Lo mejor y lo peor del 2008

¿Si los malditos niños de primaria tienen vacaciones por estas fechas, no vamos a tenerlas nosotros? Pues eso, que en el Quesito Rosa nos tomamos un par de semanas sabáticas para poder comer turrones, tocar la zambomba, comprar el amigo invisible y, básicamente, bebernos un colorido surtido de licores varios, mientras intentamos olvidar que, un año más, no nos ha tocado ni un euro en el sorteo del Gordo de Navidad. Maldita sea nuestra suerte. Antes de marcharnos, no obstante, les dejamos un resumen en forma de lista (como nos gusta a la gente de los blogs hacer listas) sobre lo mejor y lo peor que ha dado de si el año en clave cinematográfica. Ni que decir cabe, que lo último que pretendemos con esta lista es ser objetivos, que aquí la cosa no se trata de eso...

Las 10 películas que hay que ver este año:

10) Expiación: Más allá de la pasión: A pesar de un punto de partida bastante sobado, amor imposible entre una joven de clase alta y uno de los criados, el inglés Joe Wright se confirma como uno de los directores a seguir con éste, su segundo trabajo, una película con una fantástica primera mitad y uno de esos planos secuencia de los que hacen época.

9) JCVD: La película más rara del pasado festival de Sitges, un desmitificador ejercicio de metacine alrededor de la figura del tigre de Bruselas. Una cinta donde Van Damme interpreta al Van Damme más humano posible, mostrándose vulnerable, falto de amor e incluso algo idiota. Una película que aunque no resulta ni mucho menos redonda, es un alucinante experimento fílmico cargado de humor, no se la pierdan.

8) Cashback: La fusión de lo fantástico con lo cotidiano, si está bien tratada, siempre me ha parecido fascinante, y esta película acierta de lleno en la forma y el tono. El filme es básicamente un comedia romántica de las de chico conoce a chica, con el aliciente añadido de que el chico puede parar el tiempo. Romance, belleza, humor y muchas tías buenas.

7) 4 meses 3 semanas 2 días: Drama que aborda el peliagudo tema del aborto clandestino en la Rumania de finales de los 80. Una película que con una dirección casi de documental, le saca mucho partido a la actuación de sus intérpretes femeninas.


6) The Fall: Una aventura de piratas y bucaneros a través de 28 de los rincones más hermosos del planeta, con un acabado visual impresionante, mucha inventiva y una historia con la capacidad de emocionar.




5) No es país para viejos: Los hermanos Coen son unos especialistas en pasar el cine de intriga por el turmix de lo absurdo. En sus películas los planes nunca salen bien, siempre hay elementos secundarios de la trama que cogen una relevancia inesperada y el desenlace acostumbra a ser de lo más fortuito. En esta ocasión hay que añadirle grandes dosis de violencia y un asesino que pasará a la historia, sino por su mala leche, quizás por su peinado. Recuerden este nombre: Anton Chigurh.

4) Sweeney Todd: el barbero diabólico de la calle Fleet: Cuando Tim Burton pega fuerte, uno no puede hacer más que rendirse a sus pies. Y lo hace recurriendo a un musical donde pone a cantar a sus actores fetiches. Una pequeña joya de un director que, últimamente, arrastraba demasiados altibajos.


3) Wall-E: Peliculón de Pixar con una primera hora que es una autentica carta de amor al cine mudo, un autentico prodigio de técnica e imaginación que emociona y deleita al espectador. A partir de la primera hora la peli entra en terreno más convencional pero manteniendo siempre un nivel muy alto, una auténtica genialidad.


2) Déjame entrar: Una película que desnuda el mito del vampiro de todos los maniqueísmos absurdos y pasados de moda que arrastra un género cinematográfico tan longevo como éste, y que lo hace sin la intención de crear escuela, sino tan solo para que la historia brille tan intensamente como se merece. Un objetivo que consigue, sin duda.

1) Los Cronocrímenes: Nacho Vigalongo debuta en el cine con una película realizada con un solo propósito: filmar el mejor principio posible para un filme de suspense. Y la película no solo consigue eso, sino que además sigue tomando las decisiones adecuadas durante todo su metraje. ¡Aquí en el Quesito somos Superfans de este señor! Por eso le hemos dado el primer puesto, ¡felicidades Vigalongo!

