Ruby Sparks (2012)


Los sueños se hacen realidad

Este viernes pasado se estrenó en nuestras salas de cine Ruby Sparks (2012), de Jonathan Dayton y Valerie Faris, un matrimonio que después de dirigir numerosos vídeos musicales (entre ellos el premiado Tonight, Tonight, de Smashing Pumpkins) decidieron dar el paso a la gran pantalla con Pequeña Miss Sunshine (2006), con la que cosecharon varios premios y un éxito abrumador tanto de crítica como de público. Ahora han dado vida un guión escrito por Zoe Kazan, la nieta del que fue director y escritor norteamericano Elia Kazan, que en una entrevista comentó que la historia le vino a la cabeza cuando volvía de un rodaje, al ver un maniquí tirado en un contenedor, recordando entonces una leyenda griega que aparece en Las metamorfosis de Ovidio: Pigmalión, un rey de Chipre, cansado de no encontrar a la mujer perfecta, empezó a crear esculturas de mujeres preciosas, enamorándose de la más bella de ellas, Galatea. Al soñar que cobraba vida, Afrodita hizo realidad su deseo y cuando despertó vio que la mujer de sus sueños era real.

Looper (2012)

El verdugo.

Reconozco que las películas basadas en los viajes en el tiempo y en las paradojas temporales son una de mis pequeñas debilidades. Así pues cuando me enteré que se estrenaba Looper y vi las buenas críticas que había cosechado no tardé en correr hasta la sala de cine más cercana. Y una vez allí, ¿qué me encontré? Pues lo que me encontré fue un thriller de acción futurista, con toques de ciencia ficción, de western, de cine noir, de cine negro, con toques de comedia, con una historia basada en los saltos temporales, con máquinas del tiempo, algo de telequinesis, motos voladoras, futuros apocalípticos... ¡y a Bruce Willis partiendo la pana!. Yo es que no sé qué más se le puede pedir a una película de estas características. Bueno sí, que la trama funcione y esté bien resulta. Pues señores, no se lo van a creer, pero la trama funciona y está bien resuelta. Ya pueden ir descorchando el champán. 

La reina de África (1951)


Desde África con amor

Los amantes del buen cine tenemos que dar gracias a que John Huston quisiera hacer una película en África con la intención principal de querer cazar un elefante, ya que debido a esa afición totalmente repudiable el resultado de aquel viaje a El Congo, donde todo el equipo de rodaje sufrió un montón de adversidades, fue la increíble La reina de África (1951), en la que el director norteamericano consiguió retratar una de las historias de amor más hermosas que se hayan visto jamás en el cine. Desde la sencillez de la trama y la evolución tan bien llevada de ese respeto mutuo que se tiene la pareja protagonista surge algo especial lleno de romance y ternura.

Frankenweenie (2012)


El jovencito Frankenstein.

Ya lo decía la canción: “las vueltas que da la vida, el destino se burla de ti...”. Y es que durante los primeros años de la década de los '80, un joven (aunque ya despeinado) Tim Burton trabajaba para la Disney, aunque su arte no se puede decir que fuera del todo entendido ni, mucho menos, visto con buenos ojos dentro de la compañía. Así pues, tras dirigir un corto con la técnica de stop-motion, Vincent, y después de realizar un segundo corto basado en el mito de Frankenstein, de nombre Frankenweenie, la multinacional lo echó a la calle alegando que su trabajo había supuesto un desperdicio de recursos monetarios en una película demasiado terrorífica para los menores. Pero el joven Burton no arrojó la toalla y creció y creció hasta convertirse en un hermoso cisne blanco reputado director de culto capaz de contar con el reconocimiento tanto de crítica como de público. Y así fue como a mediados de la década del 2000, la Disney volvió a llamar a la puerta del realizador para volver a contratar sus servicios. Para cerrar el círculo, en 2007 ambas partes firmaron un contrato para la realización de una película basada en el mismo corto por el que lo echaron la primera vez, filmado en blanco y negro, con la técnica del stop-motion y de nombre Frankenweenie. Lo cierto es que si este párrafo lo leen con música de Danny Elfman de fondo la cosa mejora un montón.

Grandes monólogos cine (XXXI)

Escena crucial de la gran película Secretos y mentiras (1996), de Mike Leigh, en la que hay un breve monólogo lleno de sinceridad y rabia.

