Elprimerhombre les va a hablar de El camino de San Diego, nueva película de Carlos Sorín, al que le estoy cogiendo el mismo cariño que él impregna en sus personajes. Con este film, Sorín acaba una trilogía que empezó con Historias Mínimas y siguió con Bombón, el Perro. En las tres películas, los protagonistas son gente normal y corriente que sobreviven con lo que tienen casi siempre con una sonrisa en la boca. De ahí que la trilogía se conozca con el nombre de “los invisibles”, los antihéroes.
En esta, el personaje es un fanático de Maradona, que conoce toda su vida y su trayectoria como futbolista. Un día de lluvia, mientras va corriendo por el bosque, se encuentra una raíz de un árbol arrancada del suelo y le ve un cierto parecido a su ídolo. Entonces decide cortarla y arreglarla un poco para llevársela a Maradona, que está en una clínica.
La película comienza como un documental, con conocidos del protagonista que explican el fervor que tiene el chico por Maradona. Es gracioso ver a la gente del pueblo hablar delante de las cámaras de forma tan natural; y eso es lo que más alabo a este director, que consiga esa naturalidad.
He llegado a leer que casi todo el mundo coincide en que “el director argentino se deja llevar demasiado por una concepción del mundo excesivamente ingenua y llena de bondad; que parece imposible encontrar en el mundo real personajes tan humanos y llenos de buenas intenciones que en sus viajes sólo se cruzan con otros personajes aún más humanos y bienintencionados”.
Y, al respecto de esto, yo me pregunto: ¿Para qué está el Cine sino para contar historias que no existen en la realidad? ¿No es ya triste que nos choque tanta amabilidad? No exageremos en lo que vemos porque, en ningún momento, mientras veía la película, pensé en que las situaciones eran demasiado forzadas, ni llenas de tanta bondad. Además, soy el primero en que me entren ganas de vomitar cuando veo una escena demasiado cargada de amabilidad o ternura, como me pasó con Qué Bello es Vivir, de Capra (uy!ahora locoporelcine me matará).
Una Historia Verdadera, de Lynch, es otro ejemplo de road movie, muy parecida a esta, pero con un abuelo en vez de un chico; y qué casualidad, también el protagonista se encuentra a gente amable en su camino que le ayuda a llegar a su destino.
Entonces, me planteo dos cosas:¿No será que debemos viajar en cortadora de césped o haciendo autostop para encontrar a gente amable en nuestro camino? ¿O simplemente que Sorín es tan surrealista como Lynch?
Ustedes dirán. Un saludo.
1 piquitos de oro:
Mmm, ya he encargado mi cortadora de cesped, jiji! igual deberiamos tomárnos la vida como una road movie, lo que es.
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