Y como todo Sherlock Holmes tiene su profesor Moriarty, he aquí el reverso tenebroso del año, las 10 películas que no hay que ver:

10) Indiana Jones y el reino de la Calavera de Cristal: Mientras veía la película sentado en mi butaca del cine, había una pregunta que no podía sacarme de la cabeza; ¿por qué lo han hecho? ¿Por qué? Con lo fácil que hubiera sido dejar las cosas como estaban, o simplemente hacer como en tantas otras franquicias (James Bond, Batman…), donde cambian al actor a su antojo (¿qué tal Clive Owen enfundándose el sombrero?). Pero en fin, ahí tenemos al nuevo Indy tropecientos años tarde y sin nada que podamos hacer al respecto, con los peores malos de la saga y la peor de las tramas. Olé tus huevos, Lucas.

9) Ultimátum a la Tierra: Película que entra en el puesto número nueve de la lista por dos razones; por innecesaria y por sosa. De la versión antigua la gente recuerda la mítica frase Klaatu barada nikto, de la nueva la gente recordará que nadie dijo o hizo nada interesante. El mayor logro de la cinta reside en conseguir que no desentone la interpretación del lila de Keanu Reeves, una interpretación que resulta tan anodina y deslucida como el resto del metraje.

8) Mamma mia!: Una película que funciona básicamente en unidades de tres: un par de minutos para situarnos ante un inminente tema musical, luego la gente se desmadra cantando y bailando sin ton ni son, y después el guión se retuerce para volver a una endeble trama argumental que hace aguas por todos lados, y es que la cinta arrastra consigo un hecho irrefutable: las canciones nunca fueron escritas para el musical en que se basa, ni mucho menos para la película en sí. Pero todo hay que decirlo, la banda sonora es cojonuda.

7) La escafandra y la mariposa: En el 2005 la película tostón por excelencia fue Last days, y este año le toca el turno a la conmovedora historia de un paralítico que escribe. ¡Dios! Nunca se había hecho nada parecido, o espera un segundo, quizás sí…


6) X-files: Creer es la clave: Película que no pasa de ser el típico thriller, de manera que si quitan a Mulder y ponen a Morgan Freeman en su lugar apenas notarían el cambio (¿alguien ha dicho "El coleccionista de amantes" o "La hora de la araña"?). Y es que, perdonen mi ignorancia al respecto, pero, ¿donde están los bichos verdes montados en platillos? Y ya puestos, ¿donde está la química entre sus protagonistas? (Ah, si, en su cuenta bancaria).

5) Los crímenes de Oxford: Este no ha sido el año de Alex de la Iglesia, ni en cine con este fallido thriller, ni en televisión con la sosa serie Plutón BRBNero. Realmente parece como si nada acabara de funcionar en esta película, aparte de que alguien debería decirle a Elijah Wood que para llevar patillas, primero hay que tener pelo en la cara.

4) Wanted (Se busca): Otro bodrio basado en un comic, aunque aquí la cosa resulta más perra que de costumbre, ya que en vez de a los supervillanos que protagonizan el comic original, tenemos a tejedores asesinos súper poderosos. ¡Por favor, no me hagan reír! La obra en que se basa es gamberra y mordaz, mientras que esta película resulta desalmada y vacía. Una flaca excusa para que Morgan Freeman haga de Morgan Freeman, y Angelina Jolieu enseñe culo y tatus.

3) La isla de Nim: Esta es una de aquellas películas que nadie ve a no ser que se encuentre encerrado en un avión a 30.000 pies de altura y un desaprensivo la ponga en televisión, que es lo que me sucedió a mi, y en fin, ¿cómo lo diría? Niños, focas, Jodie Foster y un Indiana Jones de pega, saltar al vacío hubiera sido menos doloroso.


2) Hancock: Cobarde película que no sabe como afrontar las repercusiones de una premisa interesante, por lo que se saca de la manga un patoso giro argumental que lo vuelve todo ridículo, pero que también lo hace más manejable en manos de un guionista borderline.



