Las nieves del Kilimanjaro (2011)


¡Qué bello es vivir!

Se acaba de estrenar en nuestras salas de cine Las nieves del Kilimanjaro (no confundir con la película homónima de Henry King de 1952), de Robert Guédiguian, que consiguió la Espiga de Plata y el Premio del Público en la Seminci, y cuya historia está basada en un poema de Víctor Hugo llamado "La gente pobre", adaptado al cine por el mismo director francés. Y como viene siendo habitual, vuelve a trabajar con los actores Ariane Ascaride y Jean-Pierre Darroussin, que en la única película que no aparecen, de las doce que ha dirigido Guédiguian, es en la biografía que hizo sobre Mitterrand en 2005. En esta ocasión, como también en sus films más conocidos como Marius y Jeannette (1997) o De todo corazón (1998), la historia vuelve a situarse en un barrio obrero de Marsella (donde Guédiguian nació) y vuelve a tener como trasfondo social el paro; pero, aunque en un principio la película parece transcurrir con toda naturalidad y resultando totalmente creíble, acaba siendo todo lo contrario, convirtiéndose la cruda realidad que se quiere retratar en algo totalmente utópico y cercano a la fábula.


Michel (Jean-Pierre Darroussin) es un representante sindical del astillero donde trabaja y, aunque no tenía la obligación de hacerlo, se ha incluido en la caja de donde saldrán los nombres de unos cuantos trabajadores que serán despedidos de la empresa. Él mismo va leyendo los papeles que va cogiendo al azar y uno de ellos acaba siendo el suyo. En su nueva vida de parado y con unos cincuenta y pico años de edad, Michel pasará más tiempo con su mujer Marie-Claire (Ariane Ascaride), con sus dos hijos, Gilles (Adrien Jolivet) y Flo (Anaïs Demoustier) y sus tres nietos, sintiéndose algo extraño pero con la sensación de haber hecho lo que debía de hacer al incluirse a él también en la lista y no aprovecharse de sus privilegios, algo que le reprochará su amigo y compañero Raoul (Gérard Meylan). Poco después le veremos celebrar una fiesta de aniversario por los 30 años que lleva casado con su mujer, y unos cuantos amigos, junto con sus hijos, les regalarán dinero y un viaje a Tanzania, para que puedan ver el Kilimanjaro. Pero un contratiempo hará que todo se trastoque: una noche son atracados en su casa mientras están jugando a las cartas con Raoul y su mujer Denise (Maryline Canto), llevándose los ladrones el dinero y el billete de viaje que les habían regalado.


Es a partir de este atraco cuando la historia toma otro cariz bien diferente y Guédiguian se empeña en dejar claros mensajes de crítica social ante la diferencia que hay entre lo que se denomina la pequeña burguesía y la clase obrera, y mostrar lo bondadoso y generoso que puede ser el ser humano retratándolo en su "perfecta" pareja protagonista que, aún ante las adversidades en las que se encuentran, toman una actitud admirable debido a sus remordimientos. Y esto es tan visible y va tan en aumento, que hasta alguna escena que pretende ser simpática (como la del camarero que recomienda una bebida a Marie-Claire) llega a resultar algo preparado y, en definitiva, junto con lo demás, absolutamente pretencioso, hasta llegar a uno de los finales más "bonitos" y esperanzadores que se hayan hecho en mucho tiempo en el cine, algo que corrobora con creces el desarrollo de la historia y las intenciones de Guédiguian.


Hay que decir también que la dirección de Guédiguian es muy correcta, igual que las interpretaciones de los actores, sobre todo de Jean-Pierre Darroussin y Ariane Ascaride, que después de trabajar tanto tiempo juntos demuestran tener una gran química entre ellos. Pero no se puede decir lo mismo de la música de Pascal Mayer que en algunos momentos de la parte más dramática de la historia hubiera sido mejor que no hubieran existido sus composiciones, acercándose algo a las películas de los hermanos Dardenne, cuyo cine es mucho más realista y más austero que el de Guédiguian. Y es que estamos ante una película demasiado bien pensada para hacer esbozar una sonrisa al espectador. Desde el mismo inicio vemos a una familia feliz, bastante unida, y, aún lo ocurrido, la pareja protagonista se intenta tomar las cosas con la actitud más positiva posible, cuya posterior mala conciencia es como un reclamo para la sociedad., para hacerla concienciar. Pero todo tiene un límite y cuando se ve tanto el plumero es que algo falla.


"Una película que retrata un tema real y dramático desde un punto de vista demasiado optimista, más cercano a un cuento maravilloso que no a la vida real"



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