Extranjero en su propia piel.
Sería un error considerar El hombre que cayó a la tierra como un mero vehículo diseñado para el lucimiento de una estrella del rock, a pesar de que su protagonista es David Bowie y de la estrecha relación entre su obra musical y la historia del filme. Esto solo debería servir como anécdota para hablar de una película que es por encima de todo consecuencia de su época y de su director, el peculiar Nicolas Roeg, realizador de la mítica Amenaza en la sombra (1973) y director de fotografía de Farenheit 451 (1966), película que supuso su primer encuentro con la ciencia ficción pre Star Wars, aquella que estaba más preocupada por entrar en la modernidad que en elaborar frívolos espectáculos de efectos especiales.
La premisa, en lo básico, no difiere mucho de la ciencia ficción de los 50’s, pero el desarrollo, el tono y la forma, sí. La historia se basa en una novela de Walter Tevis y nos cuenta las vicisitudes de Thomas Jerome Newton (David Bowie), un extraterrestre que llega a nuestro mundo con el objetivo de conseguir agua y llevarla a su planeta natal, donde le esperan su esposa y sus hijos. Newton empieza su periplo con convicción pero no tarda en quedar cegado por los cantos de sirena de nuestra civilización y asistimos a su caída gradual en las debilidades humanas.
Resulta sorprendente que en un principio se pensara en el autor de Parque Jurásico, Michael Crichton, para este papel, porque el insólito físico de David Bowie es uno de los leitmotivs visuales del filme. La acentuada delgadez del cantante, su tez pálida, el pelo rojizo y los ojos disímiles, sumados a ese halo glam y andrógino que le rodea, convencen de su procedencia extraterrestre sin necesidad de otros artificios. El personaje, además, resulta perturbador y anómalo, alienado del mundo que le rodea y asaltado por repentinos autismos, características que influenciaron en gran medida en el Dr. Manhattan de Watchmen.
Pero esta también es la historia de la gente que rodea a Newton y de cómo él cambia sus vidas, desde el abogado homosexual que se enriquece de la noche a la mañana, pasando por el insatisfecho profesor de física que se acuesta con jovencitas y llegando a la camarera que se enamora del hipersensible alienígena. La relación entre ambos propiciará unas escenas de lo más desconcertantes, tanto física como psicológicamente.
Nicolas Roeg nos sumerge en una película ambigua, psicodélica y decadente, con imágenes de sexo explícito, un montaje confuso y una atmósfera enrarecida, por lo que sin duda el público actual la encontrará extraña y lejos de su gusto. Se hace patente la determinación del filme por evitar los convencionalismos del género. En la década de los 70’s el cine americano gozaba de cierta libertad y se optó por contar historias diferentes sobre personajes idiosincráticos, El hombre que cayó a la tierra es un claro ejemplo de la Nueva Ola Americana y de la ciencia ficción contracultural del momento, dos rasgos que matizan sus virtudes y defectos, porque la definen como una extravagancia inherente a su época. Ciertamente el filme ha envejecido, resulta excesivamente hedonista y en su último tercio incluso parece perder el hilo, pero a pesar de todo continúa siendo inquietante.
La frase: “Quizás le hubiéramos tratado igual de haber venido usted a nuestro planeta.”
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2 piquitos de oro:
Para mi una pieza fundamental del cine experimental y de ciencia ficción. Una maravillosa locura en la que, si te dejas llevar, te sumerges en una experiencia única e irrepetible. Qué grande es Roeg y qué poco valorado está. Muy recomendable.
Saludos
Se ve que es una película bastante interesante, pese al riesgo que se corre con este tipo de películas experimentales. Intentaré verla en un futuro cercano.
Saludos.
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