1) El incidente: Cuando un director de la talla de M. Night Shyamalan la caga, lo hace a conciencia y el mundo se pone a temblar, y es que la película cae a un nivel que otros directores menos diestros no podrían conseguir nunca. ¿Qué es El incidente? ¿Una comedia? ¿Un thriller? Nadie parece saberlo y a algunos incluso no nos importa. La verdad es que la peli causa risa en los momentos de tensión, y tensión en los momentos de risa, así que mi enhorabuena al señor Shyalaman, ha logrado la peor película del año, ¡viva!

Solo añadir que le agradecemos al amigo Machete otorgarnos el reciente premio Symbelmine. Nada más, muchas gracias a todos por haber estado allí durante este 2008 y esperamos volver a verlos el año que viene. Sean buenos y, como siempre, nos leemos.

El incidente (2008)

Buenos días, soy el jefe Dreyfus, es viernes y hoy analizamos una película con el fin de la humanidad como telón de fondo (otra más), que recientemente salió en dvd, de uno de los directores que últimamente está dando más de que hablar, aunque no siempre sea para bien como, lamentablemente, será el caso de: El incidente... ¡Empezamos!

Los actores rezando a Dios después de que les contaran la trama

La peli empieza a saco. Debido a un extraño fenómeno, una parte de la población de Nueva York empieza a suicidarse en masa, sin previo aviso, debido a algún tipo de toxina rara que te fríe el cerebro y, lo que es peor, parece ser que se extiende por gran parte de la costa Este de los Estados Unidos. Como la cosa tiene una pinta apocalíptica bastante chunga, un profesor de ciencias de Philadelphia (la ciudad, no el queso de untar) decide huir en tren junto con su esposa y un compañero de trabajo y su hija para esconderse en la casa de la madre de éste último (en la peli no explican el porque de esta decisión, supongo yo que la señora tendrá en su jardín una especie de bunker inexpugnable o algo). El problema es que el tren los deja tirados en una estación en medio de la nada y desde el bar de la estación verán como la epidemia se sigue extendiendo, así que deberán seguir el viaje como puedan. Incomprensiblemente, todos los pasajeros del tren abandonan el bar montados en coches (!!!) buscando un lugar que no esté infectado para refugiarse, a la vez que el profe de ciencias empezará a buscar respuestas a lo que está sucediendo (realmente absurdo el momento en que, mediante técnicas supuestamente científicas según él, llega a la conclusión menos científica posible, y que además resulta ser la buena). Total, que parece ser que la humanidad vuelve a estar en peligro una vez más (vaya por Dios).


Los actores leyendo el guión de la película

La nueva de M. Night Shyamalan, director y guionista de grandes posibilidades, capaz de hacer cosas francamente interesantes, con una capacidad para sostener el suspense y tener al espectador en tensión digna de admirar. Es el responsable de películas tan conocidas como El sexto sentido (su clásico), El protegido (infravalorada), Señales (fiasco), El bosque (humor) y La joven del agua (peli pasable que debería haber sido mucho más). Entre los protas encontramos a Mark Wahlberg, mejor modelo de calzoncillos que actor, pero que a pesar de ello le siguen lloviendo papeles; Zooey Deschanel, actriz de la que no tenía el gusto y que ha venido trabajando como secundaria en un buen número de películas, comedias en su mayoría; y John Leguizamo, actor de larga trayectoria que ha aparecido en cosas como Super Mario Bros (era el hermano), Spawn (era el payaso) o Un tio llamado peste (era el de la peste), entre muchas otras.


