Django desencadenado (2012)


Dos hombres y un mandingo.

Después de ofrecernos su particular visión sobre géneros tan distantes como el cine de gangsters, el blaxploitation, las artes marciales, el thriller con toques de slasher o las cintas de nazis, ahora Quentin Tarantino ha decidido pasarse al western. Que Tarantino llegara al western era solo cuestión de tiempo, pues ya se veía que el hombre le tenía ganas al género en algunos tramos de Kill Bill, de Dead Proof e, incluso, en la secuencia inicial de su anterior trabajo, Malditos bastardos. De todos modos supongo que, en el fondo, no debería importarnos demasiado cual es el género que Tarantino decida abordar en cada ocasión, pues Tarantino ya es un género en sí mismo. De este modo cabe decir que Django desencadenado es un western, sí, pero sobre todo es un western de Tarantino, con todo lo que tal afirmación conlleva.



Así que finalmente su western llegó, y lo sitúa dos años antes del estallido de la guerra civil americana, que acabó comportando la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos (para más información al respecto pueden entrar en la sala de cine de al lado a ver el Lincoln de Spielberg). Django es un esclavo negro que será liberado por un caza recompensas, de origen alemán, que le prometerá la liberta a cambio de que le ayude a encontrar a unos fugitivos de la ley, sobre cuyas cabezas se ofrece una cuantiosa recompensa. Pero una vez finalizado el trabajo, y viendo la buena sintonía existente entre ambos y lo lúdico y entretenido que resulta el hecho de trabajar dando caza a un grupo de blancos, Django se terminará asociando con el caza recompensas.

Así pues, y a pesar de los problemas que se irán encontrando debido al color de la piel de Django, los dos hombres empezarán a dar caza a los delincuentes más buscados, a la vez que el alemán irá enseñando al prota todos los trucos habidos y por haber para convertirse en un excelente caza recompensas. Pero el verdadero objetivo de Django será el de intentar liberar a su esposa, retenida como esclava en la plantación de un acaudalado terrateniente quien, por supuesto, será un tipo malvado y despiadado, como mandan los cánones. En ese sentido cabe remarcar que Tarantino ha cambiado la voluminosa pipa que fumaba el malo de Malditos bastardos, por una fina boquilla con puritos que fuma el malo de ésta.


El prota y el malo se estrenan a las ordenes de Tarantino. Ellos son Jamie Foxx y Leonardo DiCaprio. Reconozco que cuando me enteré de que DiCaprio había fichado para la película sentí un sentimiento de rechazo, pero cuando supe que era para hacer de malo la cosa dio un giro de 180 grados. Foxx está pasable, pero a pesar de ser el prota su papel es de los menos agradecidos de la peli, limitándose a interpretar un tipo serio con malas pulgas. Dicaprio, por el contrario, construye un malo de los que hacen época, digno del cine del director. Les acompaña Christoph Waltz, quien ya trabajó en la anterior Malditos bastardos y donde vuelve a bordar su papel. Por lo que a mi respecta Tarantino ya lo podría fichar para el resto de su carrera. Además en Django desencadenado volvemos a encontrar al habitual Samuel L. Jackson (presente en la gran mayoría de títulos del cineasta); y el actor a recuperar para la ocasión (algo muy de Tarantino) es Don Johnson (el eterno Sonny Crockett de Corrupción en Miami), al que ya empezamos a recupera un poco, no hace mucho, en Machete del amiguete Robert Rodríguez.


Llegados a este punto, y después de años de consolidación en la industria, el sr. Quentin Tarantino parece tener muy claro cual es el rumbo que debe seguir a la hora de abordar un nuevo trabajo. Lo que no parece haber logrado reducir el paso del tiempo es la ilusión que demuestra el realizador en cada nuevo proyecto y que queda plasmado en su trabajo (se nota que el hombre ha disfrutado, tanto en la escritura como en la dirección de la película, metiendo en la trama todo lo que le venía en gana). En ese sentido a veces las ansias le pueden (y el deseo de dar cabida en la cinta todo lo que le pasaba por la cabeza) y en algunos pasajes de la trama uno no puede evitar tener la sensación de que la peli se le está alargando al hombre más de la cuenta, pero Tarantino siempre consigue salir airoso y triunfal con algún giro argumental que nos termina dejando satisfechos y dichosos.

Tarantino nos ofrece dos horas y media de un spaghetti western enloquecido, con unos personajes extremos, situaciones que en ocasiones rozan la caricatura, escenas escabrosas, más humor del que nos tenía acostumbrados, grandes diálogos, planos exquisitos, referencias a los clásicos, sangre a borbotones, disparos a mansalva y esa forma suya de hacer las cosas en las que parece regodearse en esos tiempos muertos en los que parece que no pasa nada pero que no dejan de pasar cosas. Y todo ello metido en una historia de venganza (como no podía ser de otra forma), de un hombre que busca su libertad y la de su esposa, con el trasfondo de la esclavitud, llena de humor y violencia y con un malo al que es imposible que a uno no le vengan ganas de entrar en la pantalla y pegarle una paliza. Pero sobre todas las cosas, Django desencadenado es Tarantino cien por cien.


Resumiendo: Tarantino coloca su sello de identidad en el western. Y lo borda.

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