"(...) Secretos y mentiras. Todos sufrimos. ¿Por qué no compartimos nuestro dolor? Me he pasado toda la vida intentando hacer feliz a la gente, y las tres personas a quienes más quiero en el mundo se odian a muerte. ¡Yo estoy en medio y ya no puedo aguantarlo más! (...)"


Quesito Rosa. 6º aniversario.

En el Quesito Rosa volvemos a estar de aniversario. Seis son ya los años que llevamos dando la vara, pero ya se sabe que lo que pesan no son los años, sinó que son los quilos... y aquí, hasta el momento, no hemos logrado ganar ni un duro con esto del internet (se aceptan donativos monetarios y de comida en lata). Tal efeméride merece un fiestorro por todo lo alto (se aceptan donativos de bebidas alcohólicas y alcohol de quemar). Cuando nos hayamos curado la resaca volveremos a dar guerra.

Como siempre, ¡nos leemos! 

Hoy empieza todo (1999)


Cada día es un día nuevo

Diariamente las personas nos avenimos a lo que nos vamos encontrando por el camino, a veces de forma simple debido a la rutina y otras de manera más complicada al surgir algo que no entraba en nuestros planes; y en cuanto al aspecto personal vamos descubriendo partes de nosotros que nos ayudan a enfrentarnos a nuevos retos, sin saber nunca qué es lo que nos deparará la experiencia de lo vivido. En el cine, de la destacable y bella película Hoy empieza todo (1999), de Bertrand Tavernier, podemos sacar muchas conclusiones que engloban el significado de esa lucha que uno mismo lleva a cabo por intentar hacer las cosas lo mejor posible y así poder estar a la altura de las circunstancias.


Esta emotiva historia nos muestra el retrato de Daniel Lefebvre (Philippe Torreton), director y docente de una escuela infantil, situada en un barrio marginal del norte de Francia, cuya gran implicación a la hora de dar la mejor educación posible a sus pequeños alumnos es encomiable, sobre todo al comprometerse en intentar hacer algo en cuanto al problema de la mala situación económica que sufren la mayoría de las familias, aunque muchas veces no pueda hacer nada al respecto. En el día a día de Daniel, junto con las demás educadoras del centro, el director francés muestra varios puntos en los que se basa la educación y da mucha importancia al hecho de que haya buena relación entre los profesores y los padres y también una necesaria cooperación con los servicios sociales, por si hiciera falta solucionar cosas del alumnado por otro tipo de vías que no fuesen las educativas. En la película se ven momentos muy dramáticos, pero lo bueno del planteamiento del señor Tavernier es que a veces hasta parece que se esté viendo un documental por la manera tan efectista de su puesta en escena, pasando con cámara en mano por las aulas y consiguiendo la naturalidad de los niños y logrando momentos desalentadores pero también muy bellos y sensibles.


Por toda esta conducta y por lo que se ve en las aulas, esta película representa un documento indispensable para cualquier profesor, aunque, cómo no, también es un placer para cualquier amante del buen cine. Tavernier sabe compaginar ese trabajo educativo con la inmiscuición tanto en la vida personal del director escolar como en sus propios pensamientos que oímos a través de su voz en off mientras vemos preciosos planos de paisajes. Sin embargo, es verdad que es fácil pensar que el interés del director francés de marcar tanto el lado dramático queda a veces demasiado claro, hasta el punto de que llegue a ser bastante pretencioso. Pero también es cierto que la realidad supera a la ficción y que habrá casos tan tristes como el de los padres aquí representados. Además, Tavernier logra un ritmo formidable para la historia, sin dejar casi descanso al espectador que va pasando por sentimientos tristes y alegres, ayudado todo por la preciosa música compuesta por Louis Sclavis.


Y de los actores solo hay que decir que están soberbios, sobre todo Philippe Torreton, que ya había protagonizado la anterior película de Tavernier, la interesante Capitán Conan (1996). De su interpretación sorprende la capacidad que tiene por saber expresar tan bien sus diferentes estados de ánimo, consiguiendo una estimable figura del profesor aplicado. En cuanto al trabajo del director francés, solo hay que comentar que es lo más admirable de todo el conjunto y que el retrato que hace de este profesor recuerda al que hizo de un brigada antidroga en la película Ley 627 (1992), en la que logró otro resultado bastante bueno. Y aparte de escribir este buen guión, junto con Dominique Sampiero y Tiffany Tavernier, Tavernier ha sabido respaldar esos momentos tan dramáticos con otros que intentan sacar una sonrisa al espectador, luciendo las caras de esos niños que tan simpáticos se les ve cantando las canciones que su profesor les va marcando.