Los actores viendo lo que acababan de rodar

Tal y como empieza la película (y conociendo las virtudes del director, que las tiene y muchas, aunque a veces no quiera sacarlas a la luz) uno se podría esperar, como mínimo, una buena película de suspense que te atrape con facilidad. Esta sensación apenas dura cinco minutos. Pasados esos cinco primeros minutos, con un par de buenas escenas, la trama empieza a decaer de una forma tan alarmante que uno empieza a plantearse si en algún momento llegará a tocar fondo o seguirá cayendo en picado hasta el final. Pues casi casi que lo segundo. Los personajes de la película son todos una panda de mamarrachos sin ningún tipo de gracia y unos soseras de cuidado (llegó un momento en la película en que empecé a aplaudir ciertas muertes), que sueltan dialogos a cual más estúpido e incomprensible ante todo lo que está sucediendo. Por ejemplo: el prota está huyendo de una muerte casi segura acompañado de un par de adolescentes y uno de ellos se gira y de pronto le pregunta: ¿Tienes hijos? Él responde que no y el muchacho le suelta: ¿Que pasa, es que no puedes? El prota le cuenta que su mujer prefiere esperar y patatim y patatam... O sea, que eres un adolescente contemplando el final de la civilización tal y como la conocemos y lo único que te preocupa es si a tu compañero de viaje, al cual acabas de conocer, se le levanta? ¡Venga ya! Pues todo el rato es así. Pero todo esto no es nada comparado con una de las peores tramas de la historia, absolultamente incomprensible que al igual que Gran Hermano, cambia las reglas del juego según le convenga (a pesar de eso, recordemos, el profe lo pilla a las primeras de cambio), de forma que lo que a algunos personajes les puede conducir hasta la muerte, a otros nada de nada (y no me vengan con el cuento de que la cosa va a más, porque no es así). Y es que además podríamos hablar de la moraleja que la película se cansa de repetir, pero es que hay suficientes elementos para cargársela como para no tener que entrar en eso.


Los actores después de ver la película entera

Resumiendo: Hay películas malas, hay películas muy malas y luego... bueno, luego ya viene esto.



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Los duelistas (1977)


Elprimerhombre ha visto Los duelistas, de Ridley Scott, una estupenda ópera prima de un director cuya pericia cinematográfica es ya patente en esta obra, siendo sobradamente corroborada dos años después con Alien (lo de "el octavo pasajero" es cosecha española) y acabada de rematar en 1982 con Blade Runner. ¿Quién puede pedir un mejor comienzo?

Los duelistas se remite al año 1800, cuando Napoleón Bonaparte sube al poder. El teniente Feraud (Harvey Keitel), un húsar del ejército napoleónico que siempre intenta batirse en duelo, debe permanecer en cuartel bajo arresto por haber disputado su honor con el sobrino del Mayor, al que le ha clavado su espada, produciéndole una terrible herida que ha estado a punto de quitarle la vida. Un tal D'Hubert (Keith Carradine), también perteneciente al ejército de Napoleón, es enviado en su búsqueda con el encargo de traerlo consigo, pero cuando lo encuentra, Feraud se opone a tal castigo, retando al mismo D'Hubert a que desenvaine su espada. Este lo encuentra ridículo, negando en rotundo tal fechoría, pero sin tener ningún tipo de escapatoria y acabando por desquiciarle, ambos comienzan un duelo que significará el primero de los muchos que protagonizarán durante los varios encuentros (algunos fortuitos) que tienen a lo largo del largometraje, llegando al 1816 con Napoleón ya derrotado. El sometimiento que tiene Feraud sobre D'Hubert por su pesada actitud de salvar su honor con el duelo, es explicado brevemente con la frase inicial de la película que simplifica muy bien lo que viene a ser todo el argumento: "El que se bate en duelo exige satisfacción; el honor es para él un apetito. Esta historia retrata uno de estos tipos de hambre excéntrica".

Unos bellísimos parajes de Francia, Escocia e Inglaterra amparan esta historia basada en un relato de Joseph Conrad, El duelo (curiosamente, Alien también estaba basada, aunque una adaptación bastante libre, en una novela de Conrad, La línea de sombra). La fotografía de Frank Tidy es espléndida, siendo aún más lograda con Ridley Scott como operador de cámara. Y siguiendo con sus primeras realizaciones, el señor Scott solía dibujar sus propios storyboards con un resultado más que digno, retratando las escenas con una sobrada solvencia, capaz de plasmar perfectamente en el celuloide todo lo que tenía en mente, enganchando en extremo al espectador con historias totalmente atrayentes, rodeadas de una atmósfera enigmática. Por eso, después de su primer lustro de gran logro creativo, algún golpe se debió dar en la cabeza para no realizar ninguna otra obra de tal calibre (aunque algunos dirán que Gladiator o American Gangster se aproximan, sin yo poder reprocharles nada porque no las he visto; Thelma & Louise está bien pero hasta ahí puedo leer).

