Pero entremos en la trama propiamente (o lo poco que se pueda sin contar demasiado). Indiana sigue con sus cosas de siempre, ya saben: sigue trabajando de profesor (no le quedará mucho para la jubilación) en la facultad y en sus ratos libres se pone a buscar tesoros perdidos y metiéndose en lios. Y en estas estamos cuando aparece un chaval que intenta ir de duro (el niño de los transformers) que acude a él para que le ayude a encontrar a su madre secuestrada en una selva perdida en el culo del mundo, que le ha mandado una carta donde le habla de una calavera de cristal. La madre del niño en cuestión es Marion, la mejor bebedora de chupitos que se conoce, tal y como hacía gala en la primera entrega, y vieja amiga de Indy. La aventura está servida y Indiana, junto con su joven compañero, no se lo van a pensar dos veces.
A la hora de la verdad, esto más que una película, parece una reunión de amigos. El productor, George Lucas (una auténtica máquina de fabricar dinero), el director, Steven Spielberg (una auténtica máquina de fabricar iconos cinematográficos, prueben a contarlos) y el prota Harrison Ford (una auténtica máquina de… bueno, un actor con más suerte y carisma que talento). A la santísima trinidad se les unen Karen Allen como Marion, ya vista en Indiana Jones en busca del arca perdida (sería como el hijo prodigo que vuelve al redil), Shia LaBeoulf, el jovencito de moda allá en Hollywood (que le debió resultar bastante frustrante cambiar a la Megan Fox de Transformers por el abuelete de Ford) y como malo oficial tenemos a Cate Blanchett, interpretando a Irina Spalko, una militar soviética con malas pulgas y afiladas espadas (es lo que tiene: con el pelo rubio y largo; reina de los elfos; con el pelo moreno y corto: comunista malvada).
La peli arranca con un homenaje al logo de la universal (como todas) y sigue con una larga escena de acción (como todas también) que, todo sea dicho, termina con una ida de pelota de las que hacen historia. Lo mejor de todo es que reconoces a Indiana Jones en este arranque. El hombre ha vuelto y la cosa promete. Pero lo cierto es que la cosa promete el rato que tarda el amigo Shia LaBeoulf en aparecer en pantalla (que tampoco es que sea culpa suya, él cumple bastante bien su función por mucho que se empeñe en hacer de Tarzán en sus ratos libres), momento en que la peli entra de lleno en una trama bastante floja tirando a mala, con fallos de guión (o eso me pareció) y, la verdad, poco inspirada y atrayente para el espectador. Y lo difícil de entender es que todos los ingredientes válidos en las otras entregas siguen aquí y son fácilmente reconocibles (aventuras, humor, viajes, persecuciones, enigmas, pistas, pasadizos, bichos, peleas, persecuciones…), pero a la hora de la verdad el resultado es mucho más simplón y descafeinado. Lo peor de todo se lo guardan (traicioneros ellos) para un final tirando a horroroso y un desenlace de vergüenza ajena. Es de agradecer, no obstante, que durante buena parte de la película estén haciendo continuas referencias a las tres entregas anteriores, lo que permite, junto con el personaje protagonista, conservar cierta nostalgia de la saga. Y es que diecinueve años entre la anterior entrega y ésta no son moco de pavo y uno tiene la sensación de que la película debería haber llegado mucho antes o, simplemente, no haber llegado, pero esperar tantos años para esto sabe a poco (¡y que durante todos estos años éste resulte ser el mejor guión que han encontrado es como para preocuparse!).
Resumiendo: Película clásica de aventuras, entretenida a ratos, con alguna buena escena de acción, pero falta de la garra de la que pueden presumir sus antecesoras y, lo que es peor, una frustrante recta final.
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