"Un formidable retrato, tanto personal como profesional, de un profesor que en su lucha diaria hace todo lo posible para que sus pequeños alumnos tengan una educación digna".



¡Piratas! (2012)

Alguien voló sobre el nido del Dodo.
Existen dos elementos de esta nueva producción de la compañía Aardman que no deja de sorprenderme lo muy de moda que siguen estando en pleno siglo XXI. El primero es que se trata de una película de “piratas”, género muy denostado hace unos años (y sino que se lo pregunten a Geena Davis o a Roman Polaski) pero que después del éxito de la saga “Piratas del Caribe” parece seguir disfrutando de un momento dulce (este año incluso sacaron la cabeza en la cuarta entrega de Ice Age, en la que los protagonistas debían enfrentarse a unos temibles piratas prehistóricos). El segundo de los elementos es la técnica del “stop-motion” (auténtico signo de identidad de Aardman, junto con la plastilina). Resulta curioso como, en plena era digital, esta técnica de la vieja escuela siga teniendo tantos adeptos. Sin ir más lejos, este mismo 2012, junto con la película que hoy nos ocupa, también se estrenan dos apuestas fuertes más en “stop-motion”: Frankenweenie y El aluciante mundo de Norman. Y viendo los resultados obtenidos, que sea por muchos años. 
No se lo van a creer cuando se lo diga, pero resulta que la película ¡Piratas!, trata sobre... piratas. Exactamente sobre el llamado Capitán Pirata (estoy visualizando una mesa repleta de reputados guionistas rebanándose los sesos para dar con el nombre adecuado para el protagonista de esta aventura). Le acompañan su variopinta tripulación que, a pesar de tratarse de buena gente, no se puede decir que sean excesivamente aguerridos, valientes ni audaces. Más bien todo lo contrario. A pesar de eso, nuestro protagonista está empeñado con alzarse con el premio anual al mejor pirata del año, reputado galardón que recibe el pirata que consiga reunir un mayor botín en sus saqueos.

Entonces, si los piratas son los buenos de la película, ¿sobre quién recae el rol de malo oficial de la función? Pues ni más ni menos que sobre la reina Victoria de Inglaterra, una monarca con una especial debilidad por eliminar a todos los piratas de la faz de la tierra. Pero la reina no será el único personaje histórico que se cruzará en el camino de la tripulación y es que, en uno de sus habituales abordajes, los piratas se cruzarán con Charles Darwin quien le propondrá al Capitán un arriesgado plan para lograr ganar un montón de oro, con el que poder alzarse con su premio soñado. Lo cierto es que explicado así la trama no tiene mucha gracia y todo el conjunto desprende un tufo a topicazo plano que tira para atrás, pero lo cierto es que la cosa es de mucha risa.
 
Si existen unos personajes ligados a Aarman estos son, sin lugar a dudas, Wallace and Gromit, vistos en cortometrajes y en su salto al largo, la excelente Wallace and Gromit, la maldición de las verduras. Pero la compañía también ha realizado otros títulos como Chicken Run: Evasión en la granja, Ratónpolis y Arthur Christmas, operación regalo (estas dos últimas de animación por ordenador); o las televisivas Creature Comforts y Shaun the sheep. ¡Piratas! está dirigida por Peter Lord (co-director de Chicken Run: Evasión en la granja y miembro fundador de la compañía, hace cuarenta años) y Jeff Newitt. Entre los famosos que prestan su voz a los personajes de la película encontrarán a Hugh Grant, Martin Freeman, Salma Hayek y Jeremy Piven, entre otros. 
 