La importancia de dar con unos actores que dieran la talla para los papeles protagonistas era vital para esta película, acertando sobre todo con el personaje de D'Hubert, con un Keith Carradine más que formidable. Su manera de estar en escena es sorprendente, al igual que su capacidad para transmitir con sus gestos faciales. En el caso de Harvey Keitel por mi parte no es tan logrado, no porque no quede bien para el personaje de Feraud, ya que ahora no me imagino a otro (salvo a Robert de Niro), sino porque sus acciones no son tan vigorosas como las de Carradine, con además demasiada seriedad en su rostro aunque su personaje sea bastante arisco, llegando a veces a la inexpresividad en su actuación. Aunque eso sí, la secuencia final en el duelo definitivo es de una absoluta belleza, con los dos en pleno apogeo.

Todo en esta película está tratado con el más mínimo detalle, recordando sobre todo a esa otra gran obra llamada Barry Lyndon (1975), de Stanley Kubrick, reconociendo el mismo Scott su gran influencia. Los duelos en este film tienen una gran fuerza por estar rodados con cámara en mano, tomándose su tiempo los mismos duelistas, acompañados con un sutil humor, como cuando en el segundo duelo D'Hubert pide perdón porque va a estornudar. Y aunque poca cosa habría que reprochar a Scott de este gran film, algo sí que se podría comentar. El ritmo de la película baja un poco cuando, en 1814, D'Hubert se va a vivir con su hermana que reside en Tours, con la intención de esta de encontrarle pareja, como la bella Adelle, a la que cortejará y con la que se llegará a casar. No con esto quiero decir que pierde calidad el film pero sí un poco de interés en el espectador. También hay un plano contraplano entre el personaje de D'Hubert con un amigo del general Feraud cuando se le reta a otro duelo con este último, en el que sorprende por su falta de raccord. Pero esto son minucias sin casi importancia después de visionar otras grandes escenas de la película.

En definitiva, un gran debut cinematográfico de un director que da buena muestra de su saber hacer a la hora de mover y colocar la cámara.

Un saludo!



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Te pillé, ¡Gotcha! (1985)


El cine adolescente de los 80 parecía querer abarcarlo todo, desde la comedia o el terror, hasta el drama, la sci-fi o cualquier otro género que estuviera de moda en aquel momento. Te pillé, ¡Gotcha! es una clara muestra de ello, un filme que alterna, como si de un híbrido entre John Hughes y Hitchcock se tratara, la comedia pop de los 80 y las cintas de espionaje.


La película empieza en la Universidad de UCLA donde los estudiantes pasean despreocupadamente por el campus. Allí conocemos a Moore, Jonathan Moore, un joven rubiales que sostiene una fotografía, se fija en alguien y empieza a seguirle. Como somos duchos en esto del lenguaje cinematográfico, enseguida suponemos que se trata de un asesino al que le han encargado liquidar a alguien. Moore acelera el paso y saca un arma, pero el alumnado no parece muy impresionado, lo que nos confirma que estamos en una universidad de Los Ángeles. El otro tipo se percata de que alguien le sigue y pone los pies en polvorosa. Entonces Moore corre, hace un par de cabriolas, lo alcanza hábilmente y le derriba de un solo disparo. “Profesional, muy profesional” que diría Pazos. Cuando el tipo cae al suelo, al fin, una chica grita. “No te preocupes, no le he matado de verdad –le dice Moore tranquilizándola- es una bala de pintura, no es más que un juego”.


¡Ah, amigos míos! Solo era una pantomima, un montaje a modo de interludio que juega ingeniosamente con el espectador. Pero no se preocupen, porque las balas de verdad no tardan en llegar. Moore se va de vacaciones a Europa en busca de romance y aventuras, y se ve inmerso en una trama de espionaje internacional que incluye a la CIA, la KGB, el Berlín Este, un rollo de película con información de alto secreto, y una atractiva y misteriosa Matahari. De repente el juego es real e incluso puede llegar a ser mortal, ¿podrá un aficionado al paintball competir contra profesionales de verdad?


