre todo ante las mujeres, a las que les debe atraer su forma de vivir tan al límite y su predilección por estar con cada una de ellas. Varias escenas en las que él aparece son inolvidables, como en la que habla con su hija mientras están dando pasos de baile, o en casi todas en las que aparece con mujeres, realizadas con mucho sentimiento, sutileza y destreza.


Y es que la puesta en escena es brillante, demostrada ya en el comienzo del film, o en la misma escena mencionada anteriormente del ritual diario, realizada con primerísimos planos y cortos para dar un ritmo vivaz al espectáculo que se nos está mostrando y dar aún más energía a la vida del carismático protagonista. Fosse da buena muestra de que poseía mucho talento para no solo hacer coreografías sino también para colocar la cámara justo en los lugares que eran necesáreos para obtener el mejor resultado; y en este film no escatima en planos ya que en toda la película hay infinidad de variedad de ellos, muy bien utilizados en el proceso de montaje (de ahí su merecido Oscar). Y para corroborar el hecho de su buen hacer en la dirección no hace falta más que ver la escena de la audición para el musical con la gran canción On Broadway, de George Benson, la larga escena en la que Gideon muestra a los productores la coreografía que tienen ya preparada algo subida de tono, con la canción Take off with us, o el pletórico final con una versión bastante diferente de la canción Bye, bye, love.


"Un fantástico musical lleno de escenas inolvidables con uno de los personajes más carismáticos que ha dado la historia del cine, gracias sobre todo a la gran interpretación de Roy Scheider"

1 piquitos de oro:

Möbius el Crononauta dijo...

Menudo montaje, es lo que más recuerdo, junto al alter ego de Fosse clavado por el gran Roy. No me extraña que el pobre Bob nos dejara tan pronto, al ritmo al que iba.

Estupenda película.

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