Se trata de un film cien por cien Aardman (algo que no se puede decir de sus dos anteriores films de animación por ordenador, bastante más flojos en su global), con sus personajes delirantes, su humor muy inglés, sus situaciones rocambolescas, su excelente animación por stop-motion, y sus carreras/persecuciones rocambolescas. Su humor es fresco, los gags se suceden a ritmo vertiginoso en algunos momentos del film, la reina Victoria está desencadenada e incluso sale un mono que hará las delicias del espectador. El sello Aardman también se percibe en una trama que se va complicando más y más a medida que avanza la historia (ya he dicho que el punto de partida es más bien sosainas). Lamentablemente la sensación general es de que el universo “pirata” está demasiado quemado ahora mismo, pero la película logra salir airosa a pesar de ello, aunque debo reconocer que todavía hubiera disfrutado más la cinta con un protagonista con algo más de carisma, ya que no logra estar a la altura del resto de personajes.
 
Resumiendo: ¡Piratas! es, ante todo, un producto familiar capaz de entretener a los más pequeños y hacer disfrutar a los mayores.
 

Nubes pasajeras (1996)


Buenos tiempos llegarán

Cuando uno acaba de ver una película de Aki Kaurismäki se da cuenta de que ha presenciado algo fuera de lo común, y si encima resulta que es un drama pero contado con un humor muy peculiar pues la experiencia no tiene desperdicio alguno, como queda muy patente al ver Nubes pasajeras (1996). En esta historia el director finlandés muestra algo tan actual como el desempleo pero lo hace de una forma brillante al mezclar imágenes de puro melodrama con diálogos absurdos y escenas y personajes memorables que son los que provocan la risa en el espectador. De ahí que el humor sea una característica del cine que este director atípico ha sabido crear durante su original carrera cinematográfica.


La pareja protagonista es un matrimonio formado por Ilona (Kati Outinen) y Lauri (Kari Väänänen). Ella es jefa de sala de un restaurante y él es conductor de tranvía. Económicamente no van muy bien pero aún así él compra una tele en color que pagarán a plazos. Poco después empezará su mala suerte ya que Lauri será despedido por una reestructuración de la empresa a causa de que la mayoría de la gente coge el metro o el coche, y ella se enterará de lo sucedido un mes más tarde, cuando se produzca también su despido ya que la gerente vende el local por la falta de clientes después de estar 38 años abierto.

Con esto ya vemos que para Ilona y Lauri estos cambios serán un duro golpe en su día a día, pero ahí no se quedará la cosa. Kaurismäki parece mover los hilos de su vida a la manera que él quiere que ocurra, exagerando la mala suerte de ambos en su lucha por encontrar un puesto de trabajo, y esto, junto con el detalle incluido de sugerir un suceso triste del pasado, hace que en cierto punto el espectador llegue a tomarse a risa tantas penurias que el director finlandés quiere hacer pasar al matrimonio. También, algo muy común en sus películas, es destacable la manera en que Ilona y Lauri se quieren, se expresan y se dicen las cosas, a veces hasta sin mirarse, o sin cambiar casi su expresión en el rostro tanto ante las adversidades que se les presentan como ante algún posible cambio positivo.


Aunque hay que decir que el cine de Kaurismäki tiene mucha más miga. Con la sencillez de su puesta en escena, sus elipsis tan bien utilizadas, y la creación de personajes extravagantes ha logrado una filmografía única. Y para ello le han servido de mucha ayuda dos aspectos a tener en cuenta: el primero, su gran colaboración con Timo Salminen, que con su fotografía tan carismática, con planos en los que resalta una luz poderosa y unos colores vivos, ha hecho que todo el conjunto aunara mucha calidad y belleza; y el segundo, su acertada utilización de diferentes tipos de música, como en esta película con el gran inicio de las letras de crédito en el que vemos en el restaurante al pianista Shelley Fisher que nos deleita con su preciosa canción Lonesome Traveller.


Y por último, habría que comentar que, como habrán comprobado en el título del film, en el mundo de Kaurismäki puede ocurrir cualquier cosa, tanto lo peor o más absurdo como lo positivo y esperanzador. Eso es lo bueno de este director, que aunque conozcas sus bazas siempre te sale con algún personaje increíble o con alguna escena inolvidable. Y les aseguro que en Nubes pasajeras encontrarán mucho de esto. Es verdad que habrán varios espectadores a los que no les gustará nada el tipo de cine que realiza este señor, pero les he de decir que a un servidor le cautiva su manera tan minimalista de conseguir historias tan auténticas y particulares.


"Una bella película muy característica de Aki Kaurismäki, que contiene tanto su humor peculiar como momentos de melodrama"

Mientras tanto, en Twitter...

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