Dicho así parece que la trama sea más mema y descabellada de lo que en realidad es, porque a la hora de la verdad resulta comedida y alejada de ciertas salidas de tono que marcaban el cine de la época. La película tiene una buena historia que contar y su realizador, Jeff Kanew (La revancha de los novatos, Detective con medias de seda), se encarga de contarla de manera eficaz. El protagónico, como no podía ser de otra manera, recae en una de esas estrellas adolescentes de la época, Anthony Edwards, un actor que ya había trabajado con el mismo director en La revancha de los novatos, y que ha sido visto en otros productos de consumo adolescente como Lío en la universidad, Juegos de amor en la universidad y Otras sopla polladas en la universidad. Interpretando a su compañero de correrías sexuales tenemos a Nick Corri, que un año antes había sido una de las primeras víctimas de Freddy Krueger en Pesadilla en Elm Street y del que poco más se supo. Y haciendo de experimentada y tremebunda chica Bond (pero tremebunda, tremebunda, ¿eh?) tenemos a la guapísima Linda Fiorentino, en uno de esos papeles que le van como anillo al dedo y que tan bien le sientan.


Cuando se habla del cine de espías es lógico tener como fuente de referencia a la figura de James Bond, algo que la película asume sin tapujos pero que solo utiliza mínimamente. Siendo justos, el filme parece más cercano a las cintas de espionaje de Alfred Hitchcock que a las artificiosas fantasías de un 007. La trama está bien hilvanada, mantiene los pies en el suelo, juega correctamente con la idea del hombre normal envuelto en ambientes peligrosos, y gira entorno a un más que evidente MacGuffin.


El MacGuffin de las pelis de Hitchcock, aquello que motiva la historia y sus personajes, y que en realidad carece de relevancia por sí mismo, solía variar entre formulas secretas y supercherías por el estilo, en Te pillé, ¡Gotcha! existen dos claros y muy distintivos MacGuffins. Primero, el rollo de película cuyo misterioso contenido nunca es desvelado, ni falta que hace. Quien sabe si son secretos de estado, fotos de Ray Liotta haciendo topless o dibujos animados. La verdad es que no importa, solo es una excusa para que los espías de media Europa vayan detrás de nuestro estudiante favorito. Y segundo, el deseo de perder la virginidad del protagonista, un MacGuffin que se aleja de lo propiamente hitchcockiano y se conforma como uno de los muchos elementos que la película toma prestados de las comedias teen.


Porque la película se mueve hábilmente entre dos aguas, la del thriller de espionaje y la de la comedia high school, y lo hace sin caer en la parodia ni utilizar una serie de clichés que podrían desvalorar el filme. Te pillé, ¡Gotcha! es un buen cóctel de tensa aventura, humor ligero y romanticismo, que funciona como un Hitchcock adolescente, donde se sustituye a Cary Grant por un universitario y a Bernard Hermann por el habitual guitarreo facilón de los 80’s. Mucha intriga y diversión pop a mayor gloria del séptimo arte.



La frase: “Una semanita en París y volverá hablando como... ¡Marcel Marceau!”

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X-files: Creer es la clave (2008)

Buenos días, soy el jefe Dreyfus, hoy es viernes, y recuperamos a dos viejos conocidos de la pequeña pantalla, que ya probaron suerte en cine con una primera parte que no acabó de arrasar, como si lo hiciera la serie, y que, ahora, deciden volver a la carga diez años después de sus primeras aventuras en pantalla grande. Suelen decir que mejor tarde que nunca, aunque en este caso... bueno, en este caso, creer es la clave. Hoy: X Files: Creer es la clave... ¡Empezamos!

Al parecer, en una región de los Estados Unidos donde hace un frío de tres pares de cojones, han desaparecido varias mujeres. Cuando una de las desaparecidas es una agente del FBI la agencia empezará a investigar el caso (como si antes se la sudara bastante lo de las demás chicas). En su búsqueda les ayudará un sacerdote pedófilo que asegura tener visiones acerca de las personas desaparecidas y que, cuando el hombre empieza a encontrar cuerpos, ya se lo empiezan a tomar más en serio. Así que, a través de Scully, reconvertida en médico, pedirán ayuda a Mulder (que después de dejar el FBI se encerró en su casa, abandonándose, con una frondosa barba, aunque con el pelo perfectamente cortado, eso si), para que trate con el tio de las visiones y descubra si les está contando la verdad o solo es un zumbado más. ¡Vaya mierda de excusa más pillada con pinzas para recuperar a dos personajes tan carismáticos, por el amor de Dios! A la vez, Scully tiene su propia trama paralela (y absolutamente prescindible) donde tendrá que salvar la vida a un muchacho aquejado de una grave enfermedad. Pues vaya plan.

