El tiempo es oro.
Cuarta película como director de Andrew Niccol (suyo era también el guión de El show de Truman), quien debutara tras las cámaras con la interesante Gattaca. En esta ocasión vuelve al futuro y a la ciencia ficción, temas ya tratados en su opera prima, para mostrarnos una peculiar sociedad en la que el dinero ha sido sustituido por el tiempo, que se utiliza como moneda de cambio para conseguir bienes y servicios, hecho que acentúa claramente las divisiones entre clases sociales, convirtiendo a los millonarios en seres prácticamente inmortales y a los pobres, sin recursos, en cadáveres ambulantes pendientes constantemente del tiempo de vida que les resta, viéndose obligados a mendigar a cambio de unos pocos minutos más. Al igual de lo que ya sucedía con Gattaca, la sociedad que dibuja Andrew Niccol funciona a la perfección, a la vez que nos muestra un futuro terrible. El problema es que, a diferencia de su anterior trabajo, en esta ocasión, una vez presentada la sociedad sobre la que transcurrirá la historia, el resto del guión termina resultando ser de lo más estúpido que se le puede arrojar a un espectador a la cara.