Los nombres del amor (2010)


El amor y otras cosas del montón

Hace poco más de una semana llegó a nuestras pantallas una película francesa llamada Los nombres del amor (2010), de un tal Michel Leclerc, que cuenta una peculiar historia de amor entre un hombre serio y maduro y una joven bastante extravagante, entregada al sexo de forma acentuada. Con este contraste pronunciado en la pareja protagonista y con un personaje femenino desbordante y vivaz, quizás les vengan a la cabeza películas como La fiera de mi niña (1938), ¿Qué me pasa, doctor? (1972) o Algo salvaje (1986), en las que ellas también volvían locos a los personajes masculinos.


Pero la semejanza con esas películas es únicamente por lo que se ha comentado. Los tiempos van cambiando y después de ver este film a uno le queda la sensación de que a Lendrec no le interesaba hacer una comedia romántica a la vieja usanza sino que quería ponerle algo de erotismo (que por cierto se agradece) e introducir (por mi parte muy equivocadamente) temas tan manidos como la inmigración, el racismo y la política. Además, en ocasiones ha intentado adornar estos aspectos con un humor muy forzado (aunque también hay algún pequeño gag conseguido) y en otras ha optado por destacar un dramón de altura, o sea una mezcla de conceptos que no ayuda para nada a que la historia de amor principal siga teniendo el mismo interés para el espectador, al que se le va haciendo cada vez más pesado ese empeño de Leclerc de combinar de mala manera la relación de la pareja protagonista con esos temas tan repetidos hasta la saciedad.


Por eso, principalmente la película es una extraña e irregular historia en la que se incluye amor, humor y drama de forma un tanto embarullada, en la que al principio se muestra el momento concreto en que se conocen los dos protagonistas, Bahia Benmahmoud (Sara Forestier) y Arthur Martin (Jacques Gamblin), y posteriormente son ellos mismos los que se ponen a hablar durante un buen rato delante de la cámara, como si fuera una especie de introducción (que se hace larga) a su historia y para resumir de una forma un tanto amena sus orígenes y mostrar la manera de ser de sus progenitores. Ellos mismos salen a veces en esas imágenes del pasado con su aspecto físico actual y como si presenciaran algunos hechos importantes de su familia. Pero también se utilizará durante el desarrollo de la película la aparición de un joven Arthur dando consejos al Arthur del presente, algo que ya denota esa poca originalidad que se gasta el señor Leclerc.


Con todo esto lo único que se consigue es echar a perder el carisma que desprende el personaje de ella, encarnado bastante bien por Sara Forestier. Jacques Gamblin hace lo que puede con su personaje pero también cae en demasiadas ocasiones en unos gestos sobreactuados. Y como en muchos momentos esa forma de ser de ella tan alocada marca el ritmo y el peso de la historia, es normal que uno piense que sin su presencia la película de Leclerc aún tendría menos razón de ser y no convencería en casi nada al espectador. Y es de agradecer, aunque también choque en el resultado general de la película y solo sea un detalle específico de esta historia, que se muestren ciertas imágenes eróticas bien filmadas en las que se goza de la sensualidad del momento, con unas curvas muy interesantes de una guapa y atractiva Sara Forestier.

Pero en definitiva, el planteamiento de esta película es tan fallido que el resultado final corrobora la mala decisión de Leclerc de no querer contar únicamente una historia agradable y entretenida, siendo tozudo en dar bastante importancia a lo menos interesante de la historia.


"Una comedia romántica, con una peculiar pareja protagonista, en la que se cae en el error de utilizar un humor en ocasiones forzado e introducir temas dramáticos que no interesan y que aparte de desbaratar el conjunto deslucen el carisma del personaje femenino principal"

0 piquitos de oro:

Publicar un comentario

Mientras tanto, en Twitter...

Free counter and web stats