Leí no hace mucho que la última película ganadora de la Palma de Oro del Festival de Cannes, El árbol de la vida (2010), era considerada por algunos como una obra maestra y por otros como un fraude. A mi parecer, la calidad del resultado del film no se acerca a ninguna de las dos opiniones reflejadas porque por razones que voy a dar no puedo apreciar las alabanzas con las que algunos han elogiado a esta tan pretenciosa película, pero tampoco creo que el director, Terrence Malick, haya engañado a nadie viendo sus tres anteriores películas. Quien haya seguido su corta carrera cinematográfica se habrá dado cuenta de que desde La delgada línea roja (1998) ha querido dejar bastante claro su interés por la naturaleza y la importancia que tiene esta en la vida del ser humano, igual que las preguntas que nos hacemos sobre la existencia de Dios. Y en esta ocasión ha plasmado todo esto en muchas más dosis, queriendo llegar hasta el origen de la vida y resumir todas las experiencias que podamos tener en ella.
La historia nos enseña la vida de una familia norteamericana de los años 50 en la que el padre (Brad Pitt) es muy severo en la educación de sus tres hijos, mientras que la madre (Jessica Chastain) es dulce y cariñosa. El hijo mayor, Jack, es el principal protagonista y es interpretado en su etapa adulta por Sean Penn, cuando aún se cuestiona el porqué de su dura relación con su padre. En su adolescencia veremos la lucha constante con él, su amor-odio en su relación y la gran unión que tiene con sus otros dos hermanos. Con los sentimientos que surgen de las relaciones de esta familia, Malick parece que haya querido aunar todo lo que percibimos y experimentamos en el ciclo de la vida, con todas las cosas buenas y malas que nos encontramos por el camino. Hay mucha espiritualidad y pensamientos metafísicos que fluyen a través de las voces en off que sí ha utilizado en todos sus trabajos, sin embargo Malick se ha empeñado en ir más allá y romper el argumento al cuarto de hora del inicio del film para introducir imágenes que recuerdan demasiado a cualquier documental de televisión bien realizado sobre la creación del universo y los primeros seres que habitaron el planeta. Este es el momento crucial en el que ha ocurrido que algunos espectadores han preferido irse de la sala de cine.
Con este último ejemplo queda bien claro que la película no pasa nada desapercibida y que la historia es muy irregular, sobre todo por dicha secuencia del origen de la vida, pero es que, además, aunque la relación entre los tres hermanos sea lo mejor de la película, Malick se entretiene demasiado en mostrarnos a los chicos pelearse o jugar con cualquier cosa. También muchas de las bellas imágenes que vemos pretenden descaradamente encandilar al espectador, tanto con postales de paisajes como con pequeños gestos de los protagonistas o muchos primeros planos de manos que tocan la hierba, de cortinas que se mueven o de sombras en el suelo. Y es que la bella fotografía de Emmanuel Lubezki logra resaltar esos detalles utilizando a conciencia la luz del sol. El director norteamericano adora al astro rey y es un elemento primordial en esta película y en casi todos sus trabajos. La interpretación de los actores, tanto de los adultos como de los niños, es por lo menos bastante aceptable y consiguen transmitir muy bien tanto los duros como los buenos momentos, pero esa sensación de que no sabes cuándo va a acabar la película, de que se podría alargar hasta que quisiera el director, da una idea de la cantidad de imágenes que pasan por la pantalla, complicando más la tarea del montador Mark Yoshikawa que realmente, dentro del barullo, consiguió un buen trabajo.
3 piquitos de oro:
Si señor, no entiendo porque no puede haber termino medio con esta peli, así me he expresado yo también. Tiene cosas malas pero es una experiencia (no necesariamente una peli) que recomiendo.
Habrá que arriesgarse y ver que pasa.
Realmente, y siendo de los que nos acercamos más a considerarla un fraude por lo pretenciosa, me parece una crítica bastante (o muy) acertada. Porque la peli da mucho más que esa pretensión de la historia, especialmente en cuanto a estética y forma narrativa, que me pareció soberbia en los compases centrales, una vez superado el dodocumental como lo denominas.
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