Después de la película original de El planeta de los simios (1968), de las cuatro secuelas posteriores, de una serie de televisión, de otra serie de televisión de animación y del descalabro que supuso el reciente remake de Tim Burton, alguien en Hollywood decidió que, contra todo pronóstico, era éste un buen momento para abordar otra intentona para lograr reflotar una franquicia que muchos ya daban por irrecuperable. Así pues, este verano nos llegó a las salas de cine una nueva entrega/secuela/remake/precuela/reboot de la popular saga simiesca: El origen del planeta de los simios. ¿Qué podría salir mal?
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En la película encontramos a un científico que está trabajando en un ambicioso proyecto para intentar conseguir una cura efectiva contra la enfermedad del alzheimer, lo que lo obligará a experimentar, repetidamente, con simios. El día en que uno de estos simios la líe parda en el laboratorio, los accionistas mayoritarios del proyecto decidirán retirar la financiación, obligando al científico a seguir su trabajo desde su hogar, experimentando con su propio padre, víctima de la enfermedad, y con una cría de simio que demostrará gozar de unas increíbles cualidades heredadas de su madre a quien habían tratado en el laboratorio con el fármaco experimental. A medida que el simio, de nombre César (guiño), a quien le gusta juguetear con una figurita de cierta estatua de Nueva York (guiño, guiño) se vaya haciendo mayor demostrará poseer una inteligencia extraordinaria y muy superior al resto de los de su raza. Esta claro que tener a un simio adulto y super inteligente metido en casa puede llegar a acarrear ciertos problemillas de infraestructura, pero vamos, que tampoco es que se vaya a acabar el mundo tal y como lo conocemos (guiño, guiño, guiño).
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La película original del planeta de los simios resultó ser todo un boom en taquilla y terminó convirtiéndose en una cinta de culto, pero su trama estaba bastante más cerca de una peli de serie B que de una gran producción. Para intentar dar explicación a cómo se llega a una situación tan alocada como era aquella (claramente hija de su tiempo y de los excesos de la década) solo se puede hacer con una historia igual de inverosímil y próxima a la serie B, donde nos encontramos a un mad doctor incapaz de recular, extraños experimentos científicos capaces de poner al límite la ética humana, una criatura capaz de rebelarse contra su creador... y monos, muchos monos. Y es ese espíritu de cercanía hacia la serie B el que hace que se le perdonen a la trama ciertas lagunas y/o agujeros en el guión (como ese mono de circo que sin suero para volverse más listo ni nada parece que tenga varias carreras universitarias).
A decir verdad me esperaba que esta nueva entrega del planeta de los simios sería un cagarro de dimensiones épicas y si fui al cine a verla fue más por una vocación de completismo (había visto todas las entregas anteriores) que por otra cosa. Sorprendentemente me encontré con una buena película, bien planteada, de ritmo ágil, interesante desde sus inicios y con una tensión que va en aumento a medida que avanza la trama y las circunstancias van provocando que las relaciones entre los personajes protagonistas se vayan deteriorando a marchas forzadas, abocándose a una última media hora final que es una pura gozada para el espectador. Todo esto no tendría demasiado sentido si no fuera porque, además, la película cuenta con unos efectos especiales absolutamente impresionantes y perfectamente integrados dentro de la acción, que consiguen dar una credibilidad espectacular a las escenas de este nuevo origen del planeta de los simios que, no obstante, no consigue hacernos olvidar que la historia buena de verdad, es la que viene a continuación, cuando un grupo de astronautas aterrizan en un misterioso planeta habitado por simios.
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