La mejor noticia de esta segunda entrega es que quien decide recuperar las riendas y se ocupa de escribir el guión y dirigir la película es su creador Chris Carter, responsable, además, de dos series más: Millennium (más misterio y fenómenos paranormales) y The Lone Gunmen (un Spin-off de la propia Expediente X). Como hace tiempo que no sabiamos de él, supongo que se habrá decidido a realizar esta secuela porque se estaba quedando sin pasta. El reparto, como no, está encabezado por David Duchovny, actor que disfruta de mayor éxito en televisión (la misma Expediente X y la genial Californication, de la que actualmente se está emitiendo la segunda temporada) que en cine (entre lo más destacado encontramos: Kalifornia, Jugando con la muerte, Evolution o Full Frontal) y Gilliam Anderson (a quien le han cambiado la voz de doblaje para esta película), que tampoco es que haya tenido una carrera demasiado brillante en pantalla grande (apenas la recordamos, últimamente, por su papel secundario en El último rey de Escocia). Además de los dos gallos principales, para esta secuela han añadido un par más de caras conocidas: Amanda Peet, actriz que aparecía en títulos como Falsas apariencias (¿quien no recuerda esa escena cuando dispara?), Identidad, Syriana, El amor es lo que tiene, El niño de Marte y alguna que otra tontería más y Billy Connolly (es el de los pelos), habitual secundario, visto en películas como Beautiful Joe, El último Samurai, Timeline, Fido y alguna otra que paso de recordar.

Antes de nada déjenme contarles que nunca fui un seguidor acérrimo de la serie. La pillé ya empezada, y, a pesar de que la estuve viendo durante alguna temporada por televisión, la dejé mucho antes del final, cuando la cosa me empezó a aburrir y a liarse de más. Para colmo tampoco he visto la primera película del año 1998, más que nada porque esa sí que seguía una trama que, por aquél entonces, ya no estaba viendo. Total, que diez años después deciden recuperar a los protagonistas de la serie para meterlos en un nuevo caso, sin que venga demasiado a cuento y con el agravante de tener una trama sosa hasta máximos insospechados, predecible, a la que le cuesta horrores avanzar (se recrean dando vueltas y más vueltas sobre lo mismo) y vista mil veces. Vamos, que no pasa de ser el típico thriller, de manera que si quitan a Mulder y ponen a Morgan Freeman en su lugar apenas notarían el cambio (¿alguien ha dicho "El coleccionista de amantes" o "La hora de la araña"?). Y es que, perdonen mi ignorancia al respecto, pero, ¿donde están los bichos verdes montados en platillos? Y ya puestos, ¿donde está la química entre sus protagonistas? (Ah, si, en su cuenta bancaria). En principio el hecho de que quisieran hacer una película más pequeña y sencilla, sin tanto bombo y platillo (platillo, ¿lo pillan?) como pintaba la primera parte, me parecía una idea bastante acertada, pero, a la hora de la verdad, el resultado final no puede ser más desangelado. La cosa tiene pinta de que Chris Carter recuperara una idea para un capítulo chungo de los que nunca llegaron a rodar para televisión y pensó: ¡Que coño, de perdidos al río! Y para la productora que se fué, agitando los papeles al viento y gritando hacia las oficinas, desde la puerta: ¡La verdad está ahí fuera! Para acabar de rematarlo (y como mucho me temo que el capítulo no daba como para hacer un largo), se sacan de la manga una subtrama con Scully como prota que no viene a cuento de nada, que no interesa y que aburre, más si cabe, que la trama principal.

Resumiendo: Un churro de los que hacen época. Mal intento de recuperar a unos personajes a los que volver a la pantalla grande no les ha hecho ningún favor, aunque con una trama tan simplona poco más se podía hacer.



