Kalimán se encuentra en Egipto buscando evidencias de civilizaciones alienígenas, durante su búsqueda, le sobrará tiempo para repartir riquezas entre los necesitados, salvar princesas, hacerse amigo de los niños, derrotar nazis y beduinos, liberar agradecidas esclavas, luchar contra momias cibernéticas y evitar una invasión turco-extraterrestre.
Si en América tienen a Superman, en Méjico existe esta amalgama de Flash Gordon y Sandokán llamada Kalimán que procede de la radio y el comic, posee poderes tan terroríficos como la ventriloquia o el arte de hacerse el muerto, y le gusta entrar en escena gritando su nombre con un estilo muy a lo Tarzán.
Kalimán viste el característico atuendo superheroico de capa y mallas con los colores nacionales de su país (el verde, blanco y rojo mejicanos) y luce un moreno pantone que ya quisiera Alfonso Arús, le da la risa cuando se pelea contra los malos y aunque parece dominar todas las ciencias del saber, en su casa no hay ningún libro, tan solo un jacuzzi.
La peli fue un éxito en Méjico des del mismo día de su estreno y estuvo más de un año en cartelera, pero aunque se dé aires de gran producción (por los exteriores y su formato panorámico), su valor cinematográfico es más bien escaso y si se la puede valorar de alguna manera será por lo rocambolesco del invento y por el carisma del personaje. El ritmo no es muy ágil y aburre a ratos, pero aún así, hay ciertos hallazgos impagables que hacen que valga la pena verla, como el extravagante prólogo que corto y pego a continuación:
“Yo, Kalimán, autorizo al actor Jeff Cooper a interpretar este pasaje de mi vida que tiene lugar en el misterioso Egipto. Mi decisión de permitir a este joven actor tomar forma corpórea y psicológica de mi persona, se basa en su integridad como individuo y su dedicación al estudio de la mente humana.”
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