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Alrededor de medianoche (1986)

Elprimerhombre ha visto Alrededor de medianoche, de Bertrand Tavernier, una película que se centra más en hacer un retrato de un artista del jazz que no en relatarnos una buena amistad entre dos personas.

Basada en algunos incidentes de la vida de Bud Powell, un trompetista al que también se homenajea al final de la película, Tavernier nos cuenta una historia de amistad entre Dale Turner (Dexter Gordon), un saxofonista tenor, y Francis (François Cluzet), un hombre enamorado de la música de Dale que pasa por un momento crítico por estar sin trabajo, viviendo con su hija desde que su ex-mujer la dejó a su cargo. Estamos en 1959 y el tal Dale decide marcharse de Nueva York para quedarse por un tiempo en París, con ya una larga carrera a sus espaldas. Cada noche tocará en el club de jazz Blue Note, donde Francis lo escucha desde la calle al no tener mucho dinero (aunque incomprensiblemente lo veamos más adelante invitar a Dale unas cuantas veces). Una noche, Francis decide esperarle y el propio Dale se le acerca y le pide que le invite a una cerveza, empezando entonces una fiel relación entre ambos, más por parte de Francis que tendrá que vigilarlo a todas horas para que no caiga en la bebida, algo casi inevitable. Al final Dale llegará a vivir con él y con su hija.

Dexter Gordon hace el papel de Dale Turner, siendo también su mismo personaje ya que él fue el verdadero saxofonista tenor que se presenta en la película, casi olvidado en los años 80 y volviendo a renacer gracias al film de Tavernier (hasta es nominado en los Oscar). Su presencia impresiona por su altura y su voz tan carismática (aún más afónica que la de Tom Waits), logrando un personaje vital para la película aunque parezca que casi siempre esté borracho sin a veces haber bebido. Françoise Cluzet, con un tremendo parecido a Dustin Hoffman tanto en el físico como en su manera de actuar, hace un papel correcto, salvo esos elocuentes enfados en las escenas que se vuelve demasiado excéntrico por causas del guión.

En principio, la amistad que hay entre estos dos tipos debería ser lo más sugerente o lo más interesante de esta película, pero a pesar de algunos pocos diálogos que habría que destacar entre ellos dos, las demás escenas juntos se dejan ver pero no tienen mucho más peso que lo que se ve en pantalla, sin ser lo suficientemente resolutivas. Tavernier tiene más empeño en filmar bien las actuaciones de Dale y en contarnos sus problemas con la bebida que en enfatizar con buenos diálogos o buenas escenas la relación entre ambos. Sin contarnos nada nuevo, describe además con pinceladas el personaje de Francis, resaltando demasiado sus problemas económicos como si fuera una obligación para profundizar de alguna forma en su vida, quedando descaradamente forzado en la película. De este modo, realmente son más llamativas y hasta más emotivas otras escenas, como por ejemplo, en la escena que oímos por un breve momento la voz en off de Dale, con la cámara en lento movimiento por un pasillo y con la música de fondo de Herbie Hancock (que ganó el Oscar por la banda sonora teniendo también un papel en la película), o en la que vemos a Dale divagar delante de la cámara, hablando de su experiencia en el ejército. Pero aún con el desarrollo de la película un tanto lento e insulso a veces, encontramos también otros detalles de calidad que no hay que pasar por alto, destacando obviamente la ambientación y la fotografía del film y quedándome con la secuencia en el piso nuevo de Francis, en el que se encuentran todos los amigos de Dale, logrando juntos una fiesta a lo grande bien realizada.

Por todo lo dicho, Bertrand Tavernier hace una buena filmación sobre jazz como hizo Clint Eastwood en Bird dos años más tarde (aunque esta última es considerada por algunos como la mejor pelicula sobre jazz), pero cae en el típico sentimentalismo que debería haber evitado. Tavernier supo resolver mejor sus planteamientos en películas como Ley 627 (1992), Capitán Conan (1996) o sobre todo Hoy empieza todo (1999), con un gran Philippe Torreton en estas dos últimas.

En definitiva, una historia que resalta por encima de todo la figura de Dexter Gordon pero que no cuaja del todo con la amistad entre este y un enamorado de su música.

Un saludo!





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